Comprender el Sola Scriptura: un enfoque constructivo para la Iglesia*

John C. Peckham

Existe un amplio debate y confusión en torno al significado de sola scriptura. Esta expresión latina, que emergió durante la Reforma Protestante, se traduce frecuentemente como «solo la Escritura» o «solo por la Escritura». El signifi cado histórico de este término es motivo de considerable controversia, lo que ha derivado en una variedad de interpretaciones sobre su aplicación práctica.

Este capítulo propone un enfoque constructivo sobre lo que este principio debería representar hoy para la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Sin embargo, antes de adentrarnos en esta cuestión, es conveniente considerar brevemente dos peligros principales asociados a este concepto.

Peligros al abordar la sola scriptura

Al abordar el principio de sola scriptura, emergen dos riesgos principales: el aislacionismo y el credencialismo (o alguna otra forma de comunitarismo). Por aislacionismo, me refi ero a la tendencia de algunos a pensar que su comprensión teológica es el producto de «mi Biblia y yo» solamente.1 Este enfoque promueve una interpretación privada de la Escritura, la cual puede dar lugar a idiosincrasias y divisiones. Además, quien adopta esta postura a menudo confunde, erróneamente, su interpretación privada con el signifi cado de la Biblia, desplazando involuntariamente la autoridad de la Escritura hacia sí mismo.

Por otro lado, el credencialismo establece a los credos o declaraciones confesionales como el estándar normativo para la interpretación de la Escritura. Aunque muchos defensores del credencialismo sostienen formalmente la supremacía de la Escritura, en la práctica, esta postura conlleva a un desplazamiento de la autoridad funcional de la Escritura hacia las confesiones, credos o declaraciones de fe que adopte una comunidad de creyentes. El credencialismo es un tipo de comunitarismo entre muchos otros que está creciendo rápidamente entre los cristianos protestantes.2 Por comunitarismo me refiero a cualquier enfoque que proponga un estándar normativo que trascienda la Escritura y que sea determinado por la comunidad, ya sea una regla de fe establecida por esta o la propia comunidad en sí.

Además de los riesgos ya mencionados, enfrentamos el peligro adicional de intentar evitar una de estas «zanjas», corrigiendo en exceso y terminando en la otra «zanja». Es posible desconfiar tanto del aislacionismo que acabemos cayendo en el credencialismo, o viceversa. Este capítulo nos insta a ser conscientes de estos peligros; pero, al mismo tiempo, propone un enfoque práctico de sola scriptura que podría ayudarnos a mantener un equilibrio entre ambos extremos, tanto en nuestra lectura individual de la Escritura como en nuestra lectura colectiva de la Biblia como iglesia.

El peligro del aislacionismo

El peligro del aislacionismo es una realidad innegable: ninguna persona aborda la Escritura completamente libre de influencias externas. Cada lector interpreta los textos desde su propia perspectiva y no existe un punto de vista neutral en el acercamiento a la Escritura. Inevitablemente, cada uno aporta un conjunto de conocimientos previos en su interpretación de la Biblia, quiera admitirlo o no. Aunque es posible mitigar y corregir las influencias de las presuposiciones conocidas, alcanzar una interpretación completamente libre de presuposiciones es imposible.

Por un lado, introducimos automáticamente en nuestra lectura ciertas comprensiones previas sobre el significado de las palabras que leemos. Además, aunque personalmente no me adhiera a ninguna tradición o credo como normativo, el concepto de tradición se refiere simplemente a lo que se ha transmitido, y todos somos profundamente influenciados por tradiciones, tanto internas como externas a la iglesia Algunas de estas tradiciones son beneficiosas, mientras que otras pueden no serlo tanto; sin embargo, no podemos negar que siempre estamos influenciados por alguna forma de tradición. De hecho, la propia Escritura nos ha sido transmitida (cf. 1 Cor. 11: 2; 2 Tes. 2: 15; 3: 6). No obstante, la Escritura también nos advierte enérgicamente contra la «tradición de los hombres» (Col. 2: 8)3 y cualquier tradición que invalide «la palabra de Dios» (Mar. 7: 13; cf. Mat. 15: 2-6; Gál. 1: 14-16).

