¿Son los judíos de hoy responsables por la muerte de Cristo?

Clinton Wahlen

“Respondiendo todo el pueblo, dijo: ‘Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos’ “. Mateo 27:25.

A pesar del sabor judío del Evangelio de Mateo, esta declaración ha sido usada para justificar malignos sentimientos y conducta antisemitas a lo largo de la historia cristiana. Sin embargo, tomada al pie de la letra solo indica que los involucrados directamente en la crucifixión de Cristo aceptaron su responsabilidad por la muerte de Jesús. El juramento en sí no es notable. En el AT y en el NT se encuentran muchas declaraciones similares.1

Estatus de Israel – Pero la cuestión también abarca el estatus de Israel como nación. La ominosa aserción de Jesús de que el reino (representado por la viña en la parábola) le sería “quitado” a algunos y dado a otros (Mat. 21:43), y la predicción que hiela la sangre de que los escribas y fariseos “llenarían” la medida de culpa de sus padres al matar a los que Jesús les enviaría (23:29-36), ambas declaraciones sugieren que la inculpación por la crucifixión se carga sobre la nación entera. Además, el contexto inmediato de 27:25 yuxtapone la confesión de Judas de que ha traicionado sangre inocente (27:4) con el lavado de manos de Pilato sobre el asunto. A esto sigue inmediatamente que “todo el pueblo” acepta de buena gana la responsabilidad por la muerte de Jesús.

Por otro lado, son los dirigentes religiosos de Israel, no toda la nación, los señalados por Jesús en sus pronunciamientos de condena en el capítulo 23. Más aún, el versículo inmediatamente posterior a la así llamada “automaldición” de 27:25 subraya claramente la responsabilidad del propio Pilato. El gobernador romano ya había azotado y flagelado a Jesús. Ahora lo entrega para ser crucificado, algo que solo Pilato tenía el poder de hacer (27:26). Más adelante vemos a los fariseos, a los principales sacerdotes y a los ancianos, más que la multitud, como los verdaderos criminales (vers. 41). En realidad, son estos de quienes se dice que llevaron a Jesús ante Pilato en primer lugar (vers. 1, 3, 6, 12) y los que incitaron a las multitudes a pedir que Jesús fuera crucificado (vers. 20; cf. 16:21).

Salvación de los judíos como individuos – En tanto que con el rechazo del Mesías, Israel como nación perdió su privilegio de ser la representante de Dios aquí en la Tierra, los judíos individualmente fueron atraídos por Jesús y lo siguieron. De acuerdo con Mateo, las multitudes se agolpaban alrededor de Jesús y lo seguían en sus viajes por todo Israel (4:25; 8:1; 14:13; 19:2; 20:29). Se admiraban de su enseñanza (7:28) y se maravillaban de su poder para sanar (9:8, 33, 34; 15:31). Cuando Jesús entró en Jerusalén, lo aclamaron con alabanzas (21:8, 9, 11), hasta hacer que los dirigentes tuvieran temor de arrestarlo abiertamente (21:46; 26:5). Solo como resultado de la influencia de los dirigentes judíos la gente cambió de actitud (27:20).

Aun la referencia de Mateo a “todo el pueblo” (27:25) no se refiere a la nación entera.2 Israel se dividió como resultado del ministerio de Jesús. Encontramos esta división descripta claramente por Mateo de tres maneras: (1) Las sinagogas en Israel se alternan entre las que son receptivas a Jesús (4:23; 9:35; 13:54) y las que se oponen a él (12:9-14; 13:54-57; cf. 23:34). (2) La otra parábola acerca de una viña en Mateo 21 describe al pueblo de Israel en los términos de dos “hijos” muy diferentes. Representan dos actitudes opuestas hacia Jesús (21:28-32). (3) La misma Jerusalén está dividida (p. ej., 20:18; 21:9-11). La implicancia es que, como resultado, la ciudad no permanecería en pie (12:25). La referencia a la quema de la ciudad de los que rehúsan asistir a la boda del hijo del rey hace que la inferencia sea aún más fuerte (22:7). Finalmente, Jesús llora sobre Jerusalén porque su pueblo fue renuente a ser atraído a Jesús y a aceptarlo como el Mesías (23:37). Jesús pronuncia una condena sobre la ciudad y el templo (“vuestra casa”) como resultado de su conocimiento de que allí sería condenado, flagelado y llevado para ser crucificado. Así como el derramamiento de sangre inocente contribuyó a la destrucción de la ciudad por parte de Babilonia, así sucederá ahora en su destrucción por parte de Roma.

“No obstante la terrible sentencia pronunciada sobre los judíos como nación en ocasión de su rechazamiento de Jesús de Nazaret, de siglo en siglo han vivido muchos judíos nobles y temerosos de Dios, tanto hombres como mujeres, que sufrieron en silencio. Dios consoló sus corazones en la aflicción, y contempló con piedad su terrible suerte. Oyó las agonizantes oraciones de quienes lo buscaban con todo corazón en procura de un correcto entendimiento de su Palabra. Algunos aprendieron a ver en el humilde Nazareno, a quien sus padres rechazaron y crucificaron, al verdadero Mesías de Israel. Al percibir el significado de las profecías familiares por tanto tiempo oscurecidas por la tradición y la mala interpretación, sus corazones se llenaron de gratitud hacia Dios por el indecible don que otorga él a todo ser humano que escoge aceptar a Cristo como Salvador personal” (HAp 313).

