¿Le dijo Dios a Samuel que mienta?

Miroslav M. Kiš

1 Dijo Jehová a Samuel [] ‘Llena tu cuerno de aceite y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de entre sus hijos me he elegido un rey’. 2 Samuel preguntó: ‘¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría’. Jehová respondió: ‘Toma contigo una becerra de la vacada, y di: “A ofrecer sacrificio a Jehová he venido” ‘ “. 1 Samuel 16:1, 2.

Cuando los personajes de la Biblia recurren a engaños (hacen que alguien crea que es verdad lo que no es; Gén. 12:10-20), o mienten para engañar (Hech. 5:1-6) o evaden la verdad mediante perjurio (Éxo. 1:15-22), correctamente achacamos tal conducta a las limitaciones y al pecado humanos. Pero al leer 1 Samuel 16:1 y 2, lo que está en juego es mucho más importante. Allí dice que Dios había rechazado al rey Saúl, y que Samuel debía ir y ungir a David como rey. Pero Samuel teme que Saúl lo mate. En respuesta Dios le dice que tome una becerra y diga: “A ofrecer sacrificio a Jehová he venido”.

¡Qué extraño! ¿Dios le dice a Samuel que se proteja engañando al rey o a sus esbirros? ¿Cómo puede este mismo Dios esperar veracidad (Gén. 17:1) si él enseña a mentir a su propio profeta?

Soluciones al dilema – Al ver estos dilemas algunos llegan a estas conclusiones: (1) La prohibición de la mentira o engaño no es una norma absoluta en la Biblia; la mentira “es un medio aceptable y en general encomiable para un débil con el fin de triunfar sobre un poder más fuerte […] Dios, también, puede alentar legítimamente el perjurio cuando actúa en favor de quien está en desventaja”.1 (2) Mentir a un mentiroso puede ser condonable, por lo que mentir a Labán “está indirectamente justificado” (Gén. 30:1-43).2 (3) Una norma superior trasciende las normas inferiores sin abolirlas. De este modo el deber de preservar la vida es superior al deber de ser verídico (p. ej., Jos. 2:5).3 (4) El engaño divino es aceptable si sirve a un fin superior.4

Pero ¿pueden extraerse tales conclusiones del pasaje bíblico?

Dios y la integridad – El testimonio de la Biblia sobre el carácter de Dios desafía las opiniones mencionadas arriba. En Números 23:19 leemos: “Dios no es hombre para que mienta”. Apenas unos pocos versículos más arriba del episodio bajo consideración, Samuel declara: “La Gloria de Israel no mentirá” (1 Sam. 15:29; cf. Sal. 89:35, Tito 1:2, Heb. 6:18). La veracidad caracteriza la naturaleza misma del ser de Dios y su modo de obrar.

La prohibición de mentir es una norma absoluta también para la conducta humana. La verdad no debe sufrir manipulación. Dios espera veracidad en el corazón mismo de los seres humanos (Sal. 51:6) y en sus acciones (Éxo. 20:16; Apoc. 14:5). Sin ella la vida y el destino humanos están en riesgo (Lev. 19:11; Prov. 12:22; Apoc. 21:8, 27; 22:15). Por consiguiente, la interpretación del pasaje de 1 Samuel 16:1 y 2 requiere que salvaguardemos la reputación de Dios como un Ser de integridad y honestidad, quien pide lo mismo de los seres humanos.

La veracidad caracteriza el ser mismo de Dios y su manera de proceder.

Ocultamiento de la verdad – El contexto de 1 Samuel 16 muestra el mísero estado en el que Saúl se había colocado a sí mismo y a su reino. Desde que Dios lo rechazara como rey de Israel (1 Sam. 16:1), ni Samuel podía sentirse a salvo de las rabietas impredecibles del rey. Por tanto, Dios respondió al temor de Samuel recordándole que su viaje a Belén no tenía por qué preocuparle mucho. En primer lugar, era un hecho que los sacerdotes viajaban de un sitio a otro para ofrecer sacrificios, seguidos por una fiesta en la que los ancianos del lugar eran convidados de honor.5 En el caso de Belén, la invitación a Isaí y sus hijos no tendría nada de extraordinario. Además, debido a su posición de juez levítico, Samuel podía viajar fuera de su jurisdicción sacerdotal regular, especialmente cuando se necesitaba el sacrificio de una becerra para expiar un asesinato no resuelto en la región. Esto explicaría el temor de los ancianos de la ciudad cuando se encontraron con Samuel: “¿Es pacífica tu venida?”, y la respuesta de Samuel: “Sí” (16:4, 5). Además, si bien el sacrificio y la fiesta eran acontecimientos públicos, el ungimiento tuvo lugar sin relación con el sacrificio y la fiesta, en un ambiente más privado. Así había ocurrido con el ungimiento de Saúl (9:22-10:8), y David también fue ungido “en medio de sus hermanos” (16:13). Ningún aspecto público de los acontecimientos podía identificar el ministerio de Samuel en Belén como un ungimiento, ni tampoco el haber llevado la becerra estaba relacionado con el ungimiento.