Si creemos que nuestras interpretaciones están libres de presuposiciones o tradiciones, nos arriesgamos aún más a proyectar esas mismas presuposiciones en la Escritura, un fenómeno conocido como eiségesis. La mera expectativa de que podemos leer la Escritura de manera aislada de otros factores nos hace más vulnerables al peligro de permitir, sin darnos cuenta, que tales factores determinen en nuestra lectura. Intentar abordar la Escritura de esta manera aislada, con el objetivo de proteger nuestra interpretación de influencias externas, suele tener el efecto contrario.

Este enfoque conduce a menudo a una interpretación simplista y superficial de las Escrituras, que no logra penetrar en la profundidad de la Palabra de Dios, privándonos así de muchos de sus tesoros. Aunque el mensaje evangélico de la Escritura es tan claro que incluso un niño puede entenderlo, el apóstol Pedro advirtió que hay aspectos en la Escritura que son «difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen» para «su propia perdición» (2 Ped. 3: 16). Una aproximación superficial a la Biblia pasa por alto este consejo inspirado y genera una excesiva confianza en uno mismo, lo que puede llevar a algunos hacia formas extremas de individualismo y separatismo. Como afirma Woodrow W. Whidden II, el resultado «con demasiada frecuencia han sido personas altamente individualistas con un sentido muy autocrático de su dominio exclusivista de la verdad».4

En este y otros sentidos, el intento de interpretar las Escrituras completamente por uno mismo resulta perjudicial tanto para el individuo como para la iglesia. Tal empeño implica rechazar lo que se podría aprender de otros que han estudiado el texto profundamente y, a menudo, alberga un sesgo antintelectual que no beneficia ni al lector ni a la iglesia.

El peligro del comunitarismo

El peligro del comunitarismo reside en el riesgo de desarrollar una teología aislado de la comunidad cristiana (cf. Heb. 10: 23-25). El compañerismo y el estudio en conjunto dentro de la iglesia son cruciales, y podemos beneficiarnos enormemente de recursos como buenos comentarios y del diálogo con intérpretes competentes, como ilustra el encuentro de Felipe y el eunuco (cf. Hech. 8: 30-35). Sin embargo, el comunitarismo trasciende el papel saludable de la comunidad al elevar la comunidad o sus recursos a un nivel que inevitablemente rivaliza con la Escritura, subordinando la infalible Escritura a opiniones humanas falibles, ya sea intencionadamente o no.

Diversas manifestaciones de comunitarismo están ganando terreno rápidamente entre los protestantes. Como observa Peter Leithart, «El evangelicalismo está saturado de las 3R: recuperación, renovación y resurgimiento».5 La «recuperación» (o resurgimiento) busca instar a los cristianos a «recuperar» la tradición cristiana clásica como norma o regla de fe. Este movimiento encuentra sus raíces en los acontecimientos que condujeron al Concilio Vaticano II de la Iglesia Católica Romana (1962–1965),6 y que además influyeron en su trayectoria ecuménica.

Hoy en día, existen varios movimientos protestantes comunitaristas de rápido crecimiento. Cada uno de ellos hace hincapié (hasta cierto punto) en el papel normativo de la comunidad a la hora de definir la verdad teológica. Aunque la mayoría afirma que la Escritura tiene primacía y algunos defienden explícitamente el principio de sola scriptura, muchos sostienen que algún elemento externo a la Escritura debe proporcionar la regla o clave para su interpretación. Esto implica, sin embargo, que la interpretación bíblica está controlada por una norma externa a la Escritura, socavando así su autoridad funcional.

Algunos de estos enfoques abogan firmemente por recuperar los primeros siglos de la tradición cristiana, ya sea enfocándose principalmente en los credos ecuménicos, los credos o confesiones de sus propias denominaciones, o en la tradición más amplia de la época patrística de al menos los cinco primeros siglos. Estos enfoques se conocen como paleoortodoxia, ortodoxia consensuada, cristianismo antiguo-futuro, entre otros.7

Por otro lado, algunos enfoques consideran que la comunidad contemporánea debe ser la norma autorizada. Por ejemplo, algunos poscon-servadores8 enfatizan en que el Espíritu guía e incluso «inspira» a la comunidad contemporánea, la cual debe comprometerse con las Escrituras y la tradición, pero también debe estar abierta a las nuevas y sorprendentes direcciones que el Espíritu pueda señalar.9 En el ámbito popular, figuras como Brian McLaren han adaptado esta línea de pensamiento para crear movimientos como la iglesia emergente.10

