Denis Kaiser
Algunos miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día han asumido que su creencia fundamental en la Trinidad tiene un origen católico. Debido a que la mayoría de los pioneros adventistas se opusieron a esta creencia, se argumenta que la iglesia de hoy debería regresar al punto de vista original adventista sobre Dios. Sin embargo, aunque ciertamente hay un acuerdo sobre ciertos conceptos básicos, estos miembros pasan por alto dos puntos importantes:
1) No comprenden las diferencias entre los puntos de vista adventista y católico sobre Dios; y
2) no entienden completamente la posición de los primeros adventistas.
El presente estudio aclarará las posiciones de los primeros y actuales adventistas en relación con la teología católica.
La teología católica acerca de Dios se desarrolló en respuesta a la idea que tuvo Arrio a principios del siglo IV d. C., la cual consistía en que Cristo era un ser creado, es decir, que tuvo un principio. Sus argumentos operan dentro de los parámetros de la filosofía platónica griega. Dado que Dios es perfecto y la perfección era definida como el estado de la plenitud absoluta, era incomprensible que él pudiera cambiar. Por tanto, Dios debía ser inmutable, inamovible e inaccesible, y, como resultado, solo podía existir en la atemporalidad e inmaterialidad. Para garantizar la completa divinidad eterna de Jesús, ellos argumentaban que Jesús emanó (derivó, procedió, provino) del Padre en la atemporalidad, en el eterno presente, y por ese motivo posee todos los atributos de la Deidad. El Credo Niceno (325 d. C.), hablando del Hijo, expresa lo siguiente: «Dios de Dios, Luz de Luz, etc.».1 Dado que, según su punto de vista, Jesús es continuamente generado en el eterno presente/atemporalidad (la generación eterna del Hijo), él puede ser continuamente reproducido en la hostia durante la misa católica. Además, la derivación de Jesús del Padre sucedió y continúa sucediendo fuera del tiempo y del espacio; nadie puede argumentar que Jesús tiene un comienzo. De manera similar, los católicos argumentan que el Espíritu Santo procede (procede, deriva, proviene) del Padre y del Hijo.2
En resumen, Dios consiste en tres personas divinas donde dos de ellas (el Hijo y el Espíritu) derivan su existencia de una persona divina (Padre) y, dado que esta derivación ocurrió y ocurre en la atemporalidad, prácticamente no hay principio de existencia.
Los primeros adventistas se opusieron a ese concepto sobre Dios por varias razones. No obstante, aunque ellos rechazaron la idea católica de una Trinidad, su propio concepto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo aun reflejaba, hasta cierto punto, la creencia católica. Los primeros adventistas se opusieron a la doctrina de la Trinidad debido a que:
1) No veían una evidencia directa de tres personas en Dios en la Biblia;
2) rechazaron la igualdad entre el Padre y el Hijo (modalismo), convirtiéndolos en una persona;
3) rechazaron la idea del triteísmo, es decir, tres dioses;
4) la doctrina parecía disminuir la expiación, dado que implicaba la muerte de un ser completamente divino, lo cual era inconcebible ya que el Dios inmortal no puede morir;
5) varias referencias bíblicas aplicadas a Jesús parecían sugerir que tenía un comienzo en el tiempo; y
6) algunas expresiones bíblicas acerca del Espíritu Santo no parecían armonizar con la idea de una persona.3
Por otro lado, creían que el Padre era el único Dios verdadero y eterno. Jesús derivaba su existencia y divinidad del Padre al emanar de él en el pasado eterno. El Espíritu Santo no era una persona sino una influencia que provenía del Padre y del Hijo. Como los adventistas eran materialistas y restauracionistas, rechazaron las nociones de atemporalidad e inmaterialidad. Y como la emanación de Jesús del Padre sucedió realmente en el tiempo —como ellos afirmaban— creían que Cristo tuvo un comienzo. Sin embargo, aunque rechazaban el arrianismo de Arrio, la presuposición filosófica griega de la atemporalidad y la idea básica de una Trinidad, ellos aceptaron algunas ideas semejantes a la noción católica de la emanación. Al igual que los católicos, y de acuerdo con el Credo de Nicea, creían en la emanación del Hijo desde el Padre, y del Espíritu Santo desde el Padre y el Hijo.
