El fuerte clamor y la caída de Babilonia

Ty Gibson

Identidad y misión

Apocalipsis 18: 1-2 simboliza la obra culminante de la iglesia de Dios como un ángel que clama al mundo con voz fuerte durante el tiempo del fin: «Después de esto vi otro ángel que descendía del cielo con gran poder, y la tierra fue alumbrada con su gloria. Clamó con voz potente, diciendo: “¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia!”».

Los adventistas del séptimo día se refieren a esta profecía como el «fuerte clamor». Creemos que representa nuestra identidad y misión como pueblo. El «ángel» de Apocalipsis 18 es un movimiento que proclama un mensaje mediante el cual se magnifica con poder la «gloria» del carácter bondadoso de Dios en contraste con la distorsión del carácter de Dios que «Babilonia» ha impuesto al mundo. Los sistemas religiosos malos han dañado la reputación de Dios a los ojos de la humanidad mediante doctrinas falsas y actos coercitivos. El mensaje del «fuerte clamor» retrata una imagen correcta y hermosa del carácter de Dios y lleva a la caída de Babilonia.

La profecía de Apocalipsis 18 incluye cuatro elementos básicos: (1) autoridad, (2) gloria, (3) iluminación global, y (4) la caída de Babilonia.

Autoridad

La autoridad ejercitada por el ángel de Apocalipsis 18 no es una autoridad coercitiva, como la ejercitada por Babilonia, sino más bien una autoridad persuasiva o el poder interno que suscita el amor de Dios generado por el evangelio. Es la autoridad que Cristo delegó en la iglesia cuando encargó la comisión del evangelio:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mat. 28: 18-20)

Aquí Jesús anunció su victoria en el gran conflicto entre el bien y el mal. Cuando declara que «toda autoridad» le fue dada en el cielo y en la Tierra, está diciendo que su muerte en la cruz demostró la verdad sobre el amor de Dios delante de todo el universo, del cielo y de la Tierra, y exoneró el carácter de Dios de las acusaciones mentirosas de Satanás y de los sistemas religiosos falsos que lo representan.

Satanás instigó la rebelión entre los ángeles del cielo sobre la premisa del engaño con respecto al carácter de Dios (Apoc. 12: 7). Asimismo, a través de la misma representación falaz de Dios, Satanás causó la caída de la humanidad y tomó posesión de la Tierra reclamándola como su territorio (Gén. 3; Luc. 4: 6). Elena G. White llega al fondo del problema con estas palabras esclarecedoras:

El altruismo, principio básico del reino de Dios, concita el odio de Satanás, que niega hasta su misma existencia. Desde el comienzo del gran conflicto ha tratado de demostrar que los principios que constituyen el fundamento de la actividad divina son egoístas, y califica del mismo modo a todos los que sirven a Dios. La obra de Cristo y la de todos los que llevan su nombre consiste en refutar las acusaciones de Satanás.1

El gran conflicto entre el bien y el mal se resume en una pregunta: ¿El carácter de Dios está marcado por un amor altruista o por un poder egoísta? Al representar a Dios como esencialmente egoísta, Satanás se convirtió en «el príncipe de este mundo» y «el dios de este mundo» (Juan 12: 31; 2 Cor. 4: 4). Como una maniobra contraofensiva, Cristo «se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado» (Heb. 9: 26). Conquistó el mal entregándose a sí mismo desinteresadamente. Jesús consiguió la redención de la humanidad y recuperó la Tierra como su posesión legítima al presentar la verdad irrefutable sobre el carácter bondadoso de Dios, y destruyó así «las obras del diablo» (1 Juan 3: 8). «Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal.» (Col. 2: 15, NIV). Satanás era un enemigo armado y Jesús lo desarmó. El desarme del que Pablo habla no tiene nada que ver con las armas físicas. Satanás no ha librado su guerra contra Dios con armas y bombas, sino más bien con engaño y fuerza. Pero cuando Jesús murió en la cruz, las tergiversaciones de Satanás sobre el carácter de Dios fueron desmentidas. El armamento teológico que Satanás había empleado contra Dios fue destruido.

La iglesia de Dios está llamada a ejercer la autoridad que Jesús adquirió sobre el cielo y la Tierra mediante su vida, su muerte y su resurrección triunfantes. ¿Cuál es esa autoridad? Es la autoridad de la victoria que Jesús ganó sobre el reino de las tinieblas al demostrar más allá de toda duda que «Dios es amor» (1 Juan 4: 8).

Gloria

La «gloria» que irradia del ángel de Apocalipsis 18, tan brillante y hermosa que ilumina al mundo entero, es el «conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Cor. 4: 6). Jesús es «el resplandor» de la «gloria» de Dios y «la imagen misma de su sustancia» (Heb. 1: 3). Él es la revelación completa y correcta del carácter del Padre a un mundo que no le conoce. En la oscuridad de las concepciones distorsionadas acerca de Dios, Jesús vino como una luz resplandeciente. «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre» (Juan 1: 14).

