El libro de Salmos contiene parte de la temática más sugerente de las Escrituras. Es citado más a menudo en el NT que cualquier otro libro, y los cristianos lo han seguido reverenciando hasta el día de hoy. Job, Proverbios y Eclesiastés se centran en el concepto hebreo de sabiduría ( [ḥoḵmāh]), vocablo que indica tanto las tradiciones intelectuales como las morales del antiguo Israel. Dado que la sabiduría de Israel formaba parte del contexto global del antiguo Oriente Próximo, encontramos en la sabiduría bíblica algunos paralelos con los dichos de los sabios egipcios y mesopotámicos.
El libro de Salmos y la literatura sapiencial de la Biblia son obra de varios autores; probablemente, toda la compilación adquirió su forma final en la época de Esdras y Nehemías. Puesto que estos libros se escribieron en forma poética, es preciso que el intérprete tenga en cuenta las características de la poesía hebrea.
El libro de Salmos es una colección de oraciones e himnos hebreos inspirados, setenta y tres de los cuales son atribuidos al rey David. Aunque los salmos contienen fundamentalmente palabras habladas a Dios o referidas a Dios, son, a la vez, las palabras de Dios a su pueblo; se centran en la relación entre Dios y sus hijos. Por lo tanto, el libro de Salmos contiene himnos de alabanza a Dios por sus grandes hechos; lamentos en que el pueblo derrama su corazón en tiempos de dificultad; y oraciones pidiendo la dirección y el auxilio de Dios en el viaje de la vida. Refleja la experiencia de fe del pueblo de Dios antes de la primera venida de Cristo, pero no está encasillado en el tiempo. Todos los salmos se usaban, y se siguen usando, en los actos devocionales privados y en el culto público. Desempeñaron una parte importante en el ritual del templo hasta su destrucción en el año 70 d.C. Dado que existen muy pocos indicios en cuanto a su contexto histórico, son, en cierto sentido, universales. Hablan a, y para, las situaciones humanas normales y, por lo tanto, tienen la capacidad de dirigirse a los seres humanos de todas las épocas.
Dado que los salmos son poemas, poemas musicales, requieren una atención especial a la hora de interpretarlos. El carácter poético no resulta obvio en la traducción porque, a diferencia de la poesía occidental, la poesía hebrea no tiene rima. Gran parte del lenguaje de los salmos es intencionalmente emotivo; por lo tanto, es preciso que el intérprete se cuide de no buscar significados especiales en cada palabra u oración en que el autor no se propuso expresar ninguno. Además, dado que el lenguaje de los salmos es en gran medida metafórico, el intérprete debe buscar el sentido de las metáforas y no detenerse en su significado literal. En realidad, los montes no saltan como carneros (Sal. 114: 4), y tampoco debería el pueblo de Dios ser ni comportarse como las ovejas (Sal. 23).