Rodrigo Silva
En general, las escatologías dispensacionalistas que dominan el mundo evangélico contemporáneo afirman que, aunque haya un tiempo de terrible tribulación antes de la venida de Cristo, la iglesia se salvará de este evento ya que será llevada al cielo. Sin embargo, los adventistas del séptimo día entienden que la iglesia será probada duramente antes de la ‘parusía’ (segunda venida de Cristo).
A continuación, se presenta un resumen del significado de este período profético, así como el fundamento bíblico para aceptarlo, junto con la postura de Elena G. White sobre este tema. Además, se analiza quiénes pasarán por esta experiencia y cuál es el propósito de Dios con este evento.
¿Qué es el tiempo de angustia?
El «tiempo de angustia», también conocido como «el tiempo de angustia de Jacob» se refiere a «un breve período de tribulación extrema» que tendrá lugar justo antes de la segunda venida de Cristo e inmediatamente después del fin del tiempo de gracia.1 Es un evento que concurre con las siete plagas postreras de Apocalipsis 16, cuando el remanente deberá pasar por los juicios finales sin un intercesor en el santuario celestial.
Su nombre está inspirado por el episodio de la lucha de Jacob con Dios, narrado en Génesis 32: 22-20 y en la visión de Jeremías 30: 7 que describe la angustia de los judíos en su cautiverio antes de que tenga lugar la liberación del Señor.
¿Qué dice la Biblia al respecto?
Este tiempo involucrará al mundo entero tras el fin del tiempo de gracia, en los momentos finales de su historia. Aparece descrito en Daniel 12: 1 como «tiempo de angustia, cual nunca fue» y en Jeremías 30: 7 como «un tiempo de angustia para Jacob».
Jeremías 30: 5-7 dice: «¡Hemos oído gritos de terror y espanto! ¡No hay paz! ¡Inquirid ahora, considerad si un varón da a luz!, porque he visto que todos los hombres tenían las manos sobre sus caderas como la mujer que está de parto, y que se han puesto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él. Es un tiempo de angustia para Jacob, pero de ella será librado».
Daniel 12: 1 revela que este período tendrá lugar después de que Miguel se levante para venir a su pueblo. Siendo Cristo mismo, se levanta por primera vez y deja el trono que ha ocupado desde su ascensión (Heb. 1: 3). Por tanto, es un evento escatológico, un tiempo de angustia «cual nunca fue».2 Abarca los juicios más terribles de Dios (Apoc. 16: 18-21; 19: 17-21).
«Pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro» (Dan. 12: 1), es decir, todos aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (Dan. 7: 10; cf. Éxo. 32: 32; Sal. 69: 28; Isa. 4: 3; Mal. 3: 16; Luc. 10: 20; Fil. 4: 3; Apoc. 3: 5; 20: 11-15; 21: 27).
