Satanás personifica a Cristo

Carlos Olivares

Elena G. White advierte de que, antes que Jesús regrese por segunda vez, Satanás aparecerá delante de los habitantes de la Tierra y se hará pasar por Cristo.1 Esta falsificación, que ocurrirá cuando los eventos finales de la historia de este mundo encuentren su cumplimiento, constituye para ella el «acto capital que coronará el gran drama del engaño».2 En este artículo se examinan las principales características de este «acto capital», explorándolo primero en la perspectiva bíblica y luego en los escritos de Elena G. White.

La venida del falso mesías

Jesús, en el sermón escatológico pronunciado en el Monte de los Olivos, menciona que se levantarían falsos cristos después de su partida (Mat. 24: 5, 23-26; Mar. 13: 5, 21-23). En más de una oportunidad alerta a los cristianos de todas las épocas para que estén atentos, y no sean engañados por estos falsos mesías (Mat. 24: 4-5, 24; Mar. 13: 4, 21; Luc. 21: 8). A lo largo de la historia ha habido un número importante de personajes que han declarado ser “el Cristo”, cumpliendo así la predicción de Jesús. Entre la ascensión de Jesús y la destrucción del templo, por ejemplo, el historiador judío Flavio Josefo describe el surgimiento de algunos individuos que clamaban tener la capacidad de libertar al pueblo de Israel de la opresión romana (Flavio Josefo, B. J. 2.13.4; A. J. 20.8.6). Considerando que en tiempos de Jesús algunos asumían que el Mesías liberaría a Israel, la actuación de estos hombres ilustra el surgimiento de ciertas personas que en sus actos exhibían características mesiánicas (cf. Hech. 5: 36-37; 21: 38). No obstante, como es sabido, ellos, así como muchos de los habitantes de Jerusalén, fueron destruidos por los ejércitos romanos en el año 70 d. C- Esto fue un acontecimiento aterrador que, vale la pena recordar, Jesús también profetizó (Mat. 24: 15; Mar. 13: 14; Luc. 21: 20).3

Jesús, sin embargo, no solo se refiere a falsos cristos, subrayando la existencia plural de estos, sino también a un falso “Cristo”, acentuando el surgimiento de un personaje en particular (Mat. 24: 23-26; Mar. 13: 21-23). En otras palabras, aunque siempre han existido falsos mesías, Jesús deja entrever que se levantará uno en el fin del tiempo que será diferente a los demás. A diferencia de los otros, este falso Cristo parece tener un reconocimiento universal, pudiendo incluso engañar a aquellos que se declaran seguidores de Jesús. Jesús advierte a sus discípulos de que no deben creer lo que digan las personas cuando aseguren que «el Cristo» está en el desierto, o dentro de una casa (Mat. 24: 26; Mar. 13: 21).

Debe notarse que la declaración de Jesús ocurre en un contexto donde él mismo describe la forma en que vendrá por segunda vez (Mat. 24: 20-23). “No les crean”, advierte Jesús, a los que digan que el Mesías ha aparecido, «porque igual que el relámpago sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre» (Mat. 24: 27; cf. Luc. 17: 22-24). De este modo, en tanto la venida de Jesús es comparada con un destello que va desde un extremo del cielo al otro, el surgimiento del falso mesías puede ocurrir en el desierto o dentro de una casa. Dicho de otra manera, mientras que Jesús viene desde el cielo, el falso cristo aparece al nivel del suelo. Jesús reafirma claramente esto al decir que la señal del retorno del hijo del hombre será verlo viniendo «sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria» (Mat. 24: 30). A este respecto, es importante recordar que Pablo, en armonía con el mensaje de Cristo (ver Mat. 24: 31; Mar. 13: 27), asevera algo semejante, enfatizando que, en su regreso, Jesús se encontrará con sus hijos e hijas en el aire (1 Tes. 4: 17). Por tanto, la evidencia bíblica indica que la forma de reconocer el «acto capital» que engañará al mundo entero será que, a diferencia del falso mesías, Jesús no pisará la Tierra en su segundo advenimiento.

