Lección 8
lee Lucas 23: 33-49; 24: 1-9. Este es uno de los relatos más significativos de la Biblia y, mientras lees este relato bíblico, anota las frases o palabras que te llamen la atención.
ESTUDIEMOS
En respuesta a una acusación de los fariseos y escribas, Jesús les relata tres de las más famosas parábolas de la Biblia: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido (Lucas 15). La tercera parábola es la historia del hijo pródigo, quien exige su herencia antes de que el padre muera, rechazándolo junto con su familia y su parentela (dedica un momento para leer toda la parábola en Lucas 15: 11-32). El hijo menor, creyendo que conoce mejor que nadie cómo vivir la vida, comienza un viaje en el cual la degradación irá in crescendo. Primero, demanda que la herencia esté a su disposición; después, abandona el hogar y, finalmente, malgasta todo lo recibido. Por último, toca fondo y, al no tener nada que comer, se ofrece como cuidador de cerdos, una tarea impensable para un judío. Ante esta situación, se le ocurre una idea: volver con su padre y ¡pedirle empleo! Pero su padre, que durante todo ese tiempo lo ha estado esperando, cuando aún está lejos, corre a su encuentro, lo abraza y le ofrece tres objetos que simbolizan su restauración: el mejor vestido, el anillo y las sandalias. ¡Volvía a ser su hijo! Entonces, el padre mata un becerro gordo y comienzan a celebrar el regreso del hijo pródigo (aunque no todos en la familia lo celebren).
Justo cuando pensabas que solo se trata de una parábola, Lucas registra un fascinante diálogo de la vida real que le imprime vida a esta parábola. Se encuentra en Lucas 23: 32-43. Comencemos por el principio: Jesús estaba muriendo en la cruz: «Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados. Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda» (vers. 32, 33). No se dan los nombres de estos criminales en el relato; todo lo que sabemos es que eran malhechores. La palabra griega para «criminales», kakourgos, está compuesta de dos palabras: kakos ('malo', ‘maldad') y ergon ('acción', ‘acto', ‘obra'). En el sentido más literal de la palabra, ambos eran obradores de maldad, o sea, malhechores. Habían desperdiciado sus vidas y ahora estaban recibiendo lo que merecían.
Entonces, inesperadamente, uno de los criminales se vuelve hacia Jesús ¡y le hace una petición tan escandalosa y asombrosa como la del hijo pródigo! “¿Puedo volver al hogar y tener parte de la herencia?". En otras palabras: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (vers. 42, NVI).
Dividamos esta petición en tres partes para entender su significado más profundo. Primero, el hombre indigno llama a Cristo por su nombre propio: Jesús. No lo llama Rabí, Mesías o Señor. Lo llamó Jesús, un nombre que, por definición, nos recuerda que «Yahweh salva» (Jesús es la versión griega del nombre hebreo Josué). ¡El nombre con el que el criminal se dirige a Jesús es en sí mismo un ruego de salvación! (Mateo 1: 21). La segunda parte incluye: «Acuérdate de mí» Esta expresión se utilizaba regularmente para dirigirse a Yahweh en las Escrituras judías. Cuando Yahweh se «acordaba» de alguien, no quería decir que le había venido el nombre a su mente, sino que habría de impartir una bendición o ejecutar una acción en su favor, de acuerdo al pacto de Dios con su pueblo. Hay muchos ejemplos de tales peticiones a Yahweh (ver Jueces 16: 28; 1 Samuel 1: 11). Así que esta petición no se dirige a Jesús para que tenga memoria de él, sino para que actúe en su favor. La tercera parte, «cuando vengas en tu reino», muestra que este criminal había llegado a creer que la crucifixión no sería el final para Jesús. Más aún, había llegado a entender que más allá de la cruz había un reino, y que el sufrimiento de Jesús era consecuente con su realeza y no contrario a ella. Pero, ¿por qué Jesús tenía que escuchar a este hijo menor? ¿Acaso no le ha causado suficiente vergüenza? Lo que sigue es la más sorprendente respuesta registrada solamente en el Evangelio de Lucas, el cual destaca como tema teológico central: todos podemos acceder a la salvación. En la sección titulada «Veamos a Jesús en las Escrituras» nos centraremos en esta respuesta de Jesús.
Llena los espacios en blanco con tu propio nombre:
«Jesús: Acuérdate de mí, , cuando vengas en tu reino. De cierto te digo hoy, tu, , estarás conmigo en el paraíso» (Paráfrasis de Lucas 23: 42, 43, el destacado es nuestro).
