Felix Cortez
La enseñanza de la Biblia sobre las siete plagas postreras es inquietante por varias razones. Por un lado, parece socavar el mensaje de Dios cuya esencia o característica central es el amor. Si Dios es amor, y los injustos tienen que ser destruidos, ¿por qué usar plagas, y además siete, una tras otra? Por otro lado, la enseñanza de la Biblia sobre las plagas es desconcertante en cuanto al sentido de seguridad de los creyentes. Las últimas siete plagas serán derramadas sobre la tierra, el mar, los ríos y el sol. ¿Cómo afectarán a los creyentes que estén en vida cuando esto pase?
Este artículo trata de contestar a estas y a más preguntas de la Biblia y de las enseñanzas de Elena G. White, también sugiere cuatro aserciones posibles sobre el propósito y la naturaleza de las plagas.
Dios utiliza las plagas para salvar a su pueblo
Las plagas aparecen descritas en Apocalipsis 15 y 16. Para entender su naturaleza y su propósito, tenemos que entender el papel que juegan en el libro de Apocalipsis. Según Apocalipsis, las plagas son la respuesta de Dios a los intentos de Satanás y de sus fuerzas de aniquilar al pueblo de Dios. El apóstol Juan describe a Satanás en Apocalipsis 12: 3-17 como un dragón que procura destruir a Jesús, el Hijo prometido, a su nacimiento en este mundo. Sin embargo, Jesús «fue arrebatado para Dios y para su trono» (vers. 5).
Frustrado por su derrota, Satanás persigue al resto de los descendientes de la mujer, es decir, a la iglesia remanente que guarda los mandamientos de Dios y tiene el testimonio de Jesús (Apoc. 12: 17). Para destruir a la iglesia remanente, el dragón levanta dos bestias (Apoc. 13). En Daniel y en Apocalipsis, las bestias son poderes políticos y religiosos que persiguen al pueblo de Dios (por ejemplo, Dan. 7). La primera bestia sube del mar y blasfema el nombre de Dios, persigue a su pueblo y obliga a los habitantes de la Tierra a adorarla (Apoc. 13: 11-18).1 La segunda bestia viene de la tierra y ayuda a la bestia del mar en su guerra contra Dios y contra su pueblo remanente haciendo grandes señales y creando una imagen para que todos los habitantes de la Tierra adoren a la bestia del mar. El propósito de Satanás es erradicar al pueblo de Dios de la faz de la Tierra y, de esta manera, obtener el dominio total sobre el mundo.
Sin embargo, Dios protege a su pueblo y envía a tres ángeles a llevar un mensaje de advertencia a todo el mundo (Apoc. 14: 6-12). Estos tres ángeles representan al pueblo de Dios que proclama la última advertencia de Dios a las naciones. El primer ángel anuncia que los humanos deben adorar y servir a Dios en vez de a la bestia del mar porque él es el creador de todas las cosas (vers. 7). El segundo ángel advierte a los habitantes de la Tierra que Babilonia, la confederación formada por el dragón, la bestia del mar y la bestia de la tierra, ha caído a pesar de que aparentaba ser un poder irresistible. Babilonia dio a las naciones a beber de su vino embriagador de prosperidad económica y política (Apoc. 13: 17; 18: 9-24). Pero el vino que Babilonia ofrece acabó embriagándola a ella misma.2 Por lo tanto, su redención ya no es posible y se precipita hacia la destrucción.
El tercer ángel advierte a las naciones que todos aquellos que adoren a la bestia y reciban su marca en la frente o en la mano beberán junto con Babilonia «del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira» (Apoc. 14: 10). El vino de la ira de Dios se refiere a las plagas que Dios derramará sobre la confederación de Babilonia y sobre aquellos que se alían con ella (Apoc. 15: 1, 5–16: 21). Las plagas son la manera en la que Dios defiende a su pueblo y solo se derramarán después de que las naciones hayan sido advertidas. En el pasado, Dios hizo lo mismo para defender y liberar a su pueblo de Egipto (Éxo. 1–12; Gén. 12: 10-20).
