Habiendo examinado la naturaleza y el propósito del juicio de Dios preadvenimiento en el contexto de la salvación y el santuario de Dios, estamos en una buena posición para responder algunas preguntas y objeciones con respecto al juicio.
1) Objeción: El juicio es una enseñanza legalista basada en la salvación por obras, en lugar de la justifi cación por gracia mediante la fe sola, como enseña la Biblia (Efe. 2: 8-9).
Respuesta: El legalismo es el uso de la ley para fi nes que no corresponden con su propósito original, como intentar ganar la salvación (Luc. 18: 9-14) o asegurarla alcanzando un nivel mínimo de cumplimiento (Mat. 19: 16-22), o incluso ejercer poder sobre otras personas con el fin de coaccionarlas o condenarlas (Mat. 23: 1-7). El legalismo no refleja la verdadera naturaleza de la Ley de Dios, que es el amor (Mat. 22: 37-40). La obediencia a la Ley de Dios manifi esta lealtad hacia él al aceptar su don de amor y nos libera de la esclavitud del pecado y sus consecuencias des-tructivas (Rom. 6: 16-22). Además, el esfuerzo de aprender más sobre la Ley de Dios (p. ej., Sal. 119: 18-20, 24-40, 92-99, 124-131) nos ayuda a vivir en mayor armonía amorosa con él y con los demás.
El juicio de Dios tampoco es legalista porque confi rma la salvación que recibimos por gracia mediante la fe, vindicando así la justicia de Dios al concedernos misericordia y completando el proceso de justifi cación por la fe (Rom. 3: 26; véase más arriba). En el juicio, la pregunta clave es:
¿Hemos aceptado el don gratuito de la salvación de Dios mediante la fe en el sacrificio de Cristo, incluida la transformación moral que conlleva esa fe a medida que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones el amor (Rom. 5: 5) que nos pone en armonía con Dios y su ley al cooperar con él? En resumen, ¿tenemos al Hijo (1 Juan 5: 12)? El juicio trata de nuestra relación con Dios a través de Cristo.
El juicio no se centra en si hemos pecado o si hemos realizado suficientes buenas obras para compensar nuestra culpa por los pecados pasados, de modo que merezcamos la salvación. No somos nuestros propios salvadores; solo Cristo es nuestro Salvador, quien ha cargado con nuestros pecados y los ha sepultado en su tumba. No podemos ganar ninguna parte de nuestra salvación (Sal. 49: 7-9). Todas las buenas obras que realizamos al cooperar con Dios cuando nuestra fe obra por amor (Gál 5: 6), incluso si estas obras implican sangre, trabajo, lágrimas, sudor y agonía en la oración, son simplemente parte de nuestra aceptación del don gratuito de Dios. Pablo exhortaba a los cristianos: «ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Fil. 2: 12-13; cursiva añadida). Nuestro trabajo consiste en aceptar el don de Dios y su poder en nuestras vidas.
Como hemos descubierto, la razón por la que el juicio examina las obras de nuestra fe es porque el juicio es necesario para el conocimiento de los seres creados de Dios, que no pueden ver nuestros pensamientos de fe (dimensión interna). Dios demuestra que es justo y responsable al salvarnos, mostrando así gracia a sus seres no caídos al confirmar su confianza en él. Cuando nos reunamos con ellos, desearán saber que será seguro convivir con nosotros, porque hemos elegido vivir para siempre, por la gracia de Dios y con su poder, de acuerdo con su principio de amor desinteresado. Aunque no hemos alcanzado la plenitud de este amor en la vida presente, y aunque Dios nos madure hasta el punto de que ya no cometamos pecados (Efe. 5: 26-27; Apoc. 19: 7-8; 22: 11, del pueblo de Dios en la segunda venida de Cristo),1 nuestro amor seguirá creciendo por toda la eternidad. Nuestras vidas demostrarán que este amor es lo realmente deseamos.
2) Objeción: La enseñanza de un juicio investigador preadvenimiento le roba al cristiano la seguridad de la salvación. La Biblia dice que cuando Dios nos perdona, arroja nuestros pecados «a lo profundo del mar» (Miq. 7: 19) y tan lejos como el oriente está del occidente (Sal. 103: 12). Pero si después nos enfrentamos a la posibilidad de ser condenados en un juicio, parece contradecir la noción de haber sido verdaderamente perdonados, ya que surgiría la necesidad de ser perdonados nuevamente. Si fuera así, sería como si Dios recuperara nuestros pecados del fondo del mar y los trajera de vuelta desde el oriente y el occidente para mantenerlos sobre nuestras cabezas, ¡incitándonos a obedecerle por miedo! ¿Cómo podemos amar a un Dios así? Es cierto que «el perfecto amor echa fuera el temor» (1 Juan 4: 18), pero el perfecto temor también echa fuera el amor.