El consejo de Dios a su siervo temeroso (“Di: A ofrecer sacrificio a Jehová he venido”) pertenece a una categoría moral distinta del engaño, la mentira o el perjurio. Keil y Delitzsch comentan:

“No había falsedad en esto, porque Samuel estaba realmente por ir a una fiesta sacrificial, e iba a invitar a dicha fiesta a la familia de Isaí, y entonces ungir a aquel a quien Jehová le indicara como el elegido. Era simplemente un ocultamiento de un detalle independiente de su misión. Dios había rechazado a Saúl, y por tanto no tenía por qué recibir participación en la dimensión teocrática del reino de Israel”.6

Lecciones de 1 Samuel 16:1 y 2 – Este pasaje nos enseña varias lecciones:

1. Dios enseñó a Samuel cómo ser un custodio fiel de la verdad. Solo un cínico [hipócrita], nos dice Bonhoeffer, puede aseverar que dice la verdad en todo tiempo y en todo lugar a todos los hombres del mismo modo. “Cada expresión mora y está en casa en un ambiente particular. El discurso en familia es diferente del discurso profesional o público. El discurso nacido en la calidez de la relación personal se muere de frío en el aire helado de la existencia pública”.7 Samuel no podía hablar a Saúl del mismo modo que hablaba con David. Pero ¿en qué modo el discurso debía ser distinto?

Aún la vida misma no debe ser comprada al precio de la mentira.

2. Dios no enseñó a Samuel a mentir. La diferencia entre el mensaje dirigido a David y el mensaje para Saúl no era la diferencia entre la verdad y la mentira. Si se le hubiera preguntado a Samuel cuál era su propósito real, no hubiera mentido manifestando solo el aspecto sacrificial de su visita. Su respuesta hubiera sido estrictamente verdadera. Samuel efectivamente…

“…ofreció un sacrificio […] y reunió a los ancianos del pueblo, y de ese modo llegaron también Isaí y sus hijos. Pero él no informó del principal objetivo de su llegada; si lo hubiera hecho, habría ocasionado mal y no bien; y, aunque ningún hombre bajo ninguna circunstancia debiera decir una mentira, sin embargo, no siempre está obligado a declarar la totalidad de la verdad, aunque en todas las ocasiones no debe decirse sino la verdad, y en forma tal que el que oiga no crea una mentira por lo dicho”.8

Esto no es lo mismo que decir una media verdad.

3. El ocultamiento de la verdad no es mentir, y en algunas ocasiones puede ser un deber. Walter Kaiser explica, en el caso de Samuel, que…

“…solo aquello que era cierto le fue presentado a Saúl. En cuanto a su propósito principal, nada afirmó Samuel ni negó, y nada incitó la mente de Saúl a sondear cuáles eran en última instancia los propósitos de Samuel para venir a Belén en esta ocasión. Si esta cuestión hubiera surgido, entonces Samuel hubiera enfrentado un problema distinto, y tendría que haber evitado afirmar o negar cuáles eran esos propósitos o soportar la ira de Saúl al revelarlos”.9

4. El ejemplo de Jesús es instructivo aquí. En más de una ocasión Jesús huyó de sus enemigos (Juan 8:59; 12:36), y varias veces se abstuvo de responder (Mar. 14:61; 15:5; Luc. 23:9). Hay tiempo de callar, y tiempo de hablar, dice el sabio (Ecl. 3:7), y nadie está obligado a responder a toda pregunta que se le haga. Y sin embargo Jesús no engañó ni con su habla ni con su silencio (1 Ped. 2:22). A sus discípulos prudentemente respondió en una ocasión: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar” (Juan 16:12).

“Ni siquiera la vida misma debiera comprarse al precio de la mentira”, insiste Elena de White.

“Por medio de una palabra o una inclinación de la cabeza los mártires podrían haber negado la verdad y salvado la vida. Consintiendo en arrojar un solo grano de incienso sobre el altar del ídolo podrían haberse salvado del potro, el cadalso y la cruz. Pero se negaron a ser falsos en palabra o en acción, aunque la vida fuese el favor que hubiese recibido por hacerlo […] Sus vidas fueron ennoblecidas y elevadas a la vista de Dios porque permanecieron firmes a favor de la verdad en las circunstancias más graves” (JT 2:71).

Al describir a los que han sido redimido de la humanidad como primicias para Dios y el Cordero, Juan el Revelador destaca que “en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha” (Apoc. 14:5). “El camino de la obediencia es el único camino que lleva al cielo” (Te 54).