Por lo tanto, las plagas caerán cuando el tiempo de gracia haya terminado y cuando la salvación ya no sea posible. Dios no retirará la oportunidad de salvación arbitrariamente. Llegará un momento cuando el intento de Satanás de erradicar al pueblo de Dios obligará al mundo entero a decidirse entre Dios y Satanás (Apoc. 13: 11-18). Satanás forzará esa decisión con amenazas de muerte. Cuando todos tomen una decisión, Dios cerrará el tiempo de gracia, pues ya que no quedará nadie por quien interceder. Apocalipsis utiliza un lenguaje simbólico para referirse a ello: «Y el templo se llenó de humo por causa de la gloria de Dios y por causa de su poder. Nadie podía entrar en el templo hasta que se cumplieran las siete plagas de los siete ángeles» (Apoc. 15: 8).
Las plagas son acontecimientos reales con un significado teológico
Las plagas son acontecimientos reales que se describen simbólicamente. También tienen un significado teológico. La naturaleza simbólica de la descripción de las plagas queda clara en el propio texto bíblico. La sexta plaga, por ejemplo, se derrama sobre el río Éufrates, el cual se seca para preparar el camino a los reyes del oriente. No se trata de una descripción literaria del acontecimiento, dado que la ciudad de Babilonia ya no existe y nunca volverá a existir (Isa. 13: 19-22).
Babilonia hace referencia a la confederación del dragón, la bestia del mar y la bestia de la tierra, cuya acción de persecución contra el pueblo de Dios se describe en Apocalipsis 13, 17 y 18. Por lo tanto, el río que se seca no es el río Éufrates en Asia occidental, sino el apoyo que Babilonia recibe de los reyes de la tierra y de las naciones del mundo (Apoc. 17: 15). Los reyes del oriente representan a Jesús y a sus santos. Cuando los reyes de la Tierra y las naciones dejen de apoyar a Babilonia, la confederación del mal caerá y será destruida (Apoc. 17: 16-18).
La descripción simbólica de las plagas tiene varios propósitos importantes. Primero, la descripción simbólica de las plagas está sacada del contexto de la caída de Egipto (las plagas uno a cinco) y de la caída de Babilonia (las plagas seis y siete). La caída de esas naciones permitió al pueblo de Dios regresar a su tierra. A aquellos que conocen la Biblia, la descripción de las siete plagas les recuerda que el mismo Dios, quien en el pasado juzgó a los reinos opresores para llevar a su pueblo a la tierra prometida, es Aquel que juzgará a la Babilonia del tiempo del fin (Apoc. 15–20) y guiará a su pueblo a su patria celestial al final de los tiempos (Apoc. 21–22).
Segundo, la descripción simbólica enfatiza la equidad del castigo. Por ejemplo, la segunda plaga y la tercera convierten los mares y los ríos en sangre. El ángel explica que el castigo es justo porque los malos han derramado la sangre de los santos. Elena G. White explica: «Al condenar a muerte al pueblo de Dios, [refiriéndose a los intentos de la Babilonia del tiempo del fin de aniquilar al pueblo de Dios (Apoc. 13: 16–17; 17: 6)] los que lo hicieron son tan culpables de su sangre como si la hubiesen derramado con sus propias manos».3
Por lo tanto, la voz de Apocalipsis 16: 7 que exalta la justicia de Dios es muy significativa. La voz viene desde el altar donde los santos de Dios, que «habían muerto por causa de la palabra de Dios» (Apoc. 6: 9-10), se ubican simbólicamente. Dios no olvidará la sangre del pueblo de Dios derramada a lo largo de la historia. El intento final de Babilonia de derramar su sangre hará que la propia Babilonia, junto con sus partidarios, acaben bebiendo sangre. La violencia contra el pueblo de Dios hará que la propia Babilonia y sus seguidores sufran violencia.
