El adventismo entre la perfección cristiana y el perfeccionismo humano

Dan-Adrian Petre

El Dios de los filósofos, o el Dios del teísmo clásico, es un ser perfecto. Siguiendo el argumento de Anselmo, los filósofos describen a Dios como «algo cuya grandeza es inconcebible».1 La perfección de Dios vendría a ser un estado fijo y absoluto en el que nuevas experiencias no podrían ser concebidas. Con tal definición asumida, es fácil encontrar en la Biblia la misma condición estática y fija cuando, por ejemplo, Jesucristo nos ordena: «sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mat. 5: 48).2 En consecuencia, la perfección bíblica significaría alcanzar un estado definitivo en el que el cambio ya no sería posible.

Afortunadamente, el Dios de los filósofos no es el Dios que la Biblia describe. Por supuesto, esto no significa que Dios no sea perfecto o que no desee la perfección para los seres humanos. Sin embargo, cualquier afirmación sobre Dios debe corresponderse con lo que la Biblia afirma sobre su ser y su actividad.3 Por lo tanto, cualquier discusión sobre la perfección cristiana debe comenzar con el testimonio bíblico.

La variedad de ideas adventistas actuales sobre la perfección incluye una perspectiva que representa mejor el testimonio bíblico, así como una posición que equivaldría al perfeccionismo humano, como se describe en la segunda parte de este capítulo. En términos generales, el perfeccionismo se refiere a «cualquier forma de falsificación teológica o distorsión religiosa del concepto bíblico de perfección».4 Así, el perfeccionismo adopta diversas manifestaciones y cada una se comprende mejor en su contexto histórico.5 Mientras que la perfección constituye el plan de Dios para su pueblo, el perfeccionismo vendría a ser un sustituto humano deficiente del plan divino.

Para entender el concepto bíblico de perfección y su papel en el gran conflicto entre Cristo y Satanás, este capítulo empieza donde la Biblia lo hace: la creación de los seres humanos y su entorno. Posteriormente, se analiza el concepto de perfección tanto en el AT como en el NT. Luego, se ofrece una breve revisión de las perspectivas de la teología adventista contemporánea, tomando como ejemplo a la postura de la Teología de la Última Generación. Por último, este capítulo concluye con una síntesis del concepto y una conclusión final.6

La imago Dei y la perfección

Cuando Dios creó a los seres humanos, estos reflejaban la imago Dei (Gén. 1: 27). Les confió la administración de la creación (Gén. 1: 26) y la formación una comunidad que reflejara el orden divino (Gén. 1: 28). Además, la existencia del árbol del bien y del mal (Gén. 2: 9) destacaba los principios básicos del gobierno de Dios.7 Estos últimos elementos presentaban un contexto cósmico más amplio para la actividad creadora de Dios. Parece que la creación del ser humano fue parte de la respuesta de Dios a una controversia cósmica sobre su carácter.8

En Génesis 1–2, la imago Dei tiene aspectos estructurales, relacionales y funcionales.9 En el principio, los seres humanos eran perfectos en estas tres dimensiones. No obstante, esta no era una perfección estática, sino dinámica: el plan divino para Adán y Eva era que crecieran en dichas áreas. Además, esta dinámica se relacionaba con su fiel obediencia al mandato divino (Gén. 2: 16-17).

La serpiente, en un intento de trascender los límites establecidos por Dios (Gén. 3: 1, 4-5), tentó a Eva a centrarse en sus propias acciones y no en las de Dios. De este modo, la tentación de Eva fue rechazar el mandato divino y establecer un nuevo estándar de autoridad, introduciendo imperfección en el orden establecido. La serpiente también incitó a Eva a adoptar un enfoque egocentrismo que pretendía divinizarla de manera estética y abstracta, desvinculándola de su relación con Dios. Engañada, engañada Eva se convirtió en la tentadora de Adán, quién también transgredió el mandato divino (1 Tim. 2: 14; Rom. 5: 14). Con la entrada del pecado, la imagen de Dios en los seres humanos quedó desfigurada, pero no destruida. En el aspecto relacional, ahora estaban separados de Dios (Efe. 2: 3; Col. 1: 21). Estructuralmente, adquirieron una naturaleza pecamonisa, con tendencia al mal (Sal. 51: 5; Rom. 7: 17). Funcionalmente, se volvieron propensos a cometer actos pecaminosos (Isa. 64: 6; Rom. 3: 9-18).

Dios, sin embargo, no abandonaría a su creación. Su plan para restaurar la imago Dei se centró en actuar «para salvar a la humanidad desde dentro, desde nuestro propio ámbito genético, desde la posición estratégica de un “Hijo de Dios” que nacería dentro del linaje de Adán para redimir su caída».10 Como la «imagen del Dios invisible» (Col. 1: 15), Jesucristo es a la vez Salvador (2 Tim. 1: 10; 1 Juan 4: 14) y Ejemplo (Efe. 5: 1-2; 1 Ped. 2: 21). Él es la imagen de la nueva humanidad restaurada (Col. 3: 9-11; 2 Cor. 5: 17) y hecho perfecto «mediante el sufrimiento» (Heb. 2: 10; cf. 5, 9; 7: 28). Jesús puede perfeccionarnos (Heb. 10: 14; cf. 10: 1). Su poder, como en el ejemplo de Pablo, «se perfecciona» (2 Cor. 12: 9) en la debilidad humana. Dado que el plan de Dios para restaurar su imago Dei está estrechamente relacionado con el concepto de perfección, es crucial explorar el concepto bíblico de perfección para comprender el ímpetu restaurador divino.

La perfección en la Biblia

La perfección en el Antiguo Testamento

Diferentes palabras del AT y del NT reflejan el concepto de perfección en relación con Dios o con los seres humanos. En el AT, términos como [tāmîm] («entero, completo, perfecto, irreprochable, íntegro, sin defecto ni mancha, sano»), tām («decente, sano, irreprochable, íntegro») y šālēm («entero, totalmente entregado, completo, perfecto») son frecuentemente utilizados.11 A menudo estos términos se aplican a Dios. Por ejemplo, en su cántico, Moisés contrasta la fidelidad divina a la alianza/pacto con la corrupción humana. Las obras de Dios son «perfectas [tāmîm], y todos sus caminos son justos», declara, «Dios es fiel; no practica la injusticia. Él es recto y justo» (Deut. 32: 4, NVI). Haciéndose eco de la alabanza de Moisés a la fidelidad de Dios al pacto, David indica por qué el «camino de Dios es perfecto [tāmîm]: «la palabra del Señor es intachable. Escudo es Dios a los que en él se refugian» (2 Sam. 22: 31, NVI; cf. Sal. 18: 30). La Ley de Dios, reflejo de su misericordia pactual, «es perfecta [tāmîm], infunde nuevo aliento» (Sal. 19: 7, NVI), similar a cómo el sol cubre todo abarca sobre la Tierra.12 Entonces, la perfección de Dios alude a sus acciones que revelan su voluntad de cumplir el pacto con Israel.13 Ninguno de los términos anteriores se aplica abstractamente a la naturaleza de Dios, sino a sus actividades relacionadas con la humanidad.14

En referencia a los seres humanos, estos términos también muestran un significado dinámico. Noé, por ejemplo, es descrito como «perfecto [tāmîm] en sus generaciones» (Gén. 6: 9). Job también es retratado en tres ocasiones como «perfecto [tām], recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Job 1: 1; cf. 1: 8; 2: 3). A Abram, Dios le ordena: «anda delante de mí y sé perfecto [tāmîm]» (Gén. 17: 1). En la misma narración, Abimelec actúa «con integridad [tām] de corazón» al devolver a Sara a su esposo (Gén. 20: 6). Moisés instruye a Israel, tras entrar en la tierra prometida, a eliminar cualquier práctica aborrecible para ser «perfectos [tāmîm]» ante Dios (Deut. 18: 13). Josué exhorta a Israel a que «respeten y honren al Señor. Sírvanle con integridad [tāmîm] y de todo corazón. Echen fuera a los dioses que sus padres adoraron en el otro lado del río y en Egipto, y que aún están entre ustedes, y en su lugar sirvan al Señor (Jos. 24: 14, RVC).

David ruega a Dios por su juicio para ser vindicado, diciendo «Júzgame, oh Señor, conforme a mi justicia y a la integridad [tām] que hay en mí» (Sal. 7: 8, NBLA). Su súplica por vindicación se basa en la cualidad de Dios como Juez justo. Así, David le ruega a Dios que actúe «conforme» a tal cualidad.15 Una súplica similar por vindicación aparece en Salmo 26: 1: «Hazme justicia, oh Señor, porque yo en mi integridad he andado [tām] y en el Señor he confiado sin titubear» (BA). La expresión «en mi integridad he andado» es una forma idiomática que describe su vida y motivaciones intachables.16 Tal vida no es el resultado de esfuerzos humanos, sino que, como señala David en otro salmo, lo que hizo que su camino fuese perfecto [tāmîm]; 18: 32], o seguro y recto para la batalla, fue el camino perfecto [tāmîm] de Dios (18: 30), es decir, sus acciones dinámicas y amorosamente fieles al pacto (18: 6-19).17 La relación pactual amorosa con Dios (18: 1, 50) era la garantía de la perfección divina en la vida de David.

En los salmos, «conoce el SEÑOR los días de los perfectos [tāmîm]» (37: 18, JBS) y «el Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha [tāmîm]» (84: 11, CST). No es extraño que el salmista decidiera no solo conducirse «sin tacha» [tāmîm] », sino también con «integridad [tām» de corazón (101: 2), además de alabar a aquellos de «camino perfecto [tāmîm], los que andan en la ley del Jehová» (119: 1, RV60). Dentro del pacto de Dios, los seres humanos viven íntegramente (o perfectamente), con afectos y elecciones irreprochables.18 Su continuo deseo es poseer corazones «perfectos [tāmîm]» en los estatutos de Dios (119: 80). Por lo tanto, aspiran a la madurez moral mediante la «comprensión progresiva de la sabiduría bíblica».19 Los [tāmîm] se equiparan a los justos que, según Proverbios, heredarán la tierra (2: 21; 28: 10). Mantienen rectos sus caminos (11: 5), siendo un deleite para el Señor (11: 20). «Él que en integridad [tāmîm] camina será salvo» (28: 18). En el contexto de estos proverbios, tāmîm representa un estilo de vida caracterizado por la fidelidad al pacto.

