Muerte en el Antiguo Testamento

Las antiguas culturas semíticas retrataron sus ideas del más allá a través de imágenes de oscuridad, silencio y polvo. El Antiguo Testamento a menudo se refiere a los muertos como que estuvieran en el sheol (término poético para referirse a la tumba). El término sheol puede referirse al ámbito de los muertos o el poder detrás de la muerte. Las Escrituras pueden presentar al sheol como:

1. Oscuro (Job 10: 21; 17: 13; 18: 18; Sal. 88: 12; 143: 3; Lam. 3: 6).

2. Polvoriento y seco (Job 17: 16; 21: 26; Sal. 7: 5).

3. Silencioso (Sal. 31: 17, 18; 94: 17; 115: 17; Isa. 47: 5).

El Antiguo Testamento presenta al sheol como el lugar donde moran los muertos, tanto los justos como los impíos (Job 30: 23). Solo una vez habla del sheol en un contexto limitado exclusivamente a los malvados (Sal. 9: 17). Aunque los muertos puedan estar en el sheol, siempre están al alcance de la presencia de Dios (Sal. 139: 8; Prov. 15: 11; Job 26: 6; Amós 9: 2). Dios puede rescatar a los muertos restaurándolos a la vida física (Sal. 16: 10; 30: 3; 49: 15; 86: 13; Job 33: 18, 28-30). Las Escrituras a menudo describen poéticamente al sheol como ubicado en lo más profundo de la tierra (Sal. 88: 6; Eze. 26: 20; 31: 15; Amós 9: 2). Podría personificarse como una bestia hambrienta (Prov. 27: 20; Isa. 5: 14; Hab. 2: 5) con la boca abierta y un apetito insaciable, recordando una de las descripciones del dios cananeo de la muerte, Mot, para indicar que la muerte es, humanamente hablando, inevitable.

Estas imágenes aparecen como breves alusiones en pasajes poéticos, advirtiéndonos que no es posible tomarlas literalmente. El mismo principio se aplica a los pasajes más largos.

En Isaías 14: 9 al 20 y Ezequiel 32, por ejemplo, los escritores presentan a los muertos haciendo comentarios sobre los recién llegados. Ninguno de los dos capítulos tiene como objetivo dar una descripción formal de la morada de los muertos. El objetivo parece ser la descripción, mediante símbolos, de la impotencia de los enemigos de Dios. Estos pasajes definitivamente no presentan la comprensión popular de un infierno de fuego atribuido a ciertos pasajes específicos del Nuevo Testamento.

A diferencia del Antiguo Cercano Oriente, los escritores del Antiguo Testamento no creían en un estado consciente en la muerte. A continuación se presentan las diferencias entre el concepto mesopotámico del más allá y el de la Biblia:

1. La religión mesopotámica creía que los dioses crearon la muerte como algo propio del orden natural de los seres humanos. En contraste, el Antiguo Testamento enseña que Dios creó a los seres humanos con la intención de que vivieran para siempre. La muerte no era parte del plan de Dios para ellos.

2. La religión mesopotámica tenía dioses especiales que gobernaban el mundo de los muertos. El Dios de Israel gobernaba tanto a los vivos como a los muertos.

3. Los mesopotámicos consideraban que los vivos y los muertos dependían unos de otros. Los vivos tenían que alimentar a los muertos. A su vez, los muertos podían ayudar o dañar a los vivos porque sabían lo que estaba sucediendo en el mundo de los vivos. El Antiguo Testamento enfatiza claramente que los muertos no saben nada sobre lo que les ocurre a los vivos.

4. La religión mesopotámica no tenía el concepto de resurrección del cuerpo. Mientras que un dios (como Baal) podría escapar del inframundo, ningún ser humano jamás lo hizo ni podrá hacerlo. Pero el Antiguo Testamento presenta la doctrina de la resurrección.

Además de estas diferencias, el Antiguo Testamento proporciona información clara sobre los muertos:

1. Los muertos no recuerdan nada de su vida (Sal. 6: 5; 88: 12).

2. Los muertos no tienen pensamientos (Ecl. 9: 10; Sal. 146: 4).

3. Los muertos no hablan (Sal. 31: 17; 94: 17) ni alaban a Dios (Sal. 6: 5; 30: 9).

4. Los muertos no saben nada de lo que sucede en el mundo de los vivos (Job 14: 21; Ecl. 9: 5, 6).

5. Los muertos ya no pueden trabajar (Ecl. 9: 10).

6. Los muertos ya no pueden participar en la vida humana ni influir en lo que ocurre entre los vivos (Ecl. 9: 6).

7. Tanto los seres humanos como los animales mueren de la misma manera (Ecl. 3: 19-21).

Si los muertos no piensan, hablan, recuerdan ni saben nada, no pueden tener ninguna forma de conciencia.

Los escritores del Antiguo Testamento también reconocieron las implicaciones teológicas de la muerte. Génesis 2 y 3 apuntan al pecado y la rebelión como la razón de la muerte. En otros pasajes se analiza la relación entre el pecado, la culpa y la muerte (Núm. 18: 22; Prov. 6: 12-19; Jer. 31: 29, 30; y Eze. 18: 1-32).