Al leer el Salterio, reconocemos que no todos los salmos alaban a Dios. A continuación se enumeran algunas de las categorías más comunes de salmos. A veces, un salmo puede ser de dos tipos al mismo tiempo o contener elementos de varios tipos de salmos. Saber qué tipo de salmo estamos leyendo puede ayudarnos a comprenderlo mejor.
1. Alabanza: normalmente se puede reconocer un salmo de alabanza por su estructura:
a. Una exhortación a la alabanza.
b. El cuerpo del salmo incluye razones para alabar a Dios.
c. Una repetición de la exhortación a la alabanza.
2. Lamento: son principalmente súplicas directas a Dios pidiendo liberación de los problemas y angustias. Pueden ser individuales o de la comunidad y, por lo general (aunque no siempre), contienen lo siguiente:
a. Un apelativo introductorio, tal como ‘Oh, Señor’.
b. Una descripción del problema o la angustia.
c. Una súplica pidiendo que Dios responda (una oración por ayuda).
d. A veces, razones para que Dios escuche y actúe.
e. Expresión de confianza en Dios.
f. Una promesa o voto de alabar a Dios u ofrecerle un sacrificio.
3. Agradecimiento: generalmente son una mezcla entre el himno y la súplica, y son los menos frecuentes. Si bien el salmista es consciente del pecado y el dolor, parece haber dejado atrás el sufrimiento y da gracias al Señor por salvarlo. Estos salmos de alabanza y gratitud a Dios, pueden contener una descripción de la angustia de la que ha sido librado al salmista, un testimonio a otros acerca de la salvación obrada por Dios y una exhortación a que otros se unan en su alabanza. A veces, estos salmos se asocian con votos hechos mientras el salmista estaba en desgracia. Algunos ejemplos son los Salmos 18, 65, 66 y 100.
4. Confianza: estos salmos expresan fe y confianza en la presencia protectora y el poder de Dios aunque las circunstancias externas todavía sean amenazantes. Algunos ejemplos son los Salmos 23, 62 y 91.
5. Torá: con su acento en la torah, o Ley, estos salmos presentan la forma correcta de vivir. Los Salmos 1, 19 y 119 son ejemplos de este tipo de salmos.
6. Sabiduría: ofrecen una filosofía o una forma de ver la vida. Estos salmos tienen la intención de enseñar mediante el uso de amonestaciones y exhortaciones que animan a las personas a seguir el camino de la sabiduría y la justicia. A menudo contrastan la forma correcta y la incorrecta de vivir. Algunos de ellos son acrósticos. Dentro de este tipo están los Salmos 34, 37 y los salmos de la Torá.
7. Liturgia: algunos salmos claramente se han escrito para ser usados en el Templo. Los Salmos 15 y 24 se denominan ‘Salmos de ingreso’, ya que parecen ser parte de la liturgia para entrar al templo. Otros salmos pueden mencionar un sacrificio, instrucciones para los sacerdotes, canto antifonal o movimientos físicos de los adoradores (postrarse, inclinarse, mover las manos, etc.).
8. Realeza: este tipo de salmos se centran en asuntos relacionados con la monarquía o el rey y sus deberes políticos, sociales y religiosos. Algunos de estos salmos pueden haber sido usados en ceremonias en las que el rey era la figura central. Los ejemplos incluyen los Salmos 2, 45, 72 y 132.
9. Imprecatorios: estos salmos son los más difíciles de entender para la mente moderna. Parecen haber sido escritos con un espíritu de venganza y a menudo los consideramos incivilizados y bárbaros. Aquí hay algunos pensamientos a considerar para comprender tales salmos:
a. Piden a Dios que actúe contra alguien. El salmista no intenta hacerlo él mismo. A lo largo de todas las Escrituras, Dios defiende a su pueblo de los ataques de sus enemigos y toma venganza contra ellos (Sal. 94). También castiga a los que quebrantan el pacto con él (Lev. 26: 24, 25).
b. En los salmos davídicos, David, como rey y representante de Dios, pelea las batallas del Señor. Los enemigos no son solo sus enemigos, sino también los enemigos de Dios (Sal. 139: 21). No toma la venganza en sus propias manos, sino que confía en Dios (ver Sal. 94: 1). Cuando David quiso vengarse de Nabal, Abigail lo detuvo recordándole que él debía pelear las batallas del Señor, no las personales (1 Sam. 25: 25-31). David estaba equivocado al tratar de vengarse. Su oración es que Dios lo escudriñe para ver si hay motivos impuros en él (Sal. 139: 23, 24).
c. La otra cara de la oración por la victoria es la derrota de los enemigos. Como pueblo del pacto de Dios, Israel (y los individuos) a menudo clamaban por liberación. Pero eso solo podría significar la derrota e incluso el sufrimiento para los enemigos.
d. Se consideraba que la justicia de Dios requería un castigo proporcional a la gravedad del crimen cometido. El castigo que se pedía era el apropiado si se hacía justicia. Los salmistas no están haciendo encantamientos mágicos, sino que claman a Dios para que haga justicia.
e. El honor y la reputación de Dios están en juego en la liberación de su pueblo (Sal. 79: 9-10). Dios no puede ser fiel a su carácter de santidad y justicia si permite que el pecado y la rebelión queden sin castigo. Él hará justicia en favor de los justos.
f. El lenguaje de las maldiciones imprecatorias proviene de las maldiciones del pacto registradas en Deuteronomio 27 y 28, y Levítico 26. En ellas, Dios dice lo que sucedería si Israel no lo sigue. El salmista emplea el mismo lenguaje para los enemigos de Dios.
g. El Salmo 137 es un pedido de que se haga justicia. En la antigüedad, no era nada extraño que una nación derribara el templo de otra nación, arrancara los bebés de las mujeres embarazadas y los estrellara contra las piedras. Sin embargo, como no creemos en la inspiración verbal, el pensamiento de venganza puede ser divino, pero el lenguaje puede ser humano. En Isaías 13, Dios predice que haría a Babilonia lo que ellos le habían hecho a otras naciones. El Salmo 137: 7 le pide a Dios que ‘recuerde’ lo que Edom le hizo a Israel. Este es un lenguaje legal recordándole a Dios que él prometió hacer justicia. Este principio de justicia no es solo un concepto del Antiguo Testamento, sino que también aparece en el Nuevo Testamento. Dios juzgará a Babilonia (Apoc. 18: 4, 5).
h. La regla de «ojo por ojo, diente por diente» (Lev. 24: 19, 20; Deut. 19: 21) no fue dada para que el individuo tome venganza (a lo que Jesús se opuso en Mat. 5: 38). En cambio, era un proceso judicial que la comunidad debía seguir para que la sociedad tuviera ley y orden. Era una cuestión estrictamente legal para satisfacer la necesidad de justicia. El mundo antiguo no consideraba que era una venganza castigar a alguien de la misma manera que había cometido un crimen. Simplemente era la manera de hacer justicia.