¿Habrá un castigo eterno en el infierno?

Christian Varela

Por siglos los cristianos han temido al infierno como un lugar castigo sin fin. Escritores posteriores a los apóstoles como Justino Mártir (100-165 d.C.), Ireneo de Lyon (130-202), Tertuliano (155-230 d.C.), Cipriano de Cartago (m. 258), Lactancio (240-320 d.C.), Agustín de Hipona (354-430 d.C.) entre otros mantuvieron la creencia de un castigo eterno.1 Sin embargo, en los últimos años, enfoques bíblicos- teológicos aniquilacionistas/condicionalistas2 y universalistas3 han cuestionado esta creencia milenaria. El presente estudio responderá al siguiente interrogante: ¿Existe un castigo eterno en el infierno? Para ello se analizarán de forma breve las principales referencias al castigo del fuego que no se apaga en el Antiguo Testamento (AT), el castigo en el periodo intertestamentario, el fuego eterno en las enseñanzas de Jesús, y las referencias registradas en el Apocalipsis.

El fuego que no se apaga en el Antiguo Testamento4

Los profetas utilizaron diferentes recursos retóricos para describir los juicios retributivos de Jehová. El fuego fue un instrumento punitivo de las acciones divinas contra los impíos (Gen 19:24; Lev 10:2; Num 16:35; Dt 32:22; Isa 10:16; 29:5-6; 30:27-28; Jer 21:14; Ez 10:2-8; 20:46-48; 22:7; 23:25; Sof 1:18; 3:8; Zac 11:1-3; 12:6; Jl 2:3). Las expresiones más contundentes para este estudio son las reiteradas menciones al fuego o ira divina que no se apaga. Los profetas aludieron a estas como referencias al castigo y destrucción sobre Israel (Am 5:6), Judá y Jerusalén (Is 1:31; Jer 7:20; 15:14; 17:4; 21:12, 14; Ez 15:7-8; 20:47-48; 21:31-32). El uso de esta imagen enfatizó la intervención inminente de Dios que nadie podría impedir a causa de las injusticias (Jer 4:4; 21:12).

Es interesante notar que la expresión no fue tomada de manera literal por sus oyentes y lectores. El fuego que no se apaga implicó acciones bélicas que cumplieron sus propósitos de castigar, destruir y desolar las poblaciones a través de las invasiones asirias y babilónicas (Jer 25:9; 39:8; 52:12-14; Lam 4:11; 2 Cro 36:17-20). El fuego no ardió “para siempre”. Hoy no está encendido en Jerusalén o sus cercanías desde aquellos tiempos.

Relacionado a los pasajes anteriores, debe mencionarse Isaías 66:24. Denny Burk afirma que este pasaje “ofrece soporte explícito de la visión tradicional”.5 Pero ¿hace referencia al castigo consciente de los impíos por la eternidad?

En primer lugar, Isaías profetizó a Judá del siglo VIII a. C. Los capítulos 65 y 66 tratan sobre su futura restauración si se convertían de su apostasía (1:16-20). Por esta razón, el Comentario Bíblico Adventista asevera que “las palabras de Isaías no pueden considerarse como aplicables directamente a la situación de la futura tierra nueva”.6 Las promesas de restauración estaban sujetas a su fidelidad al pacto. Como afirma Gerald Wheeler, “tristemente, Israel fracasó en aceptar la oferta de Dios. Mucho en el libro de Isaías es sólo ‘lo que podría haber sido’. Dios no pudo transformar el mundo progresivamente. Su pueblo continuó en su rebelión”.7 De esta forma, Isaías 66 no encontró su cumplimiento.