Tanto en los enfoques paleoortodoxos como en los posconservadores, la comunidad —pasada o presente— se convierte en la regla normativa de un modo que tiende a desplazar a la Escritura como la norma de fe y práctica. Si la interpretación bíblica está determinada por una norma externa a la Escritura, entonces la autoridad de la Escritura se ve reemplazada funcionalmente por esa norma externa. Independientemente de la conclusión a la que se llegue respecto a cómo entendía Martín Lutero el concepto de sola scriptura, la adopción consecuente de la nor-matividad comunitaria o de las normas determinadas por la comunidad habría impedido la realización de la Reforma Protestante y, de igual modo, habría hecho imposible el surgimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Un enfoque canónico de la sola scriptura

Lo que debería significar sola scriptura

¿Cómo podríamos acercarnos al principio de sola scriptura, al mismo tiempo que evitamos las trampas del aislacionismo y el comunitarismo?11 Si ninguno de nosotros puede leer la Escritura completamente libres de influencias extrabíblicas, entonces ¿puede practicarse sola Scriptura en absoluto, en su forma más pura?

Si bien ningún enfoque es completamente infalible frente a todos los desafíos, propongo aquí lo que denomino un enfoque canónico de la sola scriptura. Este enfoque considera a la Escritura como la única regla (canon) o norma de fe y práctica, al mismo tiempo que reconoce que nunca nos acercamos a las Escrituras de manera aislada.12 Concretamente, la sola scriptura canónica reconoce la autoridad única (sola) de la Escritura de las tres maneras siguientes:

1. La Escritura es la fuente inigualable y únicamente normativa de la revelación divina, divinamente comisionada para funcionar como regla de fe y práctica.

2. La Escritura es la regla de fe y práctica plenamente fiable y únicamente suficiente.

3. La Escritura es la norma final de fe y práctica que es normativa para todas las demás, incluyendo las relativas a la interpretación teológica.13

En otras palabras, solo la Escritura es la norma única, divinamente comisionada, digna de confianza y teológicamente suficiente, así como la regla interpretativamente normativa de la fe y la práctica. En este contexto, autoridad normativa se refiere a una autoridad que actúa como «norma», «estándar» o «regla» de fe y práctica, por encima y en oposición a otros factores.

De este modo, la sola scriptura canónica rechaza la suposición de cualquier autoridad normativa ajena a la Escritura (excepto Dios mismo), incluidas aquellas normas que pretendan regir la interpretación bíblica, ya sea un credo, un grupo de personas o un individuo. Si la Escritura debe regir y prevalecer, entonces su interpretación no puede estar sujeta a ninguna otra influencia, incluida la interpretación privada y personal de cada uno. Por lo tanto, los intérpretes, tanto individual como colectivamente, deben recurrir continuamente a la Escritura para contrastar sus interpretaciones con la norma del propio canon (regla). Como he dicho en otras ocasiones:

Para que la Escritura sirva como la norma definitiva en la interpretación teológica, es esencial permitir que esta norme y, de ser necesario, corrija incluso las interpretaciones teológicas y los marcos metafísicos tradicionales. Dado que todas las interpretaciones son susceptibles de error y se ven influidas por determinados puntos de vista y marcos conceptuales, es imprescindible que las interpretaciones teológicas se sometan constantemente al escrutinio de la norma infalible de la Escritura. Esto se logra mediante una espiral hermenéutico ininterrumpido, que mide y pone a prueba dichas interpretaciones.14

Respecto a esto, cuatro corolarios fundamentales e integrales de la sola scriptura canónica indican con más detalle cómo debe funcionar la sola scriptura. En primer lugar, tota scriptura afirma que toda la Escritura (como una colección unificada) actúa como fuente infalible, base suficiente y norma final de interpretación teológica (2 Tim. 3: 16). Por tanto, es imperativo no enfatizar partes de la Escritura mientras descuidamos o restamos importancia a otras. Todo el canon de la Escritura debe funcionar como norma de nuestra fe y práctica.

