Preguntas de Dios desde el torbellino

Las preguntas de Dios se relacionan con su actividad creadora y siguen el orden de la creación descrito en Génesis 1, incluyendo referencias a la alternancia entre la oscuridad y la luz y los seres vivientes en cada esfera de la creación. Extrañamente, sin embargo, no menciona a los seres humanos como parte de la creación. Quizás insinúa al ser humano mediante dos tipos de preguntas que podrían ser clasificadas como ‘¿Quién eres?’ y ‘¿Dónde estabas?’ (El tercer tipo de pregunta que Dios usa en su discurso es ‘¿Puedes?’)

Este discurso divino ha preocupado a muchos comentaristas porque les parece que Dios se presenta como un tirano. Una lectura superficial puede dar la impresión de que Dios solo quiere corregir a Job. Pero un examen más detenido revela que no desea humillarlo ni ridiculizarlo.

A lo largo del libro de Job, el patriarca y sus cuatro amigos habían argumentado como si entendieran cómo funciona el mundo. A pesar del misterio de su sufrimiento, incluso Job a veces pensaba que había entendido a Dios. El patriarca nunca rechazó realmente el principio de retribución; simplemente no entendía cómo encajaba su caso en ese principio. Ahora, a través de sus preguntas, Dios comienza a abrir los ojos de su siervo al hecho de que el mundo es mucho más complejo de lo que Job había pensado. En el libro de Job, los seres humanos a menudo habían hablado del poder de Dios; ahora Job comienza a darse cuenta del alcance y la excelencia de ese poder divino.

Dios comienza su primer discurso con la pregunta: «¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?» (Job 38: 2). Aunque el discurso está dirigido a Job, no está claro a quién Dios tiene en mente aquí. ¿A Job? ¿A Eliú? ¿A todos los amigos? Pero, en realidad eso no importa. Las preguntas divinas desafían a toda la humanidad.

Como ya se señaló, el orden de las preguntas sigue el de la semana de la Creación.

El mundo físico

La tierra (Job 38: 4-7)

El mar (vers. 8-11)

El amanecer (vers. 12-15)

El más allá (vers. 16-18)

La luz y las tinieblas (vers. 19-21)

Los fenómenos meteorológicos (vers. 22-30)

Las constelaciones (vers. 31-33)

Las tormentas eléctricas (vers. 34-38)

El reino de los animales y las aves

El león y el cuervo (Job 38: 39-41)

La cabra montés y el ciervo (Job 39: 1-4)

El asno montés (vers. 5-8)

El búfalo (vers. 9-12)

El avestruz (vers. 13-18)

El caballo (vers. 19-25)

El gavilán y el águila (vers. 26-30)

Por medio de preguntas, Dios enfatiza que solo él tiene el poder de crear. Muestra cómo ha puesto límites a las fuerzas caóticas que podrían amenazar su creación, algo que solo él puede hacer. Por ejemplo, en la creación, Dios estableció límites al mar (un símbolo del caos en el Antiguo Cercano Oriente), diciéndole: «Hasta aquí llegarás y no pasarás adelante; ahí parará el orgullo de tus olas» (Job 38: 11).

Pero incluso en sus descripciones de cómo controla las poderosas fuerzas de la naturaleza, Dios las relaciona con la situación humana. Por ejemplo, en su descripción poética del amanecer (vers. 12-15), le recuerda a Job que, si bien los impíos pueden hacer lo malo en la oscuridad, cuando llega el amanecer con su luz revela sus malas acciones y les pone un freno. Tanto el mar como los malvados solo pueden avanzar hasta cierto punto. El pecado y el sufrimiento producen una gran tragedia, pero nunca destruyen del todo. No sabemos por qué Dios pone los límites donde lo hace, pero podemos confiar en que él sabe lo que está haciendo y solo busca el bien último de su creación.

La Deidad no explica por qué permite el mal y el sufrimiento, pero declara que tiene límites definidos. Así como Dios se dirigió al mar en el versículo 11 y definió sus límites, le dijo a Satanás que solo podía llegar hasta cierto punto en sus ataques contra Job.

Después de referirse a la creación de la tierra y sus fenómenos físicos, el Señor se dirige a su creación animada. A excepción del caballo (que es un caballo de guerra casi incontrolable), todos los animales que enumera son criaturas salvajes de los desiertos y colinas rocosas de Palestina.

Dios quiere que estas criaturas vivan independientemente de la humanidad. Incluso el caballo de guerra tiene algo de indómito, ya que responde a la excitación de la batalla y puede escapar fácilmente del control de su conductor (aunque Job 39: 18 menciona a un jinete, los hombres generalmente no los montaban todavía; en cambio, los caballos tiraban de los carros). El búfalo era el más poderoso de los animales con pezuñas. Solo el hipopótamo y el elefante eran mamíferos terrestres más grandes que el búfalo en Palestina.

Todas estas criaturas están bajo el cuidado y la protección de Dios. El Señor es quien brinda libertad al asno montés (vers. 5), y le da el desierto como su hogar (vers. 6). El Señor dota de fuerza al caballo y lo viste con su crin (vers. 19). El gavilán vuela por el cielo con la sabiduría que el Creador le ha proporcionado, y el águila hace su nido en elevados riscos por mandato divino (vers. 26, 27). El énfasis no está en «¿Por qué sufrimos?» sino en «¡Mira cómo se preocupa por su creación!» En esencia, Dios le está diciendo a Job: «Si me ocupo del caballo y de las criaturas menores de mi creación, ¿no crees que te cuidaré a ti, uno de los seres que hice para que gobierne sobre mi creación? Sí, hay fuerzas caóticas en el mundo, pero les pongo límites así como lo hago con el mar».