En segundo lugar, la profecía inicia con la extinción de los “rebeldes y pecadores” por medio del fuego que nadie podría apagar (1:28, 31). Al finalizar, el último texto del libro complementa la amonestación introductoria.8 Claude Mariottini afirma lo siguiente: “Ambos capítulos emplean la misma expresión para describir a los transgresores: ‘los que se han rebelado contra mí’. También utilizan una forma similar para describir el castigo que recaerá sobre los malvados: el castigo de fuego. Además, en ambos capítulos se subraya la totalidad y la irrevocabilidad del castigo con la misma afirmación: nadie podrá apagar el fuego”.9

Como ya fue afirmado, el fuego era el medio utilizado por Jehová para destruir. El libro de Isaías contiene múltiples referencias a él como imagen de destrucción, devastación y aniquilación inminente (1:7; 5:24-25; 29:5-6; 30:27, 33:11-12; 47:14; 64:10-11; 65:5). El uso en el último versículo del libro no fue diferente en cuento a su naturaleza. El profeta, en su último capítulo, afirmó que el Señor llegará como un guerrero, “Jehová vendrá con fuego y sus carros como un torbellino para descargar su ira con furor y su reprensión con llama de fuego. Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos por Jehová serán multiplicados” (66:15-16). Frente a esta imagen de guerra y exterminio, los cuerpos de los derrotados quedan muertos en el campo de batalla. La muerte sin sepultura expresó deshonra para los fallecidos, siendo exhibidos y dejados a la intemperie para su venganza (2 Re 9:10, 34; Jer 14:16; 16:4; 19:7; 25:33). Es una de las trágicas consecuencias por haber quebrantado el pacto (Dt 28:26).

En tercer lugar, los gusanos que no mueren describen la descomposición de los cadáveres (Is 14:11). Esta profecía se refiriere a los impíos como “cuerpos muertos”. La palabra hebrea peger siempre hace referencia a un cuerpo animal o humano sin vida (Gn 15:11; Is 5:24-25; 34:3; 37:36). Para el profeta, estos cuerpos están simplemente muertos. Tanto el fuego como los gusanos tienen la misma finalidad: destruir los restos. Esta expresión se contrapone con lo expuesto en el versículo 22 el cual afirma que “toda carne” se presentará delante de Jehová para adorar.

En conclusión, la profecía fue una descripción de la restauración para el pueblo de Judá y la destrucción de los apóstatas. Lamentablemente el pueblo escogido no cambió su condición. La imagen enfatiza la destrucción de los impíos. Ella no se refirió al juicio post mortem de los impíos. Por esta razón, Jesús utilizó esta profecía como una hipérbole para referirse el juicio final de Dios y al porvenir escatológico de los impíos. Fue más allá de una situación bélica y la escatología individual. El evangelista utilizó el verbo teleuta, el cual está conjugado en presente indicativo activo, advirtiendo que “la idea de una duración eterna, ya sea para el fuego, o el gusano, simplemente no está presente”.10

El fuego que no se apaga en el período intertestamentario

La turbulencia política y religiosa durante este período originaron documentos con una fuerte especulación apocalíptica contra los enemigos de Dios. Aquí es donde comienza a retratarse el castigo tortuoso de fuego para los infieles.11 La base para ellos se consolidó por la influencia platónicas sobre la naturaleza humana, la cual sostenía la sobrevivencia del alma una vez muerto el cuerpo.12 Esta podía ser bendecida en el paraíso o maldecida en un lugar de castigo. Sin embargo, estas ideas son ajenas a las escrituras veterotestamentarias, la cual sostiene una antropología holistica o monista de la persona como una unidad integral biopsicoespiritual. La muerte es la desintegración completa del ser. Nada sobrevive, por lo tanto, no hay lugar intermedio (Gen 3:19).

Por cuestiones de espacio, solo se hará referencia a la observación que realizó Edward Fudge con respecto a la diversidad teológica en los escritos intertestamentarios con respecto al infierno y su duración. Durante este período se presentaron documentos donde los impíos perecerían totalmente (oráculos sibilinos, Documento de Damasco/Fragmentos Zadoquita, Los Salmos de Salomón, 4 de Esdras), aquellos testimonios que fueron ambiguos (Testamentos de los doce patriarcas y la vida de Adán y Eva), los de concepciones mixtas (El libro de los Jubileos y 1 Enoc/Enoc etíope) y los de un tormento consciente sin fin (2 Enoc/Enoc Eslovenio y 4 de Macabeos).13 Por tal motivo, Hans Scharen afirma de manera pertinente que los conceptos referentes al infierno en este periodo pueden divirse en tres grupos: “la continuación de la visión ‘tradicional’ del Antiguo Testamento sobre el Seol; el Seol como estado intermedio; y el Seol, la Gehena y el Tártaro como lugares de castigo final”.14

