Sergio Becerra
La «lluvia tardía» forma parte del patrón climático que tiene lugar en Palestina. La temporada agrícola dependía de ella en la antigüedad. La producción de alimentos conllevaba la plantación de las semillas en primavera, la germinación era activada por la lluvia temprana, la maduración de la planta se producía durante el calor del verano y, finalmente, la maduración otoñal era provocada por las últimas lluvias (la «lluvia tardía») de la estación. Las Escrituras emplean este proceso como un simbolismo de la obra de Dios para la salvación de la humanidad. Él está llevando a cabo el proceso de crecimiento de nuevos ciudadanos para su reino que encarnen los valores celestiales en sus vidas.
¿Qué es el derramamiento de la lluvia tardía?
En la Biblia, la lluvia tardía representa el derramamiento final del Espíritu Santo en las vidas de los creyentes, que concluirá su preparación para la segunda venida de Cristo. Simboliza la maduración final de su experiencia cristiana que les hará aptos para el cielo. El descenso del Espíritu con gran poder también tiene un impacto colectivo. Capacita a la iglesia, a través de los dones espirituales, para cumplir y terminar su misión de predicar el evangelio a todo el mundo.
¿Qué dicen la Biblia y Elena G. White sobre la lluvia tardía?
El apóstol Pablo explica la predicación y la recepción del evangelio en la vida de las personas mediante el símbolo de la siembra de una semilla y su maduración hasta que da fruto: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor» (1 Cor. 3: 6-8).
Asimismo, Deuteronomio 32: 2 describe la proclamación de las enseñanzas y las palabras de Dios como el derramamiento de la lluvia sobre la hierba. «Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento, como la llovizna sobre la grama, como las gotas sobre la hierba».
El profeta Joel relaciona la lluvia con el derramamiento del Espíritu de Dios en los últimos días:
Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová, vuestro Dios;porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía, como al principio.» «Después de esto derramaré mi espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días. (Joel 2: 23, 28-29)
En el libro de los Hechos, Pedro aplica esta profecía a la venida del Espíritu durante los días de Pentecostés. El hecho de que los discípulos hablaban en lenguas distintas a las suyas fue la prueba del poder del Espíritu. Hizo posible la predicación del evangelio a los judíos que provenían de otros contextos culturales y lingüísticos y nos ayuda a entender que hubo un cumplimiento histórico general de esta profecía en la iglesia apostólica. El Espíritu fue derramado sobre la iglesia y capacitó a sus miembros con dones que hicieron posible la predicación del evangelio.
También hay un componente personal en la venida del Espíritu en los tiempos del Nuevo Testamento. El apóstol Santiago subraya la importancia de esperar con paciencia la venida del Señor, al igual que un agricultor espera el fruto de su trabajo que depende de la lluvia temprana y la tardía. «Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía» (Sant. 5: 7). Este símbolo caracteriza la unión del poder divino y el esfuerzo humano en el proceso del crecimiento espiritual.
Según Pablo, los cristianos deben desarrollar virtudes semejantes a las de Cristo, virtudes que se comparan con los frutos que el Espíritu cultiva en sus vidas. «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley» (Gal. 5: 22-23). De nuevo, el poder del Espíritu de Dios obra en la vida del creyente que permite que esta obra se lleve a cabo de manera activa. Los creyentes deben usar su libertad cristiana para amar a su prójimo y servirse los unos a los otros (Gal. 5: 13-14).
Elena G. White tiene mucho que decir acerca de la promesa del derramamiento del Espíritu Santo, que también incluye la lluvia tardía. Ella ve un cumplimiento histórico general de la venida del Espíritu sobre la iglesia que comenzó en Pentecostés y que se completará al final de los tiempos. También ve un cumplimiento personal de esta promesa en la vida de los creyentes cristianos.
Sobre el cumplimiento histórico sobre la iglesia, Elena G. White dice:
El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la lluvia temprana, y gloriosos fueron los resultados. Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu ha de morar con la iglesia fiel.1
Sobre la lluvia tardía, añade:
Pero acerca del fin de la siega de la tierra, se promete una concesión especial de gracia espiritual, para preparar a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Este derramamiento del Espíritu se compara con la caída de la lluvia tardía; y en procura de este poder adicional, los cristianos han de elevar sus peticiones al Señor de la mies “en la sazón tardía”.2
La lluvia tardía replicará la experiencia de la iglesia apostólica y tendrá un impacto global tan poderoso como la de Pentecostés. Elena G. White describe la experiencia futura con las siguientes palabras:
La gran obra de evangelización no terminará con menor manifestación del poder divino que la que señaló el principio de ella. (…) Miles de voces predicarán el mensaje por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y signos y prodigios seguirán a los creyentes. (…)
A pesar de los poderes coligados contra la verdad, un sinnúmero de personas se alistará en las filas del Señor.3
Elena G. White también enfatiza la necesidad del Espíritu en la vida de cada individuo, en todas las etapas de la experiencia cristiana.