Oraciones en la Biblia

La oración de Abraham por Sodoma Gén. 18:22-33 Oraciones en los profetas
La oración de Jacob en Peniel Gén. 32:9-12 La petición de curación de Ezequías Isa. 38:10-20
La oración de Moisés por Israel Éxo. 32:31, 32 La oración de queja de Jeremías Jer. 20:7-18
La bendición aarónica Núm. 6:24-26 La Acción de Gracias de Daniel Dan. 2:20-23
El ruego de Moisés por el pecado de Israel Núm. 14:13-19 La oración de Daniel por Jerusalén Dan. 9:4-19
La oración de Josué tras el desastre de Hai Jos. 7:7-9 La oración de Jonás Jon. 2:2-9
La oración de Gedeón buscando señal Juec. 6:36-39 La oración de Habacuc Hab. 3:2-19
La petición de Ana de un hijo 1 Sam. 1:11
La oración de agradecimiento de David 2 Sam. 7:11-29 Oraciones en el Nuevo Testamento
La petición de sabiduría de Salomón 1 Rey. 3:6-9 La Acción de Gracias de María Luc. 1:46-55
La oración dedicatoria de Salomón 1 Rey. 8:23-61 La oración de Simeón Luc. 2:29-32
La oración de Elias en el Carmelo 1 Rey. 18:36, 37 La oración de Esteban Hech. 7:59, 60
La petición de socorro de Ezequías 2 Rey. 19:15-19
La oración de David por Salomón 1 Crón. 29:10 Oraciones de Jesús
La confesión de pecado de Esdras Esd. 9:6-15 El Padrenuestro Mat. 6:9-13
La oración de Nehemías por Judá Neh. 1:5-11 En Getsemaní Mat. 26:36-44
La confesión de pecado por el pueblo Neh. 9:5-37 Desde la cruz Mat. 27:46
La confesión de Job Job 42:1-6 Cuando resucitó a Lázaro Juan 11:41, 42
Al enfrentar la muerte Juan 12:27, 28
Oraciones en Salmos La oración sacerdotal Juan 17:1-25
Oración vespertina 4
Oración matinal 5 Doxologías: Rom. 16:25-27
Oración del pastor 3 1 Cor. 13:14
Adoración y alabanza 67, 92, 95-98, Efe. 3:20, 21
100, 145-150 Heb. 13:20, 21
Petición de guía 25 1 Ped. 5:10, 11
Por liberación 40, 116 Jud. 24, 25
Anhelo de Dios 27, 42, 63, 84
Petición de perdón 51, 130
Acción de Gracias 65, 111, 136
Petición de socorro/ayuda 66, 69, 88, 102,
140, 143

__________

1 O. Horn Prouser, “The Truth About Women and Lying” [La verdad acerca de las mujeres y la mentira], Journal for the Study of the Old Testament [Revista para el Estudio del Antiguo Testamento] 61 (1994):15.

2 Richard A. Freund, Understanding Jewish Ethics [Cómo entender la ética judía], 2 ts. (Lewiston, NY: Edwin Mellen, 1990), 1:81.

3 Norman L. Geisler, Ethics: Alternatives and Issues [Ética: Alternativas y problemas] (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1971), pp. 114-136.

4 Lee Basham, “Why God Lied to me” [Por qué Dios me mintió], Journal of Religious Ethics [Revista de Ética Religiosa] 30.2 (2002):231-249.

5 Nota del Traductor: Levítico 17:8 y 9, y especialmente Deuteronomio 12:4-28, establecen un único sitio para sacrificios en toda la nación (ver la importancia de esta ley en Jos. 22), en el “lugar que Jehová, vuestro Dios, escoja entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre y habitar en él” (Deut. 12:4). En la niñez de Samuel este lugar era el templo de Silo (1 Sam. 1:3, 9; 3:3), destruido después de la derrota de Israel por los filisteos (1 Sam. 4-6; Jer. 7:12). Ya no vinculado a un edificio, el lugar de sacrificios pudo variar de un año a otro, y Samuel, que como profeta podía revelar la elección divina, estaba facultado para ofrecer el sacrificio en Belén.

6 C. F. Keil y F. Dellitzsch, 1 Samuel, Biblical Commentary on the Old Testament [Comentario bíblico sobre el Antiguo Testamento] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1960), pp. 167, 168.

7 Dietrich Bonhoeffer, Ethics [Ética] (Nueva York, NY: Macmillan, 1975), p. 367.

8 Adam Clarke, Comentario de la Santa Biblia por Adam Clarke, 3 ts. (Nashville, TN: Abingdon, 1938), 1:381.

9 Walter C. Kaiser, Toward Old Testament Ethics [Hacia una ética del Antiguo Testamento] (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1983), pp. 225, 226.