Joel Iparraguirre y Richard M. Davidson
A mediados del siglo XIX,1 la palabra «apocalíptica» (del alemán Apokalyptik2) fue introducida por primera vez en una discusión académica sobre el Apocalipsis de Juan por Gottfried Christian Friedrich Lücke. Sin embargo, los trabajos de John J. Collins y de su mentor, Paul Hanson,3 fueron los que hicieron notar la relevancia de la literatura apocalíptica. Además, gracias a ellos el vocablo dejó de ser un adjetivo para convertirse en un descriptor de este tipo de literatura.
Hoy, «literatura apocalíptica» viene siendo utilizado como un título o «etiqueta de género» para obras extrabíblicas de carácter similar a los libros bíblicos de Daniel y Apocalipsis.4 De hecho, cuando los eruditos modernos se dieron cuenta de que existía toda una colección considerable de obras comparables en el judaísmo antiguo, también aplicaron esta etiqueta a libros como 1 Enoc (el etíope), 4 Esdras, 2 Baruc y otras obras producidas antes y contemporáneamente al Apocalipsis. Por ello, con el propósito de no causar confusión, algunos han preferido utilizar «apocalíptica bíblica», «profecía apocalíptica» o «profecía bíblico-apocalíptica» para referirse a Daniel y Apocalipsis, y así diferenciarse de los libros extrabíblicos.
La «apocalíptica» toma su nombre de Apocalipsis 1: 1 («la revelación…», del griego apokalypsis) y significa, como se puede inferir del mismo texto, «revelar», «revelación» o «descubrimiento».5 Quizás, una de las mejores definiciones que ha perdurado en el tiempo se encuentra en el volumen 14 de la Semeia de 1979, cuyo título es «Apocalypse: The Morphology of a Genre». Este volumen, producido por la Sociedad de Literatura Bíblica (SBL, por sus siglas en inglés), «representa la primera etapa de trabajo del Grupo de Apocalipsis del Proyecto en Géneros [literarios] del SBL».6 En su introducción, se lee que la «apocalíptica»
es un género de literatura «reveladora» con un marco narrativo en el que una revelación es mediada por un ser sobrenatural a un destinatario humano, revelando así una realidad que es al mismo tiempo trascendental, en tanto que prevé la salvación escatológica; y espacial, en la medida que implica otro mundo sobrenatural.7
De acuerdo con esta definición, obras apocalípticas como Daniel y Apocalipsis son literatura «reveladora», lo que significa que pretenden comunicar información divina a la humanidad. ¿Y cómo se logra esto? Históricamente, por medio de un «marco narrativo» o «relato» que combina lo terrenal y celestial. En otras palabras, la revelación es comunicada al ser humano por «seres de otro mundo», revelando una realidad trascendental que va más allá de lo que pueden abarcar los cinco sentidos; cosas como las realidades del cielo y el curso de la historia, que lleva a la salvación que Dios otorga al final de los tiempos.
De esta forma, el escritor apocalíptico confiesa haber recibido sus «revelaciones» estando en un estado de éxtasis (en «visión» o «en el Espíritu», como puede leerse en Daniel y Apocalipsis), mientras es guiado por un ser celestial donde «se le permite ver escenas de grandeza y majestad sobrenaturales».8
Por otro lado, Ranko Stefanovic agrega que
el escritor apocalíptico encuentra que el lenguaje literal es inadecuado para presentar cosas sobrenaturales y realidades celestiales sutiles. Al describirlas, usa un lenguaje altamente simbólico. De este modo muchos símbolos y conceptos del Apocalipsis […] ya eran conocidos por la literatura apocalíptica judía [extrabíblica] que tuvo amplia circulación y muchos lectores.9
Al tener estos detalles en cuenta, entonces, ¿por qué para los adventistas es tan importante la apocalíptica bíblica? Jon Paulien responde asertivamente lo siguiente:
(1) Daniel y Apocalipsis aportaron gran parte del contenido que hace de la teología adventista algo único en el mundo cristiano. (2) Estos libros apocalípticos proporcionan el núcleo de la identidad y la misión adventistas, particularmente la convicción de que el movimiento adventista iba a desempeñar un papel primordial en la preparación del mundo para el pronto regreso de Jesús. (3) El sentido apocalíptico de que Dios estaba [y está] al control de la historia dio confianza para continuar aun cuando el movimiento era pequeño y sufría grandes dificultades [en sus inicios]. (4) El sentido de un fin próximo, impulsado por el estudio de Daniel y Apocalipsis, motivó a los adventistas a llevar su mensaje al mundo.10
El adventismo es un movimiento que nació del impulso ocasionado por la reflexión escatológica, lo que nos llevó a identificarnos como el remanente en el tiempo del fin.11 En este contexto, la apocalíptica bíblica desempeña un papel importante respecto a nuestra identidad, misión y mensaje proféticos. Por ello, es esencial conocer las características de la apocalíptica bíblica, ya que librarse de ella «conlleva el riesgo de la existencia de este movimiento».12
En el siguiente capítulo, nos ocuparemos de este tema con mayor detalle, y al mismo tiempo aclararemos ciertas confusiones.
