Gerhard Pfandl
Hasta el siglo XIX, la mayoría de los estudiosos de Daniel y Apocalipsis utilizaron el método historicista para interpretar las profecías de dichos libros. Uno de los pilares principales del método historicista es el principio de «día por año», el cual afirma que un día —en las profecías de tiempo— representa un año. Durante el siglo XIX, el preterismo y el futurismo reemplazaron lentamente el método historicista. Tanto el preterismo como el futurismo niegan el principio de «día por año». El preterismo ubica la mayoría de las profecías en el pasado, llegando hasta los días del imperio romano; el futurismo ubica la mayor parte de las profecías en el futuro, de manera concreta en los últimos siete años que transcurren entre el rapto secreto y la segunda venida.
En 1990, Kai Arasola, un erudito adventista del séptimo día, publicó su disertación The End of the Historicism, escrita en la Universidad de Uppsala, Suecia. Contrariamente a las pretensiones de Desmond Ford, Arasola no dijo que «el mundo académico de los intérpretes bíblicos renunció al principio de día por año en tiempos de la decadencia millerita, el chasco de 1844».1 Lo que él afirmó es que, cuando el movimiento millerita llegó a su fin, «el historicismo gradualmente dejó de ser el único método popular de interpretación. Fue ampliamente reemplazado por el futurismo y el preterismo. Aunque uno debe admitir que, de hecho, el historicismo no murió con Miller. Sobrevive en una forma modificada y parcialmente renovada en los grupos que tienen algunas raíces en el millerismo».2
Arasola hace referencia a los adventistas del séptimo día y los testigos de Jehová; otros son los miembros de la Iglesia Cristiana Adventista, la cual también surgió del movimiento Millerita, y las varias congregaciones de la Iglesia de Dios. Sin embargo, aparte de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, muy pocas de estas denominaciones han escrito comentarios sobre Daniel o Apocalipsis.
El historicismo no murió con la desaparición del movimiento millerita. De hecho, muchos comentarios historicistas aparecieron después de 1844;3 entre ellos, los tan conocidos comentarios de los libros de Daniel y Apocalipsis de Albert Barnes.4 Incluso, en la primera mitad del siglo XX, encontramos una cantidad de volúmenes eruditos escritos por historicistas;5 no obstante, hacia finales del mismo siglo, con pocas excepciones,6 el historicismo ya no se utilizaba en la interpretación de Daniel y el Apocalipsis fuera de la Iglesia Adventista.
Los adventistas del séptimo día continúan utilizando el método historicista de interpretación porque creen que el principio de «día por año» no es un paradigma forzado en el texto, sino que se halla en la Escritura misma. Por ejemplo, en los capítulos 7 y 8 del libro de Daniel, el ángel intérprete emplea el método historicista para explicar los diferentes símbolos como los imperios en la historia, uno después del otro.
Es irónico el hecho de que uno de los mejores compendios del principio de «día por año», basado en las obras de T. R. Birks7 y H. G. Guinnes,8 se encuentre en el primer comentario sobre Daniel escrito por Desmond Ford.9 En su segundo comentario, dieciocho años más tarde, él no lo utiliza porque ahora cree que el principio de «día por año» ya no puede justificarse con la Biblia.10 En contra de esa postura, la mayoría de los intérpretes adventistas del séptimo día creen que el principio de «día por año» surge de la propia Escritura.
Una investigación en los fundamentos bíblicos del principio de «día por año» aporta una cantidad de argumentos para la aplicación de este principio a las profecías de los libros de Daniel y Apocalipsis.
Simbolismo
Puesto que las visiones de Daniel 7 y 8 son, en su mayoría, simbólicas, con una cantidad de diferentes bestias que representan importantes imperios históricos (Dan. 7: 37; 9: 35); los lapsos (7: 25; 8: 14) también debieran considerarse como simbólicos:
Daniel 7: 3-7 | León | Babilonia (605 – 539 a. C.) |
Oso | Medo-Persia (539 – 331 a. C.) | |
Leopardo | Grecia (331 a. C. – 168 a. C.) | |
Bestia | Roma (168 a. C. – 476 d. C.) |
La visión concluye con la Segunda Venida, cuando los santos recibirán el reino (Dan. 7: 27).