Observa cómo explicó Jesús el resultado de su muerte en la cruz: «Pero para esto he llegado a esta hora. (…) Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12: 27, 31-32).

En la cruz, tuvieron lugar dos eventos a nivel cósmico al mismo tiempo: El Padre fue glorificado y Satanás fue expulsado. La verdad sobre Dios fue presentada y quedó como evidencia en la historia humana, como una realidad demostrada. Al ser proclamada, esta verdad destruiría la credibilidad de los argumentos de Satanás contra Dios.

En principio, Cristo ganó el gran conflicto en la cruz, ya que allí las acusaciones de Satanás contra Dios fueron completamente refutadas. En este sentido, Jesús recibió todo el poder «en el cielo y en la tierra» a través de su muerte y resurrección. Demostró para siempre que Dios es amor y, por tanto, digno de la confianza y de la lealtad de todos los seres racionales. Es a la luz de esta victoria obtenida, con toda su efectividad legal y su poder de testimonio, que Jesús dijo: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones». En los términos más prácticos, la comisión del evangelio envía a la iglesia con autoridad para recuperar las almas de los seres humanos del dominio del diablo y liberar sus mentes de las falsedades que les mantiene en un estado de rebelión contra Dios.

La encarnación, la muerte y la resurrección de Cristo es la respuesta definitiva a la afirmación de Satanás de que Dios es esencialmente egocéntrico y, por lo tanto, no se le puede amar, confiar ni obedecer. Cuando Jesús murió en la cruz, quedó claro para siempre que Dios ama a todos los demás por encima de sí mismo y antes que a sí mismo. Se puede confiar en él y todas las criaturas racionales deben adorarlo y obedecerlo. No existe ni una sola razón legítima para rebelarse contra Dios.

La iluminación global

El apóstol Juan vio que «la tierra» será iluminada por el ángel de Apocalipsis 18. Al derramar la verdadera luz de la gloria de Dios sobre el mundo, este movimiento llevará a la revolución final de la historia humana y será una revolución teológica. Todos se enfrentarán cara a cara con la verdad sobre Dios tal como fue revelada en Jesús, y todos se verán obligados a tomar una decisión consciente a favor o en contra de Dios a la luz de esa gloriosa revelación. Los profetas predijeron este proyecto de iluminación global:

Moisés

Entonces el SEÑOR dijo: Yo lo he perdonado conforme a tu dicho. Mas, tan ciertamente como vivo yo, la gloria del SEÑOR llenará toda la tierra. (Núm. 14: 20-21, JBS)

David

¡Bendito su nombre glorioso para siempre! ¡Toda la tierra sea llena de su gloria! ¡Amén y amén! (Sal. 72: 19)

Isaías

¡Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti! Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová y sobre ti será vista su gloria.

Andarán las naciones a tu luz y los reyes al resplandor de tu amanecer. (Isa. 60: 1-3)

Ezequiel

(…) y vi que la gloria del Dios de Israel venía del oriente. Su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria. (Eze. 43: 2)

Habacuc

Porque la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar. (Hab. 2: 14)

Juan

Después de esto vi otro ángel que descendía del cielo con gran poder, y la tierra fue alumbrada con su gloria. (Apoc. 18: 118: 1)

Cristo es el cumplimiento perfecto de esta profecía recurrente. Bajo las órdenes de marcha de la comisión evangélica, su iglesia es el medio a través del cual su gloria se convertirá en un encuentro humano global. Con voz constante a lo largo de los siglos, los profetas predijeron el surgimiento inevitable de un movimiento poderoso que abrirá los ojos de la humanidad ante el verdadero carácter de Dios. La conclusión culminante de la historia humana será llevada a cabo por una revolución mundial, que proclamará la verdad, mediante la cual Dios será vindicado, y todos los habitantes se verán involucrados en una crisis de la razón y de la conciencia al sopesar las evidencias presentadas. Todos estarán obligados a tomar una decisión definitiva e irrevocable.

Elena G. White describe la misión global de la iglesia de la siguiente manera:

Desde el principio fue el plan de Dios que su iglesia reflejase al mundo su plenitud y suficiencia. Los miembros de la iglesia, los que han sido llamados de las tinieblas a su luz admirable, han de revelar su gloria. La iglesia es la depositaria de las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se manifestará con el tiempo, aun a “los principados y potestades en los cielos” (Efesios 3: 10), el despliegue final y pleno del amor de Dios.2

La caída de Babilonia

La revolución del fuerte clamor anuncia: «¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia!». La «Babilonia» de Apocalipsis es un símbolo bíblico de la mala religión que se hace pasar por el verdadero representante de Dios para la humanidad. Más específicamente, Babilonia representa al cristianismo papal y protestante-evangélico como un sistema de creencias y prácticas conocidas en la Escrituras como «el cuerno pequeño» (Daniel), «el hombre del pecado» (Pablo) y el «anticristo» (Juan), la «bestia» que sube del mar y «la gran prostituta» (Juan).