El segundo corolario, la analogía de la Escritura (analogia Scriptura), trata la Escritura como una colección unificada e internamente coherente de escritos, de modo que cada texto se entiende a la luz de todo el canon bíblico (Isa. 8: 20; Luc. 24: 27, 44, 45). Como tal, se debe permitir que la Escritura proporcione su propia norma de interpretación. Esto se relaciona estrechamente con la frase, a menudo malinterpretada, de que «la Escritura se interpreta a sí misma». Esto no implica que la Escritura no necesite interpretación. Cualquier lectura de la Escritura (o de cualquier otra cosa) ya constituye una interpretación, y es evidente que la Escritura puede ser interpretada de diversas maneras, como demuestran las diversas interpretaciones que ofrecen distintas personas y denominaciones. Jesús mismo destacó que la Escritura puede interpretarse de diversas maneras cuando preguntó: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo la interpretas tú?» (Luc. 10: 26). Aunque la Escritura admite múltiples interpretaciones, no todas son válidas. Los intérpretes siempre deben buscar y comprometerse con la enseñanza más amplia de la Escritura para comprender cualquier parte de ella, y como se señaló anteriormente, cada interpretación de la Escritura debe ser continuamente reevaluada a la luz de la norma de la Escritura misma.

Esto nos lleva al tercer corolario: las cosas espirituales se disciernen espiritualmente (spiritalia spiritaliter examinator; 1 Cor. 2: 11-14). Esto enseña que hay que buscar continuamente al Espíritu Santo para que nos guíe e ilumine. El canon bíblico es la regla porque fue dado por el Gobernante divino, y como tal, uno debe buscar y someterse a la guía de Aquel que inspiró la Escritura.

En el corolario final, la primacía de la Escritura reconoce que, aunque la Escritura es la única fuente infalible de revelación, no es la única fuente de revelación (p. ej., Rom. 1: 18-23; 1 Cor. 14: 29), como se expone más adelante.

Lo que no significa sola scriptura

Además de lo que significa la sola scriptura canónica, es crucial aclarar lo que no significa. Sola scriptura canónica no significa que: 1) la Escritura es la única fuente de conocimiento; 2) la Escritura excluye la razón, no requiere interpretación, o la interpretación privada de uno es la comprensión correcta de la Escritura; 3) las comunidades y tradiciones, pasadas y presentes, deben ser ignoradas; o 4) toda doctrina requiere una declaración bíblica directa.

En primer lugar, la sola scriptura canónica no afirma que la Escritura sea la única fuente de conocimiento en general ni de revelación en particular. La misma Escritura enseña que existe una revelación parcial de Dios que puede observarse a través de la naturaleza, comúnmente denominada «revelación general» (Sal. 19: 1-4; Rom. 1: 18-23).15 Asimismo, la Escritura también enseña que existe una «revelación especial», la profecía auténtica fuera de la Escritura (Hech. 2: 17; 1 Cor. 14: 29).16 No obstante, la Escritura es la única fuente infalible de revelación que tenemos colectivamente hoy en día y, por tanto, debe ser la revelación primordial por la que debe juzgarse cualquier otra supuesta fuente o factor externo.

En segundo lugar, la sola scriptura canónica no sostiene que la Escritura excluya la razón o que no requiera interpretación, ni que la interpretación privada de uno determine la interpretación correcta de la Biblia. La Escritura promueve por el uso cuidadoso de la razón (p. ej., Isa. 1: 18; Hech. 17: 2; 18: 4), pero es crucial reconocer que tenemos deficiencias cognitivas y que estamos influidos por presuposiciones, idiosincrasias y puntos ciegos.

En tercer lugar, es posible y beneficioso aprender de las comunidades y tradiciones, tanto pasadas como presentes, sin considerarlas normativas. Muchos errores se podrían evitar si nos comprometiéramos seriamente con la teología histórica. Además, la lectura dentro de las comunidades y entre ellas podría permitir que la maravillosa diversidad de lectores ayudara a los lectores individuales a ver más allá de sus propias perspectivas limitadas. Sin embargo, todas las tradiciones deben ser evaluadas intencional y meticulosamente a la luz de la Escritura.