En los libros históricos de Reyes y Crónicas, el término šālēm se refiere principalmente al compromiso total del ser humano con Dios. David le encomienda a Salomón reconocer a Dios y que le sirva «con corazón perfecto [šālēm] y con ánimo voluntario» (1 Crón. 28: 9). David también exalta a Dios una oración pública para que le conceda a Salomón un «corazón perfecto [šālēm]» (1 Crón. 29: 19) para guardar los mandamientos de Dios y construir el templo. En la dedicación del templo que construyó, Salomón le ordena al pueblo mantener el corazón «perfecto [šālēm] para con Jehová nuestro Dios, andando en sus estatutos y guardando sus mandamientos» (1 Rey. 8: 61). Desgraciadamente, él mismo no sigue su propio consejo, y «su corazón no era perfecto [šālēm] con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David» (1 Rey. 11: 4). Salomón anduvo por un camino que después siguieron muchos de sus descendientes que se sentaron en el trono de Judá. Por ejemplo, el corazón de Abiam no fue «perfecto [šālēm] con Jehová su Dios», cometiendo así todos los pecados de Salomón (1 Rey. 15: 3). Por otro lado, el hijo de Abiam, Asa, tuvo un corazón «perfecto [šālēm] para con Jehová toda su vida» (1 Rey. 15: 14), lo que significa que «hizo lo recto ante los ojos de Jehová» (1 Rey. 15: 11).20 Sin embargo, un comportamiento correcto no refleja necesariamente un corazón perfecto. Otro rey, Amasías, «hizo él lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto [šālēm] corazón» (2 Crón. 25: 2). Sin embargo, el comportamiento se da naturalmente cuando el corazón sí está enteramente dedicado a Dios. Cuando otro rey, Ezequías, oró para que se le prolongase la vida, apeló a Dios, mencionando: «he andado delante de ti en verdad y con corazón perfecto [šālēm], y que he hecho las cosas que te agradan» (2 Rey. 20: 3, JBS; cf. Isa. 38: 3).

Considerando los ejemplos anteriores, podemos concluir que, en el AT, la perfección de Dios se refiere a la relación dinámica establecida en su pacto, donde manifiesta su fidelidad hacia su pueblo escogido. Cuando los términos que comúnmente se traducen como «perfecto» en las versiones españolas de la Biblia se refieren a los seres humanos, incluyen tanto los motivos como las orientaciones internas de la persona, así como el ethos que implica la obediencia a la Ley de Dios. Estos elementos forman parte integral de la relación pactual con Dios y surgen del modo perfecto en que Dios interactúa con el pueblo de su pacto. Dentro de este pacto, Dios vindica a su pueblo, tal como lo demuestra el ejemplo de David.

La perfección en el Nuevo Testamento

En el NT, términos como teleioō («completar, acabar, llevar a su fin»), teleios («perfecto, maduro, plenamente desarrollado»), epiteleō («acabar, completar, cumplir»), teleiotés («perfección, plenitud, madurez») o amōmos («sin mancha, irreprochable») se utilizan con mayor frecuencia para reflejar el concepto de perfección.21 En repetidas ocasiones se refieren a Dios. Quizás el uso más conocido ocurre en Mateo 5: 48: «Sed, pues, vosotros perfectos [teleios], como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto [teleios]».22 En el contexto de la perícopa (5: 43-48), se describe a Dios como misericordioso y compasivo (cf. Luc. 6: 36), manifestando bondad sobre los malos y buenos sin distinción (Mat. 5: 45). Esta bondad divina es la que hace que Dios sea perfecto. Él sirve de ejemplo a sus seguidores, quienes deben emulan esta bondad (más que cualquier norma social) en sus relaciones con los demás (Mat. 5: 46-47). Los verdaderos seguidores de Dios reflejan su carácter más allá de cualquier norma de conducta. En consecuencia, su conducta trasciende las reglas fijas, pues «la exigencia del reino de los cielos no tiene tal límite, o más bien su límite es la perfección, la perfección de Dios mismo».23 Como señala Romanos 12: 2, cuando el ser humano se ciñe al modelo divino, puede discernir «la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta [teleios]», experimentando así la vida que Dios tiene reservada para él.24 La persona madura, perfeccionada mediante la paciencia (Sant. 1: 4), recibe de Dios el «don perfecto [teleios]» de la sabiduría para afrontar toda situación desafiante.25 Otro don que Santiago menciona es «la ley perfecta [teleios], la de la libertad» (1: 25).26 Este don se materializa cuando los seres humanos actúan conforme a él, similar a lo que indica Salmo 19: 7: «la ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma».

El concepto de perfección también aparece en relación con Jesús y su actividad en los libros de Juan y Hebreos. Durante su ministerio terrenal, Jesús declaró que su alimento era hacer la voluntad de Dios y «terminar [teleioō] su obra» (Juan 4: 34, NTV). Su misión se cumplió realizando «las obras que el Padre me dio que cumpliera [teleioō]» (5: 36, JBS). Justo antes de su crucifixión, Cristo declaró prolépticamente que glorificaría al Padre «habiendo terminado la obra» (17: 4, BA) que le había sido encomendada.27

En el libro de Hebreos, el concepto se aplica cuatro veces a Jesús. Dios hizo a Cristo, la primicia de la salvación humana, «perfecto [teleioō] por medio de los padecimientos» (Heb. 2: 10, BA). En el versículo anterior, Jesús es coronado «de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos» (2: 9). Esto indica que la muerte de Cristo en la cruz fue el sufrimiento principal al que se refiere el versículo 10. Hebreos 12: 2 lo confirma. También se presenta a Jesús como «el autor y consumador [teleiōtēs] de la fe». «Por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios» (12: 2, NVI). El sacrificio de Cristo fue el medio para «destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (2: 14, JBS).28 Sin embargo, al utilizar el plural «aflicciones» en Hebreos 2: 10, el autor recuerda a los lectores que Cristo «por lo que padeció aprendió la obediencia» (5: 8), es decir, mediante «todas las tentaciones y pruebas que Jesús sufrió como ser humano» (cf. 5: 7).29 Estos sufrimientos culminaron con la muerte de Cristo. «Habiendo sido perfeccionado [teleioō]» por sus sufrimientos que resultaron en su sacrificio, Jesús «vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (5: 9). En Hebreos 7: 28, el escritor conecta la perfección de Cristo con su investidura como sumo sacerdote: «la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto [teleioō] para siempre».

El uso de teleioō aplicado a Jesús no tiene una acepción ético-moral, pues Jesús era «sin pecado» (Heb. 4: 15) y «sin mancha [amōmos]» (9: 14; cf. 1 Ped. 1: 9).30 Cristo mantuvo una relación filial con Dios durante la encarnación (Heb. 3: 6; 5: 8), lo que indica que, como un hijo, aprendió a someterse a la disciplina (5: 7) y a la voluntad de su padre (10: 5-10).31 Sin embargo, su aprendizaje no fue de la desobediencia a la obediencia, como en el caso de los seres humanos. Al contrario, se sometió perfectamente a Dios y fue obediente hasta la muerte (5: 7).32 El término teleioō aplicado a Cristo hace referencia a la dinámica experiencia de su fiel sumisión (2: 13; 3: 2).33 Así, él inauguró la experiencia de fe humana, perfeccionándola igualmente (12: 2). Además, después de que Cristo fuera perfeccionado (7: 28), fue entronizado como hijo soberano de Dios,34 inaugurando su ministerio celestial.35 Gracias a su ministerio terrenal y al celestial, Cristo está capacitado para «salvar por completo [pantelēs] a los que por medio de él se acercan a Dios» (7: 25, NVI), restaurando la brecha relacional entre Dios y la raza humana, y restituyendo así la dimensión relacional del imago Dei en los seres humanos.

Además de las referencias a Dios o a Cristo mencionadas anteriormente, todas las demás ocasiones que reflejan el concepto de perfección (mediante los términos indicados) conciernen a los seres humanos. El anhelo de Cristo en Mateo 5: 48 eclipsa todas las demás apariciones del concepto. En su contexto, el teleios del versículo 48a se centra en el amor como orientación de la vida.36 Esta orientación no es fija, sino que está abierta a nuevos y más amplios horizontes. Cuando un joven rico le preguntó a Jesús qué podía hacer para heredar la vida eterna, Jesús le señaló el Decálogo (19: 17), especialmente los mandamientos relacionados con las interacciones humanas (19: 18-19). Sin embargo, el rico consideró que esto no era suficiente (19: 20). «Si quieres ser perfecto [teleios] anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígue-me» (vers. 21, NVI). Para el joven rico, la perfección trascendía los límites de un conjunto fijo de principios morales: residía en el discipulado.37

Solo en conexión con Jesús, los discípulos pueden llegar a ser «perfectos [teleioō] en unidad» (Juan 17: 23). En los escritos joánicos, la conexión sinóptica de perfección-amor se profundiza.38 El amor divino en la vida personal no es meramente de palabra sino experiencial, una manifestación práctica de amor hacia los demás: «el que guarda su palabra, en él verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado [teleioō]» (1 Juan 2: 5, BA). Solo cuando «nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona [teleioō] en nosotros» (4: 12). El amor se perfecciona en los seres humanos cuando viven en amor (4: 16), lo que indica su permanencia en Dios: «el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado [teleioō] el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio» (4: 16-17). El amor alcanza la perfección «cuando produce hijos en los que Dios habita».39 La relación de amor con Dios y con el prójimo genera confianza en el juicio. No hay temor al juicio, pues «el perfecto [teleios] amor echa fuera el temor; […] el que teme, no ha sido perfeccionado [teleioō] en el amor» (4: 18).

En las epístolas de Pablo, los términos que reflejan el concepto de perfección transmiten la idea de madurez espiritual. Pablo califica como maduros (teleios) a quienes disciernen espiritualmente la sabiduría de Dios (1 Cor. 2: 6). Estos manifiestan un pensamiento maduro (teleios) en contraste con los que son infantiles (1 Cor. 14: 20).40 Además, eliminan «toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando [epiteleō] la santidad en el temor de Dios» (2 Cor. 7: 1). El cambio iniciado por el Espíritu continúa bajo su guía. En el contexto de la iglesia de Galicia, Pablo dice: «Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse [epiteleō] con esfuerzos humanos?» (Gál. 3: 3, NVI; «… ¿van a terminar [epiteleō] ahora por la carne?, NBLA).

