Los Hechos de los Apóstoles nos dice mucho sobre el “dónde” y el “cuándo” de los viajes de Pablo, pero muy poco sobre el “cómo”. Para comprender el “cómo” de los viajes en la antigüedad, debemos ser conscientes de cómo era la vida en un mundo que era muy diferente del que conocemos hoy.
Pablo vivió durante un tiempo único en la historia; de hecho, él lo llama la “plenitud de los tiempos” (Gál. 4: 4). No solo vivió durante el tiempo del ministerio terrenal de Jesús, sino que también nació durante la Pax Romana, la paz de Roma que duró 200 años. Durante ese período, el antiguo mundo mediterráneo disfrutó de una era de paz y prosperidad, diferente a todo lo que el mundo había conocido antes. El Imperio Romano unió al mundo antiguo con una cultura común, un idioma común, un sistema monetario común y una red de carreteras, similar a un moderno sistema de autopistas interestatales, que hizo que viajar por el mundo Mediterráneo fuera más fácil de lo que nunca había sido.
Si bien los primeros misioneros como el apóstol Pablo se beneficiaron del sistema vial romano, las calzadas romanas fueron construidas principalmente para permitir que las legiones marcharan cientos de millas en un tiempo asombrosamente corto. Dado que desplazar una legión de un lugar a otro a menudo era una cuestión de seguridad nacional, aquellas carreteras se construyeron para durar (a diferencia, al parecer, muchas carreteras de hoy en día). El primer paso para construir una calazada romana era cavar dos trincheras, una a cada lado de la via propuesta. Además de proporcionar drenaje, la tierra y las piedras extraidas se utilizaban para elevar la altura de la carretera. El pavimento en sí estaba compuesto por cuatro capas (o estratos, de donde obtenemos la palabra “calle”). La base estaba hecha de arena, con dos capas de piedras mezcladas con cemento, y con adoquines o losas de piedra en la parte superior. El pavimentos estaba además ligeramente elevado en el medio para evitar que el agua y el lodo se acumularan en el camino. Muchas de estas carreteras aún existen hoy en día, algunas incluso junto a las modernas autopistas, que las han reemplazado.
Aunque viajar era más accesible que nunca, eso no significa que fuese “fácil”. No lo era. Pablo no tenía las ventajas de viajar en autobús o en avión con aire acondicionado. Como casi cualquier otra persona en la antigüedad, Pablo tenía que viajar a pie. Los carruajes privados eran solo para los ricos, y pocas personas además de los militares montaban caballos (con monturas rudimentarias y sin estribos, montar a caballo no era muy cómodo para largas distancias). Los asnos y las mulas eran los animales más populares para viajar y transportar cargas. Aunque estos animales servían sobre todos para transportar suministros, la ventaja obtenida a menudo no superaba la disminución de velocidad que conllevaba ese servicio.
Pablo probablemente viajó con amigos de pueblo en pueblo con un bastón para ayudarse en terrenos empinados y para protegerse de los animales salvajes. Probablemente viajaba llevando en un animal de carga los suministros necesarios para viajar, como agua, comida, alguna muda de ropa, una cartera de cuero para guardar su dinero, sus enseres de escritura y tal vez una tienda de campaña.
¿Cuánta distancia solía recorrer un viajero en un día? Según los antiguos relatos de viajes, la distancia diaria promedio era de aproximadamente 20 millas, suponiendo, por supuesto, que el camino no fuera demasiado accidentado, que el clima fuera propicio y que no se encontraran animales salvajes o bandidos, problemas todos ellos que Pablo afirma haber encontrado en sus muchos viajes (ver 2 Cor. 11: 25-27).
Además de viajar por tierra, Pablo también viajó por mar. Si bien viajar en barco podía ser más rápido que por tierra (en caso que se pudiera encontrar un barco), la temporada de navegación era demasiado corta para convertirlo en un modo regular de transporte. Junio, julio y agosto eran los únicos meses seguros para navegar. Las tormentas de invierno cerraban efectivamente el Mediterráneo para viajar de noviembre a febrero, y las condiciones climáticas inestables hacían que navegar fuera muy arriesgado en primavera y otoño. En su camino a Roma como prisionero, el barco de Pablo zarpó tan tarde en la temporada que tuvo que luchar contra una tormenta que duró casi tres semanas (Hech. 27: 14-38) antes de hundirse en la costa de Malta. No es de extrañar que Pablo y sus compañeros decidieran esperar tres meses en Malta hasta que hubiera pasado el invierno antes de arriesgarse a navegar hacia Roma (28:11).
Esta es la descripción que el mismo Pablo hace del “cómo” de sus viajes. “Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido náufrago en alta mar; en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez. (2 Cor. 11:25-27).
A pesar de lo difícil que era viajar, Pablo pasó la mayor parte de sus años de ministerio por aquellos caminos, viajando de población en población predicando el evangelio. Según Hechos, Pablo hizo tres viajes misioneros por separado. Su tercer viaje misionero le tomó varios años, desde que partió de Antioquía en Siria, a través de la actual Turquía y Grecia, hasta regresar a Jerusalén, una distancia por tierra y mar de unas setecientas millas, (aproximadamente la distancia de Los Ángeles, California a Washington, DC).
¿Por qué se sometió Pablo a tantas dificultades, apuros y peligros? ¿Qué fue lo que lo motivó a seguir? Pablo no lo hizo para recibir elogios humanos o recompensas terrenales. Lo hizo porque el amor de Cristo manifestado en la cruz no le permitía hacer otras cosa (2 Cor. 5:14). El poder del Cristo resucitado había transformado la vida de Pablo, y éste no deseaba hacer nada más que dedicar su vida a compartir con el mundo las buenas nuevas que habían cambiado su vida: las buenas noticias de que Dios había actuado través de Jesús para redimir a la raza humana del poder del pecado y de la muerte.