¿Cuál es el modelo bíblico para la justicia social?

Roy E. Gane

Introducción

Las leyes divinas presentadas en el Pentateuco tienen mucho que decir sobre la justicia social. Este capílo examina las leyes del Pentateuco relacionadas al poder social y a la distribución de los recursos, y explora brevemente las posibilidades de aplicar los principios de estas leyes en nuestro mundo moderno.1

La justicia social implica la equidad en las relaciones entre los individuos y su sociedad en ámbitos como la distribución de recursos, el estatus social y los privilegios, y las oportunidades de involucrarse en distintas actividades. Varios textos del antiguo Oriente Próximo muestran la preocupación por las personas socialmente marginadas desde los primeros tiempos.2 Sin embargo, los israelitas, de forma única en el antiguo Oriente Próximo, debían ayudar y proteger amablemente a las personas desfavorecidas (incluidos los inmigrantes) de forma específica como parte de sus obligaciones de pacto con su Deidad, de la que asta les hacía responsables. En consecuencia, el trato que dieran a esas personas afectaría a su propio bienestar y destino como individuos y como nación.3

Los movimientos contemporáneos de justicia social presionan contra el statu quo social y tratan de superar sus barreras para conseguir la igualdad de derechos y beneficios económicos y sociales. La «justicia social» como término distintivo de la justicia con respecto a la sociedad no aparece en la Biblia, pero generalmente se considera que se originó con el sacerdote jesuita Luigi Taparelli d’ Azeglio en 1840.4 Por lo tanto, no debe sorprendernos que las ideas modernas de «justicia social» no aparezcan en los textos bíblicos.

La justicia social en los tiempos bíblicos no tenía que ver con la lucha de clases, ni con acabar con la discriminación étnica o con que las mujeres intentaran romper el «techo de cristal», ni con que los miembros de la familia buscaran la paridad con el jefe de familia representativo, ni con el derecho a la riqueza pública o con la creación de redes de seguridad económica, como los programas de bienestar. En una sociedad tribal con una economía de subsistencia predominantemente agraria, no existía la riqueza pública ni el bienestar tal y como lo conocemos hoy. Los individuos sobrevivían gracias a la pertenencia y al cumplimiento de sus deberes cooperativos dentro de las familias extensas. No cooperar no era una opción viable (cf. Deut. 21: 18-21).

Las medidas de justicia social en la ley veterotestamentaria tenían el propósito de preservar el statu quo o restaurando las oportunidades socioeconómicas preexistentes de los individuos para que pudieran recibir lo que razonablemente les correspondía al cumplir con los roles esperados dentro de la sociedad tal como era.5 Joshua A. Berman señala que en el Pentateuco, «la igualdad nace de un ideal comunitario. La igualdad entre los miembros del sistema de gobierno israelita se les concede para que respondan colectivamente a la vocación superior de servir como reyes subordinados en una sociedad pactada. Los derechos individuales existen, pero existen esencialmente para promover un bien colectivo».6

La justicia social es una alta prioridad en las leyes bíblicas, pero no ordena una ingeniería social revolucionaria. Más bien, esboza un plan para que una sociedad existente se transforme moralmente haciendo avanzar a su gente por el camino de la justicia social a un ritmo que se puede esperar que manejen si son leales al Señor y ejercen la fe en él.

Poder social y distribución de recursos

La tierra como recurso básico

El Señor había liberado a su pueblo de Egipto, logrando así la revolución paradigmática de la justicia social, para que fuera libre e independiente (cf. Lev. 26: 13) en su propia tierra.7 Habiendo dado un poderoso ejemplo al liberar a su pueblo, esperaba que se trataran los unos a los otros con similar bondad y justicia (Lev. 25: 35-38; Deut. 10: 17-22; 15: 13-15; 24: 17-22).8

El uso que los israelitas hicieron de la tierra que Dios les dio fue crucial porque era su recurso más básico y esencial. YHWH dispuso su distribución equitativa entre las tribus y clanes israelitas cuando conquistaron Canaán (Núm. 26: 52-56; 33: 54; Jos. 13-19, 21). Esta tierra debía transmitirse a las generaciones siguientes dentro de los mismos clanes9 para que todas las familias israelitas pudieran tener la oportunidad de mantenerse de forma independiente y prosperar en sus propias propiedades ancestrales.