El plan de Dios para la humanidad es que «seamos santos y sin mancha [amōmos] delante de él. En amor» (Efe. 1: 4, NVI). Estar sin mancha es posible únicamente en Cristo (1: 5) y siguiendo su ejemplo. Él es capaz de cambiar las inclinaciones pecaminosas internas hacia la justicia, restaurando el aspecto estructural del imago Dei en los seres humanos. Su ejemplar armonía de fe y conocimiento debe ser emulada por el cuerpo de creyentes en la Tierra: «hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro [teleios], a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efe. 4: 13, BA). Aunque aquí se le dio un enfoque colectivo,41 el cuerpo no podría crecer a menos que cada miembro lo haga (Efe. 4: 15-16). Cristo prepara a la iglesia para que sea «santa y perfecta [amōmos]» (5: 27, DHH; cf. Jud. 24). Si bien esta afirmación tiene una aparente dimensión escatológica, la perfección de la iglesia también tiene una dimensión presente.42 Es vital observar que, para los creyentes, ya sea en Éfeso, Filipos o en cualquier otro lugar, la madurez presente y futura es el resultado de la obra de Dios en sus vidas. Como señala Pablo en Filipenses 1: 6: «el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará [epiteleō] hasta el día de Jesucristo». Mientras «Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (2: 13, JBS), los creyentes deben seguir «ocupados» en su salvación actual (2: 12) sin discutir ni protestar (cf. Sant. 3: 2), «para que seáis irreprensibles [amemptos] y sencillos, hijos de Dios sin tacha [amōmos] en medio de una generación torcida y perversa» (2: 15; cf. Col. 4: 12).

Existe un delicado equilibrio entre la acción divina y la respuesta humana. El ejemplo de Pablo es elocuente. Por una parte, «en cuanto a la justicia de la ley», se describe a sí mismo como «irreprensible [amemptos]» (Fil. 3: 6, BA). Aunque esto parece representar una vida pactual completa y perfecta, Pablo reconoce que se trata de «una justicia propia, adquirida por medio de la ley» (3: 9, DHH), lo que equivale a un perfeccionismo humano.43 Sin embargo, él renuncia a su justicia y considera todo ello «como basura a fin de ganar a Cristo» (Fil. 3: 8, BA). Por otro lado, escribe: «No es que ya lo haya conseguido, ni que ya haya sido perfeccionado [teleioō]» (Fil. 3: 12, traducción personal). En este contexto, ser perfeccionado explica el verbo anterior, refiriéndose así a alcanzar su meta, es decir, obtener el conocimiento escatológico completo de Cristo.44 Pablo no adquirió un conocimiento perfecto de Cristo.45 Sin embargo, estaba dispuesto a crecer hacia esa meta: «sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero» (3: 12, DHH). Su definición de la perfección se vincula al crecimiento continuo en el conocimiento personal y experiencial de Cristo. Por ello, Pablo exhorta a su audiencia: «los que somos perfectos [teleios], tengamos esta misma actitud» (3: 15). Su misión de anunciar, amonestar y enseñar busca «presentar a todos hombre perfecto [teleios] en Cristo» (Col. 1: 28, BA; cf. 1 Tes. 2: 19-20; 5: 23). Entonces, la madurez es tanto futura como presente. Implica pertenecer a Cristo y parecerse cada vez más a él en el amor, «que es el vínculo perfecto [teleiotēs] » (3: 14). Ese amor es «un compromiso pactual mutuo, de compañía y apoyo en el camino hacia la imagen y semejanza de Cristo».46

Hebreos revela la misma dinámica del «ya pero todavía no». Por un lado, mediante su sacrificio intachable, Cristo «hizo perfectos [teleioō] para siempre a los santificados» (Heb. 10: 14), en contraste con los sacrificios veterotestamentarios «que nunca pudieron limpiar por completo [teleioō] a quienes venían a adorar» (10: 1, NTV cf. 9: 9). El sacrificio de Cristo preparó su entronización celestial e investidura como sumo sacerdote, el cual inauguró el nuevo pacto. Los lectores y oyentes de Hebreos fueron testigos de todos estos acontecimientos mediante la palabra viva de Dios. En consecuencia, se reunieron «a los espíritus de los justos hechos perfectos [teleioō]» (12: 23), «al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial» (12: 22), donde tienen lugar todos estos acontecimientos.47 Hebreos se torna en una exhortación a que permanezcan fieles y perseveren48 en su relación presente con Cristo, es decir, en su crecimiento actual. Por medio de Cristo, se restaura en los creyentes el aspecto funcional del imago Dei, siendo capaces de avanzar «a la perfección [teleiotēs], dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo» (6: 1). Por tanto, no es que los creyentes sean perfectos, sino que están en proceso de maduración.49 En Hebreos 5: 14, los teleioi son los creyentes maduros que «tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal». Así pues, la madurez no es meramente «un ideal o una meta lejana, sino la norma que se espera del creyente», como lo indica Hebreos 11. La fe de cada persona revela una relación madura basada en la completa obediencia a Dios (cf. Sant. 2: 22). La norma que se esperaba de ellos es la misma para los creyentes de hoy. Solo por su gracia y misericordia «Dios había provisto algo mejor para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos [teleioō] sin nosotros» (Heb. 11: 40 BA). De ahí que el cumplimiento de la perfección escatológica de Dios (ya sea en la primera o en la segunda venida de Cristo) no sea resultado del esfuerzo humano, sino de la manifestación de la gracia divina (cf. Efe. 5: 26-27; Apoc. 19: 8).

En el libro del Apocalipsis, la última generación, representada simbólicamente por los 144,000, es descrita como intachable (amōmos) en Apocalipsis 14: 5 (NVI), al igual que el Cordero al que siguen (cf. Heb. 9: 14; 1 Ped. 1: 19).50 Así como el pueblo del AT caminaba perfectamente con Dios (Gén. 6: 9; 17: 1), este grupo es fiel a Cristo, siguiéndolo a todas partes (14: 4). Lavaron sus ropas (símbolo de las buenas obras [Apoc. 19: 8]) «en la sangre del Cordero» (7: 14), lo que les permite estar ante el trono de Dios (7: 15).51 La realización de la promesa escatológica se lleva a cabo mediante el sacrificio de Cristo, no por el esfuerzo humano. Si bien Dios llevará a la última generación «a lugares que nadie ha llegado antes», observa Roy E. Gane, su fe es la misma que la de las generaciones anteriores.

Ante los ejemplos anteriores, podemos concluir que, en NT, la perfección de Dios se manifiesta en el amor hacia su pueblo. En su vida y muerte, Cristo obedeció a Dios por fe, abriendo así el camino hacia la perfección para todo ser humano. Debemos imitar su ejemplo. La perfección, entonces, es una sumisión amorosa y fiel a Dios, considerada el principal objetivo de nuestra vida. Reflejando el principio general del amor, que constituye el carácter de Dios (1 Juan 4: 8, 16) y la base de su ley (Mat. 22: 37-40), la perfección trasciende cualquier conjunto fijo de principios morales: se manifiesta en el discipulado. Aquellos que permanecen en Dios aman a sus semejantes, revelando así su madurez espiritual. Esta madurez se caracteriza por un crecimiento continuo en el conocimiento personal y experiencial de Cristo, manifestándose en la dinámica «ya pero todavía», que dimensiones pasadas, presentes y futuras. Gracias al sacrificio de Cristo, todos los que le han elegido han sido hechos perfectos. La Escritura nos invita a perseverar en una relación fiel con Cristo, pues la madurez es el estándar divino para el ser humano. Por último, la consumación de la perfección escatológica de Dios no resultará esfuerzos humanos; por el contrario, será una manifestación, posible únicamente a través del sacrificio de Cristo.

La identidad adventista y la perfección

La perfección bíblica forma parte de la identidad doctrinal adventista. Reflejando el lenguaje bíblico, las «Creencias Fundamentales» de la Iglesia Adventista del Séptimo Día proporcionan varios ejemplos.52 La Creencia Fundamental número 4 señala que la vida de Cristo «ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios». Como tal, su vida fue «de perfecta obediencia a la voluntad de Dios» (Creencia Fundamental número 9, «La vida, muerte y resurrección de Cristo»). Su sacrificio es perfecto (Creencia Fundamental número 24, «El ministerio de Cristo en el Santuario celestial»), y esta «expiación perfecta vindica la justicia de la Ley de Dios y la gracia de su carácter» (Creencia Fundamental número 9, «La vida, muerte y resurrección de Cristo»). Además, el ministerio de Cristo en el cielo, y especialmente «la segunda y última fase de su ministerio expiatorio» (el juicio investigador), «reivindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús» (Creencia Fundamental número 24, «El ministerio de Cristo en el Santuario celestial»).

Debido a la rebelión de Satanás y al pecado humano, «toda la humanidad está ahora involucrada en una gran controversia entre Cristo y Satanás con respecto al carácter de Dios, su ley y su soberanía sobre el universo» (Creencia Fundamental número 8, «La gran controversia»). Como resultado, «este mundo se convirtió en la arena del conflicto universal, del cual el Dios de amor será finalmente reivindicado» (Creencia Fundamental número 8, «La gran controversia»). Los creyentes «estamos llamados a crecer a semejanza de su carácter» (Creencia Fundamental número 11, «Crecer en Cristo»). La obediencia a Dios «desarrolla el carácter cristiano» y también «demuestra el poder de Cristo para transformar vidas, y por lo tanto fortalece el testimonio cristiano» (Creencia Fundamental número 19, «La Ley de Dios»). Además, mediante el ejercicio de los dones espirituales, especialmente el pastoral, evangelístico y de enseñanza, la iglesia se edifica «hasta la madurez espiritual» (Creencia Fundamental número 17, «Dones espirituales y ministerios»). La iglesia remanente «anuncia la llegada de la hora del juicio, proclama la salvación a través de Cristo y anuncia la llegada de su segundo advenimiento», una misión que «coincide con la obra del juicio en el cielo y resulta en una obra de arrepentimiento y reforma en la tierra» (Creencia Fundamental número 13, «El remanente y su misión»).