Identidad del falso mesías

La identidad de este falso mesías emerge en el capítulo 2 de la segunda carta que Pablo le escribe a los Tesalonicenses. En ella, Pablo describe el accionar del hombre impío, el hijo de perdición, quien «se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto» (2 Tes. 2: 1-4). Esta figura simbólica rememora el cuerno pequeño de Daniel (Dan. 7: 19-25; 8: 9-12, 22-25), y su interpretación debe estructurarse teniendo en mente un reino que muestra características religiosas, y que algunos intérpretes, desde la Reforma, han identificado con la Roma papal.4

Sin embargo, es posible advertir que para Pablo esta imagen también adquiere un sentido personal y sobrenatural en el fin del tiempo.5 Este cambio asoma al observar que Pablo afirma que el Señor matará al inicuo «con el espíritu de su boca» y lo «destruirá con el resplandor de su venida» (2 Tes. 2: 1-8). El vocablo ‘venida’, que en griego es ‘parusía’, es la misma palabra que Pablo usará para describir el advenimiento de este impío en el verso siguiente (2: 9). Es significativo subrayar que en las dos cartas que Pablo dirige a los miembros de la iglesia en Tesalónica él emplea el término ‘parusía’ solo para referirse a la segunda venida de Jesús (1 Tes. 2: 19, 3: 13; 4: 15; 5: 23; 2 Tes. 2: 8). De este modo, al describir la venida del inicuo como una ‘parusía’ semejante a la de Cristo, Pablo estaría describiendo en realidad el intento de Satanás de imitar la venida de Jesús.6

En términos temporales, los evangelios señalan que la aparición de este falso mesías ocurre antes de la venida de Cristo, y sin duda está en paralelo con otros eventos que acontecerán en el tiempo del fin (Mat. 24: 15-31; Mar. 13: 14-27; Luc. 21: 20-27). Jesús posiciona la manifestación del falso Cristo en un contexto escatológico, en torno a la gran tribulación que él relata como única (Mat. 24: 21-28). Esto implica que el escenario desde el cual el falso cristo opera supone que el verdadero aún no ha llegado. En el pensamiento de Pablo podemos ver una idea semejante. Sin embargo, considerando que el falso mesías es el diablo disfrazado de Cristo, es importante recordar que su aniquilación sucede únicamente al finalizar el milenio (Apoc. 20: 10), por lo cual Pablo probablemente estaría resumiendo el evento y describiendo su fin como si este fuera un acontecimiento único.

Las señales y mensaje del falso mesías

Según relata Pablo, el advenimiento de este impío es por obra de Satanás, pues esta “falsa venida” estará acompañada «de hechos poderosos, señales y falsos milagros» (2 Tes. 2: 9). Estas falsas señales no solo nos recuerdan que «Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Cor. 11: 14), sino además aluden a la advertencia que Jesús hace a sus discípulos en relación con la aparición del falso mesías en el desierto o dentro de una casa (Mat. 24: 24; Mar. 13: 21; cf. Luc. 17: 22-24). Es interesante notar que Jesús ordena que sus discípulos ni siquiera vayan a esos lugares, lo cual sin duda busca evitar que los cristianos sean engañados al contemplar las maravillas que este falso mesías realizará.

Es probable, como algunos suponen, que esta falsa parusía, y su maquinación milagrosa, esté simbólicamente representada en el capítulo 13 del Apocalipsis.7 Ahí Juan retrata el surgimiento de una bestia que sube de la tierra, la cual realiza «grandes señales», haciendo incluso «descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres» (Apoc. 13: 13). Contextualmente, el Apocalipsis llama «falso profeta» a esta bestia que emerge de la tierra (16: 13; 19: 20; 20: 10), quien impulsa la adoración y el reconocimiento de la bestia que sube del mar (13: 12, 15; cf. 13: 8). A fin de lograr esto, la bestia que sube de la tierra efectúa señales, siendo una de ellas que descienda fuego del cielo. Esta imagen simbólica evoca la figura del profeta Elías,8 porque Dios mismo hizo descender fuego del cielo delante de los hombres para mostrar que Elías servía al Dios verdadero (1 Rey. 18: 20-40). La imagen figurada de Elías encuentra su contraparte en Juan el Bautista (Mat. 17: 10-13; Mar. 9: 11-13; cf. Mat. 11: 14; 16: 14; Mar. 8: 28; Luc. 9: 119) quien anunció que Jesús era el Mesías esperado (Juan 1: 29-34; Isa. 40: 3). En este sentido, es probable que este acto milagroso por parte de la bestia terrestre represente simbólicamente al falso Elías, quien certificaría la venida del falso Cristo a través de señales sobrenaturales.