La posición de Elena G. White
Las lecturas a la ligera o descontextualizadas de algunos escritos de Elena G. White han originado una perspectiva escatológica que no es necesariamente la que pretendía la autora. Una de ellas tiene que ver con el supuesto estado de perfección de los santos en este período, así con como la comprensión correcta de lo que significa vivir sin un intercesor en tiempos de angustia.3
En términos descriptivos, lo que podemos sistematizar del pensamiento de Elena G. White sería lo siguiente:
1. Este tiempo comienza inmediatamente después del fin del «tiempo de gracia [es decir, la oportunidad de salvación] de aquellos que prefieran vivir una vida de pecado, y descuidar la gran salvación ofrecida (…)».4 En este momento exactamente finaliza el ministerio de Cristo en el santuario celestial. Sale del lugar santísimo y deja de interceder ante Dios a favor de los seres humanos.5
2. El tiempo de angustia también marca el final del juicio previo al advenimiento o juicio investigativo.6 De manera anticipada y definitiva, «quedará también decidida la suerte de todos [muertos o vivos] para vida o para muerte».7 En cuanto a la sentencia, es «irrevocable»8 y «la puerta de la misericordia» queda ya «cerrad[a] para siempre».9
3. Tanto el comienzo del tiempo de angustia y el fin del tiempo de gracia están marcadas por un decreto de Dios que separa a la humanidad en dos grupos: los salvos y los perdidos. Apocalipsis 22: 11 dice: «El que es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro todavía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía».10
4. Durante el período que abarca el tiempo de angustia, las siete plagas que vienen directamente del santuario serán derramadas sobre la tierra. Son acontecimientos catastróficos, similares a las plagas de Egipto, pero de una intensidad más amplia ya que no están mezcladas con misericordia.11 Por esta misma razón, no serán globales; de lo contrario, la humanidad se extinguiría.12 De manera especial, los santos serán protegidos de estos flagelos.13
5. Por tanto, el tiempo de angustia es un acontecimiento único, escatológico, universal e irrevocable.14 Elena G. White enseña este concepto principalmente a partir de los textos de Apocalipsis 8: 5; 15: 5-8; 16: 17 y 22: 11, que ella relaciona claramente con la prueba final del pueblo de Dios.15
6. Durante este tiempo, los santos que están en vida deben haber alcanzado la perfección del carácter o se perderán para siempre,16 ya que, tras el cierre de la puerta de gracia, todos «deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador» con «sus caracteres, purificados de todo pecado».17
7. La naturaleza dura de este período no es una exageración. Elena G. White declara que «la imaginación más fecunda no alcanza a darse cuenta de la magnitud de tan dolorosa prueba».18
8. Este período de extrema angustia en la experiencia del pueblo de Dios culmina con la segunda venida de Cristo.19
A través de estos puntos resumidos, es posible tener una idea sobre la postura de Elena G. White acerca del tiempo de angustia y sus implicaciones escatológicas. Sin embargo, hay un punto que merece un enfoque más elaborado: el tipo de santificación del pueblo de Dios durante este tiempo. ¿Experimentarán la victoria completa sobre el pecado?
Históricamente, el primero en plantear esta cuestión fue M. L. Andreasen,20 seguido más recientemente por autores como Herbert Douglass21 y Cliford Goldstein.22 El tema en cuestión sería que, en principio, la permanencia del pueblo santo en la tierra durante las plagas implicaría una especie de impecabilidad ya que no tendrían a nadie intercediendo por ellos ante Dios. Recordemos que, llegados a este punto, Cristo habrá salido del santuario para dirigirse hacia la Tierra.
De hecho, hay textos de Elena G. White que apuntan claramente a una situación, después del fin del tiempo de gracia, en la que tanto los injustos como el remanente estarán sin un intercesor ante Dios.23 También es cierto que, durante este tiempo, no habrá un cambio de actitud. Los injustos no se arrepentirán y los justos no caerán. «Todos los casos habían sido fallados para vida o para muerte.»24 Los santos serán «purificados de todo pecado».25 ¿Significa esto una erradicación completa de la naturaleza pecaminosa?