Hoy en día, los adventistas del séptimo día siguen los pasos de Elena G. de White y muchos otros adventistas que, comenzando en la década de 1890, se apartaron del rechazo de la doctrina de la Trinidad y de la idea de una emanación del Hijo y del Espíritu.4 Al igual que los primeros adventistas, los adventistas modernos continúan respaldando las nociones materialistas y se oponen al concepto de un Dios que mora en la atemporalidad e inmaterialidad. Acerca de las ideas de la emanación de Jesús del Padre, y del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, la postura de los primeros adventistas residía, sin embargo, más cerca de las ideas católicas que la defendida por los adventistas modernos. No obstante, uno puede preguntar qué pasó con las razones que tenían los primeros adventistas contra la doctrina de la Trinidad.
1) Los adventistas del séptimo día descubrieron abundante evidencia en la Escritura para apoyar la idea de tres personas divina coeternas que están unidas en propósito, plan y actividad, y que son realmente uno.5
2) Continuaron oponiéndose a ideas que desdibujan las identidades separadas de las personas divinas (p. ej., al modalismo).
3) Continuaron rechazando la idea de triteísmo, ya que esta divide la íntima unidad entre las personas divinas.
4) Elena G. de White declaró que «dos naturalezas», una divina y otra humana, «estaban misteriosamente mezcladas en una persona», Jesús. Asimismo, declaró que «cuando Cristo fue crucificado, fue su naturaleza humana la que murió», porque era imposible que la naturaleza divina muriera.6 De esta manera, se percibe claramente que la creencia en la plena divinidad de Cristo no disminuye la doctrina de la expiación.
5) Los adventistas del séptimo día, además, se dieron cuenta que las observaciones del Antiguo Testamento (AT) acerca de la filiación divina de Cristo, usualmente, se refieren a su encarnación y que los escritores del Nuevo Testamento (NT) de alguna manera lo llamaron anacrónicamente «Jesús» o «Hijo de Dios» cuando hablaban de los suceseos del AT pues realmente no tenían otro nombre para darle sino el que se le dio en el NT.
6) Descubrieron varios pasajes que describen la naturaleza personal del Espíritu Santo. De este modo, aunque los adventistas del séptimo día mantienen algunos de los primeros argumentos, otros han perdido su poder porque se descubrió evidencia bíblica para el concepto básico de la Trinidad. La comprensión adventista actual de la Trinidad, por lo tanto, difiere del punto de vista católico sobre Dios en muchas maneras.
No obstante, una comprensión apropiada de la unidad divina es un asunto verdaderamente personal y espiritual que va más allá del acuerdo o desacuerdo con cuestiones matemáticas. Dios pretendía que la unidad divina sirviera como el modelo para la unidad del esposo y la esposa.7 Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza […] Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gén. 1: 26, 27). En el AT, Dios es descrito como plural y como uno.8 Solo aquí las personas divinas son claramente diferenciables entre sí. Allí vemos que ellos siempre escuchan, honran y dan gloría a los demás en vez de a sí mismos.9 Ellos no se sirven a sí mismos, sino al otro. Esto ilustra el carácter del amor de Dios como un amor orientado hacia el otro en vez de un amor orientado hacia uno mismo.10 En su actitud y en sus acciones vemos revelada realmente la naturaleza de la ley de Dios, una ley que implica un profundo nivel de interés por el bienestar de los demás. Se preocupan por el bienestar del otro, lo cual es un amor verdaderamente recíproco. Por consiguiente, están íntimamente unidos en su cuidado y servicio hacia el otro, son verdaderamente uno.
