Purificación de todos los alimentos

La historia en Marcos 7: 1 al 23 es más conocida por la extraña declaración del versículo 19: «declarando limpios todos los alimentos». Esta expresión se usa a menudo para fundamentar la idea de que Jesús abandonó no solo las leyes alimentarias de Levítico 11, sino también toda la Ley mosaica. Pero, sorprendentemente, en este pasaje Jesús pronuncia el mayor apoyo a la Ley de Moisés en el Evangelio de Marcos. Este complejo pasaje merece una mirada más detallada.

En esta historia, el conflicto comienza cuando un grupo de escribas y fariseos notan que los discípulos de Jesús están comiendo pan con manos «impuras, es decir, manos sin lavar». Marcos agrega una larga explicación para informar a sus lectores que estos líderes religiosos no se preocupaban por la higiene personal (la eliminación de suciedad o bacterias), sino por eliminar la ‘contaminación ritual’ o ‘impureza’. Marcos incluso incluye algunos elementos de este ritual específico de limpieza. El procedimiento se realizaba después de una visita a la plaza, donde un judío podría haber entrado en contacto con alguien o algo impuro, incluyendo ollas, recipientes e incluso camas o lechos (vers. 4). El ritual de lavado de manos se realizaba con el uso de un ‘puño’ (vers. 3, traducido como ‘muchas veces’). La historia no se refiere a la higiene o la salud, ni siquiera a los alimentos, sino a la tradición y el ritual. Ver “Pureza ritual”, en Marcos 7: 2. Cuando presentan la acusación ante Jesús, los líderes religiosos enfatizan la tradición de los ancianos y el estado ritual ‘contaminado’ o ‘impuro’ (vers. 5). Ver “Los fariseos”, en Mateo 9: 11.

La acusación en sí, las manos sin lavar, es un asunto menor que se podría haber resuelto mediante un simple lavado por la noche. La mayor acusación es que Jesús no está instruyendo adecuadamente a sus discípulos en la ‘tradición de los ancianos’ (vers. 3). Jesús responde a ambos cuestionamientos en orden inverso. Primero, reprende con firmeza a los líderes religiosos porque elevaban las tradiciones humanas por encima de la Ley de Dios (vers. 8) y, por lo tanto, abandonaban la ‘palabra de Dios’ (vers. 13). Segundo, Jesús usa una parábola para instruir a la multitud que estaba escuchando (vers. 14-15) y a sus discípulos (vers.17-23) sobre el ritual por la ‘contaminación’. Al principio, los discípulos no entienden la parábola y le piden a Jesús que la explique, lo que culmina con la declaración de que así estaba «declarando limpios todos los alimentos» (vers. 19). Para entender esta difícil declaración, es necesario responder dos preguntas: ¿Qué se considera ‘alimentos’? ¿Y de qué se limpia el alimento?

La primera pregunta se responde bien desde el entorno histórico del pasaje. La categoría ‘alimentos’ no se refiere a todas las cosas que se pueden masticar y tragar, sino a aquellos elementos que una sociedad considera nutritivos y apropiados para el consumo. En gran parte de la India, la vaca no es considerada alimento, sino un animal sagrado. Del mismo modo, en el mundo occidental, los perros y las serpientes no se consideran alimentos, aunque son estimados como manjares en gran parte de Asia. Los alimentos en Marcos 7: 19 deben entenderse primero dentro de la propia narración, en la que se refiere al pan que los discípulos estaban comiendo (vers. 2, 5), y luego dentro del contexto judío de la historia. Jesús, los discípulos, la multitud y los líderes religiosos son todos judíos. Los ‘alimentos’ deben entenderse desde su perspectiva, no desde nuestro entorno cultural del siglo XXI. En todo el Imperio Romano, los judíos eran conocidos por su estricta adhesión al sábado y la distinción entre animales limpios e inmundos de Levítico 11. Por lo tanto, solo el pan y los animales limpios constituyen ‘todos los alimentos’ en el versículo 19.

