¿Qué es un necio?

En el uso común actual, para algunos el término necio podría tener la connotación de algún tipo de discapacidad mental. Pero las Escrituras no consideran a alguien como un necio en base a su inteligencia, sino lo que hace con ella, cómo se comporta.

El simple. Los traductores a menudo traducen la palabra hebrea peti como ‘simple’. Si bien estos individuos pueden tener la inteligencia adecuada, permiten que otros los guíen o los engañen. Son crédulos y quizás incluso tontos en su comportamiento y actitud. El peti es ingenuo y acepta todo lo que otros le dicen (Prov. 14: 15; 22: 3). La obstinación y la irresponsabilidad llevan a los ‘simples’ a todo tipo de problemas (Prov. 1: 32).

El libro de Proverbios sugiere que las ilustraciones o ejemplos dramáticos a veces pueden ayudar a estos necios a ver el error de sus caminos. Quizás, si los peti observaran lo que les sucede a los demás, se detendrían y pensarían hacia dónde se dirigen (Prov. 19: 25). Pero si los peti se niegan a abrir los ojos, se enfrentan a un destino peor. Pueden caer en la locura. La locura es una rebelión premeditada contra Dios y sus principios de vida. Ellos y los hasarleb, o insensatos, consideran que su vida de locura es fuente de ‘alegría’ y muy divertida (Prov. 15: 21). Los insensatos se entregan a la frivolidad (Prov. 12: 11).

Proverbios 7 describe a los ‘simples’ como sin rumbo, sin experiencia y cayendo en la tentación, en realidad casi cortejándola.

El necio. Las Biblias en español generalmente traducen tres palabras hebreas como ‘necio’. La más común, kesîl, aparece unas cincuenta veces en el libro de Proverbios. La palabra parece referirse a alguien deliberadamente obtuso. Si bien los kesilim pueden ser bastante inteligentes, se niegan a disciplinarse para usar su inteligencia de manera provechosa. No quieren hacer el esfuerzo que se necesita para encontrar la sabiduría de Dios (Prov. 17: 24).

Los kesilim balbucean tontamente (Prov. 15: 2), sin darse cuenta de que solo exponen su necedad (Prov. 13: 16). Incluso cuando los kesilim intentan ofrecer alguna sabiduría, la estropean. Resulta tan inútil como una pierna lisiada (Prov. 26: 7), o incluso tan peligrosa como una zarza de espinos en las manos de un borracho (vers. 9).

Por más que el comportamiento de un necio puede ser terrible, a los kesilim realmente les gusta su necedad. No tienen ningún deseo de librarse de ella, sino que regresan continuamente a ella, como un perro vuelve a su vómito (Prov. 26: 11). Su insensatez los lleva a toda clase de fantasías y engaños (Prov. 14: 8). Pueden convencerse a sí mismos de cualquier cosa, por absurda que sea. Debido a que los necios se engañan a sí mismos, al hacerlo rechazan el único camino a la sabiduría: el temor de Jehová (Prov. 1: 29). La complacencia propia los destruye (vers. 32).

Los necios de este tipo no solo son peligrosos para sí mismos, sino que también son una amenaza para toda la sociedad. Como mínimo, hacen perder el tiempo a las personas. El sabio insta a sus lectores a no estar con ellos. Siendo que la vida es una búsqueda de la sabiduría y el conocimiento divino, los necios son la peor fuente para encontrar esas cosas (Prov. 14: 7). De hecho, incluso pueden ser peligrosos (Prov. 13: 20). Aunque el daño puede ser físico, financiero o social, siempre es letal espiritualmente.

Cuando una idea entra en la mente de los kesilim, nada los detendrá (Prov. 17: 12). La historia está llena de personas que han arruinado familias, instituciones e incluso naciones enteras debido a alguna obsesión. Tales necios destruyen a cualquiera que trate de advertirles acerca de los peligros de lo que están haciendo. La insensatez se convierte en un juego o un deporte para esos necios (Prov. 10: 23), sin importar cuán terrible sea lo que hacen.

De por sí es malo encontrarse con los kesilim, pero peor es estar relacionado con uno de ellos, especialmente siendo su padre. El padre de un necio comparte la deshonra del hijo. Por lo tanto, la presencia de un necio en una familia genera interrogantes sobre los demás miembros.