El fuego eterno en las enseñanzas de Jesús

La Gehena fue término más utilizado por Jesús para referirse al lugar final de castigo divino para los impíos (Mat 5:22,29; 10:28; 18:9; 23:15,33; Mar 9:43,45, 47; Luc 12:5). Por esta razón, algunas versiones bíblicas en español lo traducen como infierno. Sin embargo, no sería adecuado traducirlo así. Para una comprensión cabal de la Gehena en el pensamiento de Cristo es necesario considerar los antecedentes presentados en el Antiguo Testamento acerca del Ge Hinnom. Aunque la Biblia Hebrea no utiliza este término en un sentido técnico, sí lo emplea como referencia a la localización geográfica cercana a Jerusalén y al lugar de castigo escatológico para los apóstatas y rebeldes enemigos de Jehová.

El Ge Hinnom fue un valle asociado a diversas prácticas idolátricas realizadas por algunos reyes de Judá (Jer 32:35). Acaz y Manasés sacrificaron allí a sus hijos (2 Rey 28:3; 33:6). De esta manera, el lugar adquirió una mala reputación como escenario de apostasía.

La localización se convirtió en referente de la destrucción de los judíos apóstatas (Jer 7:29-34; 19:1-15). Jeremías lo llamó “valle de la Matanza” (Jer 7:32; 19:6) o “valle de los cuerpos muertos y de la ceniza” (Jer 31:40). Kim Papaiounou lo relaciona con el castigo y la destrucción descriptos en Isaías 66:24, la batalla de Ezequiel 39:11-16 y Joel 3:1-21.15 Por lo tanto, sus referencias fueron negativas por causa de la idolatría, venganza y batallas escatológicas, llegando a ser un tipo del juicio futuro y final de YHWH hacia los impíos.

Mateo define el castigo de fuego de la Gehena como eterno. Para ello usa el adjetivo griego aiônios (Mat 18:8-9; 25:41, 46). Algunos comentadores hacen referencia al tiempo sin fin, mientras que para otros, es un periodo de tiempo limitado. Por motivos de espacio, la presente investigación presentará tres breves observaciones a considerar en la interpretación de esta palabra. En primer lugar, Kim Papaiounou afirma que el pasaje de Mateo 25:46 evidencia un contraste entre las dos eras, donde no se haría mención a la cantidad de tiempo, sino a un elemento cualitativo de la recompensa o el castigo por venir.16 En segundo lugar, Basil Atkinson asevera que el adjetivo cuando es utilizado con un sustantivo de acción, hace referencia al resultado, no al proceso. Por lo tanto, el fuego enfatiza su resultado permanente.17 En tercer lugar, la palabra aiônios fue empleadas en varias ocasiones por la LXX al traducir la palabra hebrea colâm. Su rango de significados es muy amplio. Tanto el término griego como el hebreo no están limitados a un sentido absoluto de tiempo sin fin. Precisar su uso, depende exclusivamente del contexto en que son empleados y a la entidad a la que se refiere. Cuando estas palabras son utilizadas en Dios y sus atributos hacen referencias a un tiempo ilimitado (Gen 21:33; Is 40:28; 45:17; Dan 7:14, 27; Ro 16:25; Heb 5:9; 2 Pe 1:11). Sin embargo, al emplearse en instituciones (Ex 12:14; 28:40; 29:28; 30:21; Lev 16:29, 31, 34; Num 18:18) o situaciones de los hombres (Ex 21:6; Deu 15:17; Jon 2:6; Fil 1:15) tiene connotaciones de tiempo limitado de corta o larga duración.

El texto más claro que define el concepto de la duración del castigo del “fuego eterno (aiônios)” como tiempo limitado es Judas, quien afirmó que Sodoma y Gomorra sufrieron la venganza por ese medio (v.7). Es lógico afirmar que hoy aquel fuego no esta en proceso, sino que es una definida reseña a los efectos, su completa destrucción (2 Ped 2:6). Ilaria Ramelli y David Konstan en su investigación de los términos griegos de tiempo aiônios y aídios, demuestran que los escritores griegos clásicos, la traducción griega Septuaginta (LXX), el Nuevo Testamento y algunos padres de la iglesia diferenciaron los sentidos de ambas palabras para diferenciar el tiempo limitado y el eterno.18 Ellos concluyen que aídios sería la palabra griega más precisa para definir el tiempo sin fin, y nunca es utilizada en el contexto del castigo del fuego.19

El fuego que arde por los siglos en el Apocalipsis

El Apocalipsis presenta las últimas referencias bíblicas con respecto a la duración del castigo de fuego a los impenitentes en 14:10-11; 18:18; 19:3 y 20:9-10. Analizaremos algunos aspectos fundamentales en cuanto a la naturaleza y tiempo del fuego.

