Las Escrituras a menudo presentan la salvación y la redención con imágenes legales, incluyendo escenas de la corte. Génesis 18, por ejemplo, es una audiencia judicial en la que Abraham argumenta por el destino de la ciudad de Sodoma ante Yahweh, ‘el Juez de toda la tierra’ (Gén. 18: 25). El hecho de que no tenga todas las formas de los procedimientos legales a los que estamos acostumbrados en el mundo moderno no impide que sea una verdadera audiencia legal. El mundo antiguo hacía las cosas de una manera menos complicada, aunque no menos formal. La visión del tiempo del fin en Daniel 7 está estructurada con imágenes de una sala de audiencias. Otra escena de la corte cósmica aparece en Zacarías 3. El Nuevo Testamento está repleto de juicios y otras metáforas e imágenes legales, incluyendo las parábolas de Cristo y el libro de Apocalipsis.
Debido a que Dios eligió revelar su plan de salvación a través de tales imágenes, necesitamos comprender el concepto bíblico de justicia si queremos comprender lo que él está tratando de decirnos a través de tales figuras y metáforas. Las imágenes legales en la Biblia se derivan de las costumbres y la cultura israelita, no de los sistemas legales modernos que nos son familiares. Entender las Escrituras a través del concepto moderno de justicia, especialmente la ley penal, puede distorsionar peligrosamente las enseñanzas bíblicas de la salvación y la justicia divina.
Cuando escuchamos las palabras ‘justicia’ y ‘juicio’, la mayoría de nosotros automáticamente pensamos en el castigo. El objetivo de muchas leyes modernas es buscar a los culpables y castigarlos por sus crímenes. Por lo tanto, equiparamos la justicia con dar a una persona lo que realmente merece. Los tribunales bíblicos no se preocupaban por el castigo en la misma medida que los tribunales modernos parecen hacerlo. Las cortes antiguas tenían como objetivo principal la resolución de problemas. Estos problemas cubrían toda la gama de la vida, incluyendo las disputas por límites, herencias, transacciones comerciales, adopción y matrimonio, además de lo que hoy llamaríamos infracciones ‘penales’. El tribunal actuaba como árbitro en disputas y contiendas, o en cualquier situación que pudiera requerir una decisión. Aunque tenía una función normativa, realizaba una gran cantidad de acciones que hoy consideraríamos servicios sociales o de asistencia social.
Una diferencia fundamental entre la justicia israelita y muchas leyes modernas es la forma en que abordaba un caso. Por ejemplo, lo que clasificaríamos como un robo, el tribunal israelita lo trataba como un delito civil más que como un crimen contra la propiedad. Sería un pleito en el que el dueño de la propiedad era el demandante y la persona que había tomado o dañado la propiedad era el demandado (ver Éxo. 22: 1-5). Un crimen nunca era contra una propiedad impersonal, sino siempre contra una persona. La traición era contra el rey o el gobernante, no contra una nación abstracta. La víctima decidía si quería llevar el problema al tribunal, y recién cuando lo hacía, el tribunal se ocupaba del asunto. Cuando llegaba un caso a la corte, ésta se centraba en cómo resolver el problema que había creado el acto o la situación. Por ejemplo, la legislación sobre el ganado se basaba en llegar a un acuerdo y no en establecer la culpabilidad. Tenía un objetivo positivo más que de castigo negativo.
La tarea principal de un juez israelita era escuchar a los contendientes y decidir quién tenía razón y quién era culpable de haber obrado mal (Deut. 25: 1). La palabra que Deuteronomio usa para referirse a hacer justicia significa ‘corregir’ o ‘arreglar’, una clara indicación del objetivo de la jurisprudencia israelita. Buscaba restaurar la salud de la comunidad reconociendo a la parte justa e imponiendo a los culpables una pena proporcional al agravio; cuarenta azotes era el castigo máximo permitido (Deut. 25: 3). Hay que tener en cuenta que el castigo no era un fin en sí mismo, sino que tenía el objetivo de devolver la armonía a la comunidad.
Según los estándares modernos, los procedimientos legales eran muy informales y orientados a la comunidad. Hay evidencias de que existían tribunales superiores a los que los tribunales inferiores podían enviar casos que les resultaran difíciles de resolver (ver Deut. 17: 8-13; 2 Crón. 19: 5-11). Sin embargo, bajo la influencia de los griegos y romanos durante la historia judía posterior, el sistema judicial se volvió más estructurado.
El rey podía actuar como juez en la ciudad capital, pero no alcanzaba a hacerlo en otros lugares. Aparte de eso, no existía una clase formal de funcionarios legales como la que conocemos hoy. Los ‘jueces’ descritos en el libro de ese nombre actuaron principalmente como libertadores del pueblo respecto de sus enemigos. En general, los jueces bíblicos eran personas respetadas por la comunidad, aunque a menudo eran los terratenientes más acaudalados, los ciudadanos más destacados o los sacerdotes. No había ningún grupo social comparable a los abogados modernos durante la época del Antiguo Testamento. La Biblia no menciona la capacitación legal como un requisito para ser juez, sino que enfatiza las calificaciones éticas elevadas.
La mejor manera de entender cómo funcionaba la justicia bíblica es observar un caso representativo en acción. Consideraremos uno que involucra el robo de una oveja. Debido a que no existía un fiscal ni un equivalente a los delitos contra el Estado (a menudo Dios se refiere a sí mismo como el abogado o defensor de los pobres y otros desfavorecidos), la persona que había sufrido la pérdida tenía que presentar una demanda contra el presunto ladrón. Así, incluso los casos ‘penales’ se manejaban de una manera más parecida a los casos civiles modernos.