Esta metáfora apocalíptica podría complementarse con el hecho de que la bestia terrestre lleva también a cabo «grandes señales» (Apoc. 13: 13). En el Antiguo Testamento el personaje que ejecuta grandes señales es Moisés (Exod. 4: 17; 4: 28, 30; 11: 10), evidenciando con ellas que su mensaje cuenta con la autoridad divina.9 Merece la pena recordar que Moisés predice que Dios levantaría en el futuro a un profeta como él (Deut. 18: 15; cf. 18: 18), los evangelios nos informan de que esta promesa era esperada también en tiempos de Jesús (Juan 1: 21). De hecho, el Nuevo Testamento señala que en el primer siglo muchas personas vieron en Jesús el cumplimiento de esta profecía, otorgándole una connotación mesiánica (Juan 6: 14; 7: 40; Hech. 3: 22; 7: 37). Entendido de esta forma, la mención de las «grandes señales» podría representar la figura de Moisés, quien simbolizaría la falsa llegada del Cristo y la legitimación milagrosa de su parusía a través de hechos portentosos.

Además, la bestia terrestre y el falso profeta, que impostan a Moisés y Elías, al estar juntos recuerdan la escena de la transfiguración de Jesús. (Mat. 17: 1-3; Mar. 9: 2-4; Luc. 9: 28-30). En esta escena, ambos aparecen junto a Jesús, representando desde la perspectiva bíblica la confirmación divina de que Jesús es el Mesías esperado.10

Las grandes señales y el fuego del cielo en el Apocalipsis prepararán el anuncio del falso mesías imitando así, de nuevo, a Cristo.

Juan afirma que el engaño sobrenatural le permite a la bestia terrestre convencer a los habitantes de la Tierra para erigir una imagen de la bestia que sube del mar (Apoc. 13: 14). Esta imagen de la bestia habla y tiene la potestad de matar a todo aquel que no la adore (vers. 14-15). En este contexto, se impone una marca a las personas, quebrantando la libertad humana que cada individuo tiene de adorar en conciencia. Esto implicaría que la función del falso profeta es preparar el camino para la imposición forzada y mortal de una realidad escatológica que aún no llega, pero que un día será una realidad (vers. 11-18; 14: 12-13; 20: 4)

El falso mesías en los escritos de Elena G. White

Los escritos de Elena G. White concuerdan plenamente con el testimonio bíblico, su forma de presentarlo es esencialmente descriptiva, otorgando profundidad, viveza y detalle a la narración que describe el surgimiento del falso Mesías.

Ella afirma que Satanás aparecerá en el fin del tiempo, antes del regreso de Jesús, para llevar a cabo el «acto capital que coronará el gran drama del engaño».11 Con todo, Dios no le permitirá a Satanás «contrahacer la manera en que vendrá Jesús».12 Debido a esto, y sabiendo que el testimonio bíblico expone su verdadera identidad, Satanás empleará artimañas visuales que perseguirán confundir a los que no han cimentado su vida en la Biblia. Para simular que él es el Cristo, Satanás aparecerá en varias partes del mundo, y asumirá la majestad deslumbradora de Jesús, de una forma semejante a la retratada por Juan en el primer capítulo del Apocalipsis (Apoc. 1: 13-15).13 Esta táctica visual, Satanás la complementará con una que apela a lo audible, empleando una voz suave y acompasada y llena de melodía.14 Ella advierte que usando un tono de voz «amable y compasivo», Satanás «enuncia algunas de las verdades celestiales y llenas de gracia que pronunciaba» Jesús, imitando así el contenido del mensaje de Cristo.15

Satanás, no obstante, tiene como propósito pervertir el mensaje bíblico. Usando la figura del falso Mesías, Satanás asegurará «haber cambiado el día de reposo del sábado al domingo», declarando que aquellos que «persisten en santificar el séptimo día blasfeman su nombre».16 En este contexto, y con el fin de ganar la aceptación popular, Satanás curará las «dolencias del pueblo»17 y realizará milagros.18 Desde esta perspectiva, Satanás no solo asegurará ser el Cristo, sino que además se hará pasar por el gran médico misionero, haciendo «descender fuego del cielo a la vista de los hombres para probar que es Dios».19

