Fomentando el uso de los Salmos en el culto público y privado

Dragoslava Santrac

El uso regular e intencionado de los Salmos a través de la oración y el canto en el culto privado y público contribuye a la vitalidad espiritual y a la comprensión profunda de cómo Dios trata con el mundo. He aquí algunas maneras de fomentar el uso de los Salmos en la oración privada y pública.1

Una forma sencilla de introducir los Salmos en la vida de oración cotidiana consiste en dedicar un tiempo cada día (o cada sábado para el culto comunitario) a la lectura de un Salmo, empezando por el Salmo 1 y siguiendo el orden que se da en el Salterio. Otra forma es seguir algunas lecturas tradicionales que atribuyen ciertos Salmos a días concretos. Por ejemplo, según la tradición judía, los Salmos diarios que cantaba el coro levítico en el templo son los Salmos 48 (lunes), 82 (martes), 94 (miércoles), 81 (jueves), 93 (viernes) y 92 (sábado). Cada Salmo, excepto los Salmos 81 y 82, lleva la designación diaria apropiada en su encabezamiento en la Septuaginta (LXX), la traducción griega de la Biblia hebrea. Algunas formas tradicionales de leer los Salmos se reflejan en algunas superscripciones de los Salmos, como en el título del Salmo 92, «un Canto para el día de reposo». Elena G. de White aconsejaba a los creyentes leer el Salmo 105 «por lo menos una vez por semana».2 Como se mencionó en la primera sección de este estudio, se reconoció que determinados Salmos eran especialmente apropiados para ciertas ocasiones en la vida de algunas comunidades cristianas (por ejemplo, Navidad, Pascua). El Salmo 51 puede conducir a los fieles a través de la confesión de los pecados hasta el perdón antes del servicio de comunión (también, por ejemplo, los Salmos 6, 32, 38, 102, 130 y 143).

Otra manera de introducir los Salmos en la vida de oración cotidiana consiste en seguir las clasificaciones de los géneros de Salmos, y orar principalmente aquellos Salmos que corresponden a nuestra situación actual:

1. Salmos de lamento (clamar a Dios en mi necesidad) (por ejemplo, Salmos 3–7, 9, 10, 13, 17, 25–28, 54–57, 120, 139–143);

2. Salmos de lamento por la comunidad (clamar a Dios en tiempos de angustia comunitaria) (por ejemplo, Salmos 12, 44, 60, 74, 79, 80, 83, 85 y 126);

3. Salmos de acción de gracias (dando gracias a Dios por sus bendiciones en nuestras vidas) (por ejemplo, Sal. 30, 32, 107, 116, 124 y 138), himnos (alabando a Dios por su poder y majestad) (por ejemplo, Salmos 8, 29, 33, 46-48, 65, 95-100, 117, 122, 134-136, y 145-150), Salmos penitenciales (clamando a Dios por el perdón de los pecados) (Salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130, y 143), Salmos sapienciales (reflexionando sobre la grandeza de los caminos de Dios) (por ejemplo, Salmos 1, 37, 112 y 119), Salmos cristológicos (acercarse a Jesucristo) (p. ej., Salmos 2, 22, 72, 102, 110 y 118), Salmos de la Torá (magnificar a Dios por su Palabra) (p. ej., Salmos 1, 19 y 119), Salmos históricos (aprender del pasado) (p. ej., Salmos 78, 105 y 106) y Salmos de peregrinación (anhelar la Sión celestial) (p. ej., Salmos 120-134).

Una de las maneras de orar los Salmos consiste en leer primero el Salmo deliberadamente, dedicándose a una simple meditación, y luego orar con las palabras del Salmo, apropiándonos de la fe del Salmo y confesándola junto con nuestra súplica y sentimientos personales. Meditar el Salmo implica reflexionar sobre los diversos aspectos del Salmo: el modo en que el salmista se dirige a Dios, el modo en que el salmista se describe a sí mismo y a las circunstancias de su vida, los motivos de la oración, y similares. Considera de qué manera tu situación se corresponde con la experiencia del salmista, y cómo la oración del Salmo te ayuda a articular tu experiencia. Examina cómo la oración del Salmo puede transformar tu experiencia introduciendo nuevos pensamientos y posibilidades bíblicas en tu vida espiritual. Pregunta si el Salmo amplía tus horizontes al guiarte a asumir una perspectiva más universal y divinamente orientada en la oración. Si algo en el Salmo te desafía, reflexiona, por ejemplo, si el Salmo corrige tus actuales falsas esperanzas o puntos de vista sobre Dios y la vida. Contempla el mensaje del Salmo a la luz de la persona y la obra salvífica de Cristo. Busca los nuevos motivos de oración que te ofrece el Salmo y piensa en su importancia para ti, para tu comunidad de fe y para el mundo. Recuerda a las personas que responderán positivamente al Salmo y se beneficiarán de él, y considera la posibilidad de compartirlo con ellas.

Después de meditar sobre el Salmo, ora el Salmo como tu propia oración, pidiendo a Dios que imprima su palabra en tu corazón y en tu mente. Ora el Salmo en el nombre de Jesús, buscando su intercesión y la comprensión de su carácter y salvación. Aportar detalles personales al orar el Salmo suele enriquecer la oración. Algunas personas encuentran beneficioso escribir sus oraciones y reflexiones sobre los Salmos en una especie de diario. Orar los Salmos ha ayudado a muchos creyentes a establecer y mantener una vida de oración regular y satisfactoria. Estarán de acuerdo en que «es pura gracia que Dios nos diga cómo podemos hablar con él y tener comunión con él».3

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1 Para otras ideas útiles sobre cómo cultivar una cultura de oración de los Salmos, véase, por ejemplo, C. Richard Wells, «Reclaiming the Psalms in Pastoral Prayer: A True Story», en Forgotten Songs: Reclaiming the Psalms for Christian Worship, ed., C. Richard Wells y Ray Van Neste (Nashville: B&H, 2012), p. 109-124.

2 Elena G. de White, Testimonios para los ministros (Doral, FL: IADPA, 2018), p. 100.

3 Bonhoeffer, Psalms, p. 15.