En las pequeñas aldeas de Palestina, la gente solía tener una idea bastante clara de quién podría ser el posible ladrón. Generalmente, sería un vecino. La víctima iba al área abierta junto a la puerta de la ciudad, quizás llevando al acusado y a algunos testigos. Allí reunía a algunos de los hombres presentes, les explicaba el problema y pedía justicia. El pedido en sí espontáneamente creaba el tribunal. A diferencia de los sistemas legales modernos, el tribunal bíblico no parecía existir en sí mismo. Solo surgía cuando era necesario y se disolvía en el momento en que se resolvía el caso.
De pie ante el grupo de ancianos y los aldeanos que circunstancialmente presenciaban la escena, el demandante exponía su caso. El acusado u otra persona presentaba su versión de la disputa o el problema. El improvisado tribunal podía citar testigos para determinar o verificar los hechos. En casos de pena capital, no se podía tomar ninguna decisión sin el testimonio de al menos dos o tres testigos (Deut. 17: 6). Como en los juicios modernos, cualquiera de las partes podía ofrecer pruebas físicas. Un pastor acusado de robar o perder un animal tenía que respaldar su afirmación de que un depredador se lo había llevado mostrando los restos mutilados (Éxo. 22: 13).
En los casos de robo, la justicia bíblica exigía que el ladrón restituyera el objeto robado (la oveja) con una compensación. Si había sacrificado o vendido la oveja, tenía que devolver cuatro ovejas (Éxo. 22: 1). Sin embargo, si se encontraba en su poder, tenía que devolver el doble (vers. 4). Dado que las personas tenían que seguir viviendo juntas en las pequeñas comunidades, la justicia siempre buscaba alguna manera de restaurar la armonía de manera justa entre el demandante y el acusado. Esto se aplicaba incluso a los casos de pena capital. La ejecución de un asesino no solo servía para imponer el merecido castigo, sino que también aflojaba la tensión entre la familia o tribu de la víctima y el clan del asesino.
Dios eligió este tipo de justicia y sistema legal como fuente de ilustraciones para comunicarnos su amor y el plan de salvación. A menos que comprendamos y tengamos presente el tipo de justicia que presenta la Biblia, perderemos o distorsionaremos muchos de los mensajes que él expresó mediante imágenes tomadas de ella. El Señor quiere que entendamos que él es un Dios que cuida a sus hijos y busca la restitución y la reconciliación, pero que también castiga a los culpables. Necesitamos considerar la escena de la corte en Zacarías 3, que tiene dimensiones cósmicas y que, bien entendida, puede darnos una poderosa seguridad y confianza en el regalo de la salvación de Dios.
Zacarías retrata un tribunal celestial donde Satanás, cuyo nombre significa ‘acusador’, ha presentado una demanda contra Josué, sumo sacerdote y representante del pueblo de Dios. Satanás señala las vestiduras sucias de Josué. Esas ropas simbolizaban la culpa evidente e innegable del sacerdote. Estaba inmundo, contaminado y ya no podía servir como sumo sacerdote. Y, por extensión, su pecado afectaba también al pueblo de Dios. El juez ante el cual están los dos es el Ángel de Jehová, que representa a Dios en su papel de Juez divino. Deseando la reconciliación en lugar del castigo que Josué merecía, el Señor, por su misericordia, decidió a favor del sumo sacerdote. Ordenó que le quitaran las vestiduras viles al culpable y las reemplazaran con ‘ropas de gala’ (Zac. 3: 4). Esto ocurrió fuera del sistema legal humano y se basó en la gracia perdonadora de Dios. El regalo de ropas limpias es el regalo de la salvación de Dios. En el tribunal cósmico la justicia está de parte de los culpables y necesitados. El objetivo de la justicia divina es otorgar la salvación. Sin embargo, se aplica el castigo a los que se niegan a aceptar la salvación de Dios (Apoc. 20: 11-15).
Lamentablemente, Israel no estuvo a la altura de su elevado ideal de justicia. A medida que la riqueza y el poder comenzaron a caer en manos de unos pocos terratenientes ricos, la tradición de la justicia comunitaria comenzó a declinar. El soborno y las prácticas deshonestas socavaron los tribunales. Se preocuparon más por los derechos de propiedad, reflejando la justicia de las otras naciones y sus leyes. Dios trató de llamar al pueblo a la verdadera meta de la justicia. Amós y los otros profetas hicieron fervientes llamados a respetar la justicia ‘en la puerta’ (Amós 5: 10, 12, 15; Zac. 8: 16). En la época de Cristo, la justicia israelita había llegado a imitar a los demás sistemas legales del Antiguo Cercano Oriente, especialmente en su deseo de proteger a la clase rica por encima de las personas, las relaciones y las necesidades. Bajo el gobierno de Herodes, sus descendientes y los romanos eclipsaron a los tribunales comunitarios o directamente los eliminaron. Pero un recuerdo del ideal permanece detrás del uso de imágenes legales en el Nuevo Testamento. El concepto del tribunal aldeano fue reconstituido en el judaísmo rabínico, donde las huellas aún perduran hasta la actualidad.
La justicia israelita existía principalmente para restaurar y reconciliar. El pueblo no temía a la corte, sino que buscaba su ayuda con entusiasmo y confianza. Cuando Dios, a través de sus portavoces, describió la salvación a través de imágenes tomadas de la justicia y el tribunal, lo hizo con la intención de inspirar en nosotros el mismo entusiasmo y confianza.