Tristemente, Elena White afirma que aquellos que rechazan el mensaje bíblico recibirán a Satanás como Señor de señores y Rey de reyes.20 Estos lo adorarán y Satanás, a fin de continuar con la farsa que él mismo ha creado, los bendecirá de la misma forma que Jesús bendecía a sus discípulos en su primera venida.21 Sin embargo, ella enfáticamente declara que «el pueblo de Dios no se extraviará».22 Esto implica que solo los miembros del cuerpo de Cristo que hayan «estudiado diligentemente las Escrituras y hayan recIbído el amor de la verdad en sus corazones, serán protegidos de los poderosos engaños que cautivarán al mundo».23

Sobre esto, Elena White nos llama a que nos preguntemos constantemente si estamos firmes «en la Palabra divina para no ceder al testimonio de» nuestros sentidos24, después de todo, el enemigo enfocará su estrategia de engaño en aquello que vemos y oímos. Por esta razón, a usted y a mí se nos invita a basar nuestra fe y experiencia cristiana en la Biblia, y en la Biblia sola.25 Pues, una vez hecho esto, aunque descienda fuego del cielo, no podremos ser engañados.

Conclusión

En el fin del tiempo Satanás intenta imitar la venida de Jesús, haciéndose pasar por el Cristo. El mundo en general caerá en su trampa y los hijos e hijas de Dios también caerán, a menos que centren su vida en torno a las enseñanzas de la Biblia. La invitación divina es para que usted y yo establezcamos nuestra fe sobre el fundamento más firme, la Biblia, a fin de estar preparados para cuando el padre de mentira realice el acto final de su trama fraudulenta.

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1 Elena G. White, El conflicto de los siglos, pág. 608. Cf. Elena G. White, Eventos de los últimos días, págs. 166-171.

2 White, El conflicto de los siglos, pág. 608.

3 George R. Knight, Mateo (Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1998), págs. 237-241.

4 Hans K. LaRondelle, “The Remnant and the Three Angel’s Messages”, en Handbook of Seventh-Day Adventist, Raoul Dederen, ed. (Hagerstown: Review and Herald, 2000), pág. 867.

5 Hans K. LaRondelle, “Paul’s Prophetic Outline in 2 Thessalonians 2”, AUSS 21 (1983): págs. 61-69.

6 Don Neufeld, “The Antichrist”, Review and Herald, 29 de julio de 1965, pág. 4.

7 Carlos Olivares, “El fuego del cielo (Ap 13: 13) y la falsa parusía: Una mirada desde los escritos de Elena White y la Biblia”, Evangelio 6 (2013): págs. 133-144; Jon Paulien, What the Bible Says about the End-Time (Hagerstown: Review and Herald, 1994), 112; Ángel Manuel Rodríguez, Fulgores De Gloria (Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2001), pág. 123.

8 R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John (Edinburgh: T & T Clark, 1920),1: pág. 359.

9 G. K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text (NIGTC; Grand Rapids: Eerdmans, 1999), pág. 708.

10 R. T. France, The Gospel of Matthew (NICNT; Grand Rapids: Eerdmans, 2007), pág. 648. Ver también Elena G. White, La historia de la redención, pág. 212.

11 White, El conflicto de los siglos, pág. 608; cf. Elena G. White, Eventos de los últimos días, págs. 166-171.

12 White, El conflicto de los siglos, pág. 609.

13 Ibíd., pág. 608.

14 Ibíd.

15 Ibíd.

16 White, El conflicto de los siglos, pág. 608; cf. White, Eventos de los últimos días, pág. 172.

17 White, El conflicto de los siglos, pág. 608.

18 Elena G. White, Mensajes selectos, vol. 2, págs. 110, 455.

19 Elena G. White, “Our Duty to Leave Battle Creek”, Review and Herald, 14 de abril de 1903, pág. 19.

20 “Comentarios de Elena G. de White”, en Comentario Bíblico Adventista, Francis D. Nichol, ed. (Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996), 5: págs. 1080-1081.

21 White, El conflicto de los siglos, pág. 608; White, Eventos de los últimos días, pág. 168.

22 White, El conflicto de los siglos, pág. 608.

23 White, El conflicto de los siglos, pág. 609; cf. “Comentarios de Elena G. de White”, en Comentario Bíblico Adventista, 7: pág. 923.

24 White, El conflicto de los siglos, pág. 609.

25 Ibíd., págs. 579-587, 609.