¿Han de someterse las esposas a sus esposos?

Leo Ranzolin, h.

“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor”. Efesios 5:22.

El abuso de mujeres tiene una larga historia y muchos rostros. Algunas estadísticas indican que una de cada cuatro mujeres experimenta en sus relaciones abuso físico, sexual, emocional o psicológico. El abuso puede efectuarse en formas muy sutiles; por ejemplo, con la idea de que las mujeres necesitan seguir ciegamente a sus esposos. Una mujer relató: “Un día mi marido lo dijo muy elocuentemente. Él dijo: ‘Yo soy el amo y tú eres la sierva. Y cuando lo entiendas, nos llevaremos bien’ “.1 Y algunos hombres sienten que Efesios 5:22 provee la sanción bíblica para tal actitud.

Los problemas con Efesios 5:22 son la naturaleza de la “sujeción” de la esposa a su esposo y la naturaleza de la “supremacía” del esposo sobre su esposa. ¿Qué quiso significar Pablo cuando aconsejó a las esposas que estuvieran sujetas a sus esposos?

El tema general de Efesios – Efesios 5:22 es parte de una serie de reglas para las familias cristianas (5:21-6:9), las cuales atañen a tres grupos de relaciones: esposas y esposos, hijos y padres, y siervos y amos. Este conjunto de deberes familiares es en sí mismo parte de una sección más extensa (caps. 4-6), consistente en exhortaciones pastorales de Pablo a los efesios, las cuales están a su vez estrechamente ligadas a las explicaciones teológicas de la primera mitad de la epístola (caps. 1-3).

En las porciones iniciales de la carta, Pablo asevera que la humanidad está cautiva del “príncipe de la potestad del aire” y, por tanto, alejada de Dios (2:1-3; cf. 6:10-20) y también los unos de los otros (2:11-12). El triunfo de Cristo en la cruz sobre las fuerzas cósmicas de las tinieblas (1:7; 2:13, 15, ha puesto fin a este alejamiento, trayendo armonía entre Dios y los seres humanos y estableciendo unidad entre los creyentes (2:13-18).

Como resultado de la victoria de Cristo, en Efesios 4-6 Pablo ruega a la comunidad de creyentes a llevar a cabo plenamente la “vida reconciliada”. Los miembros del “cuerpo de Cristo” (1:22, 23; 2:16; 4:4, 12, 16; 5:23, 30) deben someterse completamente a la poderosa obra transformadora del Espíritu (2:22; 3:16; 4:23, 24, 30; 5:18) de modo que puedan constituir una comunidad que crezca “en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo […] en amor” (4:15, 16). El Espíritu trabaja para efectuar lo que proveyó la obra reconciliadora de Cristo: la creación de “una nueva humanidad” compuesta a la vez por judíos y gentiles (2:13-18); este es el cuerpo de Cristo, la familia de Dios (2:19), y un templo santo (2:21). Esta iglesia universal es el foco principal de Efesios, específicamente porque revela a la humanidad y “a los principados y potestades en los lugares celestiales” (3:10) la plenitud de los propósitos de Dios en la historia de “re-unir” toda la realidad en Cristo (1:10). De este modo la carta se caracteriza por el tema de la unidad; los miembros de iglesia son llamados continuamente a ser solícitos en “mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (4:3), con el fin de que la iglesia pueda manifestar, en parte, la unidad cósmica existente en Cristo (1:10).

Relación entre esposo y esposa – Las instrucciones a los esposos y las esposas (5:21-33) comienza con un llamado para todos los creyentes: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (vers. 21). Pablo introduce las reglas para las familias cristianas con este principio de mutua sumisión, que en seguida procede a explicar. La mutua sumisión de los creyentes debe estar motivada “en el temor de Dios”; esta frase denota un sentido de temor reverente hacia uno que es a la vez Señor y Juez.

“El matrimonio, una unión para toda la vida, es un símbolo de la unión entre Cristo y su iglesia. El espíritu que Cristo manifiesta hacia su iglesia es el mismo espíritu que deben manifestarse mutuamente los esposos. Ninguno de los dos debe tratar de dominar. El Señor ha presentado los principios que deben guiarnos en este asunto. El esposo debe cuidar a su esposa como Cristo cuida a la iglesia. Y la esposa debe respetar y amar a su esposo. Ambos deben cultivar el espíritu de bondad, y estar decididos a nunca afligirse ni herirse el uno al otro” (JT 3:96, 97).