El elemento temporal de tres tiempos y medio en el versículo 25, durante el cual los santos son entregados en manos del cuerno pequeño, debe, por tanto, cubrir más de tres años y medio literales. En Daniel 8 también hallamos imperios que duraron siglos:
Daniel 8: 5, 20, 21 | Carnero | Medo-Persia (539 – 331 a. C.) |
Macho cabrío | Grecia (331 a. C. – 168 a. C.) |
La visión pasa al «tiempo del fin», según el verso 17. El elemento cronológico de «dos mil trescientos días» (Dan. 8: 14; PDPT), por lo tanto, también debería consistir en un lapso más extenso que seis años y tres meses.
Períodos extensos de tiempo
El hecho de que las visiones hagan referencia al surgimiento y caída de imperios conocidos en la historia, los cuales existieron durante siglos, demuestra que los lapsos proféticos también cubren extensos períodos de tiempo.
Babilonia (605 – 539 a. C.)
Medo-Persia (539 – 331 a. C.)
Grecia (331 – 168 a. C.)
Roma (168 a. C. – 476 d. C.)
En Apocalipsis 12–14 hallamos la historia de la iglesia cristiana desde los tiempos de Jesús (12: 5) hasta la Segunda Venida (14: 14). Los elementos temporales de los 1.260 días, 3 tiempos y medio y 42 meses (12: 6, 14; 13: 5), todos en referencia al mismo lapso de tiempo, únicamente tienen sentido si representan 1.260 años. No hay un período de tres años y medio en la historia eclesiástica, que podría encajar en la descripción que se brinda en esos capítulos.
Expresiones peculiares
La manera peculiar en que se expresan los periodos de tiempo indica que no debiéramos considerarlos literalmente. Si el lapso de «tiempo, tiempos y medio tiempo» de Daniel 7: 25 y Apocalipsis 12: 14 estuviera en vigencia durante tres años y medio literales, podríamos esperar que Dios hubiese dicho «tres años y seis meses», tal como lo hizo en Lucas 4: 25 y Santiago 5: 17. En esos pasajes, donde se hace referencia a tres años y medio literales, en cada caso la expresión es «tres años y seis meses». De manera análoga, Pablo permaneció en Corinto «un año y seis meses» (Hech. 18: 11), y David reinó en Hebrón «siete años y seis meses» (2 Sam. 2: 11).
La historia de la salvación
En Daniel 7, las cuatro bestias que, en conjunto, representan un reinado de —por lo menos— mil años, son seguidas por el poder del cuerno pequeño. En ese poder se enfoca la visión, puesto que es el que se opone de manera más directa a Dios.12 Tres años y medio literales para la lucha entre el cuerno pequeño y el Altísimo no representan el alcance global de la historia de la salvación que se describe en esta visión. Lo mismo se puede aplicar a Apocalipsis 12: 4, 14, donde los 1.260 días —o tres tiempos y medio— cubren gran parte de la historia entre la primera y la segunda venidas.
Terminología cronológica
«Hablará palabras contra el Altísimo, a los santos del Altísimo quebrantará y pensará en cambiar los tiempos y la Ley; y serán entregados en sus manos hasta tiempo, tiempos y medio tiempo» (Dan. 7: 25, la cursiva es nuestra).
«También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses» (Apoc. 13: 5, la cursiva es nuestra).
«Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días» (Apoc. 12: 6, la cursiva es nuestra).
De acuerdo al contexto, las expresiones «tiempo, tiempos y medio tiempo» (Dan. 7: 25; 12: 7; Apoc. 12: 14), «cuarenta y dos meses» (Apoc. 11: 2; 13: 5), y «mil doscientos sesenta días» (Apoc. 11: 3; 12: 6) se aplican al mismo período de tiempo; sin embargo, la expresión natural «tres años y seis meses» no se utiliza ni una sola vez.