Respuesta: Satanás, no Dios, es el acusador (Zac. 3: 1; Apoc. 12: 10) que intenta socavar nuestra seguridad. Cuando Dios perdona nuestros pecados, no hay necesidad de que los enfrentemos nuevamente mientras mantengamos nuestra relación con él (Col. 1: 21-23; 1 Juan 5: 11-13), aunque en el juicio él se ocupa de su responsabilidad por habernos perdonado.
La etapa de purificación/expiación del «Día de la Expiación» no tiene que ver con el perdón. No se encuentra ningún término relacionado con el perdón en los pasajes bíblicos del Día de la Expiación (Lev. 16; 23: 26-32; Núm. 29: 7-11), porque la limpieza moral que la gente recibe como resultado de la limpieza del santuario de Dios va más allá del perdón (Lev. 16: 30),2 confirmando el perdón ya recibido (Lev. 4: 20, 26, 31, 35). Esta confirmación se evidencia en las ofrendas especiales de purificación realizadas por el sumo sacerdote en el Día de la Expiación: la sangre sacrificial, que representaba la sangre de Cristo, era aplicada en algunos de los mismos lugares donde se habían aplicado las ofrendas de purificación a lo largo del año para expiar los pecados, lo que era el requisito previo para el perdón del Señor (Lev. 16: 16b, 18-19; Éxo. 30: 10; cf. Lev. 4: 6-7, 17-18, 25, 30, 34).
Cuando Dios nos perdona, nuestros pecados se van por el desagüe y desaparecen. Mientras tengamos al Hijo (1 Juan 5: 12), tenemos la seguridad de estar en una relación de salvación con Dios, incluso durante el tiempo del juicio (véase más arriba). Juan dijo: «Les escribo esto a ustedes que creen en el Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna» (vers. 13, DHH). Jesús prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mat. 28: 20), y «el fin del mundo» se refiere a después del juicio (p. ej., Dan. 7: 9-12, 22, 26-27).
La única manera de que volvamos a enfrentarnos contra nuestros pecados antes del final del juicio («cierre del tiempo de gracia») es si elegimos deshacer nuestra relación con nuestro Perdonador (Heb. 6: 4-6). Dios permite esta posibilidad porque respeta nuestro libre albedrío. Al igual que con el arca de Noé, Dios no obligaba a la gente a permanecer dentro; podían cambiar de opinión y salir hasta que se cerrara la puerta. Si queremos que nuestros pecados regresen, podemos hacerlo, igual que un perro vuelve a su vómito (Prov. 26: 11; ¡no volveré a mencionar eso!).
Pero si el justo se aparta de su justicia, y comete maldad y actúa conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? ¡Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta! Por su infidelidad que cometió, por el pecado que cometió, por ello morirá (Eze. 18: 24).
La noción de «una vez salvo, siempre salvo» antes del final del juicio no reconoce el respeto de Dios por nuestro libre albedrío, esencial para amar tanto a él como a otros.3 El cielo sería un infierno para alguien que prefiere el egoísmo, por lo que Dios no impone el cielo a nadie.
Hemos discutido acerca del perdón que las personas han recibido genuinamente en algún momento, ya sea que se aferren a él o no. Jesús ilustró el hecho de que no todo perdón se recibe verdaderamente. Narró la historia de un siervo que debía a su amo, un rey, la astronómica suma de 10.000 talentos (Mat. 18: 24). Estos talentos «equivaldrían al menos 204 toneladas métricas de plata, pero probablemente reflejarían la fabulosa suma de 60 millones de denarios».4 Hoy en día, ¡esto podría valer más de 185 millones de dólares estadounidenses!5 El rey le perdonó la enorme deuda, pero después el siervo no mostró misericordia hacia un compañero que le debía apenas 100 denarios. Cuando el rey se enteró, revocó su perdón al siervo que no había perdonado (Mat. 18: 25-34). Jesús concluyó su parábola diciendo: «Así también mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de todo corazón a sus hermanos» (vers. 35, RVC). El perdón que no se transmite a otros no se recibe verdaderamente.