COMPRENDAMOS
SEGURIDAD, NO TEMOR: La palabra «seguridad» y sus sinónimos (certeza, confianza) aparece más veces en el libro de Hebreos que en cualquier otro (ver Hebreos 3: 14; 6: 11; 10: 22; 11: 1). «Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe» (10: 22, NVI, el destacado es nuestro). Y esta seguridad nos es dada debido al sacrificio de Jesús en la cruz y su continua intercesión por nosotros en el Santuario celestial, donde presenta su sangre en nuestro favor. El libro de Hebreos toma toda la tipología (símbolos y sombras del ministerio de Jesús) en el Antiguo Testamento y la explica a la luz de cruz. Es el libro donde se destaca mejor esperanza, mejor pacto, mejor sacrificio y mejor sacerdote. Se centra por completo en Jesús. Y cuando el creyente comprende lo que ha alcanzado mediante su sangre, la única realidad que le queda es la de una profunda seguridad. Por lo tanto, al considerar nuestra salvación, nuestra vida diaria o los eventos del fin, el temor ya no forma parte de la discusión, puesto que la seguridad ha tomado su lugar.
Los comentarios de F. F. Bruce sobre Hebreos 10: 19-25 son muy esclarecedores: «La “audacia” con la que los creyentes en Cristo pueden entrar al Santuario celestial a través de él, es presentada en contraste con las restricciones que se tenían en el santuario terrenal de Israel para tener el privilegio de la entrada simbólica a la presencia de Dios. No todos podían tener ese privilegio; solo el sumo sacerdote como su representante; y no en cualquier momento que él quisiera, sino en tiempos y condiciones específicas. Pero aquellos que han sido interiormente purificados, consagrados y hechos perfectos por el sacrificio de Cristo, han recibido el derecho de acceder libremente a la santa presencia, y nuestro autor urge a sus lectores a aprovechar libremente ese derecho […]. El camino para entrar a la presencia de Dios es un camino nuevo, que no existía hasta que él mismo lo abrió y entró por él. Es un camino nuevo, y también “vivo", porque en verdad, el Cristo que vive para siempre, como sacerdote y sacrificio de su pueblo, es el camino hacia Dios […]. Todos los que han experimentado la limpieza interior que la ofrenda de Cristo ha efectuado, pueden acercarse “con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe"» (F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews, [NICNT], págs. 249, 250, 254).
LA MUERTE Y EL PARAÍSO: Hasta comienzos de la era cristiana, el temor paralizante a la muerte era algo común y generalizado. La gente se espantaba con solo pensar en ella y en el misterio que la rodeaba. Cuando Jesús vivió, murió y venció a la muerte, cambió radicalmente la forma en que sus seguidores hablaban de ella. Ya no era un suceso aterrador como se percibía anteriormente, sino que ahora se lo consideraba un dulce sueño (ver Juan 11: 11-15). Los muertos están descansando, esperando la mañana de la resurrección, cuando escucharán una voz poderosa que los llamará de sus tumbas y les dará la bienvenida al Paraíso.
«"De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso". Cristo no prometió que el ladrón estaría en el paraíso ese día. Él mismo no fue ese día al paraíso. Durmió en la tumba, y en la mañana de la resurrección dijo: “Aun no he subido a mi Padre". Pero en el día de la crucifixión, el día de la derrota y tinieblas aparentes, formuló la promesa. “Hoy"; mientras moría en la cruz como malhechor, Cristo aseguró al pobre pecador: “Estarás conmigo en el paraíso"» (Elena G. White, El Deseado de todas las gentes, pág. 699).
«El criminal […] es el primero en reconocer que la muerte de Jesús no es una contradicción con su posición de Mesías o Salvador; es el primero en reconocer que la crucifixión de Jesús precede a su entronización […] y que en su pedido anticipa el gobierno de Jesús como Rey. El “paraíso", es una referencia al “jardín de Dios", una imagen escatológica de la nueva creación. La promesa de Jesús, dada “hoy", de estar en el paraíso, está de acuerdo con la comprensión de Lucas acerca de lo inmediato de la salvación (Lucas 4: 21; 19: 9), y destaca un aspecto central de la perspectiva de Lucas sobre la muerte de Jesús: el plan de Dios se cumple, no a pesar, sino mediante la crucifixión de Jesús, a fin de que él sea capaz de ejercer, como rey, su poder de salvación, tanto en la muerte como en la vida» (Green, The Gospel of Luke [NICNT] págs. 822, 823). Esta seguridad que ofrece Jesús, ¿qué diferencia produce cuando tú o un ser amado enfrenta la muerte?