Proteger a los israelitas económicamente vulnerables y aliviar algunas penurias

Deuteronomio 15 expresa el ideal de que no habría pobres entre los israelitas, a los que Dios bendeciría si le obedecían (vers. 4-5). Por otro lado, el mismo capítulo reconoce la realidad de que siempre habría pobres en la tierra, que necesitarían ayuda de otros (vers. 11).

Las leyes bíblicas reconocen que los israelitas experimentarían diferencias en el éxito económico. Pero pide que se eviten las dificultades indebidas prohibiendo las prácticas injustas, como el desplazamiento de los hitos que muestran los límites de las tierras ancestrales (Deut. 19: 14; cf. 27: 17), el uso de pesas y medidas engañosas (Lev. 19: 35-36) o el cobro de intereses (Éxo. 22: 25 [vers. 24 en hebreo]; Lev. 25: 36-37; Deut. 23: 19-20 (vers. 20-21 en hebreo). Un jornalero pobre, ya sea israelita o inmigrante, debe recibir el pago en el mismo día (Lev. 19: 13; Deut. 24: 14-15) y una prenda de vestir primaria tomada como garantía debe ser devuelta antes del anochecer (Éxo. 22: 26-27 [vers. 25-26 en hebreo]; Deut. 24: 12-13). Está prohibido tomar una piedra de molino o una prenda de viuda como garantía (Deut. 24: 6, 17), y un acreedor está obligado a tratar a un deudor con respeto permaneciendo fuera de la vivienda de éste para recibir su garantía (Deut. 24: 10-11).

Las leyes bíblicas tratan de aliviar las penurias fomentando la generosidad y la compasión (Lev. 25: 35; Deut. 15: 7-8), especialmente para aquellos que carecen de tierras con las que mantenerse. Las personas pobres y socialmente marginales tienen derecho a espigar de las cosechas de otros (Lev. 19: 9-10; 23: 22; Deut. 24: 19-21) y a recoger y comer los productos naturales de las tierras no cultivadas durante los años sabáticos y de jubileo (Éxo. 23: 11; Lev. 25: 6, 11-12). Cada tres años, los levitas (sin tierra), los extranjeros residentes, los niños sin padre y las viudas deben comer de los diezmos de los productos agrícolas que deben dar los demás israelitas (Deut. 14: 28-29, 26: 12-13).

Nótese que solo los diezmos, que pertenecían a Dios, podían comerse sin ningún trabajo. No había limosnas del trabajo de otras personas.

Estas medidas no bastarían como un programa de bienestar integral para mantener plenamente a la gente durante todo el año,10 pero aliviarían en parte las privaciones, incluirían a los individuos socialmente marginados en la comunidad (cf. Deut. 16: 11, 14 de inclusión en las fiestas), y podrían servir para recordar a sus conciudadanos que los ayudaran en otras ocasiones. El sistema ritual de YHWH es un ejemplo de inclusión de los pobres al darles acceso a los beneficios rituales mediante ofrendas poco costosas (Lev. 1: 14-17, 5: 7-13, 12: 8, 14: 21-32; cf. 27: 8; Deut. 16: 17).11

Liberación de la deuda y restauración de la tierra

El Deuteronomio 15 proporciona una ayuda más sustancial al exigir una liberación cíclica de las deudas cada siete años (vers. 1-3). Los reyes mesopotámicos habían proclamado ocasionalmente la liberación de las deudas y otras obligaciones y la manumisión de los esclavos,12 pero en Deuteronomio hace que la liberación de las deudas sea regular, independiente de la voluntad de un monarca humano.13

Esto resuelve un problema, pero crea otro, que Deuteronomio 15 reconoce: la gente con medios no estaría dispuesta a prestar a los pobres al acercarse el séptimo año (vers. 9a).14 Sin embargo, la ley les ordena que corran el riesgo de hacerlo de todos modos porque estarán pecando (y por tanto sujetos al castigo divino) si no lo hacen, pero el Señor les compensará bendiciéndoles si lo hacen (vers. 9b-10). Aquí el principio operativo no es la prudencia económica, sino la fe.

La liberación de la deuda podría evitar o poner fin a la esclavitud por deudas, que en cualquier caso está limitada a seis años en casos individuales (Éxo. 21: 2; Deut. 15: 12). Reconociendo que la libertad conlleva la necesidad de una supervivencia independiente, Deuteronomio 15 ordena al amo israelita que suministre a su siervo que se va un rico regalo de comida y bebida (vers. 13-14). Pero si la persona liberada ha perdido su tierra para ganarse la vida, ¿qué ocurre cuando se agota el regalo?