La relación entre esposo y esposa está caracterizada por un rasgo distintivo e importante: la relación de Cristo con la iglesia funciona como el modelo para el tratamiento que indica Pablo en la relación de esposo y esposa; el apóstol repetidamente se mueve entre estas dos relaciones antes de reunirlas en los versículos 31 y 32.

Primeramente se dirige a las esposas, con dos exhortaciones a que se sujeten a sus esposos en todo (vers. 22-24). La razón para la primera exhortación es explicada: “El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia” (vers. 23);2 la segunda, que “la iglesia está sujeta a Cristo” (vers. 24). Aplicar la relación Cristo-e-Iglesia a la relación esposo-y-esposa sugiere que el esposo asume la función de Cristo y la mujer la función de la iglesia. Como Cristo es la cabeza de la iglesia, así el esposo ha de ser la cabeza de la esposa; y como la iglesia se somete a Cristo, así la mujer debería someterse a su esposo.

La cuestión de la sumisión – En el contexto del mensaje de Pablo para los esposos y las esposas, ¿qué significa sumisión? La palabra griega ὑποτάσσω [hypotássō], “someterse” [5:21], tiene la connotación de un papel subordinado, sumiso. Se usa en Tito 2:9 y en 1 Pedro 2:18 para la sumisión de los esclavos a sus amos. Pero en contraste con los esclavos, que han de sujetarse a sus amos ya sean sus amos buenos o malos (1 Ped. 2:18), las esposas han de estar sujetas “como al Señor”, esto es, “como conviene en el Señor” (Col. 3:18). Esta sumisión excluye cualquier servil obediencia al esposo si sus demandas no están en armonía con la voluntad de Dios para el matrimonio.

“Dios requiere que la esposa mantenga siempre el temor y la gloria de Dios delante de ella. La sumisión completa que deber hacer es solo al Señor Jesucristo, quien la compró como hija suya por medio del precio infinito de su vida. Dios le dio a ella una conciencia, que no puede violar con impunidad. Su individualidad no puede fundirse en la de su marido, porque ha sido comprada por Cristo. Es un error imaginar que en todas las cosas ella debe hacer con ciega devoción exactamente tal como dice su esposo, cuando sabe que al obrar así han de sufrir daño su cuerpo y su espíritu, los cuales han sido redimidos de la esclavitud satánica”.3

Esposos, amen a sus esposas –En Efesios 5:25-32 Pablo procede a explicar más plenamente la verdadera naturaleza de la preeminencia del esposo. En dos secciones –versículos 25-27 y versículos 28-32– el apóstol exhorta a los esposos a amar a sus esposas. Es digno de notar que la mayor porción del código matrimonial está dedicado a los deberes del esposo, donde se lo amonesta a amar, no a mandar, a su esposa.

En la primera sección (vers. 25-27), el amor abnegado de Cristo por la iglesia funciona como base de la exhortación a los esposos a que amen a sus esposas; al comienzo del capítulo, el amor sacrificial de Cristo, demostrado preeminentemente en la cruz, proporcionó el ejemplo que todos los creyentes han de emular (5:2). El amor de Cristo por la iglesia se manifiesta en su obra santificadora a favor de ella; él desea santificar y purificar de pecado a la iglesia (vers. 26) “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha” (vers. 27). La extensión de largo alcance del amor de Cristo por la iglesia impacta profundamente en la naturaleza de la “preeminencia” del esposo sobre su esposa. Si bien el esposo no es el agente de la santidad de su esposa, debería caminar en las mismas huellas de Cristo, sustentándola y cuidándola, aun hasta estar dispuesto a entregar su propia vida por ella.

“Pablo coloca a las mujeres en una posición de subordinación con relación a sus esposos (cf. 1 Ped. 3:1-6). La ética de las relaciones cristianas en la familia puede percibirse con claridad solo cuando se entiende que diferencia y subordinación de ninguna manera implican inferioridad. La sumisión que se ordena a la esposa es del tipo que solo puede darse entre iguales; no es una obediencia servil sino una sumisión voluntaria en los aspectos en los cuales el hombre ha sido puesto por su Hacedor como la cabeza (cf. Gén. 3:16)” (F. D. Nichol, ed., CBA 6:1035).