EL BECERRO GORDO: Tiene gran significado el hecho de que, a lo largo de las Escrituras, la muerte expiatoria y sustitutiva del Salvador haya sido ilustrada mediante la muerte de un animal, en muchos casos un becerro o un carnero (ver el Día de la Expiación, Levítico 16: 3, 6, 11, 14, 15, 18, 27). Jesús fue el sacrificio para la expiación de los pecados. El padre, en la parábola del hijo pródigo, usa la misma palabra que se usó en el Antiguo Testamento en griego (una vez que este fue traducido del hebreo original), para referirse a los animales utilizados en el Día de la Expiación. Se mataría al «becerro gordo» y ¡comenzaría la celebración! ¡Jesús moría para que pudiéramos tener un lugar en la casa del Padre! ¡Oh, regocíjate alma mía! ¡Mi corazón salta de gozo al recibir una vez más la seguridad de mi salvación mediante su sangre!
¿Por qué piensas que hay tantas celebraciones en las parábolas de Jesús acerca de los perdidos y hallados? (Lucas 15: 6, 9, 23, 24).
REFLEXIONEMOS
Una de las historias más inspiradoras que he escuchado en las últimas décadas es la de un equipo formado por un padre y un hijo: Dick y Rick Hoyt, que corren maratones juntos. Lo sorprendente es que el hijo, Rick, es cuadripléjico, espástico y padece parálisis cerebral. Lo más notable es que cada vez que ellos participan en una carrera, su padre, Dick, lo empuja toda la ruta en su silla de ruedas hasta cruzar la línea de llegada. Todo comenzó en 1977 cuando Rick, entonces un muchacho, le pidió a su padre que lo ayudara a participar en una carrera de ocho kilómetros en beneficio de un deportista que había quedado paralítico a causa de un accidente. Su padre estuvo de acuerdo en empujarlo en una silla de ruedas. Cuando finalizaron la carrera, Rick quería decirle algo a su padre, pero como no puede hablar tuvo que esperar hasta llegar a casa. Allí sí podía comunicarse, porque aunque sus labios y sus extremidades no le obedecían, tenía un equipo especial en su silla que le permitía comunicarse a través de un ordenador. Entonces escribió: «Papá, cuando cruzamos la línea de llegada, me sentí como si no estuviera discapacitado». Dick se emocionó tanto que comenzó a entrenarse sistemáticamente para que su hijo pudiera participar en muchas carreras y llegar a la meta. Le dio a su hijo la seguridad de que en cada carrera lo conduciría hasta cruzar la línea de llegada. Desde aquella primera competición, ellos han participado en más de mil carreras, y continúan haciéndolo. Si quieres informarte más acerca de esta familia sorprendente visita su página en internet: www.teamhoyt.com. Te encantarán las fotografías con la sonrisa de Rick cuando está participando en una carrera. También es emocionante ver el esfuerzo y trabajo del padre para ayudar a su hijo que no puede correr por sí mismo. Para mí, esta historia llegó a su clímax cuando vi un documental con su participación en un triatlón en Hawái, llamado Ironman ('Hombre de hierro'). El padre cargó a su hijo en bicicleta a través de 175 kilómetros, corrió cuarenta kilómetros empujando su silla de ruedas y nadó casi cuatro kilómetros arrastrándolo en una pequeña balsa, para que Rick viviera la gran emoción de cruzar la meta. ¡Lo hizo para que supiera que él era digno de todo el esfuerzo de su padre! Rick siempre será ganador, no porque sea un atleta fuerte y capaz, ¡sino porque su padre siempre lo hace cruzar la meta! Y él vive con esa seguridad. Esta historia se ha transformado para mí en una poderosa ilustración que me enseña la forma en la que se alcanzó mi salvación.
Escribe una historia de tu vida que te venga a la mente en este momento:
¿Por qué piensas que Jesús le dio una respuesta tan escandalosa al ladrón en la cruz?
¿Cuál es la evidencia de que un cristiano está viviendo con la seguridad de su salvación, la cual ha sido asegurada por Jesús en la cruz?
Primero viene la corona de espinas y después la corona de gloria. Jesús fue coronado con gloria y honor debido a su sufrimiento y muerte (Hebreos 2: 9). ¿Cuál es la relación entre la cruz y el reino?
Repite estas palabras de la Escritura en voz alta:
«Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo […]. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe» (Hebreos 10: 19, 22, NVI, el destacado el nuestro)
VEAMOS A JESÚS EN LAS ESCRITURAS
Por favor, dedica un momento para leer Lucas 23: 42-43. Vamos a analizar cuatro puntos fundamentales de la respuesta de Jesús al ladrón en la cruz. Pero antes, revisemos el orden de las palabras en el griego original, porque eso nos ayudará a determinar la fuerza de cada palabra en la frase. En el griego original, el orden de las palabras es el siguiente: «De cierto te digo hoy conmigo estarás en el paraíso».
