Jesús es eterno, Creador, omnipotente, omnipresente, Dador de vida y no cambia.
Jesús es Eterno. No está limitado por el tiempo. Existe desde la eternidad (Miq. 5: 2). Él es el Alfa y la Omega (Apoc. 22: 13; en Apoc. 1: 8 se declaran los mismos atributos acerca del Padre). El Mesías es el Padre Eterno según Isaías 9: 6, y Hebreos 1: 8 declara que el trono de Jesús dura por los siglos de los siglos (véase también Juan 8: 58).
Jesús es el Creador. El Verbo ha creado todas las cosas (Juan 1: 3). Puesto que Jesús ha creado todas las cosas, él mismo no es creado, sino el Creador (Col. 1: 16). Por medio del Hijo, Dios creó el mundo, y el Hijo es el Sustentador y la representación exacta del Padre (Heb. 1: 2-3).
Jesús es omnipotente y omnisciente. Toda autoridad le ha sido dada (Mat. 28: 18). Por ejemplo, Jesús era capaz de leer los pensamientos de su audiencia; conocía a Natanael antes de llamarle a ser discípulo; Pedro confesó que Jesús sabía que le amaba (véase Mat. 8: 26-27; 9: 4; 14: 19; Mar. 2: 8; Juan 1: 47-50; 2: 24-25; 6: 64; 16: 30; 21: 17).
Jesús es omnipresente. Proclamó: «donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mat. 18: 20). Cuando ascendía al cielo, Jesús aseguró a sus seguidores: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28: 20). Estas afirmaciones requieren omnipresencia. Es el Espíritu Santo quien lleva la presencia de Cristo a todas partes.
Jesús sigue siendo el mismo (Heb. 1: 12). Pablo afirma: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos» (Heb. 13: 8). La fiabilidad absoluta de Jesús significa que su amor hacia nosotros y su cuidado por nosotros no dependen de ocasiones, sentimientos o estados de ánimo cambiantes. El profeta Malaquías proclama acerca del Señor: «Yo, Jehová, no cambio» (Mal. 3: 6), y Santiago afirma: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación» (Sant. 1: 17).
Jesús tiene vida inherente en sí mismo. Él es la Fuente de la vida; no solo da la vida, sino que él es la vida (Juan 1: 4; 5: 26). Él puede dar su vida y puede volver a tomarla (Juan 10: 17). Él puede darnos la vida; él es la resurrección, el camino, la verdad y la vida (Juan 11: 25; 14: 6). La vida eterna depende siempre de Jesús (Juan 3: 36; 6: 40; 10: 28; 1 Juan 5: 11-13).