Ekkehardt Mueller
El milenio es un tema fascinante e intrigante. Presenta interés no solo para los cristianos, sino también para las personas no cristianas y seculares, evidentemente por diferentes razones. Hubo bastante revuelo con el paso del 1999 al 2000 cuando la gente temía el “error del milenio” o el error informático que supuestamente infectaría e inutilizaría los ordenadores más antiguos y los dispositivos similares. El milenio es un tema recurrente en varias películas. Algunas películas cristianas representan su propia versión del milenio mencionado en las Escrituras, mientras que las películas seculares a menudo asocian el milenio con acontecimientos apocalípticos catastróficos y extraterrestres que influyen la Tierra y a sus habitantes.
El milenio también aparece con frecuencia en nombres como el del laboratorio que realiza pruebas de detección de drogas, Millennium Health; la empresa de ciberseguridad, Millennium Corporation; Millennium Marketing Solutions, Millennium Physician Group, Millennium Bank y la tienda Millennium Clothing. En cada una de las ciudades Chicago, Illinois y Grand Rapids, Michigan, hay un parque llamado Millennium Park o Parque del Milenio. También hay escuelas y otras entidades que utilizan la palabra ‘milenio’ (en inglés millennium) como parte de su nombre.
¿Qué es el milenio?
El sustantivo ‘milenio’ proviene del latín (mille/mil y annus/año) y que significa un período de mil años.
En la Biblia, la palabra ‘milenio’ no aparece concretamente, pero se menciona un período específico de mil años (del griego: chilia etÄ“). A este período se le ha denominado ‘milenio’. Explícitamente, aparece solo en Apocalipsis 20. Pero hay confusión entre los cristianos en cuanto al significado del mismo. Algunos lo entienden simbólicamente y declaran que el milenio comenzó con la primera venida de Jesús y hace referencia a su reinado a lo largo de los siglos. Otros creen que el milenio comenzará antes de la Segunda Venida de Jesús, pero sugieren que la transición del reino de Dios terrenal al milenio tendrá lugar en nuestro tiempo. Habrá un largo período de paz en la Tierra. Otros aceptan los mil años literalmente, pero, de nuevo, hay opiniones dispares en cuanto a su interpretación. Un grupo considerable cree que al final de la historia del mundo, tendrá lugar un período de tribulación de siete años, causado por el anticristo. Cristo regresará de manera invisible a su iglesia para llevarse a su pueblo de la Tierra mediante un rapto secreto. Entonces la salvación llegará a los judíos. Ellos se volverán a Jesús y evangelizarán el mudo. Pasados los siete años, Jesús regresará de manera visible junto con su iglesia, y el milenio, cuando los judíos serán restituidos a su posición inicial, comenzará. Vivirán en Palestina y Jesús se sentará en el trono literal de David y gobernará el mundo desde Jerusalén.
Sin embargo, los adventistas del séptimo día creen que el milenio es un período de mil años que comienza con la Segunda Venida. Entonces, los redimidos estarán con Jesús en el cielo, mientras que los injustos morirán y descansarán durante mil años antes de que se ejecute el veredicto final y tenga lugar una nueva creación.
¿Cuándo comenzará el milenio?
La parte puramente escatológica (la parte relacionada con el tiempo final) de Apocalipsis comienza con el capítulo 15 y finaliza con unos cielos y una Tierra nueva, más la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21–22. El capítulo 15 introduce las últimas siete plagas. Estas plagas se describen en Apocalipsis 16 y se desarrollan en Apocalipsis 17–19.
La sexta plaga tiene que ver con la batalla final de la historia del mundo, la batalla de Armagedón, una batalla espiritual entre Cristo y las fuerzas del mal (Apoc. 16: 12-16). La Segunda Venida, que pondrá fin a esta batalla, aparece descrita simbólicamente como la venida de los reyes de oriente (Apoc. 16: 12). La venida de Jesús es como la de un ladrón en la noche para aquellos que no están preparados y una bendición para los que permanecen despiertos (Apoc. 16: 15).
La séptima plaga describe el desenlace de esta batalla. La Babilonia simbólica será destruida (Apoc. 16: 17-21). Uno de los ángeles que traen las siete plagas (Apoc. 17: 1) describe la caída de Babilonia, la ramera (Apoc. 17) y la gran ciudad (Apoc. 18).