Ahora, consideremos los cuatro puntos de la respuesta de Jesús:
Hoy. Jesús no quería que este hombre dudara acerca de su suerte hasta que Jesús viniera en su reino. ¡No! Este criminal podía tener la seguridad de su salvación hoy, en ese mismo momento, sin esperar un solo segundo más. No necesitaba estar ansioso o inseguro; podía tener la certeza ¡hoy mismo! La palabra hoy subraya lo inmediato de la salvación mediante el ministerio de Jesús. ¿Recuerdas? «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros» (Lucas 4: 21; ver también 19: 9).
Estarás. La seguridad le es dada en la segunda persona del singular y en el tiempo futuro, ¡y es algo seguro! Estarás. No dice: «Puede ser» o «déjame pensarlo». Ese mismo día este hijo de Dios podía tener la seguridad que pasaría la eternidad con su Padre, y en la casa de su Padre. Ese día no era su fin, aunque parecía serlo. Su presencia junto a Jesús en su reino no era una posibilidad, ¡era una realidad!
Paraíso. Jesús dijo: «Estarás en el paraíso». ¡Paraíso! ¿Recuerdas? ¡El lugar que Dios hizo para que habitaran sus hijos! ¡El lugar que él creó para su deleite! ¡El jardín donde estaba el árbol de la vida! ¿Recuerdas? ¡El mismo lugar que los hijos de Dios perdieron en la historia de Génesis 3! ¡Increíble! ¡Y este criminal es el primero al que se le promete un mordisco del fruto del árbol de la vida! ¡Él estará en el paraíso! La palabra griega usada para «jardín» en Génesis 2 y 3 es paradeisos. (Las Escrituras judías fueron traducidas al griego y la traducción se llamó Septuaginta o la versión de los Setenta. Los escritores del Nuevo Testamento, cuando hicieron referencia al Antiguo Testamento, usaron esa traducción). ¡Ese es el lugar! ¡De regreso con el Creador! ¡Esta es la única ocasión en los cuatro Evangelios en que Jesús utiliza la palabra paraíso! En ese mismo momento, al tomar sobre sí la pena de muerte que sus hijos merecían, les estaba abriendo nuevamente el camino para volver al hogar, el camino para retornar al árbol de la vida. Había decidido ofrecer su vida perfecta —que ninguno de nosotros puede ofrecer— como rescate por sus hijos, ¡y ahora ya podía prometer el paraíso! ¡Y ese hijo indigno fue el primer receptor de la promesa! ¡El paraíso! ¡El camino al hogar ha sido abierto!
Conmigo. Tal vez te has dado cuenta de que me he saltado esta palabra hasta ahora, y no he seguido el orden o la secuencia en el manuscrito griego. Ocurre que en el griego, el peso del contenido está en el medio de la frase. Quise dejar esta palabra importante y central, «conmigo», para el final. Jesús le está diciendo: «Todo lo que te dije es verdad, mi hijo indigno, porque tú estarás allí conmigo. Estarás en el paraíso porque estarás conmigo. Tienes una herencia allí, no porque seas merecedor de ella, sino porque estarás conmigo. El mejor vestido es mi manto de justicia, que aunque no lo mereces, he colocado sobre ti. ¿Entiendes? Por eso conmigo está en el centro de mi respuesta… ¡YO SOY tu seguridad!».
RESPONDAMOS A LA MARAVILLOSA SEGURIDAD DE DIOS
Aunque soy una hija de Dios indigna, vivo con la plena seguridad de mi salvación. Él me ha abrazado, me ha besado y me ha vestido con su manto de justicia. Tengo sandalias en mis pies porque soy una hija del Rey. He orado con la misma petición que el criminal pródigo y he recibido la misma seguridad que él recibió en aquel día. ¡Y tú vas a recibir la misma respuesta! Si has aceptado a Jesús como tu Salvador personal, puedes vivir con la misma seguridad de salvación que él le ofreció al malhechor en la cruz. Si no lo has hecho aún, ¡este es el momento! ¡Acepta su muerte y resurrección en tu favor!
Ahora estamos listas para responder con gratitud y dedicar nuestras vidas para su gloria. Por favor, completa esta frase con diez diferentes razones de tu seguridad en Jesús:
«Acepto la seguridad que me da Jesús, porque »
Yo vivo con la paradoja de dos realidades: soy indigna, pero a la vez soy salva mediante Jesucristo mi Señor. ¡Él hizo por mí lo que yo no podría haber hecho por mí misma! Únete conmigo y elige la fe sobre el temor. Puedes vivir con la sorprendente seguridad de que estarás con Jesús en el Paraíso. Y esa seguridad puede estar con nosotras en todo tiempo. Permíteme compartir contigo el versículo favorito de mi niñez: «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar» (Salmo 46: 1-2, NVI, el destacado es nuestro).
¡Sí! Dios no solamente promete su presencia, sino ser una ayuda segura. ¡Acepta la seguridad que él nos ofrece!