El Nuevo Testamento usa varios términos para representar la condición de los muertos. El término hades se emplea diez veces para designar la morada de los muertos o la tumba. En muchos sentidos, este uso recuerda una de las formas en que los escritores del Antiguo Testamento usan sheol para referirse al lugar de descanso de los muertos. Ni sheol ni hades designan en la Biblia un lugar de fuego eterno para torturar a los malvados, excepto quizás en Lucas 16: 23.
El Nuevo Testamento dice que la ciudad de Capernaúm sería abatida hasta el hades (Mat. 11: 23; Luc. 10: 15); esto quiere decir que sería llevada al reino de la muerte, indicando así su destrucción. Jesús le dice a Pedro que las puertas del hades no prevalecerán contra la iglesia (Mat. 16: 18), lo que significa que la iglesia prevalecerá contra las fuerzas de la muerte. Dios no abandonó a Jesús en el hades, vale decir, que Jesús no permaneció en la tumba (Hech. 2: 27, 31). Jesús tiene las llaves de la muerte y del hades, refiriéndose a la tumba como el lugar donde descansan los muertos (Apoc. 1: 18). En la visión de los siete sellos, el hades sigue al jinete simbólico llamado Muerte, para indicar que los que mueren irán al lugar de los muertos (Apoc. 6: 8). La muerte y el hades (las tumbas) entregarán a sus muertos en la resurrección (Apoc. 20: 13). Y la muerte y el hades serán arrojados al lago de fuego (vers. 14). Este último pasaje muestra que hades no se refiere a un lugar de fuego eterno para el castigo de los impíos; porque el propio hades será arrojado al lago de fuego, mostrando así que la muerte y el hades serán destruidos definitivamente. Así que, hades en el Nuevo Testamento es casi otra forma de decir ‘muerte’ o ‘la tumba’. Solo la parábola del rico y Lázaro, una historia popular entre los judíos que Jesús utilizó, describe al hades como un lugar de castigo (Luc. 16: 23). La idea de la inmortalidad del alma estaba ganando adeptos entre los judíos, que entonces comenzaron a considerar el hades como un lugar de castigo para los malvados.
El término gehenna, que aparece doce veces en el Nuevo Testamento, tiene connotaciones de castigo. Es la forma helenizada del hebreo Gê Hinnom, ‘Valle de Hinnom’, un desfiladero al sur de Jerusalén. El Antiguo Testamento lo menciona en pasajes como Josué 15: 8; 2 Reyes 23: 10; 2 Crónicas 33: 6; y Jeremías 7: 31. El valle se convirtió en el sitio donde se realizaba el ritual pagano de quemar vivos a los niños como sacrificio a Moloc (2 Crón. 28: 3; 33: 6). Jeremías, aludiendo a esa práctica, dijo que Dios haría que el ‘valle del hijo de Hinom’ sea conocido como el ‘valle de la matanza’ (Jer. 7: 32). Se enterrarían tantos cuerpos allí que pronto no habría espacio suficiente, y el resto de los cuerpos serían dejados para que las aves de rapiña y los animales salvajes los devoren (vers. 33). Quizás debido a esta profecía, durante el período intertestamentario el nombre del valle llegó a representar el lugar escatológico del juicio (1 Enoc 26–27; 54: 1-6; 56: 1-4; 90: 24-27).
Durante este período también se desarrolló en el judaísmo la noción de un juicio ardiente (1 Enoc 10: 13; 48: 8-10; 100: 7-9; 108: 4-7; 2 Baruc 85: 13). Generalmente se consideraba que ese juicio tendría lugar en un lago de fuego o en un abismo (1 Enoc 18: 9-16; 90: 24-27; 103: 7-8; 2 Enoc 40: 12; 2 Baruc 59: 5-12; 1 Qh 3). La asociación de gehenna con juicio y destrucción mediante el fuego llevó a las personas a usar la palabra metafóricamente para referirse al infierno o la condenación eterna (2 Esd. 7: 26-38; 2 Baruch 85: 13). En la tradición rabínica algunos han visto el valle de Hinom como un lugar para quemar cadáveres y basura.
Todas las referencias a gehenna en el Nuevo Testamento, con la excepción de Santiago 3: 6, aparecen en las enseñanzas de Jesús en los evangelios sinópticos. Tres están en el Sermón del Monte (Mat. 5: 22, 29-30). Mateo 10: 28 advierte a los creyentes que deben temer «a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno [gehenna]». En Mateo 18: 9 Jesús habla del «infierno [gehenna] de fuego». Jesús pregunta a los fariseos cómo escaparán «de la condenación del infierno [gehenna]» (Mat. 23: 33). También afirma que es mejor ser mutilado que terminar en el «infierno [gehenna]» (Mar. 9: 43-45, 47). Lucas 12: 5 claramente tiene en mente algo más allá de la muerte; porque habla de ser arrojado al infierno [gehenna] después de ser muerto. Gehenna se refiere a lo que Juan llama el lago de fuego que al final destruirá a Satanás y a los malvados (Apoc. 20: 14-15). La expresión «hijo del infierno [gehenna]» (Mat. 23: 15) describe a un converso al judaísmo que se vuelve aún más intolerante que los fariseos que lo llevaron a guardar sus tradiciones. El único uso de gehenna fuera de los evangelios (Sant. 3: 6) describe simbólicamente a la lengua incendiada por la gehenna.
Mateo 3: 12 compara a los pecadores con la paja quemada con un fuego que no se apaga nunca. La paja seca se enciende instantáneamente, se consume y se apaga. Si Jesús hubiera querido enfatizar un fuego continuo, podría haber elegido una ilustración más apropiada, refiriéndose a algo que no se consuma de inmediato, como las brasas ardiendo a fuego lento. En Mateo 25: 31 al 46, Jesús habla del juicio de las naciones. Es el único lugar en el Nuevo Testamento en el que presenta los criterios que utilizará para definir quiénes serán los redimidos y quiénes los perdidos. A los que no muestran amor y preocupación por los demás, los colocará simbólicamente a su lado izquierdo, la posición inferior en la mentalidad del Medio Oriente. Entonces dirá a los impíos: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (Mat 25: 41). Jesús concluye el pasaje anunciando que «irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna» (vers. 46). Los efectos o resultados del castigo son eternos.