Imposición de manos

La realización de este gesto ritual se menciona explícitamente en veintitrés contextos en el Pentateuco (Gén. 48: 14, 17-18; Éxo. 29: 10, 15, 19; Lev. 1: 4; 3: 2, 8, 13; 4: 4, 15, 24, 29, 33; 8: 14, 18, 22; 16: 21; 24: 14; Núm. 8: 10, 12; 27: 18, 23; Deut. 34: 9). Considerando los indicadores contextuales, lo más probable es que también se realizó en otros cinco contextos, aunque no se menciona explícitamente (Lev. 1: 10-11; 9: 8, 12, 15-16, 18; 12: 6; 23: 8, 12, 18-19, 27, 36, 37-38, Núm. 28-29). Por otro lado, según los indicadores contextuales, este gesto no se menciona ni se realizó en siete contextos (Lev. 1: 14; 5: 7; 12: 6, 8; 14: 22; 15: 14, 29; 16: 6, 9, 11, 15, 24; Núm. 6: 10). Finalmente, fuera del Pentateuco, se menciona explícitamente la realización de la imposición de manos una vez más en el Antiguo Testamento (2 Crón. 29: 23).

El significado de este gesto ritual es uno de los temas más debatidos en el último siglo y medio. Aún más, se encuentra en el trasfondo de un debate significativo ya en la literatura rabínica entre los rabinos Hillel (110 a. C.-10 a. C.) y Shammai (50 a. C-30 d. C.), quienes discutieron si era correcto imponer las manos en los animales sacrificados durante las fiestas.

Comenzando con los rabinos Hillel y Shammai, y continuando con sus discípulos, siguiendo con los padres de la iglesia, especialmente hasta fines del siglo XIX, y hasta el día de hoy también, se creía que la imposición de manos simboliza una transferencia. Dependiendo del contexto inmediato, este gesto ritual podría transferir simbólicamente pecados, pecaminosidad, autoridad, culpa o bendiciones. El elemento de sustitución a menudo está presente junto con la transferencia, especialmente en los contextos donde está involucrado el pecado. El apoyo más fuerte para tal comprensión se encuentra en Levítico 16: 21, donde dice que «pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados. Así los pondrá sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto». A este pasaje también se puede agregar Números 27: 18 al 20 y Deuteronomio 34: 9, ya que el consenso académico sostiene que hubo una transferencia simbólica de autoridad y sabiduría cuando Moisés puso sus manos sobre Josué. Hay un grupo de eruditos que todavía sostiene esta interpretación de la imposición de manos.

La razón que motivó el surgimiento de otras sugerencias sobre el significado de este gesto ritual en el último siglo y medio es el hecho de que ningún texto en el Antiguo Testamento declara explícitamente cuál es su significado. Por lo tanto, para establecer su significado, los eruditos comenzaron a considerar, además de la Biblia, dos fuentes adicionales de información. Una escuela de académicos comenzó a tomar prestados métodos y presuposiciones de los estudios rituales y los aplicó a los textos bíblicos. Otra escuela se sumergió en la búsqueda de paralelismos entre la imposición de manos en la Biblia y el inmenso número de textos de la región del Antiguo Cercano Oriente, como los de Egipto, Mesopotamia, Anatolia, e incluso el Mediterráneo. Como resultado de esta tendencia surgieron por lo menos cuatro significados adicionales con respecto a este gesto ritual: (1) identificación, (2) consagración, (3) propiedad y (4) manumisión. El significado de la imposición de manos que más se vio afectado fue el que se encuentra en contextos de sacrificio.

A pesar de que estas nuevas interpretaciones podrían adaptarse, aunque de manera limitada, a algunos contextos, el análisis cuidadoso de los textos de la imposición de manos parece apoyar el significado que tradicionalmente se le ha dado, el de la transferencia, mientras que el contexto inmediato determina qué ha sido transferido.

Si bien los estudiosos generalmente están de acuerdo en que, fuera del contexto de los sacrificios, la imposición de manos simboliza una transferencia de autoridad, sabiduría, bendiciones o culpa, hay grandes discrepancias con respecto al contexto de los sacrificios. Deben tenerse en cuenta varias presuposiciones para delinear un marco interpretativo adecuado para identificar el significado de este gesto.