Aunque la formulación de estas creencias refleja fielmente el texto bíblico, dentro del adventismo se observan diversas discusiones en torno a la perfección y el perfeccionismo. Para algunos, el perfeccionismo se asocia con la denominada «Teología de la Última Generación» (TUG).53 La divergencia entre los defensores de la TUG y los que no lo son, se centra en tres conceptos interrelacionados:54 1) la definición de pecado (y la naturaleza de Cristo como corolario), 2) la definición de perfección y 3) el papel que desempeña la última generación en el gran conflicto entre el bien y el mal. Aunque este capítulo no tiene como propósito detallar las perspectivas sobre el pecado55 o el papel de la última generación,56 sino más bien centrarse en la definición de perfección, es necesario ofrecer varios comentarios para comprender mejor la postura tanto de los partidarios de la TUG como de quienes se oponen a ella.

Dos perspectivas sobre el pecado

Retratada como una distorsión de la postura bíblica sobre la perfección, la TUG define pecado como una acción deliberada y real,57 y considera que el papel del pueblo de Dios en los últimos tiempos es vindicar el carácter de Dios demostrando que los seres humanos son capases de guardar la ley perfectamente, tal como hizo Jesús, libres de pecado en sí.58

Según la TUG, el pecado se refiere únicamente a los actos culposos que resultan de una elección personal.59 Los pecados involuntarios (o pecados por ignorancia) resultan «ya sea de una elección consciente de rebelión o de un fracaso en elegir medidas preventivas (la elección de ignorar el problema)».60 Todos los pecados por ignorancia y las consecuencias del pecado («como la enfermedad, los defectos físicos o mentales y el deterioro que lleva a la muerte») están cubiertos por la expiación de Cristo, por lo que no supondrían culpa ni condena para los seres humanos.61 Además, los teólogos partidarios de la TUG distinguen entre las tendencias pecaminosas («tendencia siendo virtualmente igual que un hábito») y las incitaciones al pecado, «la tentación que proviene de la propia naturaleza deformada».62 Ambas se mantienen bajo control mediante la comunión con Cristo.63 En consecuencia, el énfasis se centra en los aspectos funcionales y relacionales de la naturaleza humana. Por lo tanto, cuando los seres humanos dejan de cometer errores éticos o morales, es cuando alcanzan la perfección exigida por Dios: la perfección sin pecado.64 La impecabilidad se refiere aquí a la perfección del carácter, no a un estado físico en el que los seres humanos no puedan pecar o a la perfección absoluta.65 Al alcanzar este estado de imago Dei restaurada, los creyentes vindican a Dios de la acusación de que su ley no podía cumplirse, llegando a estar listos para la traslación.66

Los teólogos que no son partidarios de la TUG señalan que la Biblia define pecado como una relación quebrantada que es consecuencia de la rebelión contra Dios que conduce a acciones pecaminosas, relegando a la humanidad a un estado pecaminoso caracterizado por inclinaciones o tendencias al mal.67 En consecuencia, además del daño funcional y relacional ocasionado por el pecado, la naturaleza humana se encuentra estructuralmente infectada y afectada por el pecado. Por lo tanto, mientras que ser un «ser humano en sí no es pecado, los seres humanos nacen con una naturaleza pecaminosa y, en consecuencia, nacen como pecadores separados de Dios y en necesidad de salvación».68 En concordancia con la TUG, los que no son partidarios de esta teología indican que «los seres humanos no son culpables por sus tendencias pecaminosas y propensión al pecado arraigada en su naturaleza»; pero, en oposición a la TUG, «este hecho los coloca bajo condenación y separación de Dios (Juan 3 :36; Efe. 2: 1-3)».69 Mientras que la condenación del pecado es removida de los humanos a través de la justificación, «las debilidades de nuestros cuerpos y mentes aún nos permiten cometer pecados inconscientes (o cometer errores) y descuidar el hacer el bien a través de pecados por omisión. En la verdadera impecabilidad y perfección se estaría libre de tales problemas».70 En el proceso de crecimiento, los creyentes descubren las profundidades de su autoconfianza e incapacidad espiritual, haciéndose cada vez más conscientes de su pecaminosidad, pero aprendiendo a «crecer en sabiduría, en refinamiento, en humildad y en semejanza a Cristo» hasta la parusía.71

Únicamente con la segunda venida de Cristo se transformará la naturaleza humana y desaparecerá la presencia del pecado. Entretanto, a cada generación, incluida la última, le corresponde un papel misionológico esencial: proclamar lo que Cristo hizo y hace para salvarnos, y preparar al mundo para su segunda venida, manifestando en palabras y acciones la Ley de Dios y, por ende, su carácter divino.72

Dos perspectivas sobre el papel de la última generación

Proyectando el entendimiento de M. L. Andreasen,73 los partidarios de la TUG afirman que la última generación alcanzará «la perfección sin pecado antes de la glorificación» para vindicar el carácter de Dios.74 Varias de las ideas de esta teología se basan principalmente en citas selectas de los escritos de Elena G. de White.75 Un pasaje frecuentemente referido se encuentra en Christ’s Object Lessons [Palabras de vida del Gran Maestro]. Este texto forma parte de una explicación sobre la parábola de Jesús en Marcos 4: 26-29: «Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos».76 Basándose en este pasaje y su contexto, Herbert E. Douglass desarrolló el llamado «principio de la cosecha».77 Según este principio, Dios esperará «a que la semilla del evangelio haya producido un grupo considerable y significativo de cristianos maduros en la última generación».78

Otro pasaje citado de los escritos de Elena G. de White proviene de El Conflicto de los siglos. Según White, la última generación «estará ante los ojos de un Dios santo sin mediador. Sus vestiduras deben ser inmaculadas, sus caracteres deben estar purificados del pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios y su propio esfuerzo diligente deben ser vencedores en la batalla contra el mal». Este es el resultado de «una obra especial de purificación, de expiación del pecado, entre el pueblo de Dios en la tierra» la cual es paralela al juicio investigador preadvenimiento en el cielo. «Cuando esta obra haya quedado consumada, los discípulos de Cristo estarán listos para su venida».79 Los partidarios de la TUG usan este pasaje y otros similares80 para apoyar la idea de que Dios esperará que los creyentes «alcancen una perfección de carácter lista para la cosecha» que sea suficiente «para la traslación, para resistir el tiempo de angustia y para estar vivos en la Tierra cuando Jesús venga».81

Los defensores de la TUG indican también un tercer pasaje de los escritos Elena G. de White, de El Deseado de todas las gentes. Ella escribió: «La misma imagen de Dios se ha de reproducir en la humanidad. El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo».82 Desde la perspectiva de la TUG, este pasaje se refiere al deseo divino de una generación que refleje perfectamente la imagen de Cristo. Mientras que Cristo vindicó el carácter de Dios, los seres humanos ordinarios deben demostrar que pueden vivir vidas sin pecado, contrarrestando las acusaciones de Satanás sobre la imposibilidad de este hecho. Esta última generación demostrará que los humanos «con la naturaleza humana caída pueden vivir sin pecar». Esta demostración completará la vindicación del carácter y gobierno de Dios, resolviendo los cuestionamientos en contra de «su justicia y misericordia para siempre».83

Para aquellos que no son partidarios de la TUG, el reflejo perfecto del carácter de Cristo en sus seguidores se refiere a «la reproducción del carácter de Cristo en el creyente, para que ese mismo carácter pueda reproducirse en otros»,84 teniendo un enfoque misionológico. Por lo tanto, cuando los creyentes reflejan el amor divino en sus caracteres, su misión tiene éxito y se cumple el plan de Dios.85 Además, esto no es un requisito para una futura última generación después el fin del tiempo de gracia. Por el contrario, «la obediencia perfecta debe demostrarse antes de que se cierre el tiempo de gracia y comience el tiempo de angustia».86 Por lo tanto, el pasaje habla de un proceso continuo de crecimiento personal que describe a cada generación: «Es nuestro amoroso testimonio misionero lo que Dios desea fervientemente, y no que nos necesite para librarse de las acusaciones de Satanás».87

En cuanto a la segunda cita de Elena G. de White en El conflicto de los siglos, aquellos que no defienden la TUG indican que en el mismo libro se afirma: «pero necesitan [la última generación] pasar por el horno de fuego; debe consumirse su mundanalidad, para que la imagen de Cristo se refleje perfectamente».88 El hecho de que haya «mundanalidad» persistente en la última generación apunta a un «proceso de desarrollo después del cierre del tiempo de gracia».89 En consecuencia, no se puede describir la perfección de la última generación como la culminación de un proceso de crecimiento antes del tiempo de angustia. Más bien, la atención se centra en el propio proceso de crecimiento, que continúa incluso después del fin del tiempo de gracia. Aquellos que no defienden la TUG reconocen que la «fe en la traslación» de la última generación preparará a los creyentes para afrontar «la crisis más terrible de la historia del mundo».90 Sin embargo, esta fe es de la misma naturaleza que la fe de las generaciones anteriores. La única diferencia es que la última generación «atestiguará una última manifestación del mal satánico, especialmente cuando un cruel e injusto decreto de muerte se extienda por todo el mundo».91

Los teólogos que no apoyan la TUG rechazan con firmeza que la última generación vaya a vindicar cósmicamente el carácter de Dios. Por ejemplo, refiriéndose a este concepto bíblico, al que también apunta Elena G. de White, Jiří Moskala señala que únicamente «la muerte de Cristo vindicó el carácter de Dios y refutó las pretensiones de Satanás».92 Así, afirma que la idea de una última generación que derrote a Satanás y «que al vivir perfectamente» logre «vindicar a Dios causando el término de la purificación del Santuario celestial» no encuentra respaldo ni en Biblia ni en los escritos de Elena G. de White.93 Por su parte, Ángel M. Rodríguez señala que, para Elena G. de White, la vindicación del honor de Dios, en estrecha relación con la ley divina, «ha sido siempre responsabilidad de los siervos de Dios en la tierra», no únicamente de la última generación.94 Como señala Gane, «Dios se vindica a sí mismo mediante lo que hace por nosotros, en nosotros y a través de nosotros».95 El vindicar a Dios no es una prerrogativa exclusiva de la última generación, sino un privilegio de todas las generaciones.