Levítico 25 aborda el problema de la pérdida de las tierras ancestrales dentro de una espiral de pobreza creciente. Las circunstancias negativas podían interrumpir la capacidad de los agricultores israelitas para obtener los beneficios de su trabajo. Tal circunstancia podía ser la pérdida de la cosecha debido a la sequía, las enfermedades de las plantas, las tormentas o las plagas; la interferencia de la guerra o las incursiones; o la enfermedad o la muerte de uno o más miembros de la familia que habían proporcionado el trabajo agrícola esencial.

Estos contratiempos podrían hacer necesaria la ayuda económica para la supervivencia, no solo para los alimentos, sino también para las semillas que se plantarán al año siguiente. Esta ayuda solo podía provenir de particulares con recursos limitados. En el mejor de los casos, se podía recibir ayuda temporal de un israelita más afortunado (por ejemplo, Lev. 25: 35), con el que un israelita necesitado compartiría lazos de parentesco. Incluso entonces, los individuos económicamente dependientes podían ser vulnerables a la explotación (vers. 36-37).

Si un israelita se volvía tan pobre que tenía que vender parte de su tierra, un pariente cercano debía «redimirla» comprándola de nuevo (vers. 25), manteniéndola así dentro de la familia.15 Si el pobre no tenía a nadie que la redimiera y no podía redimirla él mismo, la tierra quedaba bajo el control del comprador hasta el año del jubileo, cuando volvía automáticamente al propietario original, es decir, al pobre (vers. 26-28).

El hecho de que esta legislación radical de justicia social ordene la liberación cíclica de la tierra ancestral en cada año de jubileo (vers. 10, 13-16, 28) significa que la compra de dicha propiedad solo equivaldría a un arrendamiento para producir cosechas (vers. 16). Así, cada generación recibe la oportunidad de ganarse la vida de forma independiente en su propia tierra, incluso si la generación anterior se vio obligada a renunciar a sus tierras debido a tiempos difíciles. El jubileo, que sigue siete ciclos de años sabáticos y prolonga así el principio sabático de descanso y liberación, contribuiría al igualitarismo entre los ciudadanos propietarios de tierras al hacer temporal la acumulación de tierras por parte de unos a costa de otros.

Aplicación moderna de los principios bíblicos sobre justicia social

La mayoría de los estudiosos de la Biblia reconocen que existe cierta continuidad general o indirecta entre la legislación bíblica y la vida moderna en términos de principios, paradigmas o puntos de contacto compartidos, pero con discontinuidad de muchos detalles.16 Los casos o ejemplos bíblicos detallados son valiosos porque «dan vida al contexto social del que surgió el texto».17

Debemos tener cuidado de no leer las preocupaciones modernas en los textos bíblicos.18 Sin embargo, a continuación se ofrecen ejemplos de algunos principios transferibles:

▪ En primer lugar, las relaciones humanas deben considerarse en términos morales.19

▪ En segundo lugar, los miembros de la sociedad deben proporcionar un cuidado, apoyo y protección especiales a aquellos que carecen de los beneficios de pertenecer a las familias o al grupo social de control.

▪ En tercer lugar, los empresarios deben tratar a sus trabajadores con amabilidad, en lugar de aprovecharse de ellos.

▪ En cuarto lugar, Walter Houston aplica un principio de jubilación: «los seres humanos no tienen derecho a la posesión absoluta de la tierra o de cualquier parte de ella para hacer lo que quieran: pertenece a un propósito superior».20

▪ En quinto lugar, la sociedad debe poner los recursos a disposición del mayor número posible de personas para que puedan tener al menos una oportunidad justa de prosperar de forma independiente. ¡Qué diferencia habría habido en la historia de Estados Unidos si cada familia de esclavos liberados hubiera recibido 40 acres y una mula!21

▪ En sexto lugar, los necesitados deben trabajar para su sustento si son capaces de hacerlo, en lugar de vivir del trabajo de otros. Como dijo el apóstol Pablo: «El que no quiera trabajar, que no coma» (2 Tes. 3: 10). El plan de Levítico 25 ofrece la solución más completa de la ley veterotestamentaria a la pobreza en tiempos difíciles temporales, pero no grava los frutos del trabajo de los que los poseen para distribuirlos a los necesitados, con lo que tiende a reducir el incentivo de ambas partes. Por el contrario, los «desposeídos» deben ser sostenidos por los «poseedores» como trabajadores en una relación mutuamente beneficiosa, aunque no sea ideal, hasta que los pobres puedan recuperar el recurso esencial, la tierra, mediante el cual obtener los frutos de su propio trabajo en una situación mejor.