Por último, la sola scriptura canónica no pretende que toda doctrina teológica o práctica eclesiástica requiera declaraciones bíblicas directas. Si bien es necesario que toda doctrina se fundamente en la Escritura y que toda práctica se rija por principios bíblicos, también es importante considerar lo que se puede inferir de manera demostrable de lo expresado en la Escritura y reconocer que esta no aborda todas las cuestiones de forma directa.17 Dado que la Escritura selecciona específicamente los temas que trata, la política y la práctica eclesiales disfrutan de un margen más amplio de derivaciones aceptables que la doctrina teológica. Sin embargo, por esta misma razón, ni la política ni la práctica eclesial deben confundirse con la doctrina teológica ni ser elevadas a su nivel, e incluso las doctrinas eclesiásticas deben estar sujetas a corrección mediante la Escritura.18 La Escritura debe poner a prueba toda fe y práctica, pero nunca debe someterse o estar sujeta a ninguna norma externa, ni siquiera la propia iglesia.

El objetivo de la sola scriptura como proceso y no como destino

A pesar de las mejores intenciones, nunca es posible alcanzar un entendimiento perfectamente puro de la sola scriptura. Este reconocimiento debería motivarnos a dedicar aún más atención al estudio cuidadoso de la propia Escritura. Nunca deberíamos asumir que lo hemos comprendido todo. Mientras que la Escritura es infalible, la interpretación humana de ella no lo es.

Este enfoque de sola scriptura sugiere que todos los factores extrabíblicos, incluidas las propias presuposiciones conocidas, en la medida de lo posible, sean evaluadas intencionadamente por la norma única (canon) de la Escritura. Al mismo tiempo, es crucial reconocer que cada intérprete y comunidad interpretativa están influidas, para bien o para mal, por diversos factores.

Este reconocimiento nos debería impulsar a someter nuestras presuposiciones y factores extrabíblicos a la Escritura en cada oportunidad. Esto requiere autocrítica honesta y humildad, abandonando la noción errónea de que la Escritura es algo que debemos dominar o que nuestra interpretación propia es el destino final. Debemos admitir, por el contrario, que llegar a conocer mejor al Dios vivo a través de la Escritura es un proceso interminable. Siempre hay más que descubrir en las inagotables riquezas de la Escritura.

Lamentablemente, algunos miembros de la iglesia pueden tener la impresión de que los aspectos más importantes de la Escritura ya han sido extraídos para ellos. Un subproducto de esta percepción es que algunos abordan la lectura de la Escritura sin esperar que sus puntos de vista sean reformados por ellas. Creer erróneamente que han agotado los temas significativos de la Escritura puede llevarlos a aburrirse con la lectura de la Biblia, lo que a veces resulta en negligencia y otras veces motiva un interés malsano por teorías sensacionalistas. Cualquiera de estos resultados es perjudicial para la santificación de la mente que podría lograrse al someter continuamente nuestro entendimiento a la Escritura y permitir que esta hable de nuevo cada día y renueve nuestras mentes, «llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo» (2 Cor. 10: 5).

Conclusión

La sola scriptura canónica considera que la Escritura es la única regla (canon) de fe y práctica, al tiempo que reconoce que nunca nos acercamos a la Escritura de manera aislada. Como tal, tanto los intérpretes individuales como colectivos deben someterse continuamente a toda la Escritura (tota scriptura). Esto puede permitir que la Escritura, bajo la guía del Espíritu Santo, funcione como base infalible, suficiente y norma final para la interpretación teológica. Con ello, se busca evitar tanto la adopción de una norma externa (comunitarismo) como la elevación de la interpretación privada (aislacionismo).

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* Este texto ha sido revisado a partir del artículo del autor «Understanding Sola Scriptura: A Working Approach for the Church», en Here We Stand: Luther, the Reformation, and Seventh-day Adventism, ed. Michael W. Campbell y Nikolaus Satelmajer (Nampa, ID: Pacific Press, 2017), pp. 57-64. Usado con permiso.

1 Esto corresponde aproximadamente a lo que Alister E. McGrath denominó «tradición 0». Alister E. McGrath, Reformation Thought: An Introduction, 3a ed. (Malden, MA: Blackwell, 2001), p. 154.

2 Algunos utilizan la etiqueta de Heiko A. Oberman de «tradición 1» para referirse a este tipo de perspectiva, en el que la Escritura tiene autoridad primordial, pero que debe interpretársela según la tradición. Véase Heiko A. Oberman, The Dawn of the Reformation (Edimburgo: T&T Clark, 1986), pp. 280-296. Sin embargo, algunos utilizan «tradición 1» para referirse a enfoques que no son comunitarios, sino que tratan la tradición como algo puramente secundario. Por tanto, «tradición 1» es una etiqueta demasiado amplia para nuestros propósitos.