Apocalipsis 19: 1-9 señala la gratitud de los creyentes al ser liberados de la opresiva Babilonia y mira hacia delante a la cena de las bodas del Cordero. La segunda parte de Apocalipsis 19 describe simbólicamente el desenlace de la batalla de Armagedón. Finaliza con la imagen de la bestia del mar y el falso profeta (la bestia de la tierra) que son arrojados a un lago de fuego, y con la muerte de sus seguidores (Apoc. 19: 20-21). Se trata de una descripción simbólica de la Segunda Venida que conlleva la destrucción de los enemigos de Dios y la salvación final de los seguidores de Cristo. El milenio de Apocalipsis 20 tiene lugar inmediatamente. Cuando finalice, se establecerá la nueva creación. Apocalipsis 21: 9 deja claro que se trata de una secuencia cronológica con algunas repeticiones. Allí un ángel que tiene las copas de las siete plagas comienza a mostrarle a Juan la Nueva Jerusalén, la esposa del Cordero. Eso significa que los ángeles que llevan las plagas abarcan toda la parte de Apocalipsis relacionada con el tiempo del fin (Rev. 15–22). Las plagas tienen consecuencias negativas para los oponentes de Dios y un desenlace positivo para los seguidores de Cristo.
Por lo tanto, la venida del jinete del caballo blanco con sus ejércitos, quien, sin duda alguna, es Jesús, describe la Segunda Venida (Apoc. 19: 11-19). Le sigue el milenio, y a su vez, al milenio le sigue la nueva creación.
¿Qué enseña la Biblia sobre el milenio?
Apocalipsis 20 consiste de una parte que tiene lugar al comienzo del milenio y durante el mismo (Apoc. 20: 1-6): Satanás es atado y podemos ver la suerte de los creyentes y la de los adversarios de Jesús. La segunda parte principal explica lo que sucederá al final del milenio (Apoc. 20: 7-15). Sin embargo, esta segunda parte consta de dos escenas paralelas presentadas desde perspectivas diferentes pero complementarias. Apocalipsis 20: 7-10 trata sobre la batalla contra Jerusalén y la derrota final de Satanás. La sección paralela de Apocalipsis 20: 11-15 describe el juicio final. Ambas secciones terminan con el lago de fuego.
Al final de Apocalipsis 19, se describe la muerte de los injustos. Al principio de Apocalipsis 20, Juan aborda la pregunta: ¿Qué pasará con Satanás? Según los versículos 1-3, un ángel ata a Satanás con una cadena para que ya no pueda engañar a nadie. La «cadena» es una cadena simbólica de circunstancias. Debido al ajetreo y el bullicio que ha creado (Apoc. 12: 12), Satanás se ve obligado ahora a permanecer atado en un lugar donde reina el silencio y la soledad. La Tierra está completamente despoblada porque los impíos están muertos y los justos están con Dios y con Jesús en el cielo (Apoc. 19: 21; 7: 14-15 y 1 Tes. 4 :15-17).
Apocalipsis 20: 4, 5b y 6 se centra en los verdaderos creyentes. Ellos han vivido la primera resurrección y la Segunda Venida. Ahora reinan con Cristo en el cielo por mil años. Participan en el juicio milenita como una especie de jurado (véase también 1 Cor. 6: 2-3). En medio de la descripción de los salvos, Juan da un salto mental hacia los perdidos (Apoc 20: 5a) e informa que permanecerán muertos durante el milenio. A partir del versículo 7 en adelante, leemos prácticamente solo sobre los perdidos y de Satanás, y solo brevemente sobre Dios.
Con Apocalipsis 20: 7, comienza la segunda parte de Apocalipsis 20, que consta de dos subsecciones entrelazadas y más o menos paralelas. Al observar esto, surge la siguiente imagen:
1. Los perdidos son resucitados tras la finalización de los mil años. Esta es la segunda resurrección: «En la primera resurrección todos surgieron con inmortal florescencia; pero en la segunda se ven en todos los estigmas de la maldición. (…) Todos contemplan al Hijo del hombre; y los mismos que le despreciaron y escarnecieron; los que le pusieron la corona de espinas en su sagrada frente; los que le hirieron con la caña, le ven ahora en toda su regia majestad».1
2. Por lo tanto, Satanás puede seducirlos nuevamente (Apoc. 20: 5a, 7, 13a).
3. Atacan la Nueva Jerusalén, que ha descendido del cielo entretanto (Apoc. 21: 2). Elena G. White señala que «[Dios] preservará la nueva Jerusalén con los fieles de todas las edades».2
4. Pero de repente, los injustos y Satanás se encuentran ante el trono de Dios. Son juzgados y condenados (Apoc. 20: 11-13). Hay dos libros decisivos para el juicio: uno es el libro de la vida, el otro es el libro que contiene un registro de los hechos humanos (Apoc. 20: 12). Con en la Segunda Venida, aquellos que están escritos en el libro de la vida ya han sido completamente salvados por gracia por medio de la fe. Los creyentes son el jurado, no los acusados (Apoc. 20: 4, 6; Juan 5: 24). Los demás son juzgados conforme a sus obras. «No solo se nos hace responsables por lo que hacemos, sino por lo que hemos dejado sin hacer.»3
5. Después, sigue la ejecución del veredicto (Apoc. 20: 9b, 10, 14-15).
¿Cuáles son algunas de las preguntas importantes relacionadas con el juicio?
