¿Qué quiere significar el apóstol cuando dice que Jesús tuvo que aprender la obediencia?

P. Richard Choi

“Y, aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia”. Hebreos 5:8.

El problema clave de este versículo es la palabra “aprendió”. ¿En qué sentido Jesús aprendió? ¿Aprendió en la forma que nosotros aprendemos? ¿Su aprendizaje incluyó corrección moral y desarrollo? Además, ¿aprendió por medio de pruebas y errores como nosotros? La palabra “perfeccionado” en 5:9, ¿implica imperfección en la vida de Jesús? Y, ¿es el sufrimiento una parte necesaria del crecimiento espiritual?

Jesús, nuestro Sumo Sacerdote – Contestar estas preguntas requiere empezar por el contexto inmediato, Hebreos 4:14-5:10, una extensa sección cristológica que considera por qué Jesús es idóneo para ser nuestro Sumo Sacerdote. La exhortación en 4:14-16, de que nos acerquemos a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote en tiempo de necesidad, sirve como introducción de la sección. Esa breve introducción ofrece dos puntos cruciales para ayudarnos a evitar tergiversaciones acerca de Jesús. El primero es que Jesús vino a ser semejante a nosotros “en todo” (vers. 15). El segundo es que Jesús era sin pecado. Nuestra interpretación de 5:8 necesita permanecer dentro de este perímetro. Esa introducción es seguida en 5:1-4 de las calificaciones del sumo sacerdote terrenal. A continuación, en 5:5 y 6 está el anuncio, sustentado por medio de citas de los salmos 2:7 y 110:4, de Jesús como Hijo exaltado. Luego ese anuncio es seguido en 5:7-10 por las calificaciones de Jesús para ser nuestro Sumo Sacerdote. Claramente, 5:1-10 forma una estructura quiástica,1 con el anuncio de la filiación de Jesús en los versículos 5 y 6 como su verdad central. Para nuestro propósito, sin embargo, es importante notar que 5:8 forma parte de la explicación de las calificaciones de Jesús como nuestro Sumo Sacerdote. En otras palabras, el asunto principal de 5:8 no es tanto la naturaleza sino la función de Jesús.

También necesitamos considerar el contexto más amplio de la carta. La descripción de la humanidad de Jesús en Hebreos 2:10-18 muestra una notable semejanza temática con 4:14-5:10. Además, Hebreos 2:10-18 clarifica el propósito de la encarnación de Jesús: ser perfeccionado por medio del sufrimiento (2:10), unirse a nosotros (vers. 11-14a), destruir a la muerte y al diablo (14b, 15), y venir a ser un misericordioso Sumo Sacerdote por medio del sufrimiento y la tentación (16, 17).

El sufrimiento humano más importante - Otro importante pasaje es Hebreos 12:1-11, el cual nos revela qué implica el sufrimiento. Al referirse simultáneamente a nuestro sufrimiento y al sufrimiento de Jesús, esta sección nos ayuda a ver que el sufrimiento abarca más que sufrimiento físico. La crucifixión (12:2a), el oprobio (12:2b), la hostilidad de los demás (12:3) y las tentaciones para pecar (12:4) enfocan en el sufrimiento físico, social, religioso y psicológico. Pero la extensa exposición en esta sección acerca del sufrimiento como disciplina de Dios (12:5-11) deja en claro que el sufrimiento humano más importante es el espiritual. Por cierto, muchas plegarias en Salmos reflejan esta clase de sufrimiento (10:1, 13; 22:1; 42:9, 11; 43:2, 5; 44:23, 24; 49:5; 74:1, 11; 88:14). Preguntar a Dios “por qué” en un contexto de oración, como lo hizo Jesús en la cruz, no es un acto de incredulidad o rebelión sino una forma de superar el sufrimiento mental. A Dios le preguntamos “por qué” porque queremos creer que Dios tiene el poder para librarnos de nuestros sufrimientos; y más aún, así aprendemos. La intensa curiosidad es lo que nos induce a aprender. A medida que intensa pero pacientemente buscamos respuestas con la intención práctica de alcanzar niveles más profundos de obediencia, crecemos espiritualmente. Los que dejan de preguntar “por qué” también dejan de aprender.

El sufrimiento humano más importante es el espiritual.

Jesús aprendió obediencia – Ahora volvamos al análisis de Hebreos 5:8.