Finalmente, los que estudian el libro de Apocalipsis han observado la estrecha relación entre las plagas y las trompetas. Las plagas se derraman en los mismos lugares donde cayeron las calamidades anunciadas por las trompetas y con idéntico resultado (la tierra, el mar, los ríos, las fuentes, el sol, la oscuridad, el río Éufrates y una gran voz, Apoc. 8: 6–9: 21; 11: 15-19). La diferencia es que las calamidades anunciadas por las trompetas solo afectan a una tercera parte del lugar donde caen. Sin embargo, las plagas se derraman con toda la fuerza (Apoc. 14: 10) y agotan la ira de Dios (Rev. 16: 1). Esto sugiere que las calamidades relacionadas con las plagas son parecidas, pero más graves que aquellas relacionadas con las trompetas. Elena G. White explica: «Estas plagas no serán universales, pues, de lo contrario, los habitantes de la Tierra serían enteramente destruidos. Sin embargo, serán los azotes más terribles que hayan sufrido jamás los hombres».4
Las plagas tienen también un significado teológico importante. Las plagas que Dios derramó sobre Egipto fueron «juicios» contra «todos los dioses de Egipto» (Éxo. 12: 12). De manera similar, la caída de Babilonia incluyó el juicio de Dios contra sus dioses (Jer. 50: 2; 51: 44). Además, las siete plagas postreras serán un juicio sobre los dioses seculares de la Babilonia del tiempo del fin; es decir, sobre aquellas instituciones e ideas en las que los humanos han depositado su confianza y bienestar en lugar de Dios. Elena G. White dice: «Las plagas que cayeron sobre Egipto cuando Dios estaba por libertar a Israel fueron de índole análoga a los juicios más terribles y extensos que caerán sobre el mundo inmediatamente antes de la liberación final del pueblo de Dios».5
Las plagas son el resultado del respecto absoluto de Dios por nuestra libertad
El amor es un atributo esencial de Dios. Por otro lado, la ira no lo es. La ira es la respuesta al mal de un Dios amoroso. Si no hubiera maldad, no habría ira. Sin embargo, es importante observar, que la ira de Dios se entiende mejor definida en el contexto de un Dios que permite a los humanos cosechar las consecuencias de sus propias acciones. Por lo tanto, Dios castiga a su pueblo abandonándolo,6 retirando su presencia7 o escondiendo su rostro,8 lo cual tiene como resultado catástrofes y derrotas.9
El mal conlleva consecuencias inherentes que castigan a los injustos. Estas consecuencias intrínsecas aparecen descritas mediante la metáfora de plantar y cosechar (Prov. 11: 18, 30). Otra metáfora describe la acción como un camino que te lleva hacia determinadas consecuencias (Prov. 11: 3, 5). En Romanos 1: 18-32 Pablo explica que la ira de Dios está provocada por los que «detienen con injusticia la verdad» y, como consecuencia, Dios los entrega a los apetitos de sus corazones, a sus pasiones vergonzosas y a una mente depravada (vers. 24, 26, 28).
Por lo tanto, la ira de Dios no causará las plagas directamente, pero permitirá que la humanidad coseche las consecuencias de su maldad en totalidad. Apocalipsis 7: 1-3 explica que Dios permite que los vientos de la maldad humana soplen libremente. Elena G. White lo corrobora:
Se me mostró que los juicios de Dios no vendrían sobre ellos directamente del Señor, sino de esta manera: Ellos se colocan más allá de su protección. El advierte, corrige, reprueba y señala el único camino seguro; luego, si aquellos que han sido el objeto de su cuidado especial siguen su propio curso, independientemente del Espíritu de Dios, tras repetidas amonestaciones; si eligen su propio camino, entonces él no encarga a sus ángeles que impidan los decididos ataques de Satanás contra ellos. Es el poder de Satanás lo que está obrando en el mar y en la tierra, trayendo calamidad y angustia, y barriendo multitudes para asegurarse de su presa. Dios usará a sus enemigos como instrumentos para castigar a aquellos que hayan seguido sus propios caminos perniciosos (…).10
También añade: «El mismo poder destructor ejercido por santos ángeles cuando Dios se lo ordena, lo ejercerán los ángeles malvados cuando él lo permita».11 Las plagas son calamidades y destrucción que tendrán lugar cuando Dios deje finalmente a los seres humanos en las manos de Satanás, a quien eligieron, para cosechar las consecuencias de sus propias acciones malas. Elena G. White describe las plagas como una destrucción producida por conflictos entre naciones,12 contiendas provocadas por pasiones humanas,13 fuego e inundaciones, plagas y terremotos,14 calamidades y angustia,15 destrucción provocada por los ángeles malos,16 destrucción de los pastores o líderes espirituales falsos,17 y tormentas o tempestades, guerras y derramamiento de sangre.18
El derramamiento de sangré será el resultado de la codicia, la arrogancia y el odio, ya que el Espíritu Santo no restringirá ninguna de esas pasiones. Los desastres naturales serán el resultado del abuso humano del planeta o simplemente la acción de los ángeles malos. A estas tragedias, podríamos añadir la caída del mercado como consecuencia de la codicia, las catástrofes producidas por la imprudencia humana, y las pandemias, que son la consecuencia del rechazo de las leyes de salud de Dios. Final mente, los gobiernos humanos incluso agravarán el sufrimiento a través de su competencia alimentada por la polarización política.