La advertencia celestial de Apocalipsis 14

El último de los tres mensajes angélicos de Apocalipsis 14 es una advertencia celestial contra los que adoran a la bestia o a su imagen, o reciben su marca. Quien lo haga, tendrá las consecuencias del castigo final descriptas simbólicamente a través del tormento de humo que asciende por los siglos y una vida sin descanso día y de noche.

El humo del tormento

Para comprender la expresión del humo que asciende por los siglos de los siglos debe considerarse que el humo es utilizado en el AT para describir destrucción (Gen 18:28; Jos 8:21; 20:38; Nah 2:14; Is 51:6), incineración (2 Sam 2:9) y aniquilación escatológica de los enemigos del Señor (Sal 36:20; 68:3). Por eso, el humo más que representar tormento, especifica el resultado de una ruina completa. Juan utiliza dos imágenes del AT. En primer lugar, es una alusión al relato de Abraham cuando vió ascender el humo de la destrucción total de las ciudades por la ejecución divina (Gen 19:28). En segundo lugar, la profecía de Jeremías sobre la destrucción del imperio neobabilonico como lo hizo con Sodoma y Gomorra (Jer 25:12; 50:40 cf. Is 13:19). Complementando la idea, el mismo texto muestra humo ascendiendo en un paralelismo temático y lingüístico con los pasajes de 18:18; 19:3 sobre la destrucción de la Babilonia escatológica. La condenación y destrucción de los adoradores de la bestia o su imagen y Babilonia se concreta en los capítulos posteriores (15-19). Por lo tanto, el humo es la evidencia que todos los elementos fueron incinerados, el juicio fue definitivo y completo.

Falta de reposo día y noche

Asociado al concepto temporal del humo, la expresión “día y noche” (14:10; 20:11) es interpretada tradicionalmente como duración ilimitada de sufrimiento.20 El binomio “día y noche” es utilizado en el Antiguo y Nuevo Testamento como la unidad de tiempo de veinticuatro horas (Gen 1:18; Ex 13:21; Lev 8:35;1 Sam 28:20; 30:12; Neh 4:3;) o una manera figurativa para referirse a actividades constantes o continuas de duración limitada (Deu 28:66; Jos 1:8; 1 Re 8:29,59; 1 Cro 9:33; 2 Cro 6:20; Neh 1:6; Sal 1:2; 32:4; 42:4; 55:11; Is 27:3; 60:11; Jer 8:23; 14:17; Lam 2:18; Luc 18:7). En el Apocalipsis se hallan cinco referencias a esta expresión, las cuales pueden entenderse de manera figurativas (4:8; 7:15; 12:10).

El pasaje hace una alusión directa a la profecía de Isaías sobre la destrucción de Edom, “día de venganza de Jehová” (Is 34:5, 8). El profeta anunció simbólicamente que el polvo del suelo se convertiría en “azufre”, ardería “perpetuamente” (Heb ôlamîm) y no se apagaría (34:9-10). El juicio contra esta nación a través del humo del fuego que ardería día y noche fue una fuerte imagen de condenación y destrucción inminente. El tormento sin descanso también contrasta con el reposo de los redimidos (Heb 4:3), los que mueren en el Señor (14:13) y los seres celestiales que adoran a Dios (4:8).

El lago de fuego y azufre

Las advertencias del tercer ángel de Apocalipsis 14 encuentran su cumplimiento luego del milenio. Apocalipsis 20 describe el destino final de los impenitentes en el lago de fuego y azufre. Por esta razón, se estudiará la naturaleza y tiempo de este lugar.

El fuego que sale de Dios tiene una finalidad: Consumir.