Es importante notar que el rey había perdonado, pero no había olvidado. Esto ilustra por qué Dios mantiene registros (p. ej., Dan. 7: 10) que pueden ser revisados durante el juicio: en caso de que alguien no reciba realmente el perdón (Mat. 18) o lo rechace más tarde (Eze. 18: 24). Al final del juicio, tales registros serán eternamente irrelevantes, de modo que, en este sentido, Dios ya no recordará los pecados (cf. Jer. 31: 34). Es como cuando uno arrastra el icono de un documento a la Papelera del escritorio de su ordenador. Podrá recuperarlo de allí si lo desea, hasta que vacíe la Papelera en una segunda fase. Al final del juicio, Dios «vaciará la Papelera».
3) Pregunta: ¿Considera el juicio investigador preadvenimiento solo los casos de personas que ya han fallecido, de modo que sus historias de vida han terminado, o juzga también a los que están vivos mientras se lleva a cabo el juicio?
Respuesta: Cuando Jesús regrese, habrá muchas personas vivas en la tierra, incluyendo tanto a los leales que serán salvados (1 Tes. 4: 17) como a los desleales que se perderán (Apoc. 1: 7; 6: 15-17; 19: 15, 17-21). El juicio investigador preadvenimiento se completará antes de que Jesús vuelva, ya que traerá consigo las recompensas ya decididas (Apoc. 22: 12). Así que el juicio concluirá mientras muchas vidas aún están en curso, lo que significa que la etapa final del juicio debe dirigirse a las personas que están vivas en ese momento. La Biblia no da ninguna indicación de cuándo será eso. Así que nuestros casos se presentarán en el juicio celestial sin que lo sepamos. Para un legalista, ¡esto es muy aterrador! Una cita para comparecer ante el tribunal daría la oportunidad de ofrecer una buena apariencia, el equivalente moral de un traje y corbata o un vestido de sábado.
Sin embargo, el juicio investigador preadvenimiento es para revelar la lealtad continua a Dios, no simplemente un momento de buena apariencia o espectáculo. Si tenemos (no solo tuvimos) al Hijo (1 Juan 5: 12) y permanecemos «firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio» (Col. 1: 23, NVI), no importa cuándo se presenten nuestros casos. «Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa» (Mar. 13: 35).
El juicio de Dios concluirá cuando el mensaje final del evangelio haya alcanzado al mundo entero (Mat. 24: 14; Apoc. 14: 6-12; 18: 4) y cuando Cristo haya completado su obra de limpiar, santificar y madurar/perfeccionar a su pueblo (Efe. 5: 26-27; Apoc. 19: 7-8), estableciéndolos en vidas de santidad y rectitud en armonía con él (Apoc. 22: 11). El juicio no concluirá antes de ese momento. Así que, aunque el juicio de los vivos pudiera haber comenzado ya, ciertamente no terminará ahora, dado que la obra del evangelio aún no se ha completado. El Señor «es paciente para con vosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3: 9). Por lo tanto, él no condenará a nadie antes del final del juicio (= «cierre del tiempo de gracia») si pudiera salvarlo esperando más tiempo. Si continuamos siendo fieles y recibimos sus dones como «partícipes de la naturaleza divina» (2 Ped. 1: 4), Dios será fiel para realizar en, por, en y a través de nosotros lo que sea necesario mediante el poder de su Espíritu Santo. Dios es poderoso, «es capaz de cuidarnos para que no caigamos, y puede también hacernos entrar a su presencia gloriosa con gran alegría y sin falta alguna» (Jud. 24, PDT).
4) Pregunta: ¿Realmente el juicio investigador preadvenimiento involucra a los seres creados no caídos de Dios en un proceso de decidir realmente los destinos eternos de los seres humanos, o es como una auditoría que solo les mostrará lo que Dios ya ha decidido?
Respuesta: Es cierto que Dios es el Juez de los seres humanos (Sal. 7: 11; 50: 6; 58: 11; Ecl. 3: 17) y él lo sabe todo, incluidos los pensamientos humanos (1 Crón. 28: 9; Sal. 139: 23), aunque su presciencia del destino de la humanidad no anula la elección humana. Así que Dios sabe mejor que nadie si una persona es segura para ser salvada o no: «El Señor conoce a los que son suyos»» (2 Tim. 2: 19, NTV). Sin embargo, presenta evidencias a sus seres creados para que puedan ver por sí mismos. Los «libros» que se abren ante ellos en el juicio (Dan. 7: 10) contienen registros, incluido registros de obras humanas (cf. Ecl. 12: 14) que son relevantes para decidir si las personas deben ser salvadas o no.