El pueblo de Dios no sufrirá las plagas
El pueblo de Dios no sufrirá las plagas, pero sufrirá la persecución y la amenaza de muerte de Satanás. Apocalipsis 15: 2-4 describe al pueblo de Dios de pie junto a un mar de vidrio mezclado con fuego, alabando a Dios por la salvación que él ha provisto. Esta imagen nos recuerda al pueblo de Israel que alabó al Yahvé junto al Mar Rojo tras la destrucción del ejército egipcio. El pueblo de Dios no estará en el cielo durante las plagas, sino en la Tierra. Apocalipsis 15: 2-4 es una descripción simbólica del hecho fundamental de que el pueblo de Dios siempre está delante de él, y él los cuida con máxima atención, aunque estén en la Tierra. Esto es lo que Pablo quiere transmitir cuando dice que estamos sentados con Dios en los lugares celestiales (Efe. 2: 5-6; Col. 3: 1-4).
Por otro lado, los que adoran a la bestia aparecen descritos como aquellos que habitan sobre la Tierra.19 Apocalipsis explica que las plagas caerán solo sobre los que tienen la marca de la bestia (Apoc. 14: 9-10; 16: 2). Elena G. White explica:
Dios no consentiría que los malvados exterminasen a quienes esperaban la traslación y no se sometían al decreto de la bestia ni recibían su marca (…). El pueblo de Dios no quedará libre de padecimientos; pero aunque perseguido y acongojado, y aunque sufra privaciones y falta de alimento, no será abandonado para perecer. Si la sangre de los fieles siervos de Cristo fuese entonces derramada, no sería ya, como la sangre de los mártires, semilla destinada a dar una cosecha para Dios.20
¿Qué significan las plagas para el creyente?
Las plagas significan que Dios finalmente hará justicia y permitirá que los seres humanos cosechen las consecuencias de sus acciones. Además, significa que, si quiero escapar de las plagas, necesito ser limpiado del mal en todas sus formas. Finalmente, la descripción simbólica de las plagas nos recuerda que cuando empiecen a caer, significa que se acerca el momento de regresar a casa.
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1 Elena G. White, Eventos de los últimos días, pág. 261. El conflicto de los siglos, pág. 590.
2 Parece que la codicia, la arrogancia y el abuso de poder causarán su destrucción.
3 White, El conflicto de los siglos, pág. 611.
4 Ibíd., pág. 612.
5 Ibíd., pág. 611.
6 Véase Oseas 1: 9; Zacarías 7: 13-14; Números 32: 15.
7 Véase Salmos 89: 46; Oseas 5: 6; Isaías 1: 15; Zacarías 7: 13.
8 Deuteronomio 31: 17-18; 32: 20; Mica 3: 4; Salmos 89: 46.
9 Catástrofe. Jeremías 7: 29; 16: 10-13; Lamentaciones 5: 20-22; y derrota, Jeremías 12: 7-13. Observa el mismo patrón en Salmos 78: 56-66; 106: 40-43.
10 Elena G. White, Eventos de los últimos días, pág. 246.
11 White, El conflicto de los siglos, pág. 600.
12 White, Eventos de los últimos días, pág. 242.
13 White, El conflicto de los siglos, pág. 600.
14 White, Eventos de los últimos días, pág. 244.
15 Ibíd., pág. 206.
16 White, El conflicto de los siglos, pág. 600.
17 White, Eventos de los últimos días, pág. 251.
18 Ibíd., pág. 260.
19 Apocalipsis 3: 10; 6: 10, 15; 13: 8, 14; 14: 6; 16: 1; 17: 2.
20 White, Eventos de los últimos días, pág. 268.