Apocalipsis 20: 9-10 alude simbólicamente a la profecía de Ezequiel contra Gog, en la cual Dios haría llover “piedras de granizo, fuego y azufre” (38:22). Durante esta batalla, Dios se glorificaría a través de la destrucción del enemigo defendiendo a su pueblo (38:14–16, 23). El fuego del cielo fue una manifestación divina de castigo retributivo y penal en el AT. Vastos ejemplos como lo sucedido con Sodoma y Gomorra (Gen 18:24, 28), Nadab y Abiú (Lev 10:2), el pueblo rebelde en el desierto (Num 11:1), los doscientos cincuenta hombres rebeldes al sacerdocio de Aarón (Num 16:25; 26:10), los cincuenta soldados que buscaban a Elías (2 Re 1:10, 12, 14), entre otros.21

En Apocalipsis 20:9 el profeta enfatiza la aniquilación completa de ellos con el verbo katephagen, devoró, consumió. En el Antiguo Testamento el verbo akhal, “devorar”, fue utilizado en reiteradas ocasiones para referirse a la destrucción completa y definitiva por parte de Dios sobre sus enemigos (Lev 10:2; Num 26:10; Dt 32:22; 1 Re 18:38; 2 Re 1:10,12,14; 2 Cro 7:1; Jer 17:27; 48:45; Ez 15:4; Zac 9:4; Abd 18). Por lo tanto, el fuego que desciende de Dios tendrá la finalidad de purificar la tierra y exterminar a los rebeldes, no la preservación de ellos sufriendo por siempre.22

Expresión “siglo de los siglos” en el lago de fuego y azufre

La expresión temporal “por los siglos de los siglos” ocurre trece veces en el Apocalipsis. En tres ocasiones se refieren al castigo final de los impíos (14:11; 19:3; 20:10) y una es aplicada a los redimidos recompensados en la Nueva Jerusalén (22:5). El resto se utilizada en un contexto doxológico sobre el dominio y permanencia del reinado de Dios y Cristo (Ap 1:6, 18; 4:9f; 5:13; 7:12; 10:6; 11:15).

Eldon Woodcock afirma que “por los siglos de los siglos’ es una designación enfática, explícita e inequívoca de lo que es interminable [período]”.23 Ante estas propuestas surgen interrogantes importantes; sí Juan declara que los impíos serán castigados por siempre utilizando el adjetivo aioōnos, ¿por qué los condicionalistas afirman que los impenitentes serán exterminados? ¿La misma palabra no debería ser interpretada de la misma manera para ambas condiciones?24 Ante tales cuestionamientos es necesario reafirmar lo expresado antes sobre los términos ‘olam y aioōn. Están se encuentran condicionadas a la naturaleza del sujeto al que hace referencia. Quezada Case afirma que “Si el sujeto es alguien o algo que no posee la inmortalidad, colam y aion se refieren a un periodo de tiempo limitado que puede ser largo o corto, es decir, tan largo como lo permita la naturaleza del sujeto.”.25 De esta manera, la expresión en los impíos es una referencia de continuidad hasta que sea completado el propósito de fuego, consumirlos. Por otro lado, la inmortalidad está reservada solo para los redimidos. Pertinentemente, David Hamstra afirma que “Sin Jesús, el ‘para siempre’ solo dura hasta el cumplimiento de su propósito, pero con Jesús el ‘para siempre’ nunca termina”.26

Al mismo tiempo, el lago de fuego donde se encontrarán los atormentados no parece estar asociado a un tiempo sin fin, ya que es definido como la “segunda muerte” (20:14 cf. 21:8). La primera muerte llega a todo hombre sin distinción de fe, raza, edad, carácter, etc. con la seguridad de una futura resurrección (Dan 12:2; Jn 5:28-29; Hech 24:15). Por otro lado, la segunda muerte es el castigo retributivo y penal por elección personal del pecador, y solo será ejecutada después de la sentencia. Ranko Stefanovic afirma que “el lago de fuego no es un infierno ardiente eterno literal, sino más bien una expresión metafórica que describe la destrucción completa (cf. Mat 10:28). Es el lugar del fin pleno y último de toda rebelión contra Dios”.27 El lago de fuego y la segunda muerte son el castigo final, definitivo y aniquilador de Dios sobre toda impiedad. 28 Es por eso, que afirmar que el infierno eterno contenga a los pecadores por tiempo sin fin convertiría a los pecadores en inmortales, y nunca fue el plan divino que el pecador viva para siempre ya que la paga del pecado es muerte (Ro 6:23 cf. Gen 3:24). Además, ¿Podría un Dios justo y misericordioso dejar que su creación sufra tormentos conscientes por tiempo ilimitado? La justicia y el amor de Dios hacen que cada pecador sea tratado de manera equitativa, lo que comprendería un juicio justo al dar a cada uno según sus obras (Ex 32:34; Job 34:11; Sal 62:12; Mat 16:27; Ro 6:2).