“Aunque era Hijo”. La mención de hijo rememora las palabras del Salmo 2:7 en Hebreos 1:1-5 y 5:5, que son anuncios de la exaltada Filiación de Jesús. El Hijo es el Agente creador, preexistente, de la Deidad; verdaderamente la misma imagen explícita de Dios. La razón por la cual el Salmo 2:7 es reintroducido en Hebreos 5:5 es para que el lector recuerde este hecho. La cláusula inicial de 5:8 se entiende mejor con el significado de “Hijo de Dios a pesar de que era”.2 La siguiente declaración, el “aprendizaje” de Jesús, necesita interpretarse con el entendimiento de que el Jesús terrenal era simultáneamente el preexistente, exaltado, Hijo de Dios.

“Aprendió”. No hay razón para negar que el conocimiento espiritual del Jesús terrenal avanzara de una etapa a otra. Lucas dice claramente que Jesús no solo “crecía” físicamente, sino que “crecía” en sabiduría (2:40, 52). Lucas no sentía que menoscababa de manera alguna la perfección de Jesús al sugerir que ocurría ese desarrollo en su vida. Con todo, es necesario entender la declaración “aprendió” dentro de los límites establecidos por el autor de Hebreos. Por un lado está la afirmación más temprana del autor de que el Jesús terrenal fue sin pecado (4:15), y por otro lado está la noción de que fue perfeccionado al final de su vida terrenal (5:9; 2:10). Es innecesario preguntar si la perfección de Jesús tomó forma gradualmente durante su vida terrenal o si le fue otorgada toda de una vez al tiempo de su resurrección y ascensión. De todos modos, es claro que la perfección estuvo por delante de Jesús durante su vida terrenal. También es claro en el presente contexto que necesitar crecer –si eso puede llamarse imperfección– no es pecado. Por cierto, crecimiento y aprendizaje son parte integrante del gozo de ser humanos. Es seguro decir que, al final mismo de su vida, el Jesús terrenal habría procurado nuevas y mejoras formas de servir y obedecer a Dios. Por otra parte, siendo que la mayoría de nosotros aprende por medio de ensayo y error, es fácil pensar que Jesús también aprendió de esta manera. Debería quedar en claro que Jesús no cometió errores a lo largo de su vida –morales o de otro tipo–, como se ve claramente en Hebreos 4:15. Al mismo tiempo, debería ser igualmente claro que Jesús a menudo resultó sorprendido y dolorido por las actitudes encallecidas de la gente a la cual enseñó y sirvió. A veces, hasta lloró. Al ser verdaderamente un ser humano reflexivo, debe de haber aprendido algo de estas experiencias.

“No fue solo en la cruz que Cristo se dio a sí mismo por la humanidad, ni solo en el desierto de la tentación y en el Getsemaní que venció en favor de nosotros. La experiencia de cada día fue un derramamiento de su vida; cada día aprendía la obediencia por las cosas que padecía. Y porque la vida de Jesús fue una vida de perfecta confianza, su servicio para el Cielo y la Tierra fue sin fracaso ni vacilación. Enfrentó y resistió todas las tentaciones que el hombre debe enfrentar porque en su humanidad confió en el poder divino” (Visitor, 2 de octubre de 1912).

Significado de “obediencia” – Hebreos 10:5-7 tal vez explica qué involucraba la obediencia de Jesús. La obediencia de Jesús no se refería tanto a la observancia literal de los Diez Mandamientos como a hacer la voluntad de Dios, no importa cuánto demandara. Este tema sacrificial de obediencia se halla asimismo en otros pasajes de la Escritura (Fil. 2:6-8; Mar. 8:31; 10:38; Luc. 12:50; Juan 10:17) pero quizás el más claro es Romanos 5:19. La voluntad de Dios para Jesús era que, en su cuerpo humano, él sufriera y muriese como el sacrificio para el mundo. La cruz fue la respuesta de Jesús a este llamado a la obediencia: “Mas me diste un cuerpo […] He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad” (Heb. 10:5, 7). También es importante notar que muchos además consideran que obediencia en Hebreos 5:8 se refiere al “temor reverente” del versículo 7. Si es así, tal reverencia es obediencia que encuentra expresión en el sufrimiento.