El recurso de la tierra que se distribuía equitativamente proporcionaba oportunidades; no era el resultado del éxito de otras personas, ni garantizaba el éxito (cf. Deut. 15: 11). Así, aunque el sistema esbozado en Levítico 25 podría considerarse una forma importante de bienestar, preservaría el incentivo al trabajo, la dignidad que conlleva y las relaciones saludables entre los proveedores y los beneficiarios de la ayuda económica.

Jonathan Burnside observa:

En contraste con el capitalismo y el marxismo, las leyes bíblicas presentan una tercera vía: acceso a los medios de producción e incentivos para trabajar duro. Mientras que los enfoques occidentales modernos del bienestar social favorecen un sistema de impuestos redistributivos tras el proceso de creación de riqueza, las leyes bíblicas prevén una distribución aproximadamente equitativa de los activos productivos que puede mantenerse durante toda la vida. Dicho de otro modo, las leyes bíblicas abordan la cuestión del bienestar social dando al mayor número posible de personas la capacidad de producir y, por tanto, de cuidar de sí mismas.22

Es cierto que el entorno y las circunstancias de la antigüedad difieren mucho de las nuestras. Pero antes de que los modernos descarten las leyes bíblicas como irrelevantes o utópicas,23 ¡quizás podamos aprender algo!

Elena G. de White reconoció esto cuando escribió con respecto al sistema bíblico de uso de la tierra, incluyendo el jubileo:

En el plan de Dios para Israel, cada familia tenía su propia casa en suficiente tierra de labranza. De este modo quedaban asegurados los medios y el incentivo para hacer posible una vida provechosa, laboriosa e independiente. Y ninguna especulación humana ha mejorado jamás semejante plan. Al hecho de que el mundo se apartó de él, se debe en gran parte la pobreza y la miseria que imperan hoy.24

También Jacob Milgrom ha señalado el valor moderno de las instrucciones bíblicas relativas al jubileo en su comentario sobre Levítico 23–27:

el mundo deudor ha emitido las siguientes demandas a las naciones acreedoras: 1) la cancelación de sus deudas; 2) la restitución de la tierra y los recursos a sus propietarios originales; 3) el cese del saqueo de los recursos naturales y la contaminación de los mismos; y 4) el fin de la esclavitud económica […] mediante el aumento universal de los salarios a un nivel de subsistencia.

El jubileo que prescribe la condonación de las deudas, la restauración de la tierra, el descanso sabático para la tierra y la gente, y la liberación de la servidumbre económica corresponde a las cuatro demandas […] se pueden aducir pruebas de que los países que emplean algunas de las disposiciones del jubileo han experimentado un crecimiento económico espectacular en lugar de un declive precipitado […] Por lo tanto, las leyes del jubileo, mutatis mutandis, ofrecen un plan realista para cerrar la brecha económica entre las naciones que tienen y las que no tienen, que de otro modo presagian levantamientos políticos que pueden engullir al mundo entero.25

Conclusión

La justicia social tiene una alta prioridad en las leyes bíblicas, pero no ordena una ingeniería social revolucionaria. Más bien, esbozaba un plan para que una sociedad existente se transformara moralmente haciendo avanzar a su pueblo por el camino de la justicia social a un ritmo que se podía esperar que manejara si era leal a YHWH y ejercía la fe en él. Las medidas económicas impuestas por la ley no ofrecían soluciones integrales, pero proporcionaban una ayuda estratégica y animaban a los israelitas que estaban en mejor situación a ir más allá de los requisitos mínimos exigibles por la autoridad humana para proporcionar una generosa ayuda fraternal a los miembros menos afortunados de sus comunidades (por ejemplo, Deut. 15).