Dos perspectivas sobre la perfección

Las dos perspectivas sobre el pecado y las del papel de la última generación encuentran su desenlace en las dos perspectivas en cuanto a la perfección. Los partidarios de la TUG rechazan como tergiversación la etiqueta perfeccionista.96 En su lugar, muchos de ellos describen la perfección como relacional y dinámica. En la obra Perfection: The Impossible Possibility [Perfección: Una posibilidad imposible], Herbert E. Douglass, Edward Heppenstall, Hans K. LaRondelle y C. Mervyn Maxwell presentan dos posturas distintas respecto a la TUG, con Douglass y Maxwell de un lado, y Heppenstall y LaRondelle del otro.97

Douglass sustenta que la perfección se refiere al «modelo dinámico de vida de una persona que refleja la vida de Jesús», y no al perfeccionismo, que vendría a ser «un estado absoluto en el que no puede haber más desarrollo».98 Maxwell acepta la expresión «perfección sin pecado», pero no la redefine como «perfección absoluta», sino como «verdadera perfección sin pecado, verdadera perfección de carácter».99 Esto se refiere a la perfección «que triunfa sobre toda tendencia pecaminosa de la naturaleza humana y emula dinámicamente las virtudes de Jesucristo».100

Más recientemente, otro exponente de la TUG, Larry Kirkpatrick, hace eco de la misma línea de pensamiento. Él diferencia entre «dos tipos diferentes de perfección: la abnegación o entrega del carácter y la madurez del carácter». Esta última «se alcanza y se mantiene a lo largo de nuestra vida cristiana si se persiste en la entrega del carácter».101 También distingue entre perfección, que «un ejercicio ininterrumpido de fe que mantiene el alma pura de toda mancha de pecado o deslealtad a Dios», refiriéndose así al «estilo de vida dinámico y en crecimiento de la persona que refleja la vida de Jesús»; y perfeccionismo, entendiéndolo como «un estado absoluto más allá del cual no puede haber mayor desarrollo».102

Quienes rechazan la TUG también definen la perfección como dinámica y relacional. Heppenstall está de acuerdo con que la perfección es alcanzable103 y la describe como «el perfeccionamiento de una relación correcta con Dios, un compromiso pleno, una lealtad madura e inquebrantable a Jesucristo», argumentando que «la palabra perfecto no contempla la impecabilidad dentro del uso de la propia palabra».104 De ahí que, para Heppenstall, «lo que es posible en esta vida es la madurez espiritual y la estabilidad, no la perfección sin pecado».105 La dinámica que describe Heppenstall es compleja. A medida que los cristianos maduran, descubren las profundidades de su naturaleza pecaminosa, que incluye «motivos ocultos e intenciones egocéntricas». Sin embargo, esta «insatisfacción con su estado moral y espiritual en cualquier etapa del camino» resulta en «aspiraciones más fuertes y deseos más espirituales». Para Heppenstall, «esta es la posición bíblica sobre el crecimiento cristiano, que continúa hasta que Cristo vuelva».106

LaRondelle define la perfección humana como «un camino religioso-moral» al lado de Dios que «se manifiesta en un amor santo y de todo corazón hacia todos los semejantes».107 Como tal, el ser humano no posee la perfección en sí mismo. Más bien, «el verdadero cristiano se siente cada vez más imperfecto e indigno mientras contempla cada vez más la gloria y la misericordia plena de Cristo». De esta forma, solo cuando «Cristo reproduce su propia imagen en el alma», los seres humanos pueden caminar «en verdadera perfección» con Dios y con los demás seres humanos.108 Por lo tanto, la perfección bíblica no se centra en la naturaleza humana, sino en la «perfecta relación de la humanidad con Dios» y con los demás seres humanos tanto en el presente como en el futuro.109 Un crítico más reciente de la TUG, Denis Fortin, define la perfección como progresiva y centrada en «el carácter y la madurez de la relación que tiene Dios con los demás, no en el comportamiento».110 De acuerdo con Fortin, el ejemplo de Jesús «nunca se reproducirá completamente en nosotros. Cuanto más nos acerquemos a él, más pecadores nos veremos. Por la fe y la unión con Cristo, el poder de vivir una vida de obediencia se otorga a aquellos que entregan su vida a Dios».111

Evaluación de la postura de la Teología de la Última Generación respecto a la perfección

Todas las definiciones anteriores comparten varios elementos en común, también presentes en el canon bíblico. Primero, presuponen que el plan de Dios se vincula de alguna manera con la perfección. Segundo, describen la perfección como un proceso dinámico de crecimiento (perfección de carácter), a excepción de la perfección de la naturaleza, reconociendo que Dios no elimina las tendencias y propensiones pecaminosas. Tercero, enfatizan en el modelo de perfección divina que Cristo ejemplifica. Cuarto, concuerdan en que la perfección fue mediada por Cristo y también implica la voluntad humana. Sin embargo, hay dos diferencias significativas.112

Por un lado, para los representantes de la TUG, la relación del individuo con el pecado es primordial, mientras que su relación con Cristo ocupa un segundo plano. De ahí que todas las definiciones de perfección se centren en cómo vencer el pecado. Kevin Paulson, uno de los representantes de esta teología, afirma que «a través del mismo poder divino que utilizó Jesús en la Tierra, los seres humanos pueden vivir sin pecar en esta vida».113 Aunque reconoce que la perfección cristiana no es «un perfeccionismo estático», sino una «relación dinámica con Dios que nunca dejará de desarrollar su semejanza con Jesús», la TUG define ambiguamente el momento en que «un cristiano ha conquistado todo pecado conocido. Así, su comportamiento es predeciblemente amoroso, altruista y semejante a Cristo».114 En consecuencia, la TUG describe la perfección como un estado puntual, centrado en el desempeño humano. Esto distorsiona el testimonio bíblico sobre la perfección como un crecimiento continuo y el énfasis en la acción divina. El NT resalta una dinámica de «ya pero todavía no». Al enfocarse en la última generación, la TUG prácticamente describe la perfección como un «ya», ignorando el aspecto del «todavía no». Como resultado, al enfatizar predominantemente la relación del individuo con el pecado, la TUG adopta un enfoque unilateral de la perfección. En contraposición, los que rechazan la TUG priorizan la relación con Cristo, relegando a un segundo plano la relación con el pecado. Definen la perfección no como un punto inamovible, sino como un estado duradero, enfocándose en las acciones redentoras de Cristo. Como observa Whidden, la perfección tiene varias etapas y no se limita a la experiencia de la última generación.115 Aunque podemos alcanzar la perfección del carácter, «es decir, una aptitud madura de amor desinteresado por Dios y por los demás», argumenta Peckham, «la obediencia genuina y la superación de las acciones pecaminosas pueden ser logradas solamente por una obra divina que hemos de abrazar por fe».116 Tal fidelidad se describe mejor como lealtad a Cristo. Como dice Gane, «todo lo que tengo que hacer es seguirle a donde él quiera llevarme, incluido la perfección del carácter».117

En segundo lugar, la TUG establece que el objetivo de la perfección es la vindicación del carácter de Dios. Dennis Priebe, uno de sus representantes, sostiene que la última generación, reflejando plenamente la imagen de Cristo, «será la maravilla de todo el universo. A través de ellos, Satanás será derrotado para siempre y se resolverá definitivamente cualquier cues-tionamiento sobre si era posible que la humanidad cumpliese la Ley de Dios».118 Sin embargo, este enfoque es criticado como perfeccionista por otros autores adventistas por razones válidas.119 Ellos resaltan el énfasis bíblico en la fidelidad de Dios en su relación con los seres humanos, donde, a diferencia de los humanos, Dios nunca falla. Además, la evidencia bíblica también revela que Dios es quien actúa activamente en la vindicación de propio su carácter. Como indica el NT, los actos de Cristo son primordiales. Por lo tanto, centrarse en la perfección humana en relación con la vindicación divina es engañoso. Dado que la Biblia se centra en la lealtad humana a Dios —pasada, presente y futura— y no en los logros humanos, enfatizar el papel de la última generación en la vindicación del carácter de Dios no concuerda con las Escrituras.120 Esto implica un doble estándar: uno para la última generación, cuyo desempeño superará todos los esfuerzos humanos anteriores, y otro para todas las generaciones pre-vias.121 No obstante, la Biblia establece una única norma y exhorta repetidamente a la perfección no en un futuro distante, sino también hoy. Como tal, la norma actual de Dios no es diferente de la pasada. Para todas las generaciones, esta norma únicamente se cumple en Cristo y a través de su obra mediadora.

Conclusión

Dentro de la diversidad de opiniones adventistas sobre la perfección, este capítulo subraya que cualquier afirmación debe estar en consonancia con lo que las Escrituras establecen sobre este concepto. Tras analizar el concepto en el AT y el NT, se identificaron varias características de la perfección.

1. Dios es quien define la perfección. En el AT, la fidelidad divina al pacto es el modelo a imitar, mientras que, en el NT, Cristo personifica la perfección a través de su sumisión amorosa y fiel al plan de Dios.

2. La perfección es un proceso dinámico de crecimiento en amor y sumisión firme a Dios, que sirve como nuestra orientación principal.

3. La perfección es el designio de Dios para restaurar la imago Dei en la humanidad a través de Cristo. Él restaura nuestra relación con Dios a través de su fidelidad, transforma nuestras inclinaciones o tendencias internas hacia Dios y nos capacita para actuar con amor hacia los demás.

4. La perfección no es el resultado del esfuerzo humano.

5. La perfección es mediada por Cristo.

6. La perfección posee un carácter de «ya pero todavía no», que abarca el pasado, el presente y el futuro. Como tal, está dispuesta a nuevos desarrollos y descubrimientos, pero sin estar restringida a un conjunto fijo de normas de comportamiento.