En ningún momento podemos prescindir de la asistencia de aquello que nos capacita para comenzar. Para nosotros las bendiciones recIbídas bajo la lluvia temprana son necesarias hasta el fin. (…) La gracia divina es necesaria al comienzo, a cada paso de nuestro avance, y sólo ella puede completar la obra.4
¿Quién la recibirá?
Elena G. White declara que el Espíritu Santo debe estar presente en la vida de los creyentes a lo largo de su experiencia cristiana. Sin él, no es posible desarrollar un carácter como el de Cristo.
El Espíritu busca habitar en cada creyente, y si es bienvenido como huésped de honor, los que lo reciben llegarán a ser perfectos en Cristo. La buena obra comenzada será concluida, y los pensamientos santos, los sentimientos celestiales y las acciones semejantes a las de Cristo ocuparán el lugar de los pensamientos impuros, los sentimientos perversos y los actos de rebeldía.5
Lamentablemente, no todos los cristianos recibirán la lluvia tardía. Solo aquellos que experimentan la presencia continua del Espíritu Santo en sus vidas se beneficiarán del derramamiento de la lluvia tardía.
Podemos estar seguros de que cuando el Espíritu Santo sea derramado, los que no recibieron y apreciaron la lluvia temprana no verán ni entenderán el valor de la lluvia tardía. Cuando estamos realmente consagrados a Dios, su amor permanecerá en nuestros corazones por la fe, y con gozo cumpliremos con nuestro deber de acuerdo con la voluntad de Dios.6
¿Qué debo hacer para recibirla?
Elena G. White nos da varias sugerencias sobre lo que debemos hacer para recibir la lluvia tardía en nuestras vidas. Estas son algunas de ellas:
• Necesitamos orar fervientemente por el Espíritu Santo. «Debemos orar por el derramamiento del Espíritu con tanto ahínco como lo hicieron los discípulos en el día del Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel tiempo, nosotros lo necesitamos más hoy día».7
• Debemos humillar nuestro corazón y experimentar una reforma y un reavivamiento de nuestra vida espiritual.
Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedernos su bendición. Sólo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento.8
Debe realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu Santo. Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. El reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de los poderes de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual. La reforma significa una reorganización, un cambio en las ideas y las teorías, en los hábitos y las prácticas. La reforma no traerá los buenos frutos de la justicia a menos que esté vinculada con el reavivamiento del espíritu. El reavivamiento y la reforma han de realizar la obra señalada, y al hacer esta obra ambas deben combinarse.9
• Debemos amarnos unos a otros. «La verdadera conversión es un cambio del egoísmo al amor santificado para Dios y al amor mutuo entre los hombres.»10
• Debemos consagrar nuestra vida a Dios por completo.
No podemos emplear al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el Espíritu obra Dios en su pueblo “así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Pero muchos no quieren someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban.11
• Debemos convertirnos en trabajadores activos para la causa de Cristo: «Cuando las iglesias lleguen a ser cuerpos vivos y activos, el Espíritu Santo será enviado en respuesta a su pedido sincero. (…) Así, las ventanas de los cielos se abrirán para dejar caer la lluvia tardía».12
¿Qué quiere Dios enseñarme hoy y cómo debo responder?
La lluvia tardía no es una compensación por la falta de interés en las cosas espirituales al final de los tiempos. Nuestro Padre Celestial nos dio su Espíritu Santo el día en el que aceptamos a Jesús en nuestras vidas, y él ha estado con nosotros todo el tiempo. Sin embargo, en general, no aprovechamos la presencia del Espíritu para desarrollar una relación diaria con nuestro Señor. Es a través de esta presencia diaria que él cumple la promesa de que «perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1: 6) la buena obra que comenzó en nosotros a través del su Espíritu.
La lluvia tardía es la perfección de nuestra maduración espiritual mediante el poder del Espíritu Santo. Este don especial de gracia finaliza nuestra preparación para el cielo y nos capacita para la proclamación final del evangelio al mundo a gran voz antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo.
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1 Elena G. White, Los hechos de los apóstoles, pág. 54.
2 Ibíd., pág. 45.
3 Elena G. White, El conflicto de los siglos, págs. 596–597.
4 Elena G. White, Recibiréis poder, pág. 308.
5 Ibíd., pág. 35.
6 Elena G. White, Testimonios para los ministros, pág. 399.
7 Elena G. White, Testimonios para la Iglesia, vol. 5, pág. 147.
8 Elena G. White, Mensajes selectos, vol. 1, pág. 141.
9 Elena G. White, Review and Herald, 25 de febrero, 1902, pág. 1.
10 White, Mensajes selectos, vol. 1, pág. 195.
11 Elena G. White, El deseado de todas las gentes, pág. 626.
12 White, Review and Herald, 25 de febrero, 1890, pág. 1.