¿Se arrepiente Dios verdaderamente?

Martin G. Klingbeil

“Así que el Señor cambió de idea acerca del daño que Él dijo que haría a su pueblo”. Éxodo 32:14, New American Standard Bible.

La idea de un Dios que se arrepiente no parece compatible con la idea de un Dios inmutable, eterno (Mal. 3:6), cuyos designios fueron establecidos desde antes de la fundación del mundo (Isa. 51:16). Éxodo 32:14 es uno de esos pasajes que aparentemente indican que Dios cambia de idea y retrocede en sus decisiones. Por ejemplo, Dios se arrepintió de haber creado al hombre (Gén. 6:6), se arrepintió de haber entronizado como rey a Saúl (1 Sam. 15:11) y se arrepintió de pensar destruir Jerusalén después del censo de David (2 Sam. 24:16).

El becerro de oro – Éxodo 32:14 sirve de clímax en un diálogo entre Dios y Moisés en el monte Sinaí. Después que Moisés hubo estado en el monte por más tiempo del esperado, el pueblo de Israel se distanció de su líder (32:1) y en un sentido espiritual regresó a Egipto mediante la adoración del becerro de oro (32:4-6). De ese modo deliberadamente rompieron el pacto y olvidaron las promesas solemnes que habían hecho a Dios poco antes (19:8; 24:3). Dios le reveló a Moisés, en la cima del monte, las escenas que después tomaron lugar al pie del monte (34:7-9) y además le anunció su decisión de destruir a Israel. Al mismo tiempo se propuso permanecer fiel a Moisés y transformarlo en una “gran nación” (34:10).

Moisés el intercesor – La invitación a hacer una gran nación de Moisés se hace eco de las promesas pactuales a Abraham y a los patriarcas, y es igual en sus términos (Gén. 12:2; 17:20; 18:18; 21:18; 46:3). Transformó la conclusión del discurso entre Dios y Moisés en una prueba de fe para este último, invitándolo a comenzar de nuevo con un pueblo renovado y no tan obstinado, pero al mismo tiempo sondeaba la identificación que Moisés tenía con el pueblo de Israel que estaba apostatando al pie del monte. Como respuesta, Moisés ofreció una serie de razones para que Israel continuara en existencia (Éxo. 32:11-13), llegando al extremo de ofrecerse a sí mismo como sustituto del pueblo (32:32), declaración que lo señala como uno de los grandes símbolos mesiánicos del AT. Haber encontrado a un verdadero intercesor que está listo a morir en lugar de su pueblo, y no la habilidad argumentativa de Moisés, es lo que convenció a Jehová de retroceder en su decisión.

Significado de “arrepentirse” – La mayoría de las traducciones modernas se apoya en un análisis lingüístico del verbo crucial en esta oración, y lo vierten con frases tales como “cambió de idea”, “desistió” o “renunció”. El término hebreo [nāḥam], en su forma gramatical utilizada en el versículo, puede significar “lamentar, apiadarse, apenarse, desistir”, etc. Puede referirse al procesamiento de sentimientos relacionados con pérdidas personales, a menudo ayudado por consuelo divino (Isa. 40:1; 49:13) o humano (Gén. 24:67; 37:35). En unos pocos pasajes se refiere al arrepentimiento humano (Job 42:6; Jer. 31:19).

Razones para el “arrepentimiento” divino – En aproximadamente un tercio de los 31 casos en el AT en que nāḥam se refiere a Dios,1 él cambió de idea en respuesta a la actividad humana. En Génesis 6:6 es la maldad de los seres humanos lo que hace necesario un cambio en el plan de Dios y causa el diluvio (Gén. 6:5). En 1 Samuel 15:11 es porque Saúl ha dado la espalda a Dios que se requiere un cambio en las acciones divinas, lo cual resulta en la búsqueda de un nuevo rey por parte de Samuel. Sin embargo, en el mismo capítulo se hace énfasis en la inmutabilidad de Dios (15:29). Dios puede también desistir de la ejecución de un juicio sobre la base del arrepentimiento humano, como puede verse en la experiencia de Jonás en Nínive (Jon. 3:9, 10; 4:2). Otro factor que resulta en que Dios cambie de idea es la intercesión humana, como lo muestra el incidente de la detención del ángel destructor sobre Jerusalén (2 Sam. 24:17); y este es también el caso de Éxodo 32:14, en el cual Moisés intercede por Israel.

Dios nunca se arrepiente en el sentido humano del término; o sea, por haber cometido un error o una transgresión moral.

Condicionalidad de los juicios divinos – Que las decisiones de Dios a veces dependan del arrepentimiento humano aparece muy bien desarrollado en Jeremías 18:5-10, donde Dios cambia de idea hacia las naciones según su respuesta. Es importante notar que el término teológico clave que denota normalmente el arrepentimiento humano ( [šûb], “arrepentirse”, “regresar”, “volver”; p. ej., Eze. 14:6) nunca se aplica a Dios en estos contextos. Por tanto, Dios nunca se arrepiente en el sentido humano del término –o sea, porque ha cometido un error o una transgresión moral–, si bien Dios puede volverse (šûb) hacia el arrepentido (Zac. 1:3) y su ira puede hacerse a un lado (otra vez šûb) o tornarse de una persona (Ose. 14:4).

Diferencia entre el arrepentimiento divino y el humano – La Biblia a veces habla antropomórficamente (habla de Dios en términos humanos), pero al usar esos términos uno debiera mantener en mente que las connotaciones no son necesariamente idénticas. Si bien el arrepentimiento humano siempre está precedido por el pecado, el cambio de idea por parte de Dios puede estar precedido por el pecado humano, el arrepentimiento humano o la intercesión humana. La consecuencia del arrepentimiento humano es un cambio en el carácter y un movimiento en una nueva dirección hacia Dios, pero el cambio de idea en Dios lleva a una renovada integración del elemento humano en el plan divino general de la salvación. “El arrepentimiento de Dios no es como el arrepentimiento del hombre. ‘El que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta’ [1 Sam. 15:29]. El arrepentimiento del hombre implica un cambio de mente. El arrepentimiento de Dios implica un cambio de circunstancias y relaciones” (PP 682).

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1 Génesis 6:6, 7; Éxodo 32:12, 14; Números 23:19; Jueces 2:18; 1 Samuel 15:11, 29 (2 veces); 2 Samuel 24:16; 1 Crónicas 21:15; Salmo 106:45; 110:4; Jeremías 4:28; 15:6; 18:8, 10; 20:16; 26:3, 13, 19; 42:10; Ezequiel 24:14; Joel 2:13, 14; Amós 7:3, 6; Jonás 3:9, 10; 4:2; Zacarías 8:14.