Conclusión

La tradición cristiana ha mantenido por siglos la creencia de un castigo de fuego eterno. Sin embargo, la Gehena y el lago de fuego hacen referencia a la segunda muerte escatológica. Hoy los pecadores no se encuentran sufriendo en el fuego. Este será el castigo final, definitivo y exterminador de Dios sobre sus enemigos de todos los tiempos. La interpretación adecuada de este lugar se encuentra fundamentada en las concepciones del Antiguo Testamento en cuanto a su naturaleza y tiempo de ejecución. La segunda muerte será de la misma naturaleza sostenida por el resto de las Escrituras, inexistencia completa del ser. Eliminado el pecado y los pecadores, el escenario está preparado para la recreación del nuevo mundo (Ap 21-22). Bien se puede concluir este ensayo con las palabras del rey David quien afirmó: “considera al íntegro y mira al justo, porque hay un final dichoso para el hombre de paz. Mas los transgresores serán todos a uno destruidos; la posteridad de los impíos será extinguida” (Sal 37:37-38).

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1 Edward Bouverie Pusey (1800-1882) citó a 84 autores patrísticos que identificó como “testigos” de la creencia “en el castigo eterno”. En, Edward Bouverie Pusey What is of Faith as to everlasting Punishment? (London: Walter Smith and Innes, 1888), 172-290. Cf. Alan E. Bernstein, The Formation of Hell: Death and Retribution in the Ancient and Early Christian Worlds (London: UCL Press, 1993). Dongsun Cho, “The Doctrine of Eternal Punishment: The Biblical and Theological Rationales of Augustine” (Disertación doctoral en teología, Southwestern Baptist Theological Seminary, 2008). Christian Varela, Argumentación bíblica de los principales escritores patrísticos griegos prenicenos sobre el castigo del fuego eterno (Disertación de maestría en teología, Universidad Adventista del Plata. Entre Ríos, 2019).

2 Veánse las recientes obras donde teólogos evangélico destacados defienden el condicionalismo y aniquilacionismo del infierno según lo presenta las Escrituras. En, Christopher M. Date y Ron Highfield, eds., A Consuming Passion: Essays on Hell and Immortality in Honor of Edward Fudge, (Eugene, OR: Pickwick Publications, 2015). Christopher M. Date, Gregory G Stump, y Joshua W Anderson, eds., Rethinking Hell: Readings in Evangelical Conditionalism (Eugene, OR: Cascade Books, 2014). Edward Fudge, The Fire That Consumes: A Biblical and Historical Study of the Doctrine of Final Punishment, 3rd ed. (Eugene, OR: Cascade Books, 2011).

3 Gregory MacDonald, The Evangelical Universalist. 2nd edition (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2012). Thomas Talbott, The Inescapable Love of God. 2nd edition (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2014). David Artman, Grace Saves All (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2020). Bradley Jersak, Her Gates Will Never be Shut (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2009). Keith Giles, Jesus Undefeated. Condemning the False Doctrine of Eternal Torment (Orange, CA: Quoir, 2019). Gerry Beauchemin, Hope Beyond Hell (Olmito, TX: Malista Press, 2016).

4 Para más información véase Christian Varela, “El castigo y la destrucción de los impíos en la escatología del Antiguo Testamento”. Encrucijadas teológicas: ensayos exegéticos, teológicos y misionales desde una perspectiva interamericana, ed., Cristian Cardozo Mindiola (Medellín: Editorial SEDUNAC Corporación Universitaria Adventista; 2022), 58-77.

