El cautiverio del diablo

Alejandro Medina Villareal

El cautiverio del diablo es parte de un segmento que se extiende desde Apocalipsis 17: 1 a 21: 8. En esta sección se observa la caída de los diferentes enemigos de Dios, incluyendo a Babilonia, la bestia, el falso profeta y, por supuesto, el dragón, a saber, el mismo Satanás.1 En esta sección, Dios lleva a cabo su juicio sobre los poderes del mal al final de la historia.

Al final, el único que queda es Satanás. Todos sus secuaces son aniquilados. ¿Pero qué sentido tiene encarcelar al diablo? ¿Por qué no es destruido junto con el resto de sus aliados? ¿Acaso Dios desea darnos un mensaje a través de esta parte de la Biblia?

En efecto, detrás del cautiverio del diablo hay varias implicaciones espirituales sobre las que merece la pena reflexionar.

¿Qué dice la Biblia sobre el encarcelamiento del diablo?

La primera vez en la Escritura que se menciona que el diablo está confinado a un espacio es en el libro del Génesis, cuando se afirma que se encontraba en el árbol del conocimiento del bien y del mal, localizado en el centro del jardín del Edén (Gén. 3: 1-4). De ahí que Adán y Eva recibieran la orden de no acercarse a esa zona ni comer del fruto del árbol prohibido (Gén. 2: 16-17).

Al final de las Escrituras aparece de nuevo la idea de un confinamiento del diablo: «Vi un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y puso un sello sobre él, para que no engañara más a las naciones hasta que fueran cumplidos mil años. Después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo» (Apoc. 20: 1-3).

La descripción bíblica muestra a un ángel que desciende con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. De acuerdo con Apocalipsis 1: 18, Jesús es el único que «tiene las llaves de la muerte y del Hades». De ahí que sea evidente que el Ángel es significativo de una forma fundamental de la operación de Cristo.2

Dentro del mismo libro de Apocalipsis hay alusiones a ciertos términos utilizados aquí por el apóstol Juan. Este es el caso de la «llave del pozo del abismo», que aparece en Apocalipsis 9: 1: «El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra. Y se le dio la llave del pozo del abismo». Asimismo, la derrota de Satanás que aparece en esta sección tiene un paralelismo con Apocalipsis 12: 7-9, donde en el vers. 9 aparece la misma serie de nombres mencionados en 20: 2 (el dragón, la serpiente antigua, diablo y Satanás).3

De acuerdo con la Biblia, el abismo es un lugar de caos, en la ausencia del orden que Dios estableciera en la Creación y se lo describe como una tenebrosa prisión donde se confina a las fuerzas demoniacas (Luc. 8: 31; 2 Ped. 2: 4). En el contexto de Apocalipsis 20, las características clásicas del abismo son aplicadas a este planeta, que llega a estar en una condición completamente caótica, desolada e inhabitable (Jer. 4: 23-26). Las siete plagas han devastado este mundo, cuya condición es ahora semejante al desorden que había antes de la semana de la creación (Gén. 1: 2).4

El confinamiento forzado de Satanás en el abismo tiene un aparente paralelismo con relatos paganos de combates antiguos de sus respectivas divinidades.5 También hay referencias a dicho acontecimiento en el libro de Enoc.6 David Aune comenta que el único pasaje que pasaje del Antiguo Testamento que parece hallar cumplimiento en el cautiverio del diablo es Isaías 24: 21-22:7 «Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto y a los reyes de la tierra sobre la tierra. Serán amontonados como se amontona a los encarcelados en una mazmorra, y en prisión quedarán encerrados. Y al cabo de muchos días serán castigados». Estos versículos describen la forma en la que se trataba a los reyes cuando eran capturados.