«En cierto sentido, pareciera que el Espíritu Santo hubiera agotado todas las frases por las cuales ese período de tiempo podría expresarse, excluyendo siempre la manera que se utilizaría normalmente en una redacción común, y que es invariablemente usada en las Escrituras en otras situaciones, para indicar el período de tiempo literal. Esta variación es más significativa si aceptamos el sistema de “día por año”; pero, totalmente inexplicable desde otro punto de vista».13
La única medida de tiempo de uso común, que no se utiliza en las profecías de Daniel y Apocalipsis, es el año. Se hace referencia a días, semanas, meses; pero, no a la unidad de tiempo «año». La explicación más obvia es que el «año» es la unidad simbolizada a lo largo de esas profecías.
El tiempo del fin
«Y al tiempo del fin, el rey del sur se enfrentará con él, y el rey del norte lo atacará con carros, jinetes y con numerosas naves; entrará en sus tierras, las invadirá y pasará» (Dan. 11: 40, BA).
«Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión eterna» (Dan. 12: 2).
Las profecías en Daniel 7–8 y 10–12 conducen hasta el «tiempo del fin» (8: 17; 11: 35, 40; 12: 4, 9); lo que sigue es la resurrección (12: 2) y el establecimiento del reino eterno de Dios (7: 27).
«En el desarrollo de la historia que se describe en estas profecías, que se extiende desde los tiempos del profeta Daniel en el siglo sexto d. C. hasta nuestros tiempos y más allá, los lapsos literales de únicamente tres años y medio no son capaces de alcanzar —ni remotamente— esta última fase del tiempo del fin. Así, estos períodos proféticos de tiempo se los deben considerar como simbólicos y representativos para lapsos considerablemente más extensos de tiempo literal, que se prolongan hacia el tiempo del fin».14
En Números 14: 34, Dios utilizó de manera libre el principio de «día por año» como un recurso pedagógico: «Conforme al número de los días, de los cuarenta días que empleasteis en reconocer la tierra, cargareis con vuestras iniquidades; cuarenta años, un año por cada día; así conoceréis mi castigo».
Y en una parábola representada, el profeta Ezequiel recibió instrucciones de descansar 390 días sobre su lado izquierdo y 40 días sobre su costado derecho: «y cuarenta días cargarás con la culpa del pueblo de Judá, o sea, un día por cada año» (Eze. 4: 6, NVI).
Números 14 y Ezequiel 4, no obstante, no son textos apocalípticos. Sin embargo, Dios lo afirma con claridad: un día representa un año. Esto, en la literatura apocalíptica, nunca se lo declara explícitamente, puesto que es un principio subyacente.
Características de la literatura apocalíptica:
a. Visiones y revelaciones.
b. Simbolismo y metáforas.
c. Dualismo cósmico. Los escritos apocalípticos presentan dos fuerzas personificadas en oposición en el universo: Dios y Satanás.
d. Contraste. Hay dos eras bien definidas y separadas: la era actual del mal, bajo el control de Satanás; y la era perfecta y futura, la cual Dios instaurará luego de su victoria sobre Satanás.
e. La resurrección y el juicio se presentan como la meta de la historia.
f. La aparición de un Mesías.
g. Intérpretes angélicos.
Daniel 7 es un capítulo clásico de literatura apocalíptica, donde se encuentran todas estas características presentadas. Por otra parte, Daniel 4 no es un capítulo apocalíptico sino histórico. Por lo tanto, los «siete tiempos» del versículo 16 no se los debe interpretar bajo el principio de «día por año». Los «siete tiempos» fueron siete años literales de la vida de Nabucodonosor, no 2.520 años proféticos.