A pesar de ser una inferencia lógica a primera vista, un análisis conjunto de otros textos de Elena G. White parece apuntar en otra dirección. Según Elena G. White, este tipo de victoria completa solo tendrá lugar en la glorificación, es decir, a la venida de Jesús, y no durante el tiempo de angustia. «No podremos decir: “Yo soy impecable”, hasta que este cuerpo vil sea transformado a la semejanza de su cuerpo glorioso».26
La victoria sobre el pecado que describe Elena G. White es una virtud que proviene de la gracia. Puede obtenerse incluso antes del fin del tiempo de gracia y es esencial para recibir la lluvia tardía. Ella dice: «Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pentecostés».27
Elena G. White también hizo comparaciones espirituales entre la última generación de creyentes y otros siervos de Dios del pasado, como Job y Enoc, demostrando que sus caracteres no tienen rasgos nunca conseguidos antes del fin del tiempo de gracia.28 Además, describe la experiencia de quienes pasarán la prueba final como la de alguien que necesita refinamiento, purificación y tiene flaquezas.29
Algunos, incluso los de esta última generación de santos, serán más aptos que otros para resistir la prueba, lo que demuestra diferentes niveles de madurez espiritual entre ellos. Otros necesitarán crecer en la fe durante el tiempo de angustia, lo que hace que su aflicción sea mayor que la de sus compañeros. «Los que solo ejercitan poca fe, están en mayor peligro de caer bajo el dominio de los engaños satánicos y del decreto que violentará las conciencias. Y aun en caso de soportar la prueba, en el tiempo de angustia se verán sumidos en mayor aflicción porque no se habrán acostumbrado a confiar en Dios».30
Es interesante observar que Satanás seguirá tratando de encontrar, en este grupo, razones para reclamarlos para sí mismo a fin de destruirlos. Su argumento es que Dios no puede castigarle a él y a sus ángeles, mientras perdona los pecados de este pueblo:
Así como Satanás influyó en Esaú para que marchase contra Jacob, así también instigará a los malos para que destruyan al pueblo de Dios en el tiempo de angustia. Como acusó a Jacob, acusará también al pueblo de Dios. Cuenta a las multitudes del mundo entre sus súbditos, pero la pequeña compañía de los que guardan los mandamientos de Dios resiste a su pretensión a la supremacía. Si pudiese hacerlos desaparecer de la tierra, su triunfo sería completo. Ve que los ángeles protegen a los que guardan los mandamientos e infiere que sus pecados les han sido perdonados; pero no sabe que la suerte de cada uno de ellos ha sido resuelta en el santuario celestial. Tiene conocimiento exacto de los pecados que les ha hecho cometer y los presenta ante Dios con la mayor exageración y asegurando que esa gente es tan merecedora como él mismo de ser excluida del favor de Dios. Declara que en justicia el Señor no puede perdonar los pecados de ellos y destruirle al mismo tiempo a él y a sus ángeles. Los reclama como presa suya y pide que le sean entregados para destruirlos.31
Al final, está claro que todos los que fueron sellados serán ciertamente aprobados por Dios. Sin embargo, declaraciones como estas muestran que Elena G. White no los veía como un grupo de espiritualidad monolítica, armados con la perfección absoluta. Su condición no refleja un estado de impecabilidad.
Sin embargo, el gran dilema es que no tienen un intercesor en el santuario celestial. De hecho, Elena G. White dice que durante el tiempo de angustia «cada alma deberá sostenerse por sí sola ante Dios».32 Aun así, tal condición no implica que serán abandonados a su suerte ante un juez ansioso por destruir a los pecadores. En varios pasajes, ella repite la promesa que el cielo tiene la mirada puesta en los sellados, protegiéndolos, trayéndoles luz, consuelo y paz.33 En otras palabras, estarán sin un intercesor en cuanto al perdón de los pecados, pero no sin una comunión constante con el cielo.
Finalmente, en un artículo que Elena G. White escribió para Signs of the Times, encontramos el consuelo más bello relacionado con el terror de aquellos días: «Vive la vida de fe día tras día. No te angusties ni te aflijas debido al tiempo de angustia, y así tener un tiempo de angustia antes de tiempo. No se quede pensando: “Temo que no resistiré en el gran día de prueba”. Debes vivir para el presente, solo para este día. El mañana no nos pertenece. Hoy tenemos que conseguir la victoria sobre nosotros mismos».34
¿Quién pasará por el tiempo de angustia?