Las leyes bíblicas fomentan una sociedad en la que los individuos y las familias disfrutan de una representación justa y en la que tienen acceso a recursos con los que mantenerse de forma independiente. Una sociedad así es más sana, más próspera y más segura para todos (incluidas las élites) que una en la que hay grandes desigualdades entre una élite privilegiada y las masas oprimidas que existen para mantenerlas.26

Las leyes bíblicas reconocen que la justicia social, que no distingue del bienestar social,27 se basa en valores morales y éticos que implican el compromiso individual con la preocupación justa y desinteresada por los demás.28 Estos valores deben ser enseñados, fomentados y aceptados como una parte importante de la visión colectiva del mundo, como «un carácter de la sociedad»; no basta con legislarlos y hacerlos cumplir.29

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1 El presente texto es un resumen de Roy E. Gane, Old Testament Law for Christians: Original Context and Enduring Application (Grand Rapids: Baker Academic, 2017), pp. 281-310; e idem, «Social Justice», en The Oxford Handbook of Biblical Law, ed. Pamela Barmash (Oxford: Oxford University Press, 2019), pp. 19-34.

2 El rey sumerio Uru-inimgina de Lagash (ca. 2351-2342 a. C.) inició las primeras reformas legales sistemáticas conocidas (véase trad. William W. Hallo, «Reforms of Uru-Inimgina», en The Context of Scripture, ed. William W. Hallo, 3 vols. [Leiden: Brill, 1997-2002], t. 2, pp. 407-408), que fueron pioneras en la tradición de justicia social del antiguo Oriente Próximo. Sus reformas incluyen lo siguiente: «A los ciudadanos de Lagash que vivían endeudados, (o) que habían sido condenados a su prisión por imposiciones, hambre, robo, (o) asesinato, les estableció la libertad. Uru-inimgina hizo un pacto con el divino Nin-Girsu para que el poderoso no oprimiera al huérfano (o) a la viuda» (ibid., p. 408).

Sobre la justicia social en la antigua Mesopotamia y Egipto, cf. Enrique Nardoni, Rise Up, O Judge: A Study of Justice in the Biblical World, trad. Seán Charles Martin (Peabody, MA: Hendrickson, 2004), pp. 1-41.

3 Jeremiah Unterman, Justice for All: How the Jewish Bible Revolutionized Ethics (Philadelphia: Jewish Publication Society; Lincoln: University of Nebraska Press, 2017), pp. 41-84, esp. pp. 83-84.

4 Thomas Patrick Burke, The Concept of Justice: Is Social Justice Just?, Continuum Studies in Political Philosophy (London, UK: Continuum, 2011), pp. 31-42.

5 Raymond Westbrook, Law from the Tigris to the Tiber: The Writings of Raymond Westbrook, ed. Bruce Wells and Rachel Magdalene, 2 vols. (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 2009), t. 1, pp. 143-144, 160. Moshe Weinfeld ha argumentado que el ideal bíblico de hacer justicia y rectitud (mishpat utsedaqah) «implica mantener la justicia social». Moshe Weinfel, Social Justice in Ancient Israel and in the Ancient Near East (Jerusalén: Magnes, 1995), p. 5. Esto incluye cumplir con las responsabilidades de ayudar a los necesitados y oprimidos (Bruce V. Malchow, Social Justice in the Hebrew Bible: What Is New and What Is Old [Collegeville, MN: Michael Glazier, 1996], pp. 16-17), con énfasis en la equidad de las responsabilidades más que en los derechos o beneficios (Joe M. Sprinkle, Biblical Law and Its Relevance: A Christian Understanding and Ethical Application for Today of the Mosaic Regulations [Lanham, MD: University Press of America, 2006], p. 16; Joshua A. Berman, Created Equal: How the Bible Broke with Ancient Political Thought [Oxford: Oxford University Press, 2008], p. 175).

6 Berman, Created Equal, p. 174.

7 Cf. Nardoni, Rise Up, O Judge, pp. 42-62.

8 Cf. Christopher J. H. Wright, Old Testament Ethics for the People of God (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004), pp. 253-265; 459-460. La liberación de YHWH aparece a menudo en las cláusulas de motivación de las leyes de justicia social (Éxo. 22: 21; 23: 9; Lev. 19: 34; 25: 42, 55; Deut. 5: 15; etc.).

9 Como en Levítico 25: 13-16, 23-24, 34; Números 36; cf. 1 Reyes 21: 3.

10 Walter J. Houston, Contending for Justice: Ideologies and Theologies of Social Justice in the Old Testament, Library of Hebrew Bible/Old Testament Studies 428 (London: T&T Clark, 2006), pp. 115-116.

