El Evangelio de Lucas

El Evangelio de Lucas, probablemente escrito en algún momento de la década del 60 o del 70 d. C., es único por dos razones. Primero, comienza con una explicación de su origen que nos da una idea de una de las formas en que los autores bíblicos compusieron sus libros. Segundo, nos da una visión de la vida y el ministerio de Jesús a través de los ojos de un gentil. Si solo tuviéramos los evangelios de Mateo, Marcos y Juan, nos estaríamos perdiendo información importante y útil sobre el Redentor del mundo.

Lucas informa claramente que su relato de la vida y el ministerio de Jesús no le llegó por revelación divina directa. No dice, como lo hacen los escritores del AT: «Me mostró Jehová…», «así dice Jehová…», o «vino a mí palabra de Jehová». Si hubiera recibido en visión lo que informa en su evangelio seguramente lo habría dicho, porque tal experiencia le habría dado autoridad entre los primeros cristianos. Si Lucas no tuvo visiones de la vida de Jesús, ¿cómo obtuvo la información que comparte con nosotros? ¿Podemos decir que su evangelio es inspirado?

En los primeros cuatro versículos de su evangelio, Lucas explica por qué lo escribió y cómo recibió la información. Estos versículos establecen al menos cinco puntos importantes. Primero, dice que ‘muchos’ estaban compilando narrativas sobre la vida de Jesús (vers. 1). Ver “Los evangelios sinópticos”, en Marcos 1. Hoy pensamos solo en términos de los cuatro evangelios, incluyendo a Lucas. Desde su punto de referencia, se estaban escribiendo más que otros tres evangelios: eran ‘muchos’.

Luego informa que obtuvo toda la información de dos fuentes: «los que… las vieron con sus ojos» y los «ministros de la palabra» (vers. 2). ¿Quiénes pudieron haber sido algunos de esos testigos oculares con quienes Lucas pudo haber hablado? Posiblemente María, la madre de Jesús, los hermanos de Jesús, individuos a quienes Jesús había sanado, personas que habían presenciado sus milagros o habían escuchado a Jesús cuando enseñaba; y, por supuesto, los apóstoles.

La otra fuente de información de Lucas fue los «ministros [hypēretai, plural] de la palabra». Un hypēretēs (singular) era un sirviente o alguien que prestaba un servicio, es decir, alguien que ministraba. En Hechos 13: 5, Lucas llama a Marcos un hypēretēs para Pablo y Bernabé. En las religiones paganas griegas, un hypēretēs tenía memorizadas todas las enseñanzas de su religión y servía como instructor adoctrinando a los candidatos para ingresar en la religión. Como un hypēretēs, Marcos pudo haber sabido de memoria las enseñanzas y los hechos de Jesús, y pudo haber ayudado a Pablo y Bernabé como instructor que preparaba a los conversos para el bautismo. Lucas trabajó con Marcos como parte del equipo de evangelización de Pablo, y pudo haber obtenido mucha información de Marcos. De cualquier manera, Lucas dice que sus fuentes de información sobre Jesús provienen de los que «vieron con sus ojos» al Señor y los «ministros de la palabra» (Luc. 1: 2).

Esa información fue transmitida (paredōsan) a Lucas oralmente (vers. 2). Pablo emplea la palabra griega traducida ‘enseñaron’ en combinación con la palabra ‘recibido’ para referirse a la transmisión oral de información. Recordando a los corintios su ministerio entre ellos, les dijo: «Primeramente os he enseñado [paredōka] lo que asimismo recibí [parelabon]» (1 Cor. 15: 3; cf. 11: 23). Pablo recibió la información de Jesús mediante visiones y la entregó a los corintios en forma oral. Es interesante que Lucas reconoció que los ‘muchos’ que, según el versículo 1, también escribían sobre la vida de Jesús, obtuvieron su información de la misma manera que él, de los «que vieron con sus ojos» y los «ministros de la palabra». Lucas dice «nos las enseñaron» (vers. 2), es decir, el informe del ministerio de Jesús.

En los primeros cuatro versículos de su evangelio Lucas proporciona un modelo de inspiración que no incluye sueños y visiones. Dice que había seguido todos los detalles de la vida de Jesús cuidadosamente desde el principio (vers. 3). Había recogido mucha información. Cuando se sentó a escribir, el Espíritu Santo guio su mente en la selección de qué poner en su evangelio. Este proceso de inspiración ha sido llamado el ‘modelo de investigación’. Los detalles del ‘modelo profético’, que involucra sueños y visiones, se encuentran en los primeros versículos del libro de Apocalipsis.

Después de convertirse en cristiano, Lucas se vio expuesto al pensamiento judío con respecto a los gentiles, si aún no lo conocía. El punto de vista social judío se muestra claramente en los comentarios de Pedro a Cornelio, su familia y sus amigos: «Vosotros sabéis cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero» (Hech. 10: 28, que, de paso, también fue escrito por Lucas). En Gálatas, Pablo refleja el pensamiento judío al enfatizar que los judíos también necesitan un Salvador: «Nosotros, judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles» (Gál. 2: 15). Al leer el Evangelio de Lucas, queda claro que la actitud y el trato de Jesús hacia los despreciados por la sociedad judía, cautivaron a Lucas en forma especial.

¿Cómo muestra Lucas, un gentil, su interés en Jesús? La genealogía de Jesús podría reflejar la línea familiar de María. Mientras que la genealogía de Mateo se remonta a través de la línea de los reyes a Salomón y David, y se detiene con Abraham, la línea de Lucas sigue a otro hijo de David (Natán) y continúa de Abraham a Noé. En Noé, todas las líneas étnicas se fusionan y el terreno queda nivelado. El judío no es mejor que el gentil. Desde Noé, la línea genealógica de Lucas se extiende hasta Adán, que es llamado ‘hijo de Dios’. De modo que Lucas, el gentil, se ve a sí mismo como igual a un judío, un descendiente de Adán, hijo de Dios. Lucas registra la experiencia de los pastores en el momento del nacimiento de Jesús. La gente en los días de Jesús menospreciaba el oficio de los pastores de ganado, lo mismo que el de los médicos, y Lucas era médico (Col. 4: 14). Mateo y Marcos citan la profecía de Isaías sobre el ministerio de Juan el Bautista (Isa. 40: 3-5), pero cuando Lucas la cita, agrega Isaías 52: 10: «Y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro», incluso los gentiles. Lucas incluye parábolas e historias que no se encuentran en Mateo y Marcos, referidas a personas despreciadas y marginadas. Solo Lucas registra la parábola del fariseo y el publicano (Luc. 18: 9-14) y la parábola del buen samaritano (10: 29-37). También es el único que cuenta cómo Jesús aceptó a Zaqueo, el principal publicano (19: 1-10), y otras historias acerca de mujeres, como la resurrección del hijo de la viuda de Naín (7: 11-17), y la curación de una mujer lisiada en sábado (13: 10-13). Lucas, el médico gentil, muestra cómo Jesús se relacionaba con los marginados de la sociedad.