¿Todavía será posible evitar la perdición eterna mediante el arrepentimiento después de la segunda resurrección?
Dios no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Ped. 3: 9). «Todo el cielo se interesa en nuestra salvación».4 Pero no hay ningún indicio de que, llegados a este punto, es decir, justo después de la segunda resurrección cuando se lleva a cabo el juicio (Juan 5: 29), uno todavía pueda cambiar de opinión, arrepentirse y ser salvo. El punto de no retorno (Juan 3: 36; Apoc. 22: 11) se alcanzó con la Segunda Venida de Jesús. Solo aquellos que le entregaron sus vidas y lo siguieron antes de la parusía serán resucitados en la primera resurrección o transformados. Los demás morirán y deberán participar en la segunda resurrección, la resurrección para ser juzgados (Juan 5: 28-29). Si bien reconocerán la bondad y la justica de Dios, ya habrán optado por no recibir la salvación.
¿Habrá un tormento eterno para aquellos que estén sujetos al juicio después del milenio?
Apocalipsis 20: 10 habla del tormento eterno de los perdidos. El término ‘eterno’ tiene varios significados en griego: (1) sin principio y sin fin cuando se aplica a Dios, (2) con principio y sin fin cuando se aplica a la vida eterna de los santos, y (3) con principio y con fin, en el sentido de «por un tiempo» (véase Juan 5: 35). Este último se aplica en el caso que nos ocupa. Los enemigos de Dios y de su pueblo no arderán para siempre. El fuego los consumirá (Apoc. 20: 9) y su suerte será la segunda muerte (Apoc. 20: 14). El tiempo no es eterno, pero el resultado sí lo es. Dios no se complace en el tormento eterno. Dios sería tremendamente injusto si castigara a las personas que han pecado por solo 70 o 80 años a un supuesto infierno durante millones de años, o incluso eternamente. Un Dios tal sería malo y vengativo, y no un Dios de amor, santidad y justicia.
Además, dicho escenario mantendría vivo el pecado de los pecadores por la eternidad en vez de poner fin a la maldad del pecado y a sus terribles efectos definitivamente. Asimismo, la muerte no sería muerte, y la nueva Tierra tendría constantemente la contraimagen de unos semblantes feos, es decir, la agonía más terrible de todas las agonías para siempre. Una vez más, el tormento eterno de los que obraron el mal distorsionaría el carácter de Dios, demostraría que las acusaciones contra Dios hechas por Satanás son correctas e implicaría que aquellos que alaban los «juicios verdaderos y justos» (Apoc. 16: 7; véase también 15: 3-4; 16: 5) son unos mentirosos descarados.
¿Por qué es necesario un juicio milenario?
El juicio es necesario por varias razones y propósitos:
• Es necesario para el bien de la humanidad y para el establecimiento del reino de justicia y equidad de Dios en el universo. Aquellos que fueron traicionados, perseguidos y condenados injustamente por las cortes terrenales y están apelando al máximo tribunal merecen ser escuchados y justificados públicamente (Apoc. 6: 9-11), incluso si el mal no se puede enmendar. Estas personas necesitan una clausura. Los perpetradores, opresores, asesinos en serie, engañadores y otros deben ser llevados al punto en el que puedan entender el mal que han causado (Apoc. 21: 8; 22: 15). Si bien las personas pueden librarse del juicio en la Tierra, la justicia debe establecerse en un universo moral. Al mismo tiempo, la gente debe reconocer la bondad de Dios y sus principios para vivir vidas plenas. El juicio tiene dos propósitos: justificar a los inocentes y hacer a los malos rendir cuentas por lo que han hecho, propagado, o han dejado de hacer (Apoc. 11: 17-18).
• Es necesario para que las otras creaturas inteligentes de Dios (por ejemplo, los ángeles) entiendan las decisiones de Dios. Las Escrituras indican que la caída en el Edén fue precedida por una caída en el cielo (Apoc. 12: 3-4). Así como la serpiente representó a Dios ante Adán y Eva incorrectamente, Satanás también representó a Dios inadecuadamente ante los seres celestiales. El juicio abierto, que cuenta con la participación de los humanos redimidos, ha de contestar a todas las preguntas que quedan sobre el amor y la justicia de Dios y demostrar que la manera en la que Dios resolvió los problemas fue el único método correcto.
• Es necesario para vindicar a Dios. Dios podría haber evaluado y juzgado sin necesidad de un extenso proceso investigativo y podría haberlo hecho en una fracción de segundo. Él es omnisciente y no comete errores. Sin embargo, otros necesitan ver una verdadera revelación de su carácter, la cual se mostrará en el juicio milenario. Ahora, todos los seres creados pueden amarlo y honrarlo genuinamente.