Primero, el Antiguo Testamento presenta a los seres humanos como inherentemente pecaminosos, una condición en la que tanto el cuerpo como la mente de los seres humanos se ven afectados por el pecado. Por lo tanto, los seres humanos no pueden acercarse a un Dios santo. El Antiguo Testamento identifica dos tipos de impureza, ritual y moral, que los seres humanos pueden experimentar, y ambas fluyen de su naturaleza pecaminosa y caída, que es el resultado de la caída de Adán y Eva en el Edén (Gén. 3). Esta condición natural de separación de Dios es el iniciador clave que está involucrado en todos los contextos de sacrificio. La transferencia simbólica de esta condición pecaminosa encaja bien en todos los contextos de sacrificio. Esto se confirma de manera contundente por el hecho de que el oferente iba al santuario afectado por el pecado, la pecaminosidad humana general o, en algunos casos, la impureza ritual severa y dejaba el santuario perdonado o aceptado por Dios después de ofrecer su sacrificio. Ninguno de los textos declara qué sucedía con el pecado, la pecaminosidad humana general o la impureza ritual, excepto Levítico 16: 16. Según este texto, quedaban en el santuario. En otras palabras, Dios quitaba la culpa de los seres humanos por estar involucrados en cualquiera de estas condiciones dañinas y permitía que se almacenara en el santuario hasta el día de la expiación, cuando se la retiraba permanentemente de allí y se la llevaba fuera del campamento. Esta observación contextual fundamental confirma que la transferencia simbólica representa de la mejor manera lo que significa imponer las manos en contextos de sacrificio. La imposición de manos solo es una actividad necesaria en el proceso ritual si se realiza para transferir simbólicamente estas condiciones desfavorables al santuario. Si se rechaza este significado, la imposición de manos se convierte en un gesto innecesario dentro del ritual de la ofrenda de sacrificio.

En segundo lugar, la imposición de manos en todos los contextos de sacrificio precede a la expiación, el proceso que conduce a varios resultados de las ofrendas de sacrificio, como la aceptación, el perdón, la santificación, la eliminación del pecado. El verbo hebreo kipper ha recibido mucha atención de parte de los eruditos y, en base a las tendencias hermenéuticas del último siglo y medio, kipper ha sido definido de dos maneras básicas. Primero, kipper fue traducido como ‘cubrir’, en el sentido de que es una especie de cobertura que cubre el pecado o la pecaminosidad de un pecador y evita que Dios los vea. En segundo lugar, se entendió que kipper se refiere a la limpieza del pecado, la pecaminosidad humana general o la impureza ritual del oferente.

El Antiguo Testamento explica explícitamente el significado de kipper en Levítico 17: 11, donde se afirma que «la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado [la sangre] para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas, pues la misma sangre es la que hace expiación por la persona». Según este texto, la idea fundamental de kipper se refiere a un rescate. Es decir, Dios acepta la sangre del animal sacrificado, que representa su vida, que se aplica al altar del sacrificio como rescate por, o en lugar de, la vida del oferente. La sangre o vida del animal, al mismo tiempo, se convierte en un sustituto del pecador. El pecador no muere por su pecado sino el animal sacrificado. Por lo tanto, la expiación es un proceso complejo que se basa en un rescate e incluye la sustitución de la vida del oferente por la vida del animal sacrificado, al que se transfirió el pecado y la impureza del individuo. En este proceso, el pecado se elimina del oferente en los contextos de ofrenda por el pecado y se almacena en el santuario hasta que se elimine de allí en el día de la expiación. Esta traducción de kipper encaja bien en todos los contextos de sacrificio y permite entender toda la información bíblica.

La comprensión más completa, aunque no perfecta, de kipper es ‘expiar’. Esta interpretación presupone que el oferente es un pecador innato que siempre necesita mediación ante Dios cuando quiere acercarse a él, o que hay un precio que debe pagarse cuando se viola la Ley de Dios. Supone que al instituir el sistema de sacrificios, Dios proporcionó una forma segura para que los pecadores se comuniquen con él cuando lo desearan, independientemente de su condición pecaminosa inherente, y para resolver la culpa después de que cometieran algún pecado. La disposición de Dios para aceptar a los seres humanos pecaminosos siempre está disponible en tanto ellos acepten las regulaciones que Dios estableció. Los matices suplementarios a esta comprensión de kipper están presentes en algún contexto específico, pero deben identificarse caso por caso. Esta comprensión de kipper también está en armonía con la noción de expiación presentada en el Nuevo Testamento.