Daniel 9: 24-27
Si empleamos el principio de «día por año» para interpretar Daniel 9: 24-27, la profecía de tiempo de las 70 semanas encuentra su cumplimiento en el tiempo exacto. Muchos intérpretes, que en otros textos apocalípticos no emplean el principio de «día por año», reconocen que las 70 semanas son, sin lugar a dudas, «semanas de años», que abarcan desde el período persa hasta los tiempos de Cristo. Así, la prueba pragmática en Daniel 9 confirma la validez del principio de «día por año».
Desmond Ford y otros han argumentado que el principio de «día por año» no está involucrado en Daniel 9. Con respecto a la expresión «setenta semanas» de Daniel 9: 24, Ford declara:
«La palabra traducida como “semanas”, en la versión [inglesa] King James y algunas otras más, significa —literalmente— “sietes” y, tal como las palabras “docena” o “veintena”, pueden aplicarse a una variedad de cosas. El vocablo hebreo nunca es utilizado para un período de siete días, aunque la expresión en singular pueda usarse para esos fines. En noventa y cuatro casos en los cuales el Antiguo Testamento utiliza el vocablo shabua en el sentido de siete días, se añaden las palabras adicionales explicativas “de días”, puesto que shabua en sí misma solo significa una héptada (grupo o serie de siete). Aquí en Daniel 9: 24, el hebreo es masculino, mientras que la forma plural en otras partes es siempre femenina».15
Esto suena muy convincente; pero, realmente no lo es. El vocablo hebreo sabuim, para «semanas», es la forma masculina plural de sabua, «semana». Esta se deriva de la palabra seba, «siete», un «término especializado para aplicarse únicamente a la unidad de tiempo consistente en siete días, esto es, la “semana”».16
Sabua aparece veinte (no noventa y cuatro) veces en el Antiguo Testamento.17 Una investigación de los veinte versículos arroja los siguientes resultados:
a. En tres ocasiones aparece como un sustantivo singular, que significa «una semana» (Gén. 29: 27, 28; Dan. 9: 27). Por ejemplo, «Cumple la semana de esta, y se te dará también la otra por el servicio que me prestes otros siete años» (Gén. 29: 27).
b. Una vez aparece como «dos semanas»: «Si da a luz una hija, quedará impura durante dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre» (Lev. 12: 5).
c. Ocho veces se la encuentra como femenino plural. En cinco de estos pasajes aparece con la palabra «fiesta» (Hag) y hacen referencia a la «fiesta de las semanas» (Éxo. 34: 22; Deut. 16: 10, 16; 2 Crón. 8: 13; Eze. 45: 21): «También celebrarás la fiesta de las semanas, la de las primicias de la siega del trigo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año» (Éxo. 34: 22).
d. En Números 28: 26, la mayoría de las versiones (BJ, DHH, NVI) traducen el plural femenino sabuot como «fiesta de las semanas», aunque la palabra «fiesta» no aparezca en el texto. No obstante, el contexto parece indicarlo: «Durante la fiesta de las Semanas, presentarás al SEÑOR una ofrenda de grano nuevo en el día de las primicias, y celebrarás también una fiesta solemne. Ese día nadie realizará ningún tipo de trabajo» (Núm. 28: 26, NVI).
e. En Deuteronomio 16: 9, donde se utiliza la forma femenina plural, hace referencia a las siete semanas existentes entre la Pascua y la fiesta de las semanas: «Siete semanas contarás; desde que comience a meterse la hoz en las mieses comenzarás a contar las siete semanas».
f. En Jeremías 5: 24, el último texto donde se utiliza la forma femenina plural, hace referencia a «las semanas señaladas para la cosecha» (NVI).
g. En cuatro ocasiones aparece como masculino plural (Dan. 9: 24, 25 —dos veces», 26; 10: 2, 3). El hecho de que en Daniel esté en género masculino y no en femenino, como en otros lugares, es irrelevante, puesto que es uno de los muchos sustantivos en hebreo con género dual.18 Como ya hemos considerado, Daniel utilizó de manera habitual la forma masculina plural, y la mayoría de las versiones traducen el vocablo como «semanas». Nótese que en cada pasaje, fuera del libro de Daniel, el significado de sabua es siempre «semana» o «semanas». La pretensión de que el vocablo signifique literalmente «sietes» y «pueda aplicarse a una variedad de cosas»,19 simplemente no es verdad.