• Es necesario para erradicar el pecado para siempre y crear una armonía permanente. El juicio de Dios aborda el problema del pecado e intenta erradicarlo de una vez por todas. La justicia pisoteada y los mandamientos divinos transgredidos y alterados por los humanos deben restablecerse en un universo moral. La gracia divina debe depender de la respuesta humana de arrepentimiento, mientras que a los ofensores se les debe mantener fuera de su reino para evitar una recaída en la anarquía del pecado. Es necesario un juicio de mil años para lidiar con problema del pecado profundamente arraigado y con los casos individuales de los pecadores que no fueron resucitados en la primera resurrección.
¿Dónde está Jesús todo este tiempo?
Apocalipsis es la revelación de Jesucristo. ¿Dónde está él en Apocalipsis 20? En los primeros seis versículos, se menciona «el testimonio de Jesús» y «la palabra de Dios» (vers. 4), refiriéndose principalmente a la palabra profética del Antiguo y del Nuevo Testamento (y Apocalipsis).
Los redimidos serán «sacerdotes de Dios y de Cristo» y «reinarán con él mil años». Es el cumplimiento de la promesa a la iglesia de Laodicea. Los vencedores se sentarán con Jesús en su trono (Apoc. 3: 21) porque ellos le han abierto la puerta, han aceptado su salvación, han dejado que él gobierne sus vidas y han disfrutado de la comunión con él.
A continuación, nos preguntamos quién es la persona que está sentada en el gran trono blanco. En Apocalipsis, la expresión «en el trono, uno sentado» se aplica constantemente a Dios el Padre. Por otro lado, muchos versículos del Nuevo Testamento afirman que Jesús es el juez, y todas las personas deben comparecer ante su tribunal (véase, por ejemplo, Juan 5: 22, 27; 2 Cor. 5: 10; 1 Tim. 4: 1). Apocalipsis 3: 21 afirma que Jesús se sienta con su Padre en el trono de su Padre. El Juez que encontramos en Apocalipsis 20: 11 puede ser tanto Dios el Padre como Cristo. Jesús es el Juez, ¡y también el Cordero!
Finalmente, el libro de la vida de Apocalipsis 20: 12, 15 destaca en el último pasaje de Apocalipsis. Es el libro de la vida del Cordero (Apoc. 13: 8) que garantiza nuestra salvación siempre que nuestro nombre esté escrito en él. La nueva Tierra gloriosa e indescriptible sin pecado, sufrimiento ni muerte será nuestra. Allí tendremos comunión con nuestro Señor y Salvador. ¡Tenemos que ver a nuestro Señor en Apocalipsis 20!
¿Cuál es el mensaje de Dios sobre el milenio y qué significa para nosotros?
El milenio es parte del plan de salvación. Es el acontecimiento anterior a la creación de la Tierra nueva. Oír hablar del milenio es una buena noticia para los redimidos (Sal. 135: 14). Para ellos el juicio no es una amenaza, sino la señal que indica que Dios traerá justicia finalmente y destruirá el pecado con todas sus malas consecuencias. Somos salvos a través de Jesús y nuestros nombres están escritos en el libro de la vida. Esto significa que dependemos de él siempre y que debemos dejar de lado cualquier falsa confianza en nosotros mismos y los intentos de salvarnos a nosotros mismos. Por el otro lado, debido a que él nos ha salvado, seguimos «al Cordero por dondequiera que va» (Apoc. 14: 4). Esto significa que no solo seremos juzgados en el milenio, sino que también reinaremos con Jesús.
Aun así, el juicio nos recuerda que somos responsables ante Dios. Su ley es válida, santa y buena. Será la vara de medir en el juicio, como se enfatiza en muchos lugares de Apocalipsis (por ejemplo, Apoc. 12: 17; 14: 12). Sin embargo, las fuerzas malignas menosprecian los mandamientos de Dios a través de la adoración falsa, erigen una imagen que es venerada, blasfeman a Dios, quebrantan el sábado, matan, engañan a la gente mediante la falsedad y promueven muchos otros elementos negativos.
En cambio, los creyentes demuestran su fe en Jesús y su amor por Dios al ser obedientes. Se toman en serio la voluntad de Dios y evitan peligrosos juegos infantiles, como, por ejemplo, complacerse en el pecado o fingir seguir a Dios. Se regocijan en él y oran hoy y todos los días, diciendo sinceramente: «¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc. 22: 20).
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1 Elena G. White, Primeros escritos, pág. 292.
2 Elena G. White, La verdad acerca de los ángeles, pág. 300
3 Elena G. White, A Fin de Conocerle, pág. 93.
4 Ibíd., pág 233.