5 Denny Burk, “Eternal Conscious Torment”, en Four Views on Hell, eds., Stanley N. Gundry y Preston Sprinkle (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2016), 21.

6 Francis D. Nichol, ed., “Verán los cadáveres”, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, 7 vols. (Boise, ID: Publicaciones Interamericanas, 1978-1990) 4:376. Cf. Claude Mariottini, “The Punishment of the Wicked in Isaiah 66:24”, en A Consuming Passion. Essays on Hell and Immortality in Honor of Edward Fudge, eds. Christopher M. Date y Ron Highfield (Eugene, OR: Pickwick Publications, 2015), 167.

7 Gerard Wheeler, Isaías. Cuando los reyes van a la guerra (Buenos Aires: ACES, 2004), 125-126.

8 Wheeler, Isaías, 127. Anthony J. Tomasino, “Isaiah 1.1-2.4 and 63-66, and the Composition of the Isaianic Corpus”, JSOT 57 (1993): 81-98.

9 Mariottini, 167.

10 Gary Kim Papaioannou, “Places of Punishment in the Synoptic Gospels” (Disertación doctoral en Teología, Universidad de Durham, 2004), 58.

11 Lloyd R. Bailey, “Gehenna. The Topography of Hell”, Biblical Archaeologist (1986): 189. Hans Scharen, “Gehenna in the Synoptics, Part 1”, Bibliotheca Sacra 149/3 (1992): 325.

12 Miguel Patiño Hernández, “La influencia de las presuposiciones ontológicas en la doctrina del juicio final”, Theo 35/2 (2020): 124-143. Clinton Wahlen, “Greek Philosophy, Judaism, and Biblical Anthropology”, en “What are Human Beings that You Remember Them?”: Proceedings of the Third International Bible Conference Nof Ginosar and Jerusalem June 11-21, 2012, ed., Clinton Wahlen (Silver Spring, MD: Review and Herald, 2015), 107-131.

13 Para el análisis completo véase Fudge, 98-115.

14 Scharen, 327.

15 Papaioannou, “Places of Punishment in the Synoptic Gospels”, 32–34.

16 Ibid., 68-74. Cf. Mat 13:22; Lucas 8; 20:34; Rom 12:2.

17 Basil Atkinson, “The Doom of the Lost”, en Rethinking Hell: Readings in Evangelical Conditionalism, eds., Christopher Date, Gregory G. Stump, y Joshua W. Anderson (Eugene, OR: Cascade Books, 2014), 100.

18 Ilaria Ramelli y David Konstan, Terms for Eternity: Aiônios and Aídios in Classical and Christian Texts (Piscataway, NJ: Giorgias Press, 2013).

19 Aídios es utilizado dos veces en la LXX (4 Mac 10:15; Sab 7:26) y dos en el NT (Ro 1:20; Jud 6).

20 Juan Stam, Apocalipsis (Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2014), 4: 266.

21 Cf. Job 20:26; 22:20; Sal 21:9; Os 13:8; Am 2:5; Nah 3:13, 15; Is 29:6; Lam 2:3; Ez 20:47; 23:25

22 Cf. Christian Varela, “El destino final de la humanidad: Resurrecciones, segunda muerte e inmortalidad en el Apocalipsis”, Um pouco menor que anjos: Multileituras bíblico-antropológicas, eds., Carlos Olivares y Karl Boskamp (Sao Paulo: Editora Reflexao: 2021), 298-309.

23 Woodcock, Hell, 225.

24 Grant R. Osborne, Revelation, BECNT (Grand Rapids, MI.: Baker Academic, 2002), 716.

25 S. Quezada Case, What Does “The Smoke of Their Torment Ascends Forever and Ever” Mean?

Revelation 14:11”, en Interpreting Scripture. Bible Questions and Answers, ed., Gerhard Pfandl (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2017). Edición Kindle.

26 David Hamstra, “‘Meaning of Forever’: Categorical or Qualified?”, Ministry (August 2008), 14.

27 Ranko Stefanović, Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation, 2nd ed. (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2009), 582.

28 Christian Varela, “El lago de fuego y la segunda muerte en el Apocalipsis: ¿sufrimiento sin fin o destrucción final para los pecadores?”, Memrah 4 (2022): 25-50.