La respuesta a la segunda pregunta debe provenir del contexto. En toda esta sección, Marcos no menciona ni una sola vez la palabra ‘inmundo’ (en griego, akathartos), sino que se refiere a las manos que estaban ‘contaminadas’ o ‘impuras’ (en griego, koinos), ‘esto es, no lavadas’. Lo que Jesús hace no es cambiar alimentos ‘inmundos’ para que ahora sean limpios, sino alimentos contaminados, porque habían sido ingeridos con manos ‘impuras’, para que sean considerados ritualmente limpios. La categoría ‘contaminado’ o ‘impuro’ era de particular importancia para los judíos de la época de Jesús. En el período del segundo Templo, los líderes religiosos fueron expandiendo gradualmente las regulaciones del Pentateuco, entre ellas las de Levítico 11. No solo prohibían comer animales ‘inmundos’, sino que la tradición judía comenzó a enseñar que un animal limpio que había entrado en contacto con un animal ‘inmundo’ no era apto para comer, pues estaba ‘contaminado’ o ‘impuro’. Así, un cordero pasaba a este estado intermedio si tocaba un camello o un cerdo. Más preocupante, este concepto comenzó a aplicarse incluso a los seres humanos: la tradición de los ancianos daba por sentado que los seres humanos también entraban en la categoría de ‘limpios’ e ‘inmundos’, y consideraba que los judíos eran por naturaleza ‘limpios’ y los gentiles eran ‘inmundos’. Por lo tanto, un judío que entraba en contacto con un gentil llegaba a estar ‘contaminado’ o ‘impuro’ y, por lo tanto, los judíos evitaban asociarse con los gentiles (ver la indicación respecto de la plaza en los vers. 3-4 y Hech. 10–11).

La parábola de Jesús y su explicación desafiaron este punto de vista. La difícil frase «declarando limpios todos los alimentos» (vers. 19) resume adecuadamente el rechazo de Jesús de la categoría de ‘contaminación’ o ‘impureza’ artificial. En primer lugar, en el contexto de la acusación del versículo 5, afirma que no existe tal cosa como alimentos ‘contaminados’ o ‘impuros’ (aunque Jesús no rechaza la categoría de ‘inmundo’). Además, Jesús rechaza categóricamente la falsa suposición de que los seres humanos están más cerca de Dios debido a su origen étnico o su afiliación religiosa y elimina la aplicación de la categoría ‘contaminado’ o ‘impuro’ a los seres humanos. En vez de eso, Jesús espera que sus seguidores vivan según la Palabra de Dios (vers. 8, 13), particularmente los Diez Mandamientos y otros valores éticos (vers. 21-23).

En resumen, este pasaje contrasta la tradición religiosa de los ancianos con la Palabra de Dios. La tradición no solo era una carga para las personas, sino que las excluía en base a una comprensión equivocada de lo que es la pureza personal y cómo mantenerla. Este pasaje está ubicado intencionalmente en un punto de inflexión en el ministerio de Jesús: hasta este momento, Jesús ha ministrado a los judíos en Galilea. A partir de ahora llevará el mismo mensaje del reino de Dios a las regiones gentiles al otro lado del Mar de Galilea. Jesús desafía la tradición de la ‘contaminación’ o ‘impureza’ al poner sus pies en Tiro y Sidón (vers. 24) y repite entre los gentiles los milagros que había realizado para los judíos. Sana a los endemoniados (vers. 24-30) y a los enfermos (vers. 31-37), e incluso alimenta a cuatro mil gentiles que habían venido a escucharlo predicar (8: 1-10). El reino de Dios no está restringido a los judíos, sino que es para todos los que oyen sus palabras y las hacen. Ver también Hechos 10 y 11 que contiene los mismos elementos que Marcos 7: 1 al 23: los conceptos de limpio, impuro, inmundo y el impacto para la misión entre los gentiles.