Elena G. White y el confinamiento del diablo

Elena G. White dice que «la expresión “abismo” se refiere a la tierra en estado de confusión y tinieblas».8 En relación con el confinamiento del diablo afirma que, «limitado a la tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar e incomodara los que nunca cayeron. En este sentido es cómo está atado: no queda nadie en quien pueda ejercer su poder. Le es del todo imposible seguir en la obra de engaño y ruina que por tantos siglos fue su único deleite».9

Elena G. White recuerda la descripción bíblica de la obra de Satanás: «¿Es este aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos, que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca les abrió la cárcel?» (Isa. 14: 16-17). De ahí, afirma que la prisión satánica, a saber, la tumba, ha encerrado a muchos seres humanos: «Durante seis mil años, su prisión [la tumba] ha reclbído al pueblo de Dios, y lo habría tenido cautivo para siempre, si Cristo no hubiese roto sus cadenas y libertado a los que tenía presos».10 Sin embargo, el poder satánico de encarcelar a los seres humanos ya no existe. White dice que «hasta los malos se encuentran ahora fuera del poder de Satanás; y queda solo con sus perversos ángeles para darse cuenta de los efectos de la maldición originada por el pecado».11 De modo que, durante el confinamiento, Satanás hace un ejercicio mental y evalúa su rebelión y sus consecuencias:

Durante mil años, Satanás andará errante de un lado a otro para otro en la tierra desolada, considerando los resultados de su rebelión contra Dios. Todo este tiempo, padece intensamente. Desde su caída, su vida de actividad continua sofocó en él la reflexión; pero ahora, despojado de su poder, no puede menos que contemplar el papel que desempeñó desde que se rebeló por primera vez contra el gobierno del cielo, mientras que, tembloroso y aterrorizado, espera el terrible porvenir en que habrá de expiar todo el mal que ha hecho y ser castigado por los pecados que ha hecho cometer. Para el pueblo de Dios, el cautiverio en que se verá Satanás será motivo de contento y alegría. El profeta dice: «Y acontecerá en el día que te haga descansar Jehová de tus penas y de tu gran aflicción, y de la dura servidumbre con la que te han hecho servir, que entonarás este cántico triunfal respecto del rey de Babilonia [que aquí representa a Satanás], y dirás: ¡Cómo ha cesado de sus vejaciones el opresor!… Jehová ha hecho pedazos la vara de los inicuos, el cetro de los que tenían el dominio; el cual hería los pueblos en saña, con golpe incesante, y hollaba las naciones en ira, con persecución desenfrenada» (vers. 3-6).12

Cuando Lucifer fue echado de la morada celestial ya no se le permitió volver a entrar y, «como no pudo lograr que lo admitieran en el cielo, montó guardia en la entrada misma de él, para mofarse de los ángeles y buscar contiendas con ellos cuando entraban y salían».13 Es decir, parece que Satanás tenía acceso limitado a otros mundos, pues White comenta que, en ocasión de su cautiverio, «no tendrá ocasión de ir a otros planetas para tentar y molestar a quienes no han caído».14

Cómo y cuándo ocurrirá dicho acontecimiento (en el contexto de los eventos finales)

El encadenamiento del diablo tiene lugar al final de la segunda venida de Cristo y el inicio del Milenio. Entonces, Jesús lleva consigo a los justos para morar en la patria celestial; ocurre la primera resurrección donde los justos que estaban muertos antes de la venida de Jesús son resucitados para ser transformados y llevados con Jesús junto con los redimidos que estarán vivos para la aparición de Cristo; los impíos vivos mueren; la Tierra queda desolada (Apoc. 19: 11-21; 20: 6; 1 Tes. 4: 16; Juan 14: 2-3; Mat. 24: 37-39; Apoc. 19: 21; Jer. 4: 23).

Durante el encarcelamiento del diablo, Cristo habita en el cielo con los redimidos; los santos reinan con Cristo; se realiza la segunda etapa del juicio, a saber, el juicio milenario, que juzga a los impíos (Apoc. 2: 26; 15: 3; 20: 4; Juan 14: 2; Dan. 7: 27; 2 Ped. 2: 4; Jud. 6: 1; 1 Cor. 6: 2-3). Cabe aclarar que este juicio no decide la salvación de ninguna persona, más bien, aclara cualquier duda en cuanto a por qué los malos se han perdido.