11 Véase Richard H. Hiers, Justice and Compassion in Biblical Law (New York: Continuum, 2009), p. 180; J. David Pleins, The Social Visions of the Hebrew Bible: A Theological Introduction (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2001), pp. 64-65.

12 Moshe Weinfeld, Social Justice in Ancient Israel and in the Ancient Near East (Jerusalem: Magnes, 1995), pp. 75-96.

13 Jeffries M. Hamilton, Social Justice and Deuteronomy: The Case of Deuteronomy 15, Society of Biblical Literature Dissertation Series 136 (Atlanta, GA: Scholars Press, 1992), pp. 48-56, 71-72; Raymond Westbrook, Law from the Tigris to the Tiber: The Writings of Raymond Westbrook, 2 vols. (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 2009), t. 1, pp. 151-160.

14 Westbrook, Law from the Tigris to the Tiber, t. 1, p. 159.

15 Raymond Westbrook, Property and the Family in Biblical Law, JSOTSup 113 (Sheffield: JSOT Press, 1991), pp. 58-62.

16 Jonathan Burnside, God, Justice, and Society: Aspects of Law and Legality in the Bible (New York: Oxford University Press, 2011); Joe M. Sprinkle, Biblical Law and Its Relevance: A Christian Understanding and Ethical Application for Today of the Mosaic Regulations (Lanham, MD: University Press of America, 2006); Christopher J. H. Wright, Old Testament Ethics for the People of God (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004). Sobre la hermenéutica del análisis cultural, véase William J. Webb, Slaves, Women & Homosexuals: Exploring the Hermeneutics of Cultural Analysis (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2001).

17 Walter J. Houston, Justice: The Biblical Challenge, Biblical Challenges in the Contemporary World (London: Equinox, 2010), p. 18.

18 Cyril S. Rodd, Glimpses of a Strange Land: Studies in Old Testament Ethics, Old Testament Studies (Edinburgh, Scotland: T&T Clark, 2001).

19 Houston, Contending for Justice, p. 228.

20 Ibid., p. 202.

21 Véase, por ejemplo, https://www.pbs.org/wnet/african-americans-many-rivers-to-cross/history/the-truth-behind-40-acres-and-a-mule/ (consultado el 28 de septiembre de 2020).

22 Burnside, God, Justice, and Society, p. 251; cf. pp. 249-250.

23 Varios estudiosos consideran que las normas del jubileo son poco prácticas y utópicas (por ejemplo, Westbrook, Property and the Family, pp. 38-56; idem, Law from the Tigris to the Tiber, t. 1, p. 159; Houston, Contending for Justice, pp. 189-191, 197-199, 201). Parte del apoyo a esta opinión es la aparente falta de una descripción clara de la observancia del jubileo en otros textos bíblicos que atestigüe su aplicación real. Pero véase el intento de Lisbeth S. Fried y David N. Freedman, «Was the Jubilee Year Observed in Preexilic Judah?», en Jacob Milgrom, Leviticus 23-27: A New Translation with Introduction and Commentary, Anchor Bible 3B (Nueva York: Doubleday, 2001), pp. 2257-2570.

24 Elena G. de White, El ministerio de curación (Boise, ID: Pacific Press, 1959), p. 138. Véase también idem, La educación (Buenos Aires: ACES, 1998), p. 44: «Si hoy día se practicaran en el mundo los principios de las leyes de Dios, concernientes a la distribución de la propiedad, ¡cuán diferente sería la condición de la gente! La observancia de estos principios evitaría los terribles males que en todas las épocas han provenido de la opresión ejercida por el rico sobre el pobre, y el odio de éste hacia aquél. Al par que impediría la acumulación de grandes riquezas, tendería a impedir la ignorancia y degradación de decenas de miles de personas, cuyo mal pagado servicio contribuye a la acumulación de esas fortunas colosales. Contribuiría a obtener una solución pacífica de los problemas que amenazan ahora con llenar al mundo de anarquía y derramamiento de sangre». Agradezco a Kevin Burton que me haya hecho llegar estas declaraciones de Elena G. de White.

25 Milgrom, Leviticus 23-27, p. 2271.

26 Houston, Contending for Justice, p. 172.

27 Burnside, God, Justice, and Society, pp. 240-42; Houston, Contending for Justice, p. 200.

28 Houston, Contending for Justice, pp. 131-132, 230.

29 Ibid., pp. 107, 117, 187; cf. Berman, Created Equal, p. 169.