“Por las cosas que sufrió” o “por lo que padeció”. A pesar del íntimo juego de palabras aprender-sufrir (gr. ἔμαθεν-ἔπαθεν [émathen-épathenj), aquí el sufrimiento significa más que la penalidad habitual vinculada al aprendizaje. Más bien cubre todos los aspectos del sufrimiento antes mencionados: físico, religioso, social, psicológico y mental. Pero, hay que reconocerlo, la noción de que Jesús aprendió y alcanzó la perfección por medio del sufrimiento es un concepto difícil de aceptar para muchos lectores modernos. Necesitamos tener en mente que el propósito del versículo no es glorificar el sufrimiento, sino argüir que el sufrimiento caracteriza a la naturaleza humana en un mundo de pecado. Lo que hizo verdaderamente humano al Jesús terrenal fue su capacidad de sufrir. Esta noción de un Jesús sufriente contrasta agudamente con la herejía del docetismo:3 sufrió solo en apariencia. Hebreos rechaza esta clase de comprensión superficial de Jesús. Jesús fue humano principalmente por su no atemperada capacidad de sufrir.

Jesús aprendió la obediencia en la forma humana; y sin embargo lo que él experimentó va mucho más allá de lo que cualquier ser humano ha experimentado o experimentará alguna vez.

Interpretación teológica – El énfasis central de Hebreos 5:8 es, citando las palabras de F. F. Bruce, que Jesús aprendió “precisamente lo que la obediencia entrañaba en la práctica según las condiciones de la vida humana en la Tierra”.4 En otras palabras, Jesús aprendió la obediencia en la forma humana; sin embargo, lo que él experimentó va mucho más allá de lo que cualquier ser humano ha experimentado o experimentará alguna vez. Hebreos 5:8 es una invitación a considerar el sufrimiento como una oportunidad para crecer en la vida cristiana. Nuestro versículo es una invitación a aceptar el sufrimiento como el sendero –la Vía Dolorosa– hacia un ministerio perfecto y compasivo. Esto es especialmente cierto cuando un ministerio tal requiere sufrimiento, como fue la experiencia de Jesús. Nada une tanto a los seres humanos como una cuota común de sufrimiento, ya sea en un campo de concentración o en medio de un catastrófico tsunami. Nuestro ministerio en favor de los demás puede ser perfecto y compasivo en la medida en que nos permitamos ser tocados por sus sufrimientos.

Importantes manuscritos del Nuevo Testamento

Entre los más de 5.000 manuscritos griegos existentes hoy en día, los siguientes son los testigos más importantes del texto del NT:

1. Códice Vaticano – Escrito c. de la mitad del siglo IV, y ubicado en la Biblioteca del Vaticano en Roma desde el siglo XV o antes, es considerado el más importante manuscrito existente del NT. Originalmente contenía ambos Testamentos y parte de los Apócrifos; actualmente al manuscrito le falta la mayor parte de Génesis y parte de Salmos en el AT, y parte de Hebreos y todo Tito, Timoteo, Filemón y Apocalipsis en el NT.

2. Códice Sinaítico – Del siglo IV, fue descubierto en 1844 por Konstantin von Tischendorf en el Monasterio de Santa Catalina al pie del Monte Sinaí, llevado del Monte Sinaí a Rusia en 1859, y comprado en 1933 por el gobierno británico al gobierno soviético por 100.000 libras esterlinas. Originalmente contenía ambos Testamentos completos. Sobrevivió aproximadamente la mitad del AT en griego (la LXX), junto con el NT completo y algunos libros apócrifos.

3. Códice Alejandrino – Del siglo V, fue obsequiado en 1627 al rey Carlos I de Inglaterra por el Patriarca de Constantinopla, quien lo había obtenido en Alejandría. Originalmente contenía ambos Testamentos. Hoy le faltan partes de los Evangelios de Mateo y Juan, y la segunda Epístola a los Corintios. Se exhibe en el Museo Británico junto al Códice Sinaítico.

__________

1 Una estructura quiástica, de la letra griega X (), se refiere a una secuencia invertida o entrecruzada de palabras o ideas paralelas en una oración, o en una unidad literaria más extensa; p. ej., Marcos 2:27:

2 F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews [La Epístola a los Hebreos], ed. rev., New International Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1990), p. 130.

3 El docetismo fue una temprana herejía en la Iglesia Cristiana que sostenía que Jesús no fue realmente humano, sino que solamente parecía ser un hombre.

4 Bruce, p. 131.