El fenómeno de hablar en lenguas, técnicamente conocido como glosalia (basado en su significado en griego), es un don espiritual descrito por el libro de los Hechos en relación con algunas experiencias de conversión (2: 4; 10: 44–46; 19: 6) y discutido por Pablo en 1 Corintios 12–14. El don de lenguas está estrechamente relacionado con la predicación edificante y con el don de escuchar e interpretar (12: 3-6, 9-13, 19, 27-28). Es una manifestación del Espíritu Santo totalmente diferente de las expresiones extáticas incontroladas típicas de los cultos antiguos. A pesar de las ligeras diferencias entre los diversos relatos de Hechos y 1 Corintios, las referencias a “hablar en lenguas” en el Nuevo Testamento deben entenderse en relación con el mismo fenómeno.
El don de lenguas en el libro de los Hechos: En Hechos “hablar en lenguas” no es algo que pueda aprenderse. Es un don que reciben algunos creyentes como manifestación externa de la acción del Espíritu Santo. En el evento de Pentecostés, el “hablar en otras lenguas” fue una habilidad dada a los apóstoles que les permitió hablar en diferentes lenguas extranjeras. El propósito de ese don era que las multitudes de judíos que habían viajado a Jerusalén desde “todas las naciones bajo el cielo” (Hechos 2: 5) pudieran escuchar las buenas noticias sobre Jesús en sus idiomas nativos (vv. 8, 11) Más adelante en el libro de los Hechos, “hablar en lenguas” aparece también como una señal de la presencia del Espíritu Santo en ciertos conversos gentiles (10: 44-46) o en los discípulos de Juan el Bautista que habían aceptado a Jesús (19: 6).
Hablar en lenguas en 1 Corintios: Para Pablo “hablar en lenguas” es un don espiritual otorgado por el Espíritu Santo a algunos creyentes “en particular como él quiere” (1 Cor. 12: 10-11). El que Pablo afirme que “hablar en lenguas” es un don espiritual dado a alguien, señalado por el pronombre singular “a otro” (v. 10), así como la ausencia del “don de lenguas” en sus otras listas de dones espirituales (Rom. 12: 6-8; Efe. 4: 7-12), indica que “hablar en lenguas” es un don individual y no una experiencia colectiva, requerida de todos. En 1 Corintios 14, Pablo corrige algunos malentendidos y abusos acerca del don de lenguas:
1) Los corintios parecen haberle atribuido demasiada importancia al don de lenguas con respecto a otros dones espirituales. Pablo no niega el valor de “hablar en lenguas”, pero considera, por ejemplo, que el don de profecía es más beneficioso (vv. 5, 19).
2) “Hablar en lenguas” beneficia al individuo que lo recibe (vv. 4, 28b) pero no ayuda al crecimiento de la comunidad, particularmente en el marco del culto. Pablo insta a los corintios a actuar siempre para la “edificación de la iglesia” (vv. 5, 12, 26). “Hablar en lenguas” sin interpretación no contribuye a ese objetivo.
3) “Hablar en lenguas” es un don orientado al beneficio de los no creyentes (v. 22). El servicio de culto en una reunión de creyentes, no es el mejor lugar para ejercer ese “hablar en lenguas” si no hay interpretación (v. 5).
4) Pablo da apoyo bíblico al don de “hablar en lenguas” citando a Isaías 28: 11-12: Dios usa “personas con otras lenguas” para condenar los errores de su pueblo. El término “otras lenguas” aquí y en Hechos 2 se refiere a lenguas extranjeras. Pablo considera que “hablar en lenguas” aporta un punto de contacto útil con extranjeros pero resulta ininteligible para aquellos que no están familiarizados con el idioma extranjero en cuestión (1 Cor. 14: 9). Usar esas lenguas extrañas sin traducción pueden hacer que algunos miembros de iglesia se sientan extranjeros entre sí (vv. 10-11).
5) Contrariamente a los trances extáticos que se daban en el marco de los cultos paganos (por ejemplo, en el oráculo de Delfos), la reverencia y el orden deben caracterizar las reuniones de adoración cristianas (vv.14, 19, 23, 33).
Pablo cierra sus reflexiones sobre el “hablar en lenguas” con consejos prácticos. Sugiere que se limite cada sesión a dos a tres personas que hablan por turnos y reciben interpretación (vv. 27-28). La existencia de esa lista limitada resalta la necesidad de autocontrol que debe ejercerse con este y otros dones espirituales: el individuo sabe de antemano cuándo puede hablar en otra lengua y necesita esperar su turno. El que habla en una lengua extranjera también es responsable de asegurarse de que haya una interpretación disponible para la comunidad, e incluso de asumir la necesidad de permanecer en silencio si no se cumplen las condiciones anteriores. Pablo insiste sobre todo en que la paz de Dios y la edificación de todos los miembros de la comunidad deben prevalecer en todo servicio de adoración.