Elena G. White parece ser coherente cuando afirma, desde sus primeros escritos, que aquellos que pasarán por el tiempo de angustia, que forman la última generación de creyentes, son los 144 000 justos sellados en Apocalipsis 7 y 14. En su primera visión, publicada en enero de 1846, menciona a este grupo seis veces y ya los presenta como los santos que estarán en vida al regreso de Jesús; un grupo especial de santos cuyos nombres están esculpidos en letras de oro en las tablas de piedra del templo de Dios, al cual solo ellos tendrán acceso.35
Sin embargo, es verdad que la propia Sra. White declaró que no tenía una luz completa sobre el asunto y desalentó cualquier especulación sobre quiénes formarían el grupo de los 144 000 sellados.36 También sabemos que la lectura de algunos textos que ella escribió sobre el sellamiento, y su aparente participación en el grupo, llevó a algunos a suponer que los 144 000 serán compuestos de dos clases de personas: aquellos que murieron en la fe del tercer ángel (y por lo tanto participarán en la resurrección especial) y los que estarán en vida cuando Jesús regrese. Efectivamente, solo este último grupo se enfrentará al tiempo de angustia, mientras que el primero resucitará al final.
No obstante, aunque grupos como el movimiento de Reforma adoptan esta postura, así como la idea de que los 144 000 serían un número literal de creyentes, el pensamiento dominante en la escatología de la Iglesia Adventista es que se trata de un número simbólico de creyentes que estarán en vida y deberán pasar por el tiempo de angustia sin sucumbir ante la muerte, o perder su salvación.37
Soportarán el tiempo de angustia de Jacob mencionado en Jeremías 30: 7, el tiempo de angustia mencionado en Daniel 21: 1, y permanecerán sin un intercesor durante el derramamiento de las siete plagas postreras de la ira de Dios, enumeradas en Apocalipsis 16. Pero finalmente se reunirán, victoriosos, con el Cordero en el monte Sión (Apoc. 14: 1-5).
¿Qué quiere Dios enseñarnos con este evento?
Recordemos que estar angustiado no significa estar expuesto a la ira de Dios. Pablo consuela a los filipenses diciéndoles que por la gracia se les concedió no solo creer, sino también sufrir por el nombre de Cristo (Fil. 1: 29). El sufrimiento de Pablo por causa de la iglesia era para él un motivo de gozo, un cumplimiento de lo quedaba de las aflicciones de Cristo en su carne (Col. 1: 24).
Sin embargo, esto no debe confundirse con la teología tradicional del martirio que confiere un valor expiatorio a la muerte de los santos, similar a la muerte de Cristo, concediéndoles el poder de perdonar los pecados. Además, de la veneración de los mártires surgió la adoración de los santos en el seno del catolicismo alrededor de los siglos IV y V d. C.38
El reconocimiento de que la persecución y las tribulaciones forman parte de la vida cristiana no implica sadismo por parte de Dios. Si él no se complace en la muerte de los impíos (Eze. 33: 11), ¿por qué se complacería en el sufrimiento de los justos? Por otro lado, es bien sabido que el camino cristiano comienza con un bautismo en la muerte de Jesús (Rom. 6: 3), lo que significa no solo una muerte con respecto a la vida de pecado, sino también una disposición cristiana para morir por Cristo si fuera necesario. Quizás así lo entendía Pablo cuando expresó su deseo de vivir plenamente identificado con Cristo, incluso hasta el extremo de «llegar a ser semejante a él en su muerte» (Fil. 3: 10).
Sin embargo, teniendo en cuenta que la palabra ‘mártir’ viene del griego μάρτυς y significa ‘testigo’, debemos entender que Dios no tendría ninguna razón para permitir el martirio a menos que la sangre derramada sirva como un elemento evangelizador para los que no creen. De hecho, a Esteban, el primer mártir cristiano (Hech. 7), se le recuerda como alguien que murió por su testimonio sobre Cristo (Hech. 22: 20). Santiago también fue asesinado, junto con otros de la iglesia, por su fe testimonial. Asimismo, el autor de Hebreos se refiere a una grande nube de testigos (12: 1), inmediatamente después de describir a los que estaban dispuestos a morir por su fe, en el capítulo 11.