La Biblia no nos dice cómo se llevan a cabo las deliberaciones, pero, aunque Dios es soberano y conoce los resultados de antemano, las decisiones no finalizarán hasta que «se siente el tribunal para juzgar» (Dan. 7: 26, NBE). En este proceso, es el tribunal, no solo Dios, el que emite los veredictos. Dios y el «jurado» de sus seres creados no caídos estarán de acuerdo entre sí. De esta manera, Dios involucra a sus seres creados en un proceso de evaluación de las respuestas de los seres humanos a la salvación que él ha provisto con amor. Esta deliberación y evaluación son más que una simple auditoría de una decisión ya tomada por él.6
Compárese Apocalipsis 20: 4, que describe un juicio ejecutivo en el cielo durante el milenio, llevado a cabo por seres humanos redimidos a quienes se le ha otorgado la «facultad para juzgar» (Gr. krima7). Este lenguaje indica que las personas salvadas que reinarán con Cristo (cf. vers. 6) tendrán una participación activa en la toma de decisiones durante esta fase del juicio, que incluirá revisar los casos de aquellos que se han perdido y así determinar sus penas finales. Si Dios confía este nivel de responsabilidad a los seres humanos después de la segunda venida de Cristo, parece que él también involucrará a sus seres no caídos en el proceso de establecer los veredictos en el juicio investigador preadvenimiento, en lugar de simplemente mostrarles decisiones previamente tomadas.
El hecho de que Dios someta sus decisiones al escrutinio de sus seres creados finitos demuestra humildad por su parte. La humildad, junto con la justicia y la misericordia, es un componente crucial del amor (cf. Miq. 6: 8) que Jesús demostró de manera suprema a través de su encarnación, vida en la tierra y muerte (Fil. 2: 5-8).
Aquellos que verdaderamente están en Cristo, como lo demuestra la conducta de sus vidas que fluye naturalmente de sus corazones de fe (cf. Gál. 5: 6; Sant. 2: 26), incluso aquellos que son leales a los principios divinos sin tener la Biblia ni conocer el nombre de Cristo (cf. Rom. 2: 14-16), podrán estar seguros de su salvación. Así, la revisión judicial de sus vidas demostrará y confirmará la relación salvífica que ya tienen.8 Por otro lado, el juicio investigador preadvenimiento también revelará a aquellos hipócritas cuya relación con Cristo fue solo nominal (cf. Mat. 25: 41-46) o a aquellos que han tenido una relación salvífica genuina con Cristo, pero se han apartado de ella (Heb. 6: 4-8).
Los seres humanos deciden por sí mismos si se salvan o se pierden, aunque las decisiones reales se manifiestan a través de las acciones en la vida, no simplemente por palabras. Las palabras son importantes (Mat. 10: 32-33; 12: 36-37), pero deben estar acompañadas de acciones correspondientes (Mat. 7: 21). Por lo tanto, el juicio revisa la evidencia de las decisiones reales en la vida de las personas. Como resultado, las decisiones del tribunal celestial concuerdan con las decisiones reales de los seres humanos. ¿Realmente desean vivir para siempre, por libre elección y en armonía con el principio del amor desinteresado de Dios, tal como lo proporciona el don gratuito del sacrificio de Cristo, o no?
Un gran juicio en el cielo antes de la segunda venida de Cristo, prefigurado por el antiguo Día de la Expiación israelita, vindica la justicia de Dios como Juez al haber perdonado a personas culpables pero arrepentidas, transformadas y leales. Este juicio también vindica su justicia al condenar a aquellos que son desleales y, por ende, no seguros para ser salvados. Dios involucra a sus seres creados en el proceso de juicio para que todo el universo reconozca que él es verdaderamente el Dios de amor que dice ser, asegurando así su confianza en él para siempre.
Somos salvos por gracia a través de la fe solamente. Sin embargo, el juicio investigador preadvenimiento considera los registros de las obras humanas que resultan naturalmente de una fe verdadera y viva, que se expresan y son inseparables de la vida de fe regenerada y fortalecida por el Espíritu Santo. Esto no implica que seamos salvos por obras, sino porque los seres creados por Dios no pueden ver la dimensión interna (los pensamientos) de nuestra fe.