El uso que Juan hace de «Babilonia» como símbolo de la religión falsa está bien arraigado en las Escrituras. Hay tres características prominentes de Babilonia en la Biblia: (1) la exaltación de los seres humanos por encima de Dios, (2) la salvación por obras o una imagen de apaciguamiento de Dios, que lleva (3) a un sistema coercitivo de adoración que conlleva la persecución de los disidentes como el resultado lógico de la teología de apaciguamiento.

Nuestro primer encuentro bíblico con Babilonia está en Génesis 10 y 11 donde se nos dice que Nimrod fue el fundador de Babel, una ciudad establecida con un espíritu de exaltación propia y desconfianza hacia Dios. La gente de Babel intentó levantar «una torre que llegue hasta el cielo» e intentaron hacerse famosos. Aquí observamos el espíritu de ensalzamiento propio como la característica fundamental de Babilonia.

Abraham era descendiente de Sem, el hijo de Noé. Vivía en «Ur de los caldeos», una ciudad de Babilonia. «Ur» significa fuego, un nombre probablemente elegido debido a la práctica babilónica de ofrecer sacrificios humanos en armonía con la tergiversación por parte de Satanás del carácter divino. Dios llamó a Abraham fuera de Babilonia para separar a un pueblo en medio del cual se pudiera formar un conocimiento verdadero de Dios, libre de prácticas religiosas paganas que inculcan en el corazón humano el concepto del apaciguamiento de Dios (Jos. 24: 2). Con Abraham, Dios fundó una nueva nación que proclamaría la verdad sobre el único Dios verdadero y por medio del cual el Mesías finalmente vendría a disipar todas las tinieblas (Gén. 11–12). Como un paralelo deliberado a la experiencia de Abraham, el ángel de Apocalipsis 18 llama fuera de Babilonia a todos aquellos que oirán la voz de Dios y abrazarán su verdadero carácter en el tiempo del fin (Apoc. 18: 4).

Desde su origen infame en Génesis, la larga trayectoria de rebelión de Babilonia en contra de Dios aparece relatada a lo largo de la Biblia. En el libro de Daniel, encontramos el perfil más detallado del carácter de Babilonia. Nabucodonosor, el rey de Babilonia durante el apogeo más vergonzoso de su fama, encarnó el espíritu de Babilonia al erigir una imagen como un monumento dedicado a sí mismo y obligó a todos a adorar la imagen bajo la amenaza de muerte (Dan. 3). Aquella fue un anuncio sobre la crisis final de la historia de la humanidad: una imagen falsa levantada en el lugar de Dios, una demanda de apaciguamiento bajo la forma de adoración forzada y persecución de aquellos que no creen lo mismo acerca de Dios y se niegan a adorar la imagen falsa (Apoc. 13).

La antigua Babilonia era conocida por sus falsos dioses. La caída de Babilonia anunciada por el ángel de Apocalipsis 18 se cita de Isaías 21: 9: «¡Cayó, cayó Babilonia, y los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra!» Asimismo, la Babilonia escatológica es esencialmente una iglesia cristiana profesada que ha atribuido las características de las deidades paganas, y por lo tanto Satanás mismo, al Dios bíblico. Elena G. White declara:

Esta avenencia entre el paganismo y el cristianismo dio por resultado el desarrollo del “hombre de pecado” predicho en la profecía como oponiéndose a Dios y ensalzándose a sí mismo sobre Dios. Ese gigantesco sistema de falsa religión es obra maestra del poder de Satanás, un monumento de sus esfuerzos para sentarse él en el trono y reinar sobre la tierra según su voluntad.3

Por consiguiente, la caída de Babilonia debe estar relacionada con el derrocamiento de su imagen falsa de Dios por parte del evangelio. Es la obra del movimiento encabezado por el ángel de Apocalipsis 18 la que alumbra la Tierra con la gloria de Dios y, por consiguiente, precipita la caída de Babilonia que sufrirá la destrucción predicha por el ángel de Apocalipsis 18 cuando ese sistema masivo que se disfraza de una falsa cristiandad pierda su influencia y credibilidad como consecuencia directa del evangelio que, con toda su belleza y poder, revoluciona la comprensión del mundo sobre el carácter de Dios.

Esta es la misión del «fuerte clamor» que Cristo ha encomendado a su iglesia del tiempo del fin. ¡Qué increíble llamado! ¡Qué solemne responsabilidad! ¡Qué privilegio extraordinario!

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1 Elena G. White, La educación, pág. 154.

2 Elena G. White, Los hechos de los apóstoles, pág. 9.

3 Elena G. White, El conflicto de los siglos, pág. 48.