No obstante, tras el fin del tiempo de gracia, cuando comience el tiempo de angustia, nadie más será salvo a menos que ya haya recIbído el sello de Dios previamente. Por lo tanto, no tendría sentido que Dios permitiera el sacrificio de los santos vivos. De lo contrario, Satanás instigaría la muerte de todos y no quedaría santos en vida para recibir en el aire al Señor que viene.
Entonces, ¿cuál es el sentido práctico de permitir que los hijos de Dios sean afligidos tan duramente? Quizás Apocalipsis 6: 9-11 nos dé una pista. Este pasaje habla de la apertura del quinto sello:
Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían. Clamaban a gran voz, diciendo: «¿Hasta cuándo Señor, santo y verdadero, vas a tardar en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?» Entonces se les dieron vestiduras blancas y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos.
A lo largo de los años, muchos eruditos han tratado de entender el significado final de esta declaración: «hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos». Algunos piensan que se trata de un complemento numérico de salvos o mártires, previamente enumerados por Dios. De hecho, muchos llegaron a esta conclusión tras considerar que la palabra griega que aparece en este caso es πληρόω, que significa ‘llenar’, ‘alcanzar un nivel’, ‘hacer pleno’, o simplemente ‘completar’. Sin embargo, aunque la mayoría de las biblias traducen «hasta que se completara el número de sus consiervos», la palabra «número» no aparece en la versión original; fue añadida por los traductores. Por tanto, el significado del texto permite una lectura diferente: «se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que sus consiervos y sus hermanos estuvieran completos».
De esta manera, la interpretación puede tener otro significado, más allá del significado numérico. También puede sugerir la idea de un complemento no numérico, es decir, de naturaleza cualitativa: la madurez del carácter de los santos que finalmente alcanza el nivel de espiritualidad deseado por Dios. Esta idea también aparece en Apocalipsis 7: 13-14 y 19: 7-8.
La necesidad de perfeccionamiento del pueblo de Dios es coherente con el propósito del evangelio predicado por los apóstoles: «presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre» (Col. 1: 28). Santiago enseña que las tribulaciones existen para que todos lleguen a ser «perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (San. 1: 4). Aunque, como hemos visto, nada de esto tiene que ver con la perfección absoluta, entendemos que los creyentes de las últimas generaciones tienen el privilegio de ser el argumento final de Dios. Si bien el argumento concluyente se presentó en la cruz, no es imposible suponer que los impíos de la última generación podrían argumentar que no es justo que sean castigados junto con otros que vivieron en una época en la que era más fácil guardar la ley de Dios. Al fin y al cabo, pasaron por plagas y era imposible vivir al lado de Dios en ese período. Sin embargo, como en la experiencia de Job, Dios puede decir: «¿Has visto a mis siervos, los 144 000?».
Sería reconfortante pensar que Dios librará a su iglesia de los sufrimientos del tiempo del fin, pero este punto de vista puede resultar muy engañoso. Sean cuales sean los puntos poco claros de este importante asunto, o incluso las sorpresas que depara el futuro, un último consejo de Elena G. White podría sellar nuestra decisión sobre el tiempo de angustia: «Esforcémonos con todo el poder que Dios nos ha dado para estar entre los ciento cuarenta y cuatro mil y hagamos todo lo posible para ayudar a otros ganar el cielo».39
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1 Neufeld, Don F. [ed]. 1966. “Time of Jacob’s Trouble”. En Seventh-day Adventist Encyclopedia. Commentary Reference Series, vol. 10 (págs. 623-624). Washington, D.C.: Review and Herald. [Traducción propia]
2 Jesús emplea un lenguaje similar en Mateo 24: 21. En este caso, la hipérbole de Jesús debe leerse a la luz de Daniel 7: 25, que habla de la tribulación del pueblo de Dios durante la Edad Media.