A la luz de esta perspectiva polifacética, se pueden analizar los debates actuales en el adventismo. En este capítulo, se escogió como ejemplo la TUG. Después de presentar el trasfondo y el contexto de la discusión y las perspectivas sobre el pecado y el papel de la última generación, se exploraron las diversas posturas acerca de la perfección. Al haber señalado las áreas de convergencia, se señalaron también dos diferencias significativas entre la TUG y la representación bíblica de la perfección. En primer lugar, al destacar la conquista del pecado en la última generación, la TUG describe la perfección como un «ya» puntual y escatológico, relativamente más estático que dinámico. En segundo lugar, la TUG retrata el actuar humano de la última generación como un medio para vindicar el carácter de Dios y así dar paso a la segunda venida de Cristo. Como ya se ha indicado, estos dos aspectos distorsionan el testimonio bíblico, inclinándose hacia un perfeccionismo humano en lugar de hacia la perfección cristiana. Además, tal enfoque no refleja la dinámica del «ya pero todavía no», que se centra en la continua dependencia de Cristo para el crecimiento constante del carácter. Como escribió el salmista: «He visto que aun la perfección tiene sus límites; ¡solo tus mandamientos son infinitos!» (Sal. 119: 96, NVI). A decir verdad, a la luz de la Ley de Dios, uno discierne una profundidad de perfección que desafía todo perfeccionismo humano.

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1 Yujin Nagasawa, Maximal God: A New Defence of Perfect Being Theism (Oxford: Oxford University Press, 2017), p. 7. Para una breve descripción del teísmo clásico, véase John W. Cooper, Panentheism—The Other God of the Philosophers: From Plato to the Present (2006; repr., Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2013), pp. 14-17.

2 A menos que se indique lo contrario, los textos bíblicos pertenecen a la RV60.

3 John C. Peckham, Divine Attributes: Knowing the Covenantal God of Scripture (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2021), p. 27.

4 Hans K. LaRondelle, Perfection and Perfectionism: A Dogmatic-Ethical Study of Biblical Perfection and Phenomenal Perfectionism, Andrews University Monographs Studies in Religion 3 (1971; reimpr., Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1979), p. 246.

5 Hans K. LaRondelle identifica seis tipos de perfeccionismo: «perfeccionismo apocalíptico (la comunidad de Qumrán, el montanismo, Joaquín de Fiore); perfeccionismo moralista-ascético (los encratitas, el pelagianismo); perfeccionismo eclesiológico (el novacianismo); perfeccionismo neoplatónico-ascético (los teólogos alejandrinos); perfeccionismo monástico-contemplativo; perfeccionismo ético-filosófico (el metodismo wesleyano)». LaRondelle, Perfection and Perfectionism, p. 326.

6 Debido al límite de espacio, aquí no se incluye el punto de vista de Elena G. de White ni el de otros adventistas influyentes como E. J. Waggoner, A. T. Jones o M. L. Andreasen. Para conocer el punto de vista de White, véase Woodrow W. Whidden II, Ellen White on Salvation: A Chronological Study (Hagerstown, MD: Review & Herald, 1995). Para revisar a Waggoner, véase Woodrow W. Whidden II, E. J. Waggoner: From the Physician of Good News to the Agent of Division, Adventist Pioneer Series (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2008), esp. pp. 345-374. Para Jones, véase George R. Knight, A. T. Jones: Point Man on Adventisms Charismatic Frontier, Adventist Pioneer Series (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2011). Para Andreasen, véase Paul M. Evans, «A Historical-Contextual Analysis of the Final-Generation Theology of M. L. Andreasen» (Tesis doctoral, Andrews University, 2010). También hay obras útiles como Eric Claude Webster, Crosscurrents in Adventist Christology, AUSTR 6 (New York: Lang, 1984) y Cyril Marshall, «An Analysis of the Use of the Writings of Ellen G. White in the Views of Herbert Douglass and Woodrow Whidden on the Human Nature of Christ» (Tesis doctoral, Andrews University, 2022).

7 Sigve K. Tonstad, «The Message of the Trees in the Midst of the Garden», JATS 19, n° 1–2 (2008): p. 86.

8 Cristo fue elegido para ser el medio de salvación para lo seres humanos que aún no habían sido creados (Efe. 1: 4-6). Por otra parte, además de la salvación humana, el plan de salvación tiene dimensiones cósmicas para «reunir (Gr. anakephalaioō todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (Efe. 1: 10). Al utilizar el término anakephalaioō, «lo más probable es que Pablo haya pretendido un sentido de unidad plena cósmica realizada en Cristo». Lynn H. Cohick, The Letter to the Ephesians, NICNT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2020), p. 107. Cf. Markus Barth, Ephesians: Introduction, Translation, and Commentary on Chapters 1–3, AB 34 (1974; reimpr., New Haven, CT: Yale University Press, 2008), pp. 91-92. Los planes divinos trazados antes de la creación para redimir y restaurar tenían el objetivo de «revelar al universo el amor de Dios y exponer la clase de ser maligno que es Satanás». Norman R. Gulley, Systematic Theology: God as Trinity (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2011), p. 294.

9 Richard M. Davidson, «The Nature of the Human Being From the Beginning: Genesis 1–11», en «What Are Human Beings That You Remember Them?»: Proceedings of the Third International Bible Conference, Nof Ginosar and Jerusalem, June 11–21, 2012, ed. Clinton Wahlen (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2015), p. 22.

10 Ty Gibdon, The Sonship of Christ: Exploring the Covenant Identity of God and Man (2018; reimpr., Madrid: Safeliz, 2019), p. 36.

11 Para más información, consulte DCH 8, s.v. ≪ I≫, ≪ I≫, ≪ I≫. Cf. Nola J. Opperwall, «Perfect, Make Perfect; Perfection», ISBE, t. 3, p. 764. La palabra tāmım se utiliza principalmente en contextos cúlticos para describir un animal sin defecto traído para el sacrificio (Klaus Koch, ≪≫, TLOT, t. 3, p. 1426). La presente investigación no aborda este contexto. El espacio no permite explorar el propósito de las leyes del AT en relación con la madurez moral. Para ello, véase Roy E. Gane, Old Testament Law for Christians: Original Context and Enduring Application (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2017), esp. pp. 197-218.

12 Rolf A. Jacobson, «Psalm 19: Tune My Heart to Sing Your Praise», en The Book of Psalms, ed. Nancy Declaissé-Walford, Rolf A. Jacobson y Beth Laneel Tanner, NI-COT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2012), p. 210.

13 LaRondelle, Perfection and Perfectionism, p. 39.

14 Jean Zurcher, Desăvârșirea creștină [Christian Perfection], trad. Nelu Dumitrescu (București: Viaţă și Sănătate, 2004), p. 19. Para un breve resumen de las acciones de Dios en el contexto del pacto, véase Peckham, Divine Attributes, pp. 1-17.

15 Carleen Mandolfo, God in the Dock: Dialogic Tension in the Psalms of Lament, JSOT-Sup 357 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 2003), p. 37.

16 Allen P. Ross, A Commentary on the Psalms: Volume 1 (1–41), Kregel Exegetical Library (Grand Rapids, MI: Kregel Academic, 2011), p. 611.

17 Alison Ruth Gray, Psalm 18 in Words and Pictures: A Reading Through Metaphor, BibInt 127 (Leiden: Brill, 2014), p. 143.

18 Allen P. Ross, A Commentary on the Psalms: Volume 3 (90–150), Kregel Exegetical Library (Grand Rapids, MI: Kregel Academic, 2016), p. 200.

19 Gane, Old Testament Law, p. 199.

20 No obstante, la elección de permanecer en pacto con Dios debe mantenerse continuamente. En el caso de Asá, un profeta le dijo que «los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente [šālēm] suyo» (2 Crón. 16: 9, BA). La reacción de Asá reveló una dedicación empobrecida ante Dios (2 Crón. 16: 10-14).

21 Para más información, consulte BDAG, s.vv. «τέλειος», «τελειόω», «έπιτελέω», «τελειότης», «άμωμος». Otras palabras también tienen el significado de «perfecto, completo, irreprochable» en ciertos contextos, como agathos (Tito 2: 10), amemptos (e.g., Luc. 1: 6; Fil. 2: 15; 3: 6; 1 Tes. 3: 13), amemptōs (1 Tes. 2: 10; 5: 23), amōmētos (2 Ped. 3: 14); anegklētos (1 Cor. 1: 8; Col. 1: 22), katartisis (2 Cor. 13: 9), pantelēs (Heb. 7: 25), plēroō (Apoc. 3: 2), teleiōsis (Heb. 7: 11), or teleiōtēs (Heb. 12: 2). Cf. Nola J. Opperwall, «Perfect, Make Perfect; Perfection», ISBE, t. 3, pp. 764-765.

22 Como señala Nolland, la fórmula de Cristo, aunque futura («seréis perfectos»), tiene la fuerza de un imperativo, probablemente un eco de Levítico 19: 2. John Nolland, The Gospel of Matthew: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids, MI: Eerdmans; Milton Keynes: Paternoster, 2005), pp. 270-271.

23 R. T. France, The Gospel of Matthew, NICNT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2007), p. 228. Nolland señala que «el llamado es a ir hasta el final con la voluntad de Dios, visto ahora con una claridad renovada», emulando el propio ejemplo de Cristo (Nolland, Matthew, p. 270; cf. D. A. Carson, «Matthew», en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein, 12 vols. [Grand Rapids, MI: Zondervan, 1976–1992], t. 8, p. 161).

24 Richard N. Longenecker, The Epistle to the Romans: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2016), pp. 923-924.

25 Scot McKnight señala que «lo que Santiago tenía en mente a lo largo de esta sección eran las tensiones económicas de la comunidad mesiánica», para las cuales el don divino de la sabiduría ante la prueba era lo más apropiado. Scot McKnight, The Letter of James, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 2011), p. 126. También Peter H. Davids, The Epistle of James: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1982), p. 88.

26 Luke Timothy Johnson, The Letter of James: A New Translation with Introduction and Commentary, AB 37A (1974; reimpr., New Haven, CT: Yale University Press, 2008), p. 209.

27 D. A. Carson señala que Cristo incluye en su obra su muerte, resurrección y asunción. D. A. Carson, The Gospel according to John, Pillar New Testament Commentary (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1991), p. 557. Cf. Lucas 12: 32, lo que implica que la muerte de Cristo está relacionada con la terminación de su obra («al tercer día termino [teleioō] mi obra»).

28 Félix H. Cortez señala que «Hebreos describe la guerra de Jesús contra el diablo y su victoria sobre él (Heb. 2: 14-16) como parte de una subestructura narrativa que justifica y apoya la realeza de Jesús sobre el mundo y, por tanto, un motivo de gran estímulo». Félix H. Cortez, Within the Veil: The Ascension of the Son in the Letter to the Hebrews, Studies in Jewish and Christian Literature (Dallas, TX: Fontes, 2020), p. 185.