Tal como hemos considerado, siempre se aplica a una semana, o en plural a «semanas». Tampoco es verdad que «el vocablo hebreo que aquí se utiliza nunca se lo usa para un período de siete días».20 En Daniel 10: 2, 3, el mismo vocablo en plural masculino sabuim se usa en dos ocasiones para «semanas»: «En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas». En Daniel 9: 24, la NTV traduce sabuim como «un período de setenta conjuntos de siete»; pero, en Daniel 10: 2, 3, lo hace como «tres semanas».
El argumento de Ford, respecto de que solo cuando sabua es seguido por yamim («días», tal como en Dan. 10: 2, 3) puede significar una semana, no es válido. Es interpretar de manera incorrecta la lengua hebrea. Tal como lo explica Shea: «Cuando una unidad de tiempo, tal como una semana, mes o año, es seguida por el vocablo “días” en forma plural, la expresión debe entenderse como unidades “totales” o “completas”».21 Por ejemplo:
«Y Labán le dijo: “Realmente, tú eres de mi propia sangre”. Jacob había estado ya un mes (hodes yamin) con Labán (Gén. 29: 14, NVI).
«No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero (homes yamin), hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis» (Núm. 11: 19, 20).
«Aconteció que pasados dos años (sunatayim yamin) tuvo Faraón un sueño. Le parecía que estaba junto al río» (Gén. 41: 1, RV60).
«Estuvo Absalón por espacio de dos años (sunatayim yamin) en Jerusalén sin presentarse ante el rey» (2 Sam. 14: 28).
Por consiguiente, cuando en Daniel 10: 2, 3 dice: «En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas (sabuim yamin)», no significa «tres semanas de días», sino «tres semanas completas», tal como queda expresado en las traducciones hispanas «por espacio de tres semanas» (RV60), «hasta el término de estas tres semanas» (BJ) o «durante tres semanas» (DHH).22
Desafortunadamente, debido a que la mayoría de los intérpretes del libro de Daniel ya no utilizan el principio de «día por año», argumentan, como Ford, que sabuim yamin en Daniel 10: 2, 3, son «semanas de días» y que sabuim sibim en Daniel 9: 24 son «setenta semanas de años».23 Stephen Miller, por ejemplo, escribe:
«Gabriel declaró que el tiempo involucrado era de “setenta sietes” (sabuim sibim). “Sietes” (tradicionalmente “semanas”) es una traducción literal del hebreo y hace referencia a los períodos de siete sin especificar de qué unidad se trata. Pueden ser “sietes” de años, días, meses, o períodos indefinidos de tiempo».24
Entonces, él opta por «setenta semanas de años» porque, de lo contrario, la profecía no encajaría con la aparición del Mesías 490 años más tarde. Sin embargo, tal como hemos demostrado, el vocablo sabuim en el Antiguo Testamento siempre se refiere a la semana. Por lo tanto, la pretensión de que sabuim «hace referencia a los períodos de siete sin especificar de qué unidad se trata» no cuenta con el apoyo bíblico.
La evidencia más temprana del principio de «día por año», aunque no con ese nombre, puede encontrarse en El Libro de Jubileos, una obra judía del período intertestamentario.25 El Libro de Jubileos, fechado para el siglo II a. C.,26 utiliza la palabra «semana» para referirse a siete años. Tal como lo explica O. S. Wintermute, «se alude a cada período de siete como una “semana de años”, o simplemente como “una semana”. Cada período de siete semanas de años, por ejemplo, 49 años, son denominados “un jubileo”».27 De este modo, la edad de Noé, en Jubileos 10: 16, es expresada con estas palabras: «novecientos cincuenta años duró su vida, diecinueve jubileos y dos semanas y cinco años».28
19 jubileos = 19 x 49 años = 931 años
2 semanas = 2 x 7 años = 14 años
5 años = 1 x 5 años = 5 años
Según Rabbi Hersh Goldwurm, la obra judía Seder Olam29 «y todos los comentaristas, especialmente Ibn Ezra,30 interpretan la expresión (“setenta semanas” en Dan. 9: 24) como significando 490 años: setenta semanas de años».31
Ellos cuentan 70 años desde la destrucción del primer templo hasta la restauración del templo bajo Darío (Hag. 1: 1-8), y otros 420 años hasta la destrucción del segundo templo.32 Esto suma 490 años, aunque estas cifras no armonicen con las fechas reales en la historia (586 a. C. hasta 70 d. C.).