3 Elena G. White, El conflicto de los siglos, pág. 421.
4 Elena G. White, Testimonios para la iglesia, vol. 2, pág. 609.
5 Elena G. White, Primeros escritos, pág. 280. Cf. Testimonios para la iglesia, vol. 2, pág. 609.
6 Ibíd., pág. 280.
7 White, El conflicto de los siglos, pág. 480.
8 White, El conflicto de los siglos, pág. 481.
9 Elena G. White, El deseado de todas las gentes, pág. 590.
10 Elena G. White, El Ministerio de la Curación, pág. 360.
11 Elena G. White, Eventos de los últimos días, págs. 210-212. Cf. Primeros escritos, pág. 280.
12 White, El conflicto de los siglos, pág. 620.
13 Ibíd., pág. 604.
14 White, El conflicto de los siglos, pág. 480. Cf. Mensajes selectos, vol. 1, pág. 92.
15 White, Primeros escritos págs. 36-37, 71, 279-280; Cf. Christian Experience and Teachings of Ellen G. White, 117; El confl icto delos siglos, pág. 601.
16 White, Testimonios para la iglesia, vol. 2, pág. 318.
17 White, El conflicto de los siglos, pág. 425.
18 White, El conflicto de los siglos, pág. 607.
19 White, Eventos de los últimos días, pág. 266.
20 Andreasen, M. L. 1969. The Sanctuary Service. Maryland: Review and Herald Publishing Association; 1948. The Book of Hebrews. Washington, D.C.: Review and Herald.
21 DOUGLASS, H. E. 1974. The unique contribution of Adventist eschatology. Artículo presentado en la Conferencia Bíblica de Norteamérica. Washington D.C: General Conference of Seventh-day Adventists; Why Jesus waits (6). The Advent Review and Sabbath Herald. Washington: Review and Herald, October 4, 1973.
22 Goldstein, C. 2005. 1844: uma explicação simples das principais profecias de Daniel (102-112). Tatuí: Casa Publicadora Brasileira; The full and final display (págs. 41-43, 62). Ministry, October 1994.
23 White, El conflicto de los siglos, págs. 421, 455, 599, 610, 630-631.
24 White, Primeros escritos, pág. 280.
25 White, El conflicto de los siglos, pág. 425.
26 Elena G. White, Mensajes selectos, vol. 3, pág. 406.
27 White, Testimonios para la iglesia, vol. 5, pág. 199.
28 Elena G. White, La educación (págs. 154-155). Mountain View, CA: Pacific Press; James White. 1860. Spiritual Gifts: My Christian Experience, Views and Labors in Connection with the Rise and Progress of the Third Angel’s Message, vol. 3 (59). Battle Creek, MI:. Reimpreso en Washington, DC: Review and Herald, 1945.
29 White, El conflicto de los siglos, págs. 605, 611; Testimonios para la iglesia, vol. 3, pág. 449.
30 White, El conflicto de los siglos, pág. 606.
31 Ibíd., pág. 603.
32 Ibíd., pág. 607.
33 Ibíd., págs. 604, 606, 610.
34 Elena G. White, Signs of the Times, 20 de octubre, 1887, par. 2. [Traducción propia]
35 White, Primeros escritos, págs. 15, 19.
36 White, Mensajes selectos, vol. 1, pág. 205; 3, pág. 59.
37 Para la supuesta postura de Elena G. White contraria a esta, véase la clarificación que su nieto Arthur White hace con respecto a otras cartas atribuidas a su padre W.C. White. Cf. White, A. Carta del 27 noviembre, 1973. En <http://drc.whiteestate.org/files/1863.pdf>. White, W. C. Carta del 18 de abril, 1929. En <http://drc.whiteestate.org/read.php?id=63112>. Consultado el 15 de septiembre, 2020.
38 Josef Ton. 2000. Suffering, Martyrdom, and Rewards in Heaven (xiii–xiv, 14). Wheaton, IL: Romanian Missionary Society.
39 Elena G. White, ¡Maranata: El Señor Viene!, pág. 239. “God’s Purpose for Us”. Review and Herald, 9 de marzo, 1905, par. 4. Adaptado.