29 Gareth Lee Cockerill, The Epistle to the Hebrews, NICNT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2012), p. 138.

30 John Scholer, Proleptic Priests: Priesthood in the Epistle to the Hebrews, JSNTSup 49 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1991), pp. 187-188.

31 Cortez, Within the Veil, p. 179.

32 Cockerill, Hebrews, pp. 247-248.

33 As Gilbert Bilezikian observes, «La obediencia era una experiencia nueva para él, algo que tenía que aprender». Gilbert Bilezikian, «Hermeneutical Bungee-Jumping: Subordination in the Godhead», JETS 40, n° 1 (1997): p. 60.

34 Kenneth Schenck, «Keeping His Appointment: Creation and Enthronement in Hebrews», JSNT19, n° 66 (1997): p. 99.

35 Scholer, Proleptic Priests, pp. 197-198; David L. Allen, Hebrews, NAC 35 (Nashville, TN: B&H, 2010), pp. 329-331; Cockerill, Hebrews, 250; Cortez, Within the Veil, pp. 216-217.

36 Donald A. Hagner, Matthew 1–13, WBC 33A (Dallas: Word, 1993), p. 135; W. D. Davies y Dale C. Allison Jr., A Critical and Exegetical Commentary on the Gospel according to Saint Matthew, 3 vols., ICC (1988–1997; reimpr., London: T&T Clark, 2003–2004), t. 1, pp. 562-563.

37 Como señala France: «la esencia de la exigencia de Jesús no es la desinversión, sino el discipulado» (Matthew, p. 735). Cf. Lucas 1: 6, donde Zacarías e Isabel son presentados con una vida caracterizada por la fidelidad al pacto: «Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles [amemptos] en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor».

38 Raymond E. Brown, The Epistles of John, AB 30 (1982; reimpr., New Haven: Yale University Press, 2008), p. 527.

39 Como observa Kenneth Grayston: «De las diversas palabras empleadas para describir a quienes escuchaban la instrucción de Pablo (teleioi, pneumatikoi, psychikoi y sarkikoi [1 Cor. 2: 6, 13-15; 3: 1, 3]), se desprende claramente que no se estaba pensando en una terminología invariable. La imagen dominante es la de la madurez y la inmadurez». Kenneth Grayston, Dying, We Live: A New Enquiry into the Death of Christ in the New Testament (New York: Oxford University Press, 1990), p. 25. Cursiva añadida.

40 Cohick señala que este pasaje se centra en «toda la iglesia, no en los individuos que componen el cuerpo». Cohick, Ephesians, p. 272.

41 Markus Barth, Ephesians: Introduction, Translation, and Commentary on Chapters 4–6, AB 34A (1974; reimpr., New Haven: Yale University Press, 2008), pp. 628-629.

42 Como argumenta John Reumann, la aseveración de Pablo «puede ser “ética”, acciones justas por hacer lo que manda la Ley». John Reumann, Philippians: A New Translation with Introduction and Commentary, AB 33B (New Haven, CT: Yale University Press, 2008), p. 494. Jeannine K. Brown se opone Reumann con respecto a la reconstrucción de un «grupo perfeccionista» en Philippi. Jeannine K. Brown, Philippians: An Introduction and Commentary, TNTC 2/11 (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2022), p. 188.

43 Gordon D. Fee, Paul’s Letter to the Philippians, NICNT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995), pp. 344-345. Fee escribe que la meta de Pablo es «la consumación escatológica de lo que “ya” es suyo en Cristo» (Fee, p. 347). Por esta razón, algunas traducciones bíblicas en inglés optan por traducir ēdē teteleiōmai en Filipenses 3: 12 como «have already reached the goal [ya he alcanzado la meta]» (NRSVA) o «have already arrived at my goal [ya he llegado a mi meta]» (NIV) en lugar de cómo lo traducen la mayoría de versiones bíblicas en español: «ya haya llegado a ser perfecto» (BA), «ya lo haya conseguido todo o que ya sea perfecto» (NVI), «ya llegué a la perfección en todo» (PDT) o «ya sea perfecto» (RV60, RVC, JBS, DHH, NBV, etc.). Cf. Gerald F. Hawthorne y Ralph P. Martin, Philippians, 2a ed., WBC 43 (Nashville: Nelson, 2004), pp. 206-207. Véase también 1 Corintios 13: 12, «Ahora vemos de manera indirecta, como en un espejo, y borrosamente; pero un día veremos cara a cara. Mi conocimiento es ahora imperfecto, pero un día conoceré a Dios como él me ha conocido siempre a mí» (DHH). El objetivo de Pablo era el conocimiento que «se produce en un sentido plenamente personal solo en el escatón, en el contexto del conocimiento que Dios tiene de su pueblo». Anthony C. Thiselton, The First Epistle to the Corinthians: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids, MI: Eerdmans; Carlisle: Paternoster, 2000), p. 1070.

44 Scot McKnight, The Letter to the Colossians, NICNT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2018), p. 323.

45 Cortez, Within the Veil, pp. 296-297.

46 Cortez, Within the Veil, p. 300.

47 La madurez se refiere aquí a «la madurez de discernimiento y compromiso que Hebreos intenta inculcar a sus destinatarios». Harold W. Attridge, The Epistle to the Hebrews: A Commentary on the Epistle to the Hebrews, Hermeneia (Philadelphia, PA: Fortress Press, 1989), pp. 162-163.

48 Cockerill, Hebrews, p. 262.

49 Ranko Stefanovic, La revelación de Jesucristo: Comentario del Apocalipsis, trad. Rolando A Itin (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2013), p. 450. Cf. G. K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans, 1999), p. 747; Robert H. Mounce, The Book of Revelation, 2a ed., NICNT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1997), p. 269.

50 Craig R. Koester señala que el lavado de las ropas es «una imagen que evoca arrepentimiento y fe por la que las personas reciben los beneficios de la muerte de Cristo, algo que el Apocalipsis describe como una acción singular y continua». Craig R. Koester, Revelation: A New Translation with Introduction and Commentary, AB 38A (New Haven, CT: Yale University Press, 2014), p. 430.

51 Roy E. Gane, The Sanctuary and Salvation: The Practical Significance of Christ’s Sacrifice and Priesthood, Seeds of Hope (Madrid: Safeliz, 2019), p. 302.

52 «Creencias Fundamentales», Es.adventist.org, 2020, https://es.adventist.org/creen-cias/. Las siguientes citas proceden de esta fuente.

53 John C. Peckham, «Temas relacionados con el gran conflicto», en El carácter de Dios y la última generación, ed. Jiří Moskala y John C. Peckham (Buenos Aires: ACES, 2021), p. 17. Cf. Woodrow W. Whidden II, La seguridad de mi salvación en el juicio (Doral, FL: IADPA, 2013), p. 146.

54 Soy consciente de que, en el espacio de este capítulo, hay aspectos que quedan fuera de la discusión. En relación con la definición de pecado, está la perspectiva sobre la naturaleza y actividad de Cristo. Para la posición de la TUG representada por la cristología de Herbert Douglass, incluyendo un análisis de la misma, véase Webster, Crosscurrents in Adventist Christology, pp. 347-428. Para revisar una argumentación que apoye la postura de una naturaleza humana postlapsaria de Cristo, véase Jean R. Zurcher, Touched with Our Feelings: A Historical Survey of Adventist Thought on the Human Nature of Christ (Hagerstown, MD: Review & Herald, 1999) y Ralph S. Larson, The Word Was Made Flesh: One Hundred Years of Seventh-Day Adventist Christology, 1852–1952 (Cherry Valley, CA: Cherrystone Press, 1986). Para una posición distinta a la TUG, véase Edward Heppenstall, The Man Who is God: A Study of the Person and Nature of Jesus, Son of God and Son of Man (Washington, DC: Review & Herald, 1977), pp. 107-188; Woodrow W. Whidden II, Ellen White on the Humanity of Christ: A Chronological Study (Hagerstown, MD: Review & Herald, 1997).

55 El presente capítulo no explora el concepto de pecado en la Biblia ni en la historia. Para lo primero, véase John M. Fowler, «Pecado», en Tratado de teología adventista, ed. George W. Reid (Buenos Aires: ACES, 2009), pp. 265-307. Para esto último, véase Darius W. Jankiewicz, «Sin and Human Nature: Historical Background», en Salvation: Contours of Adventist Soteriology, ed. Martin F. Hanna, Darius W. Jankiewicz y John W. Reeve (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2018), pp. 91-117.

56 Un estudio útil se encuentra en Marvin Moore, The 144,000 and the Nearness of Christ’s Return (Nampa, ID: Pacific Press, 2020). Véase también Moore’s The Close of Probation (Nampa, ID: Pacific Press, 2014), caps. 19–22.

57 Kevin D. Paulson, What Is … Last Generation Theology? (Ukiah, CA: Last Generation for Christ, 2021), p. 5; Larry Kirkpatrick, Cleanse and Close: Last Generation Theology in Fourteen Points (Philippians Two Five, 2019), pp. 22-32.

58 Herbert E. Douglass, «Men of Faith—The Showcase of God’s Grace», en Perfection: The Impossible Possibility, ed. Herbert E. Douglass, Edward Heppenstall, Hans K. LaRondelle y C. Mervyn Maxwell (Nashville, TN: Southern, 1975), pp. 52-56.

59 «Si el consentimiento de la voluntad es necesario para que el pecado exista en el corazón», señala Paulson, «ningún recién nacido puede considerarse pecador» (Paulson, p. 18).

60 Kirkpatrick, Cleanse and Close, 26. En consecuencia, los verdaderos pecados involuntarios son los que resultan de una «falta de comprensión personal o de una falta de comprención religiosa general», Kirkpatrick, Cleanse and Close, p. 27.

61 Kirkpatrick, Cleanse and Close, p. 27. Por lo tanto, continúa Kirkpatrick, «el mal en mi naturaleza requiere de curación, no de perdón» (p. 29).

62 C. Mervyn Maxwell, «Ready for His Appearing», en Perfection: The Impossible Possibility, pp. 167-168.

63 Maxwell, «Ready for His Appearing»,, p. 169.

64 Como señala Paulson, «la Biblia es muy clara al afirmar que, gracias al poder impartido por Dios, es posible que los hombres y las mujeres dejen de cometer pecados» (Paulson, p. 25).