El juicio es una parte culminante del evangelio porque vindica el perdón que hemos recibido, confirma nuestra seguridad de la salvación, nos libera de la opresión y anuncia la pronta venida de Cristo. Podemos regocijarnos, en lugar de temer al juicio, porque tenemos a Cristo de nuestro lado y como nuestro Sustituto. Dios nos ha informado del inicio del juicio de los últimos tiempos para que podamos participar en él, llevando al mundo el último mensaje y advertencia divinos, que invita a todos a adorarle a él como Creador, y a guardar los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
A la luz de todo esto, la enseñanza del juicio no es en absoluto legalista ni compromete nuestra seguridad de la salvación. Si mantenemos nuestra relación transformadora con Cristo, no importa cuándo se consideren nuestros casos en el juicio, por lo que no necesitamos saber con exactitud cuándo comenzará el juicio para evaluar las vidas de los que estarán vivos cuando Jesús regrese.
Ahora, en lugar de temer cada vez que se menciona el juicio investigador preadvenimiento de Dios, podemos exclamar con el salmista: «¡Júzgame, Jehová!» (Sal. 7: 8).
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1 Aunque nuestras naturalezas pecaminosas en nuestros cuerpos mortales continúan hasta que Dios nos cambie en la segunda venida de Cristo (1 Cor. 15: 51-54).
2 La idea común, aunque errónea, de que las actividades realizadas de forma única el Día de la Expiación proporcionaban perdón a gran escala aparece ya en el Temple Scroll 26: 9-10. El Temple Scroll [Rollo del Templo] es uno de los rollos del Mar Muerto encontrados cerca de Qumrán y probablemente data de poco antes de la época de Cristo.
3 Cf. Apocalipsis 3: 20: Cristo, el Creador, está ante la puerta (de nuestro corazón) y nos llama.
4 Marvin A. Powell, «Weights and Measures», en Anchor Bible Dictionary, ed. D. N. Freedman, 6 vols. (New York: Doubleday, 1992), t. 6, p. 907.
5 Una tonelada métrica = 2204,62 libras x 16 = 35.273,92 onzas x 25,74 US$/onza el 17 de abril de 2022 = 907.950,70 US$ x 204 toneladas métricas = 185.221.942,80 US$.
6 Cf. Sergio Celis, «Divine Governance and Judgment in History and in the Seventhday Adventist Perspective of the Cosmic Conflict» (PhD diss., Adventist International Institute of Advanced Studies, 2017), esp. pp. 387-404; Miguel Patiño-Hernández, The Divine Judgment and the Role of Angels: An Evaluation of Conflicting Models Based on the Ontology of God (Lima, Perú: Alétheia, 2023), esp. pp. 180-183, 203-206, 211; Roy E. Graf, The Principle of Articulation in Adventist Theology: An Evaluation of Current Interpretations and a Proposal, Adventist Theological Society Dissertation Series 11 (Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society Publications, 2019), pp. 165-172 (esp. pp. 170-171), pp. 237-239, 245-246, 301. Agradezco a Joel Iparraguirre por llamar mi atención sobre estas disertaciones. Véase también la descripción de Elena G. de White: «A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios […] Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados» (El conflicto de los siglos, p. 474). Esto no concuerda con Wallenkampf cuando afirma: «Posiblemente el término juicio investigador sea poco apropiado, ya que puede connotar que durante el mismo se toman decisiones sobre el destino de una persona. Pero no es así. Probablemente sería más correcto llamarlo auditoría. […] La auditoría es solo confirmatoria. Por tanto, el juicio investigador podría denominarse más apropiadamente auditoría celestial pre advenimiento» («Appendix C: Challengers», p. 214; cf. pp. 215-216). A la luz de la presente discusión, yo modificaría lo que escribí en mi libro Who’s Afraid of the Judgment?, pp. 20-22, para incluir la participación de los seres creados por Dios en el proceso de toma de decisiones, basado en los hechos de cada caso que Dios proporciona.
7 Para este significado del griego krima, véase Frederick W. Danker et al., Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 3a ed. (Chicago: University of Chicago Press, 2000), p. 567. Compárese 1 Corintios 6: 2-3: «los santos han de juzgar al mundo […] hemos de juzgar a los ángeles».
8 «La cuestión primordial se refiere a la decisión que hemos tomado con respecto a Jesús, el Salvador del mundo. Haber aceptado su muerte en nuestro favor es haber pasado ya de la muerte a la vida, de la condenación a la salvación; haberlo rechazado es autocon-denarse (Juan 3: 17-18). Así que este juicio del fin de los tiempos al final del período de 2.300 días revela nuestra relación con Cristo, revelada en la totalidad de nuestras decisiones. Indica la obra de la gracia en nuestras vidas cuando hemos respondido a su don de salvación; muestra que le pertenecemos» (Sanctuary Review Committee, 1980, «Appendix E: Christ in the Heavenly Sanctuary [Consensus Document]», en Holbrook, Doctrine of the Sanctuary, p. 232).