En el Nuevo Testamento, el libro de Daniel no juega un rol principal. En vista de la declaración de Daniel 12: 4: «sella el libro hasta el tiempo del fin», esto no debiera sorprendernos. Aquellos padres de la iglesia que escribieron un comentario, interpretaron Daniel 2 y 7 desde una línea historicista, aplicando al cuarto poder a Roma.
Las setenta semanas de Daniel 9: 24 fueron consideradas como 490 años; pero, las profecías de tiempo de Daniel 7, 8 y 12 fueron determinadas como días literales, ya sea en el pasado —en el tiempo de los emperadores romanos—33 o en el futuro, en los tiempos del anticristo final.34 L. E. Froom nota:
«Encontramos en este período que las setenta semanas de Daniel son interpretadas como 490 años; pero, no hay aplicación del principio de “día por año” para períodos de tiempo más extensos de parte de ningún escritor cristiano de esta era temprana».35
Y esto es totalmente comprensible. Tal como Ireneo señaló: «cualquier profecía es para los seres humanos enigmática y ambigua hasta que se cumple; mas cuando llega el tiempo y sucede lo profetizado, entonces se pueden explicar las profecías claramente».36
En consecuencia, el principio de «día por año» no desempeñó un papel importante en los primeros siglos, aunque no era desconocido. Julio Africano, al hablar acerca de las 2.300 tardes y mañanas en Daniel 8: 14, afirmó: «Pues, si tomamos el día como un mes, tal como en otras partes de la profecía los días son tomados como años […] encontramos el período plenamente iniciado hacia el vigésimo año del reinado de Artajerjes, a partir de la captura de Jerusalén».37
El primer intérprete cristiano en aplicar el principio de «día por año», fuera de las setenta semanas, parece haber sido Ticonio (siglo IV tardío), un donatista africano.38 «Él interpretó los tres días y medio del asesinato de los testigos (Apoc. 11: 11) como tres años y medio».39
Después de Ticonio, encontramos a lo largo de la historia de la iglesia a varios intérpretes judíos y cristianos que emplearon el principio de «día por año», por ejemplo, Benjamin Ben Moses Nahawendi (siglos VIII y IX),40 Joaquín de Floris (1130-1202)41 y Melanchthon (1497-1560).42 Pero, particularmente, hacia fines de las profecías de los 1.260, 1.290, 1.335 y 2.300 días, y después de sus cumplimientos, el número de intérpretes que emplearon el principio de «día por año», se incrementó enormemente.43
Nuestro estudio ha demostrado que el método historicista de interpretación no es nuevo en el escenario teológico, sino que se apoya sobre sólidos fundamentos bíblicos e históricos. Fue empleado por el ángel intérprete en el libro de Daniel, durante el período intertestamentario, y por los escritores judíos y cristianos a lo largo de la historia de la iglesia.
Hasta el siglo XIX, fue utilizado por la mayoría de los intérpretes bíblicos. Y a pesar de lo que algunos pudieran alegar, este no es un método obsoleto perteneciente al pasado, sino que es un principio de interpretación válido para interpretar las profecías apocalípticas en la actualidad.