65 Maxwell, pp. 170-171.

66 Douglass, «Men of Faith», p. 53.

67 George R. Knight, Sin and Salvation: God’s Work for and in Us, 2a ed. (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2008), pp. 186-188; Jiří Moskala, «Origin of Sin and Salvation according to Genesis 3: A Theology of Sin», en Salvation: Contours of Adventist Soteriology, pp. 127-131.

68 Moskala, «Origin of Sin and Salvation», p. 129.

69 Moskala, «Origin of Sin and Salvation», 130. Cf. Martin F. Hanna, «¿Qué diremos sobre el pecado? Un estudio de Hamartia en la Epístola a los Romanos», en El carácter de Dios y la última generación, pp. 61-63.

70 Knight, Sin and Salvation, p. 182.

71 Edward Heppenstall, «Let Us Go on to Perfection», en Perfection: The Impossible Possibility, p. 80.

72 Peckham, «Temas relacionados con el gran conflicto», pp. 16-17.

73 Andreasen sostiene que «los hombres han de seguir su ejemplo y probar que lo que Dios hizo en Cristo, puede hacerlo en todo ser humano que se somete a él. El mundo aguarda esa demostración (Rom. 8: 19). Cuando se haya realizado, vendrá el fin. Dios habrá cumplido su plan. Habrá demostrado que él es veraz y Satanás mentiroso. Su gobierno estará reivindicado». M. L. Andreasen, El Santuario y su servicio, 2a ed. (Buenos Aires: ACES, 2009), p. 241. Para más detalles sobre la concepción de Andreasen de la última generación, véase Evans, pp. 206-224.

74 Alberto R. Timm, «The Salvation Process: Diverging Emphases», en Theology, Philosophy, Hermeneutics, and Mission: Essays in Honor of Kwabena Donkor on His Retirement, ed. Daniel K. Bediako y Martha O. D. Duah ([Accra] Ghana: Advent Press, 2022), p. 71. Cf. las siguientes citas: «Es el carácter maduro lo que le vindica» (Kirkpatrick, Cleanse and Close, pp. 46-47); «en la victoria de los santos de Dios sobre el mal, Dios mismo es vindicado» (Paulson, p. 35).

75 Aquí solo se presentan tres pasajes populares. Para conocer otros pasajes, véase Douglass, «Men of Faith», pp. 46-51. Que el concepto de la vindicación de Dios se base en una lectura específica de los escritos de Elena G. de White es claro debido al análisis argumentativo presentado en Paulson, pp. 35-42. Kirkpatrick intenta construir un argumento bíblico a favor de la vindicación de Dios. Sin embargo, en los aspectos cruciales, o bien parafrasea las citas de Elena G. de White en una lectura personal (e.g., Cleanse and Close, p. 119; cf. Elena G. de White, Christ’s Object Lessons [Review & Herald, 1900], p. 69) o toma prestado el principio de la cosecha de Herbert E. Douglass (Cleanse and Close, pp. 115-118; cf. Douglass, «Men of Faith», pp. 18-34).

76 White, Christ’s Object Lessons, p. 69; Elena G. de White, Palabras de vida del Gran Maestro (Nampa, ID: Pacific Press, 1971), p. 47. Cf. Douglass, «Men of Faith», pp. 14, 18, 21, 46; Paulson, p. 33; Kirkpatrick, Cleanse and Close, p. 119.

77 Douglass, «Men of Faith», p. 18.

78 Ibid., 19.

79 Elena G. de White, El conflicto de los siglos (Doral, FL: IADPA, 2007), p. 421. Cf. Paulson, pp. 33-34.

80 Para White, el carácter de Enoc «representa el estado de santidad que deben alcanzar todos los que serán “redimidos de entre los de la tierra” (véase Apoc. 14: 3) en el tiempo de la segunda venida de Cristo». Esta última generación «buscará la pureza de corazón y la conformidad con la voluntad de su Señor, hasta que refleje la imagen de Cristo». Elena G. de White, Historia de los patriarcas y profetas (Doral, FL: IADPA, 2008), p. 68. También, «La misma imagen de Dios se ha de reproducir en la humanidad. El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo». Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Nampa, ID: Pacific Press, 1955), p. 625.

81 Maxwell, p. 193.

82 White, El Deseado de todas las gente, p. 625.

83 Douglass, «Men of Faith», p. 53.

84 White, Palabras de vida del Gran Maestro, p. 46.

85 Cf. Knight, Sin and Salvation, p. 176. Cf. John C. Peckham, «El triunfo del amor de Dios», en El carácter de Dios y la última generación, pp. 360-361.

86 Whidden II, Ellen White on Salvation, 140. Cursiva en el original. Véase la nota 2 en la página 142 del libro de Whidden para conocer varias referencias de Elena G. de White que apoyan lo que indica Whidden.

87 Woodrow W. Whidden II, «The Vindication of God and the Harvest Principle», Ministry, octubre de 1994, p. 45.

88 White, El conflicto de los siglos, p. 605.

89 Ranko Stefanovic, «¿Cuál es el estado de la última generación?», en El carácter de Dios y la última generación, p. 303. Cf. Whidden II, Ellen White on Salvation, pp. 154-155.

90 Whidden II, Judgment and Assurance, p. 136.

91 Whidden II, Judgment and Assurance, p. 143.

92 Jiří Moskala, «La importancia, el significado y el papel de la expiación lograda por Cristo», en El carácter de Dios y la última generación, p. 258. Cf. Ángel M. Rodríguez, «Theology of the Last Generation and the Vindication of the Character of God: Overview and Evaluation», en The Word: Searching, Living, Teaching, ed. Artur A. Stele, 2 vols. (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2015, 2022), t. 1, pp. 215-218.

93 Moskala, « La importancia, el significado y el papel de la expiación lograda por Cristo», pp. 282, 283.

94 Rodríguez, «Theology of the Last Generation», p. 221.

95 Gane, Sanctuary and Salvation, p. 308.

96 Véase, por ejemplo, Larry Kirkpatrick, «New Books, Old Error» (Documento presentado en God’s Character and the Last Generation Symposium, Sacramento, CA, 22-23 de marzo, 2019), pp. 2-13, https://greatcontroversy.org/resources/gclg/new-booksolderror-ver1.09.pdf.

97 Los capítulos son los siguientes: Herbert E. Douglass, «Men of Faith—The Showcase of God’s Grace», pp. 9-56; Edward Heppenstall, «Let Us Go on to Perfection», pp. 57-88; Hans K. LaRondelle, «The Biblical Idea of Perfection», pp. 89-136; Maxwell, pp. 137-200.

98 Douglass, «Men of Faith», p. 13n2. En un libro más reciente, Douglass define la perfección como «el modelo de vida dinâmico de las personas que reflejan cada vez más la vida de Jesús». Herbert E. Douglass, A Fork in the Road: «Questions on Doctrine», the Historical Adventist Divide of 1957 (Coldwater, MI: Remnant, 2008), p. 143. Cursiva en el original.

99 Maxwell, p. 174.

100 Maxwell, p. 171.

101 Kirkpatrick, Cleanse and Close, p. 45.

102 Ibid., p. 46.

103 Heppenstall, «Let Us Go on to Perfection», pp. 61-62.

104 Ibid., p. 64.

105 Heppenstall, «Let Us Go on to Perfection», p. 67.

106 Ibid., p. 81.

107 LaRondelle, «The Biblical Idea of Perfection», p. 136.

108 Ibid., p. 136.

109 LaRondelle, Perfection and Perfectionism, p. 327.

110 Denis Fortin, «La santificación y la perfección son el trabajo de toda la vida», en El carácter de Dios y la última generación, p. 151.

111 Ibid., p. 151.

112 Aquí se analizan las diferencias que giran en torno al concepto de perfección. Existen otras diferencias, especialmente en el ámbito de la hamartiología y la cristología, como se ha mencionado anteriormente, las cuales no se evalúan en este capítulo.

113 Paulson, p. 5.

114 Douglass, «Men of Faith», p. 51.

115 Whidden señala seis etapas de perfección. Primero, cuando los humanos son justificados, son declarados perfectos. Segundo, son perfectos cuando crecen dinámicamente en la gracia. Tercero, son perfectos cuando todos los pecados conocidos o deliberados ya no son parte de sus vidas. Cuarto, son perfectos cuando se someten plenamente a Cristo por fe durante el tiempo de angustia escatológico. Quinto, son hechos perfectos cuando son glorificados. Sexto, son perfectos cuando su carácter crece continuamente en la eternidad. Para más detalles, véase Whidden II, Judgment and Assurance, pp. 86-93. Cf. Gane, Old Testament Law, p. 403. Maxwell reconoce la última fase del desarrollo del carácter en la eternidad (Maxwell, p. 171). Sin embargo, este aspecto no se destaca en los escritos de los defensores de la TUG..

116 Peckham, «El triunfo del amor de Dios», p. 360. Cursiva en el original.

117 Gane, Sanctuary and Salvation, p. 303.

118 Dennis Priebe, «God at Risk», Dennis Priebe Ministries, https://www.dennispriebe.com/free-documents/god-at-risk/. Cf. Kirkpatrick, Cleanse and Close, p. 130 y Paulson, p. 5.

119 Además de Moskala y Peckham, eds., El carácter de Dios y la última generación, véase Rodríguez, «Theology of the Last Generation», t. 1, pp- 205-228; Reinder Bruinsma, In All Humility: Saying No to Last Generation Theology (Westlake Village, CA: Oak & Acorn, 2018); y George R. Knight, End-Time Events and the Last Generation: The Explosive 1950s (Nampa, ID: Pacific Press, 2018).

120 Aunque el presente capítulo no trata de la tipología del santuario, es esencial señalar aquí que durante el Día de la Expiación (que simboliza el período posterior a 1844) «las ceremonias son realizadas únicamente por el sumo sacerdote, excepto por los asistentes que conducían la cabra de Azazel al desierto y se deshacían de los cadáveres de la ofrenda de purificación. El resto del pueblo no desempeña ningún papel ritual», únicamente debían manifestar lealtad. Roy E. Gane, Cult and Character: Purification Offerings, Day of Atonement, and Theodicy (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 2005), p. 310.

121 Cf. Jiří Moskala, «La importancia, el significado y el papel de la expiación lograda por Cristo», pp. 261-262.