Al final de la cautividad del diablo, resucitan los impíos en la segunda resurrección; desciende Jesucristo con los santos y la ciudad; ocurre el ataque a la ciudad; el gran juicio del trono blanco, aplicación de la última fase del juicio (Apoc. 20: 5, 7-8; Juan 5: 28-29; Zac. 14: 9; Luc. 13: 28; Rom. 14: 10; Isa. 45: 22-23). Finalmente, Satanás y los pecadores serán destruidos.

¿Por qué es necesario que Satanás sea encarcelado?

Al término de su existencia, Satanás recibe una marcada muestra de la autoridad divina. «Durante este periodo Satanás deberá residir allí como en una prisión para él, puesto que no tendrá a quién engañar. Permanecerá atado a una cadena de circunstancias. Solo con sus ángeles y casi derrotado, ahora es testigo presencial de los terribles efectos de su rebelión contra Dios».15

La acción satánica tiene límites. A lo largo de su vida se pudo mover siempre hasta donde Dios se lo permitió. Pero su tiempo de engañar se ha terminado.

Es interesante que Elena G. White revele una imagen inusual de Satanás al describirlo «tembloroso y aterrorizado» durante el confinamiento.16 En otros de sus escritos, White dice que, al principio de la rebelión en el cielo, Lucifer «se estremeció y tuvo miedo de enfrentar el futuro y vislumbrar el fin de todas estas cosas»;17 «tembló al contemplar su obra»;18 y más adelante, cuando ya había sido echado del cielo, «se estremeció al pensar en sumergir a la santa y feliz pareja en la miseria y el remordimiento que él mismo debía soportar».19

Este momento de soledad, vulnerabilidad y e impotencia resulta en un enorme sufrimiento para Satanás.20 Se siente «abatido y desgraciado».21 ¿Por qué? Elena G. White responde:

Sus características malignas han estado en constante ejercicio desde su caída; pero se verá entonces privado de su poder y obligado a reflexionar con terror y temblor en lo que le reserva el porvenir cuando haya de penar por todo el mal que hizo y ser castigado por todos los pecados que hizo cometer.22

¿Qué está tratando Dios de enseñarme a través de dicho acontecimiento?

Desde su expulsión del cielo, así como su posterior victoria en el jardín del Edén sobre Adán y Eva, Satanás ha pretendido ser el príncipe de este mundo (Juan 12: 31; 14: 40; 16: 11). Así lo deja ver su forma arrogante de presentarse ante la presencia de Dios en el libro de Job (1: 6-12). Lo cierto es que el destino de este mundo está en las manos de Dios. Jesús es el único que tiene «las llaves de la muerte y del Hades» (Apoc. 1: 18). Por eso, Satanás es sometido a la autoridad divina.

Esta parte de la Biblia es un preludio a la destrucción Satanás. En realidad, su aniquilación es tan importante que tiene dos temas para describirlo en lugar de uno solo, a saber, su encadenamiento y su caída.23

A pesar del confinamiento y del tiempo de reflexión, el carácter de Satanás no cambia. Por eso, una vez terminado el periodo de mil años y, al ver que resucitan los impíos, «sus esperanzas reviven y resuelve no rendirse en el gran conflicto».24 Así que vuelve a la carga tratando de apoderarse de la Nueva Jerusalén por medio de su último gran engaño: finge ser un redentor que, a través de su inmenso poder, los ha sacado de las tumbas «y está a punto de librarlos de la más cruel tiranía».25 Incluso lleva a cabo algunos milagros para convencer a los impíos,26 quienes se convencen de su poder y siguen sus indicaciones.

Satanás y sus seguidores se dirigen a la Nueva Jerusalén para tomarla. Pero entonces se lleva a cabo la coronación final del Hijo de Dios27 y la última etapa del juicio. Durante esos momentos, «Satanás ve que su rebelión voluntaria le incapacitó para el cielo. (…) Y ahora Satanás se inclina y reconoce la justicia de su sentencia».28 Sin embargo, a pesar de reconocer la justicia divina e inclinarse a la supremacía de Jesús, «su carácter sigue siendo el mismo. El espíritu de rebelión, cual poderoso torrente, vuelve a estallar».29 La descripción bíblica de lo que sucede después es muy sumaria: «Subieron por la anchura de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; pero de Dios descendió fuego del cielo y los consumió. Y el diablo, que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Apoc. 20: 9-10).