__________
1 Desmond Ford, Daniel & The Coming King (Newcastle, California: Desmond Ford Publications, 1996), p. 298
2 Kai Arasola, The End of Historicism (Sigtuna, Suecia: Datem Publishing, 1990), p. 171.
3 James H. Frere, A Combined View of the Prophecies of Daniel, Esdras, and St. John, Shewing that all the Prophetic Writings Are Formed upon One Plan (Londres: John Hatchard and Son, 1850); J. Cumming, Prophetic Studies: Or Lectures on the Book of Daniel (Londres: Arthur Hall, Virtue and Co., 1850); Edward Bickersteth, Practical Guide to the Prophecies, with Reference to their Interpretation and Fulfillment, and to Personal Edification (Londres: Seeley, Burnside and Seeley, 1852); William Ramsey, An Exposition of the Book of Daniel: with Practical Observations (Edinburgh: The Grant, 1853); Samuel Sparkes, A Historical Commentary on the Eleventh Chapter of Daniel: Extending From the Days of Cyrus to the Crimean War (Binghamton: Adam and Lawyer Printers, 1858); W. R. A. Boyle, The Inspiration of the Book of Daniel (Londres: Rivingtons, 1863); Samuel Tarver, Course and Culmination of Empire According to Prophecy (Louisville, Kentucky: John P. Morton, 1866); William C. Thurman, The Sealed Book of Daniel Opened: Or a Book of Reference for Those Who Wish to Examine the Sure Word of Prophecy (Boston: Office of the «Worl
4 Albert Barnes, Daniel, 2 vols. (Grand Rapids, Míchigan: Baker Book House, 1950).
5 Charles H. H. Wright, Daniel and His Prophecies (Londres: Williams and Norgate, 1906); Justus G. Lamson, The Eleventh of Daniel (Minneapolis: J. G. Lamson, 1909); J. A. Battenfield y P. Y. Pendleton, The Great Demonstration (Cincinnati, Ohio: Standard, 1914); Charles Boutflower, In and Around the Book of Daniel (Grand Rapids, Míchigan: Zondervan, 1963); H. N. Sargent, The Marvels of Bible Prophecy (Londres: Covenant, 1939); F. G. Smith, Prophetic Lectures on Daniel and Revelation (Anderson, Indiana: Gospel Trumpet, 1941); Clarence H. Hewitt, The Seer of Babylon (Boston: Advent Christian Herald, 1948); Edmund Filmer, Daniel’s Predictions (Londres: Regency, 1979).
6 Por ejemplo, Fred P. Miller, Revelation: Panorama of the Gospel Age (Clermont, Florida: Moellerhaus, 1991) y Robert Carolinga, The Present Reign of Jesus Christ: A Historical Interpretation of the Book of Revelation (Springfield, Misuri: Abundant Life Ministries Reformed, 1995) son historicistas contemporáneos fuera de la Iglesia Adventista.
7 Thomas R. Birks, First Elements of Sacred Prophecy (Londres: William E. Painter, 1843).
8 H. G. Guinness, The Approaching End of the Age, Viewed in the Light of History, Prophecy, and Science, 8th ed. (Londres: Hodder & Stoughton, 1882).
9 Daniel (Nashville: Southern Publishing Association, 1978), pp. 300-305.
10 En su último comentario de Daniel, él niega el hecho de que las 70 semanas fueran «cortadas» de los 2.300 años y añade: «Ni tampoco considero que el principio de día por año deba ser aplicado en el estudio de las profecías de Daniel, aunque lo reconozca como una ayuda providencial durante los largos siglos de la demora de Cristo» (Daniel & The Coming King, p. 298).
11 Estoy en deuda con Ford, Daniel, pp. 300-305, por algunos puntos de esta sección.
12 Siete de los 28 versículos de Daniel 7 hacen referencia al cuerno pequeño.
13 Birks, p. 352.
14 William H. Shea, Selected Studies on Prophetic Interpretation, Daniel and Revelation Committee, ed. rev. (Silver Spring, Maryland: Biblical Research Institute, 1992), p. 73.
