¿Quiénes eran los “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres”?

Donn W. Leatherman

“Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los hombres valientes que desde la antigüedad alcanzaron renombre”. Génesis 6:4.

Génesis 6:4 plantea un cierto número de preguntas, principalmente en relación con la identidad de las distintas personas mencionadas en el texto. ¿Quiénes eran los gigantes? ¿Quiénes eran los hijos de Dios y las hijas de los hombres? ¿Quiénes eran los valientes varones de renombre?

El pasaje en Génesis 6:1-8 está precedido por la genealogía de Adán (5:1-32) y seguido por la genealogía de Noé (6:9, 10) y el relato del diluvio (6:13-8:22). Y nos provee la razón por la cual vino el juicio de Dios sobre la Tierra en la forma de un diluvio. El crecimiento numérico estuvo acompañado por una epidemia de inmoralidad. “Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal” (6:5). Y los matrimonios entre las hijas de los hombres y los hijos de Dios parecen haber contribuido a esta declinación moral.

Identidad de los îlîm (“gigantes”)

La interpretación de los “hijos de Dios” como ángeles no es posible en vista de la declaración de Jesús de que los ángeles no se casan (Mat. 22:30).

El origen y sentido de la palabra [îlîm], “gigantes”, es incierto. Si procede del hebreo [pāllā’], “ser maravilloso”, los nefilim son simplemente hombres fuera de lo común. Si deriva del hebreo [al], “caer”, los nefilim podrían haber sido hombres moralmente caídos o bien que caían sobre otros, es decir, invasores, u hombres violentos y hostiles. Hay otra referencia a los nefilim en la Biblia. Mucho después del diluvio, en Números 13:33, diez de los espías enviados por Moisés a Canaán informaron: “Vimos allí gigantes [îlîm], hijos de Anac, raza de los gigantes [îlîm]. Nosotros éramos, a nuestro parecer, como langostas, y así les parecíamos a ellos”. Esta posterior referencia a los nefilim nos informa que estos eran (o parecían) físicamente grandes y difíciles de vencer en combate. No es claro si los nefilim de Números 13 eran descendientes de los nefilim antediluvianos o si simplemente los espías apelaron a tales figuras del pasado para hacer más convincente su argumento. La traducción “gigantes” de la RVR 95 se basa en la LXX y otras antiguas versiones, que pudieron haber sido influidas por el relato de los espías.

Aunque muchos de los comentadores identifican a los nefilim de Génesis 6 con los “valientes [… de] renombre” (al final de 6:4), el texto no lo dice. Los nefilim no son el resultado de la unión marital entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres, sino que vivieron “en aquellos días”, antes del diluvio, cuando los hijos de Dios tuvieron relaciones sexuales con las hijas de los hombres y de las cuales procedieron los valientes varones de renombre. Todo lo que sabemos de los nefilim es que eran altos y fuertes, tal vez violentos, que vivieron antes del diluvio.

Identidad de los “hijos de Dios”

Como ángeles – Algunos intérpretes, siguiendo antiguas tradiciones judías, concluyen, de las referencias a los hijos de Dios en Job 1:6, 2:1 y 38:7, que estos seres habrían sido sobrenaturales, tal vez ángeles caídos. En esta interpretación, las “hijas de los hombres” serían mujeres que tuvieron hijos resultantes de relaciones sexuales con estos seres sobrenaturales. Su descendencia habría sido personas de gran fuerza semisobrenatural. Sin embargo, esta teoría choca con la declaración de Jesús de que los ángeles no se casan (Mat. 22:30). Los hijos de Dios también puede ser una referencia a seres humanos: en Lucas 3:38 se nos dice que Adán fue “hijo de Dios”, y en el Salmo 82:6 se llama “hijos del Altísimo” a los seres humanos. Además, si la ira de Dios en Génesis 6:3 fue provocada por las relaciones sexuales descritas en 6:2, parece raro que los seres humanos fueran los que recibieran el castigo del pecado de los ángeles. El diluvio fue un castigo divino aplicado a la humanidad, no a los ángeles.

“Vieron ‘los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas’ [Gén. 6:2]. Atraídos por la hermosura de las hijas de los descendientes de Caín, los hijos de Set desagradaron al Señor aliándose con ellas en matrimonio. Muchos de los que adoraban a Dios fueron inducidos a pecar mediante las seducciones que ahora estaban constantemente ante ellos, y perdieron su carácter peculiar y santo” (PP 68).

Como déspotas monárquicos – Una segunda teoría sostiene que aquí los “hijos de Dios” son déspotas monárquicos que incurrían en poligamia tomando tantas mujeres como deseaban. Se apoya esto en referencias a los reyes como “hijos de Dios” en 2 Samuel 7:14 y 1 Crónicas 28:6. Además, quienes administraban justicia fueron a veces llamados con el término hebreo que designa a Dios, [’Ĕlôhîm] (p. ej., Éxo. 22:8). En esta interpretación, las hijas de los hombres serían mujeres sin sangre real que fueron llevadas a los harenes de reyes despóticos. Su descendencia fueron valientes hombres de guerra.

Contra esta opinión está el hecho de que en ninguna parte del pasaje se hace referencia a la realeza. Además, si bien ciertos reyes en particular son llamados hijos de Dios en el AT (ver Sal. 2:7), no hay evidencia en la Biblia ni en el Antiguo Cercano Oriente de que los reyes como grupo recibieran el título de hijos de Dios.

Como descendientes de Set – Una última interpretación de este pasaje sugiere que los hijos de Dios eran los descendientes de Set, justos y temerosos de Dios, y que las hijas de los hombres eran las descendientes corruptas e impías de Caín. La práctica de referirse a los justos directa o indirectamente como hijos de Dios aparecen en otros lugares de la Biblia (p. ej., Deut. 14:1; Isa. 43:6; Mal. 2:10; etc.). Según esta opinión, los setitas, abandonando sus principios espirituales, se casaron con las cainitas (tal vez inclusive poligá-micamente) y tuvieron hijos de renombre.

Esta última opinión interpreta la frase “hijos de Dios” en forma consecuente con el estilo del AT sin sugerir un matrimonio angélico.