En la antigüedad, los padres no podían excusar la insensatez de sus descendientes culpando por su mal comportamiento a genes defectuosos o etapas de desarrollo. La sociedad consideraba que los niños eran simplemente una extensión de los padres. Los padres de los necios sienten tristeza (Prov. 10: 1; 17: 25), amargura (Prov. 17: 25) y sufren la ruina o desgracia (Prov. 19: 13). Ni siquiera el amor de una madre puede alcanzar a los necios. Cuanto más aman los padres a sus hijos necios, más los desprecian estos (Prov. 15: 20).

Otro término utilizado para referirse al necio es ’ewilim. Diecinueve veces aparece ’ewil en el libro y es casi intercambiable con kesîl. Los ’ewilim exponen su necedad en el instante en que abren la boca (Prov. 10: 14; 17: 28; 24: 7). Tan pendencieros como los kesilim (Prov. 20: 3), estallan de ira muy fácilmente (Prov. 12: 16). Si alguien se ve atrapado en una disputa legal con ellos, solo puede esperar diatribas y ser ridiculizado públicamente (Prov. 29: 9), ya que las audiencias legales se llevaban a cabo en la puerta de la ciudad o en un espacio abierto en el mercado.

No están interesados en aprender de los demás, sino en atacar las ideas y creencias de los demás. Tampoco quieren discutir nada. El hebreo de la última parte de Proverbios 29: 9 significa literalmente ‘y no hay tranquilidad’ o ‘quietud’, indicando que no brindan ninguna oportunidad para discutir seriamente.

Los ’ewilim rechazan todo consejo (Prov. 1: 7; 10: 8), incluso si proviene de su padre o su madre (Prov. 15: 5), en una cultura en la que los padres son muy respetados y tienen una influencia significativa. Tales necios piensan que ellos son los únicos que tienen razón (Prov. 12: 15). La sociedad debe tratar de corregir esta insensatez lo antes posible, antes de que se arraigue permanentemente en el niño (Prov. 22: 15). Por lo general, el sabio no ve muchas posibilidades de que un necio cambie (Prov. 27: 22), no importa cuán drásticas sean la medidas para corregirlo. Pero hay esperanza para ellos, si son educados desde temprana edad. Esta educación debe ser firme y consistente.

Los nabalim. El término nabal aparece solo tres veces en el libro de Proverbios y resalta la rudeza de los necios. Son toscos e insensibles en su comportamiento.

Nabal aparece en otra parte como el nombre del hombre rico que rechazó la solicitud de ayuda que David le hizo a cambio de protección (1 Sam. 25: 25), y en Salmos 14: 1: «Dice el necio en su corazón: “No hay Dios”. Se han corrompido, hacen obras despreciables, no hay quien haga lo bueno».

El les. El último término es les, el burlador. Proverbios lo emplea diecisiete veces, generalmente en contraste con el sabio o combinado con alguno de los otros términos que se refieren al necio. El escritor bíblico lo usa principalmente para indicar que la actitud, no la inteligencia, es lo que define a un necio. Como ocurre con sus compañeros necios, a los burladores les disgusta la corrección o la disciplina. Si alguien reprende a un burlador, este responderá abusando del que lo reprendió (Prov. 9: 7) u odiándolo (vers. 8). Los burladores se niegan a escuchar la corrección (Prov. 13: 1) porque simplemente no les gusta que los confronten cuando hacen algo malo o necio. Si es posible, evitarán a los sabios (Prov. 15: 12). Su forma de pensar les impide aprender sabiduría (Prov. 14: 6). El burlador es orgulloso y arrogante (Prov. 21: 24), y genera contiendas y riñas constantes (Prov. 22: 10; 29: 8). Afortunadamente, muchas personas de sentido común detectan su verdadera naturaleza y lo consideran ‘abominable’ (Prov. 24: 9). Pero al final los burladores recibirán su justo castigo (Prov. 19: 29). Dios los tratará de la misma manera que ellos tratan a otros (Prov. 3: 34).

El libro de Proverbios señala varios rasgos comunes a todos los necios. Por ejemplo, además de ser arrogantes y egocéntricos, son bombas de tiempo emocionales listas para explotar a la menor provocación (Prov. 14: 17, 29; 29: 11). Los necios disfrutan de las riñas y peleas (Prov. 20: 3). En lugar de buscar el consejo de otros, confían en su propio conocimiento y razonamiento (Prov. 12: 15; 28: 26), considerándose «sabios en su propia opinión» (Prov. 26: 5). Su mayor problema es la falta de dominio propio, ya sea en relación con su comportamiento y sentimientos (Prov. 12: 23) o respecto de los insultos y ataques que emiten (Prov. 10: 14; 17: 28; 18: 13).