15 Desmond y Gillian Ford, For the Sake of the Gospel (Bloomington, Indiana: Universe, 2008), p. 57.
16 Shea, Selected Studies on Prophetical Interpretation, p. 90.
17 R. Laird Harris, et al., Theological Wordbook of the Old Testament, 2 vols. (Chicago: Moody Press, 1980), t. 2, p. 899.
18 L. Koehler, W. Baumgartner y J. J. Stamm, The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament, 5 vols. (Leiden: Brill, 1999), t. 4, p. 1384; Mordechai Ben-Asher, «The Gender of Nouns in Biblical Hebrew», Semitics 6 (Pretoria, 1978): p. 9.
19 Ford, For the Sake of the Gospel, p. 57.
20 Ibid.
21 Shea, 91. Además, véase, E. Kautzsch, Gesenius Hebrew Grammar, 131d (Oxford: Clarendon Press, 1910), p. 424.
22 Ver J. A. Montgomery, A Critical and Exegetical Commentary on the Book of Daniel, International Critical Commentary (Edinburgh: T. and T. Clark, 1927), p. 407. El intérprete judío Rabbi Hersh Goldwurm cita a Rashi, quien tradujo sheloshah sab
23 Así aparece, por ejemplo, en la versión hispana de Torres Amat.
24 Daniel, The New American Commentary (Nashville, TN: Broadman & Holman, 2001), p. 257.
25 Consultar a Shea, Selected Studies on Prophetical Interpretation, pp. 106-110, para otros ejemplos.
26 O. S. Wintermute, «Jubilees: A New Translation and Introduction», en The Old Testament Pseudepigrapha, ed. James H. Charlesworth, 2 vols. (Garden City, Nueva York: Doubleday, 1985), t. 2, p. 43.
27 Ibid., t. 2, p. 39.
28 Ibid., t. 2, p. 76.
29 Seder Olam Rabbah («El gran orden del universo») es una cronología en lengua hebrea del siglo II d. C., que detalla las fechas de los eventos bíblicos desde la creación hasta la conquista de Persia por parte de Alejandro Magno.
30 Rabbi Abraham ben Meir Ibn Ezra (1089-1164) nació en Tudela, España. Fue uno de los hombres de letras judío más destacado de la Edad Media.
31 Goldwurm, p. 259.
32 I. Epstein, The Babylonian Talmud (Londres: Socino Press, 1938), Yoma 9a y Arakin 12b.
33 Clemente de Alejandría, Stromata 1.21 (The Ante-Nicene Fathers), t. 2, p. 334.
34 Hipólito, Sobre Daniel 12.7 (Ante-Nicene Fathers, tomo 5, p. 190); Gleason L. Archer, Jr. Jerome’s Commentary on Daniel (Grand Rapids, Míchigan: Baker Book House, 1958), pp. 150-151.
35 LeRoy Edwin Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers, 4 vols. (Washington, DC: Review and Herald, 1950-1954), t. 1, pp. 241-242.
36 Ireneo, Contra los herejes, 4.26.1 (The Ante-Nicene Fathers, t. 1, p. 496).
37 The Extant Writings of Julius Africanus 3.18.4 (The Ante-Nicene Fathers, t. 6, p. 137).
38 Los donatistas fueron rigoristas, que sostenían que la iglesia debía ser una comunidad de santos, no pecadores, y que los sacramentos, tales como el bautismo, administrados por los así llamados por ellos «traidores» (aquellos cristianos que habían entregado las Escrituras a las autoridades que prohibían su posesión), no eran válidos.
39 Froom, t. 1, p. 471.
40 Rabbi Hillel Silver, A History of Messianic Speculations in Israel from the First Through the Seventeenth Centuries (New York: The McMillan Company, 1927), pp. 55, 208.
41 Joaquín, Concordia, fol. 118r; citado en Froom, t. 1, pp. 712, 713.
42 Philipp Melanchthon, In Danielem Prophetam Commentarius, in Opera, vol. 13, col. 978, citado en Froom, t. 2, p. 290.
43 Véase Froom, t. 4, pp. 394-397, 404-405.