“Todo el pueblo” – En armonía con el contexto inmediato del capítulo y el contexto más amplio del libro, la forma más natural de entender “todo el pueblo” en Mateo 27:25 es como una referencia a los que estaban presentes en el momento y gritaban pidiendo la crucifixión de Jesús. Obviamente, la nación entera no estaba apretujada en la plaza de la ciudad ese día. A lo sumo, “todo el pueblo” se refiere a los que vivían en Jerusalén, junto con los que acudieron a la Pascua ese año y sus familiares más inmediatos. De hecho, son primordialmente estos los que sufrirían las calamidades mencionadas en 24:15-19, cuando los ejércitos romanos sitiaran Jerusalén y finalmente la destruyesen. La predicción de Jesús de este trágico acontecimiento en Mateo 23:38 y 39 alude al Salmo 118:26. La exclamación “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” [21:9] parece haber sido entendido en ese tiempo como una referencia al reino mesiánico venidero. Al citar la Escritura, Jesús apuntó a su futura segunda venida, cuando los papeles se invertirán y los dirigentes religiosos asentirán y admitirán su mesiazgo (cf. Mat. 26:64). Entonces Jesús ejecutará juicio sobre los que ahora lo juzgan. Así como en Mateo 24, que precede a estos versículos, el juicio sobre Jerusalén y el juicio al fin del mundo están entremezclados. Haciendo eco a estas palabras de Jesús, Juan ve a “los que lo traspasaron” entre los que estarán presentes cuando Jesús regrese en las nubes (Apoc. 1:7). El juicio, entonces, cae sobre los judíos que rechazaron a Jesús. Su condenación ya es anunciada por Jesús, pero su realización no ocurrirá hasta que él retorne en gloria. “Entonces los que pidieron: ‘Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos’, recibirán la respuesta a su petición” (DA 689).

“Quienes viven en la actualidad no son responsables por los actos de los que crucificaron al Hijo de Dios” (RH, 11 de abril de 1893).

Salvación abierta a todos – Mateo deja en claro que, después de la resurrección, la salvación debe ser proclamada no solo a los judíos sino también ahora a todas las naciones (Mat. 28:19). De acuerdo con Hechos, miles de judíos se arrepintieron de su participación en la crucifixión, se convirtieron a Jesús y recibieron el perdón (Hech. 2:36-41; 4:4), incluso muchos sacerdotes (6:7). Dios no hace acepción de personas o naciones. La salvación está abierta a todos (Hech. 10:34, 35; Rom. 2:11; 10:12, 13; Gál. 3:28, 29). En tanto que los judíos a lo largo de la historia no son responsables de llevar a Cristo a la muerte, ellos, como cualquier otro ser humano, darán cuenta por rechazarlo como su Salvador (Mat. 10:32-34). Por otra parte, los judíos que ahora aceptan a Jesús como el Mesías pueden ser reincorporados en el verdadero Israel de Dios (Rom. 11:23-26; Gál. 6:15, 16).

Milagros de Jesús

Curación de dolencias físicas Mateo Marcos Lucas Juan
Un leproso 8:2, 3 1:40-42 5:12, 13
El siervo del centurión 8:5-13 7:1-10
La suegra de Pedro 8:14, 15 1:30, 31 4:38, 39
Dos endemoniados gadarenos 8:28-34 5:1-15 8:28-35
Un hombre paralítico 9:2-7 2:3-12 5:18-25
La mujer con flujo de sangre 9:20-22 5:25-29 8:43-48
Dos hombres ciegos 9:27-31
Un hombre mudo y endemoniado 9:32, 33 11:14
El hombre con la mano seca 12:10-13 3:1-5 6:6-10
Un ciego, mudo y endemoniado 12:22
La hija de una mujer cananea 15:21-28 7:24-30
El muchacho con epilepsia 17:14-18 9:17-29 9:38-43
Bartimeo y otro hombre ciego 20:29-34 10:46-52 18:35-43
Un endemoniado en la sinagoga 1:23-26 4:33-35
Un hombre sordomudo 7:31-37
El ciego en Betsaida 8:22-26
Una mujer encorvada 13:11-13
Un hombre hidrópico 14:1-4
Diez leprosos 17:11-19
La oreja de Malco 22:50, 51
El hijo de un oficial en Capernaum 4:46-54
El enfermo en el estanque de Betesda 5:1-9
El ciego de nacimiento 9:1-41
Mandato sobre las fuerzas de la naturaleza
Calma la tormenta 8:23-27 4:37-41 8:22-25
Camina sobre el agua 14:25 6:48-51 6:19-21
5.000 personas alimentadas 14:15-21 6:35-44 9:12-17 6:5-13
4.000 personas alimentadas 15:32-38 8:1-9
Moneda en la boca de un pez 17:24-27
La higuera estéril 21:18-22 11:12-26
Una pesca asombrosa 5:1-11
Agua convertida en vino 2:1-11
Otra pesca excepcional 21:1-11
Resurrección de muertos
La hija de Jairo 9:18-25 5:22-42 8:41-56
El hijo de la viuda en Naín 7:11-15
Lázaro 11:1-44

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1 Josué 2:19, 20; 2 Samuel 1:16; 1 Reyes 2:31-33; Jeremías 26:8, 9 (pronunciado también por “todo el pueblo”), 12, 15; Ezequiel 18:13; 33:4-6; Hechos 18:6.

2 La palabra griega para “pueblo” (λαός [laós]) es usada en Mateo de diversas formas y nunca significa claramente los judíos como un todo.