En la segunda sección (vers. 28-32), Pablo desarrolla aún más el deber del esposo de amar a su esposa. A la luz del amor de Cristo por la iglesia, el apóstol insta a los esposos a “amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (vers. 28). Así como los esposos están naturalmente inclinados a atender las necesidades de su propio cuerpo, porque “nadie odió jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida” (vers. 29), así deberían naturalmente demostrar el amor que sienten por su esposa atendiendo sus necesidades; porque “el que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (vers. 28b). Pablo pasa del análisis de las relaciones humanas a la consideración de la íntima unión de Cristo con su “cuerpo”, la iglesia (vers. 29c-32). Cristo también sustenta y cuida su cuerpo, del cual todos los creyentes son miembros (vers. 29c, 30). Más aún, él tiene una unión profundamente arraigada con su cuerpo, que es análoga a la unión en “una sola carne” entre el esposo y la esposa; esta unión espiritual de Cristo y la iglesia es nada menos que un gran “misterio” (vers. 31, 32).

Pablo concluye el código matrimonial dirigiéndose una vez más a los esposos y a las esposas (vers. 33). El foco culminante sobre la relación matrimonial deja en claro que el propósito fundamental ha sido delinear las responsabilidades involucradas en la relación esposo/esposa por medio de la relación análoga de Cristo con la iglesia. En una exhortación que incorpora referencias previas concernientes a las obligaciones del esposo y la esposa, Pablo declara: “Cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (vers. 33)

Conclusión – Andrew Lincoln capta adecuadamente el significado esencial de este código matrimonial:

“Aunque todo está bajo el estandarte de la sumisión mutua, la conducta específica requerida puede resumirse para la esposa en estar sujetas y respetar el liderazgo amoroso de su marido, y para el esposo en tratar a su esposa con el mismo cuidado que se dispensa a sí mismo y, todavía más, con la calidad de amor que lo hará capaz de sacrificar su vida por ella. Para ambos cónyuges hay una motivación cristológica que viene principalmente a través de la analogía con Cristo y la Iglesia”.4

Para esposos y esposas, es el ejemplo del amor sacrificial de Cristo lo que funciona como el modelo que los creyentes han de emular. Tal motivación cristológica transforma las normas para el matrimonio cristiano y revela una teología profunda y bien elaborada del matrimonio. Si el esposo ama abnegadamente a su esposa y se sacrifica voluntariamente y pone las necesidades de ella por encima de las propias así como Cristo hizo por la iglesia, las cuestiones de la sumisión y la preeminencia no serán un problema mientras el esposo ponga en práctica el amor sacrificial de Cristo en su relación con su mujer. Interpretado bajo esta luz, el matrimonio puede verse como una institución en la cual el esposo y la esposa, esforzándose por seguir el modelo de amor sacrificial de Cristo, mutua y amorosamente se someten uno al otro (Efe. 5:21). Un matrimonio así pone de manifiesto la unidad en “una sola carne”, demostrando la clase de unidad que está en la esencia de los propósitos de Dios para reunificar a toda la humanidad y el cosmos (1:10).

“La esposa ha de respetar y reverenciar a su esposo, y el esposo ha de amar y cuidar a su esposa” (HC 99).

__________

1 Taryn Fitsik, “1 in 4 women experience abuse in relationships” [1 de cada 4 mujeres experimenta abuso en las relaciones], http://www.news10.com/Global/story.asp?S=11233097; consultado el 1 de octubre de 2009 [sitio actualizado para esta traducción].

2 “La palabra griega κεφαλή [kefalḗ], ‘cabeza’, no significa origen, prominencia o preeminencia, sino autoridad y liderazgo” (Walter Bauer, A Greek-English Lexicon of the New Testament and other Early Christian Literature [Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y de otros escritos cristianos tempranos], 3a ed. [Chicago, IL: Universidad de Chicago, 2000], p. 542).

3 HC 101.

4 Andrew T. Lincoln, Ephesians [Efesios], Word Biblical Commentary 42 (Dallas, TX: Word Books, 1990), p. 389.