Como seres humanos, que constantemente experimentamos y somos testigos de que el servicio es unidireccional, y que la sumisión es malinterpretada y se abusa de ella, difícilmente podemos imaginar que ese servicio recíproco sería posible en realidad. De hecho, una unidad y armonía tal solo puede ser resultado de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Al ser ejemplificado en los creyentes, un servicio y cuidado tal por el prójimo refleja la naturaleza de la ley y el carácter de Jesús.11 Esta clase de sumisión, ejercida recíprocamente los unos por los otros en la iglesia, realmente se asemeja al amor, unidad y armonía divinos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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1 David E. Willis, Clues to the Nicene Creed: A Brief Outline of the Faith (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2005), p. 60. Véase también Keith E. Johnson, Rethinking the Trinity and Religious Pluralism: An Augustinian Assessment (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2011), pp. 107-110.
2 Véase Johnson, Rethinking the Trinity and Religious Pluralism, pp. 110-115. Los ortodoxos orientales creen que el Espíritu proviene solo del Padre.
3 Jerry Moon, «The Adventist Trinity Debate, Part 1: Historical Overview», Andrews University Seminary Studies 41/1 (2003): pp. 116-118.
4 El desarrollo de la comprensión adventista del Padre, Cristo y del Espíritu Santo desde los primeros pioneros hasta mitad del siglo II ha sido investigada minuciosamente en los últimos veinte años. Véase, por ejemplo, Woodrow Whidden, John W. Reeve, y Jerry Moon, La Trinidad (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008); Denis Kaiser, «La recepción de las declaraciones trinitarias de Elena G. de White por parte de sus contemporáneos», en Elena G. de White: Manteniendo viva la visión, ed. Hector O. Martín y Daniel A. Mora (Nirgua, Venezuela: Ediciones SETAVEN, 2015), pp. 149-165.
5 28 Fundamental Beliefs, Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 2015, https://www.adventist.org/fileadmin/adventist.org/files/articles/official-statements/28Beliefs-Web.pdf (consultado el 26 de junio de 2016).
6 Elena G. de White a Ministros, Médicos y Maestros, 3 de setiembre de 1904 (Carta 280, 1904).
7 Deuteronomio 6: 4 dice que Dios es uno (ejad). Aunque esta palabra hebrea puede referirse al uno numérico, también puede referirse a una unidad profunda. De esta manera, Génesis 2: 24 declara que el hombre y la mujer se hicieron una (ejad) carne. Del mismo modo, Génesis 34: 16, 22 describe dos grupos de personas: los israelitas y los siquemitas, llegando a ser un (ejad) pueblo, y Génesis 41: 25, 26 sugiere que los sueños del Faraón eran uno solo (ejad). Esta unidad intrínseca en pluralidad también puede verse en Génesis 1: 26, 27 (ver arriba) y Deuteronomio 10: 17 «Porque Jehová vuestro Dios (plural) es (singular) Dios (plural) de dioses (plural) y Señor (plural) de señores (plural), Dios (singular) grande, poderoso y temible, que no hace (singular) acepción de personas, ni recibe (singular) sobornos». Para más detalles, véase Daniel Bediako God in 3 Persons —In the Old Testament, Biblical Research Institute Release 10 (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2015).
8 Cf. Génesis 3: 5, 22; 11: 5-9; 18: 20-22, 33; 19: 1-3, 12-29; Deuteronomio 6: 4; 32: 39.
9 Por ejemplo, Juan 5: 19-37; 8: 14-29, 54; 10: 25-30; 12: 28; 13: 32; 15: 26; 16: 13-15; 17: 1-10. La sumisión de Jesús al Padre durante su encarnación a menudo es interpretada incorrectamente como si implicara una naturaleza o un estatus jerárquico diferente, no obstante, la reciprocidad de su servicio y sumisión, tal como es revelada en la Escritura, a menudo es pasada por alto.
10 De hecho, el amor egoísta es la antítesis del amor divino porque no solo se interesa acerca de uno mismo y, por lo tanto, es un principio contrario al carácter de Dios. Este principio también puede ser referido como un pecado (yo quiero, yo deseo, etc.).
11 1Juan 13–17; Mateo 5: 43-48; 23: 8-11