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1 Véase sus dos volúmenes Versuch einer vollständigen Einleitung in die Offenbarung des Johannes, oder allgemeine Untersuchungen über die apokalyptische Litteratur überhaupt und die Apokalypse des Johannes insbesondere (Bonn: E. Weber, 1852). Cf. John J. Collins, «What Is Apocalyptic Literature?», en The Oxford Handbook of Apocalyptic Literature, ed. John J. Collins, (New York: Oxford University Press, 2014), 1.
2 Para más detalles de esta palabra, véase L. J. Kreitzer, «Apocalyptic, Apocalypticism», Dictionary of the Later New Testament and Its Developments, ed. Ralph P. Martin y Peter H. Davids (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1997), 55-68.
3 Entre sus obras más destacadas, véase, por ejemplo, The Dawn of Apocalyptic: The Historical and Sociological Roots of Jewish Apocalyptic Eschatology (Philadelphia: Fortress, 1975; ed. rev. 1979); idem, «Apocalyptic Literature», en The Hebrew Bible and Its Modern Interpreters, ed. D. A. Knight y G. M. Tucker (Philadelphia: Fortress, 1985), 465-488; idem, Old Testament Apocalyptic, Interpreting Biblical Texts (Nashville: Abingdon, 1987).
4 También suele indicarse que Zacarías 9–14, Ezequiel 37–39, Isaías 24–27 y las plagas de Joel forman parte de la apocalíptica bíblica.
5 W. Mundle, «Revelación», Diccionario teológico del Nuevo Testamento, ed. Lothar Coenen, et al. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1994), t. 4, 98-103, señala que proviene de «καλύπτω» [kalyptō], que significa «abrir, ocultar, esconder, con el énfasis que se da al descubrimiento, se señala que lo que hasta entonces estaba oculto se descubre y se da a conocer» (98). Cf. Joel N. Musvosvi, «The Issue of Genre and Apocalyptic Prophecy», AASS 5 (2002): 43-60.
6 John J. Collins, «Preface», Semeia 14 (1979), iii. Con el paso del tiempo, sin embargo, Collins ha «evolucionado» su posición al expresar su definición de la apocalíptica en un tono más futurista. Véase Collins, «Preface», The Oxford Handbook of Apocalyptic Literature, ix.
7 Collins, «Introduction: «Towards the Morphology of a Genre», Semeia 14, 9.
8 Ranko Stefanovic, La revelación de Jesucristo: Comentario del libro del Apocalipsis, trad. Rolando A. Itin (Berrien Spring, MI: Andrews University Press, 2013), 22.
9 Ibid.
10.Jon Paulien, «The End of Historicism? Reflections on the Adventist Approach to Biblical Apocalyptic – Part One», JATS 14, nº 2 (2003): 15.
11 Para más detalles, véase Ángel M. Rodríguez, ed., El remanente: El enfoque adventista (Doral, FL: APIA, 2013), especialmente los capítulos 5, 6, 8, 9 y 11.
12 Ángel M. Rodríguez, «El uso de la versión modificada del método histórico-crítico por parte de eruditos adventistas», en Entender las Sagradas Escrituras, ed. George W. Reid (Doral, FL: APIA, 2009), 427.