La referencia bíblica a que el diablo es arrojado en un lago de fuego y azufre es muy significativa. En cierta ocasión tuve la oportunidad de visitar un auténtico lago de azufre en un lugar llamado Los Azufres, Michoacán, en México. Me quedé maravillado al contemplar aquel espectáculo natural. Lo más interesante es que alrededor del lago de azufre no existe ningún tipo de basura o suciedad común, pues el lago azufrado se encarga de destruirla. Uno puede meter las manos, los pies o el cuerpo entero en ese lago de azufre con agua muy caliente experimentar una sensación muy especial: las impurezas desaparecen. ¡Extraordinaria ilustración sobre el fin del Satanás y los pecadores! El pecado será completamente erradicado del universo entero. Ni siquiera habrá señales de que un día existió el mal en nuestro mundo. Todo será purificado para bienestar de los salvados y todo el universo. ¿Y qué significa que la bestia, el dragón y el falso profeta serán arrojados al lago de azufre? Que el pecado no existirá más porque, como ocurre en un lago de azufre, en el momento en que cae una impureza, desaparece.

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1 G. K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, Grand Rapids, MI; Carlisle, Cumbria: W.B. Eerdmans; Paternoster Press, 1999, pág. 972.

2 J. P. Lange, P. Schaff, E. Moore, E. R. Craven & J. H. Woods, A Commentary on the Holy Scriptures: Revelation, Bellingham, WA: Logos Bible Software, 2008, pág. 349.

3 David E. Aune, Word Biblical Commentary: Revelation 17–22, vol. 52C, Dallas: Word, Incorporated, 1998, pág. 1078.

4 Ranko Stefanovic, Revelation of Jesus Christ. Commentary on the Book of Revelation, Berrien Springs: Andrews University Press, 2002, pág. 564.

5 Aune, Ibíd.

6 «Le pregunté al ángel de paz que iba conmigo, diciendo: “¿Para qué están siendo preparadas esas cadenas?”. Y me dijo: “Esas están siendo preparadas para las tropas de ‹Asa›el, para que puedan agarrarlos y lanzarlos al abismo de total condenación y cubrir sus quijadas con piedras ásperas tal como mandó el Señor de los espíritus (Apocalipsis 20: 1-3). Miguel, Gabriel, Rafael y Sariel en ese gran día los agarrarán y los arrojarán en el horno ardiente, para que el Señor de los espíritus pueda vengarse de ellos por convertirse en súbditos de Satanás y descarriar a aquellos que habitan sobre la tierra» (1 Enoc 54: 4-5).

7 Aune, Ibíd.

8 Elena G. White, El confl icto de los siglos, pág. 640.

9 Ibíd.

10 Ibíd.

11 Ibíd.

12 Ibíd., págs. 640-641.

13 Elena G. White, La historia de la redención, pág. 27.

14 Elena G. White, Primeros escritos, pág. 289.

15 Alejandro Medina, Secretos revelados, Madrid: Safeliz, 2019, pág. 256.

16 White, El conflicto de los siglos, pág. 641.

17 White, La historia de la redención, pág. 24.

18 Ibíd., pág. 26.

19 Ibíd., pág. 29.

20 White, Primeros escritos, pág. 289.

21 White, El conflicto de los siglos, pág. 644.

22 White, Primeros escritos, pág. 289.

23 J. M. Ford, Revelation: Introduction, Translation, and Commentary, vol. 38, New Haven; London: Yale University Press, 2008, pág. 330.

24 White, El conflicto de los siglos, pág. 644.

25 Ibíd.

26 Ibíd.

27 Ibíd., pág. 646.

28 Ibíd., pág. 650.

29 Ibíd., pág. 651.