3 A menos que se indique lo contrario, los textos bíblicos pertenecen a la RV95.

4 W. W. Whidden II, «Sola Scriptura, Inerrantist Fundamentalism, and the Wesleyan Quadrilateral: Is “No Creed but the Bible” a Workable Solution?», AUSS 35, n° 2 (1997): p. 226.

5 Peter J. Leithart, «Th e Word and the Rule of Faith», First Things, 30 de enero de 2015, http://www.firstthings.com/web-exclusives/2015/01/the-word-and-the-rule-of-faith (cursiva en el original).

6 Véase Gabriel Flynn y Paul D. Murray, eds., Ressourcement: A Movement for Renewal in Twentieth-Century Catholic Theology (Oxford: Oxford University Press, 2012). El Vaticano II contó con numerosas luminarias protestantes invitadas como observadores delegados, entre ellos George Lindbeck, que influyó notablemente en la trayectoria comunitaria del protestantismo a través de su enfoque postliberal.

7 Véase, por ejemplo, Thomas C. Oden, The Rebirth of Orthodoxy (San Francisco: HarperSanFrancisco, 2003).

8 Sin embargo, hay diversidad de opiniones entre quienes adoptan esta y otras etiquetas. Por ello, se advierte al lector de que no utilice tales etiquetas para encasillar a individuos o grupos.

9 Véase Stanley J. Grenz, Renewing the Center: Evangelical Theology in a Post-Theological Era, 2a ed. (Grand Rapids: Baker Books, 2006).

10 Véase Brian D. McLaren, A Generous Orthodoxy (Grand Rapids: Zondervan, 2006).

11 Algunas partes de esta sección fueron tomadas de mi artículo «The Prophetic Gift and Sola Scriptura», en Biblical Hermeneutics: An Adventist Approach, ed. Frank M. Hasel. Frank M. Hasel, BRISH 3 (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2020), pp. 377-404.

12 Véase una explicación más completa en Peckham, Canonical Theology, pp. 140-165.

13 Aunque la frase sola scriptura no aparece en la Escritura, estos tres principios se derivan de la Escritura, que proclama sistemáticamente la autoridad divinamente comisionada de la Escritura como la única regla normativa (2 Tim. 3: 16; 2 Ped. 1: 20, 21; cf. Isa. 8: 20; 1 Tes. 2: 13) por encima y en contra de todos los demás factores (Hech. 5: 29; cf. Jer. 17: 9; Mat. 15: 3, 6). Véase la discusión en Peckham, Canonical Theology, pp. 145-148.

14 John C. Peckham, Divine Attributes: Knowing the Covenantal God of Scripture (Grand Rapids: Baker Academic, 2021), p. 30.

15 La naturaleza, bien entendida, no contradice las Escrituras (Sal. 19: 1-6); sin embargo, la naturaleza posterior a la caída incluye muchas cosas que no revelan a Dios (Gén. 3: 17, 18; Rom. 8: 20).

16 Obsérvese que Elena G. de White se remitía constantemente a la Biblia, defendiendo una sólida concepción de la sola scriptura y manteniendo que la doctrina debe derivarse de la propia Escritura y ser entendida por ella. Véase el excelente artículo de Merlin D. Burt, «Ellen G. White and Sola Scriptura» (ponencia presentada en la Seventh-day Adventist Church and Presbyterian Church USA Conversation, Louisville, KY, 23 de agosto de 2007), https://www.adventistbiblicalresearch.org/wp-content/uploads/Burt-Ellen-White-Sola-Scriptura.pdf.

17 Por ejemplo, la Escritura no abordan directamente el tabaquismo y, sin embargo, la postura adventista sobre la salud y la vida sana se basa en la Escritura.

18 Véase el preámbulo de las Creencias Fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día, que afirma que los adventistas «aceptan la Biblia como su único credo» y permiten una «revisión» basada en «una comprensión más completa de la verdad bíblica». «Creencias oficiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día», Iglesia Adventista del Séptimo Día, https://www.adventist.org/beliefs/.