Los 'sábados' en Colosenses 2: 16

¿Cómo debemos entender los “sábados” mencionados en Colosenses 2:16? Quienes de oponen a la celebración cristiana del sábado en el séptimo día suelen servirse de este pasaje como apoyo fundamental para argumentar en contra del sábado. Dado que el pasaje tiene implicaciones significativas para la forma de ver el sábado, es importante analizarlo cuidadosamente.

Un examen del pasaje comienza con varias preguntas iniciales críticas. ¿La palabra “sábados” hay que entenderla en plural, como hace la Reina Valera? ¿O es singular, “el sábado” o “el día de reposo” como en algunas traducciones? Aunque la forma precisa en griego aparece en plural (sabbatōn), hay quienes alegan que, como en otras partes del Nuevo Testamento se traduce en singular (ver Mat. 28: 1; Luc. 4:16; Hech. 13:14, 16:13), aqui, junto a términos como “festival” y “luna nueva” también debería entenderse en singular. Sin embargo, eso no responde a la cuestión principal, que es la siguiente: ¿Este “sábado” o estos “sábados” en cuestión, se refieren al sábado semanal o a sábados ceremoniales anuales?

Otra pregunta inicial tiene que ver con la situación que Pablo tiene en mente cuando aconseja “que nadie os critique o juzgue… “ Los “jueces” a quienes Pablo alude ¿critican a los creyentes de Colosas por participar en estas prácticas o por no participar en ellas? ¿O los criticaba por participar en ellas de manera incorrecta? Está claro que cualquiera que sea lo que juzgan, Pablo se opone a que lo hagan. La naturaleza precisa de esas críticas, sin embargo, está menos clara.

Una opinión común entre muchos cristianos es que aquí tenemos una mención negativa del séptimo día o sábado semanal y que Pablo apoya el que los cristianos ya no lo observen. Esta interpretación es una opción poco probable por razones esenciales, que incluyen las siguientes:

(1) Una mención negativa del sábado, en un Nuevo Testamento que describe tanto a Jesús (Luc. 4:16) como a Pablo (Hech. 17: 2) como observadores regulares del sábado, sería insólita. La observancia del sábado es esencial en la estrategia misionra de Pablo y para las congregaciones que él funda (Hech. 13:14, 27. 42, 44; 16:13; 18: 4; 24:14: 28:17). Además, cuando los primeros cristianos oran, a veces lo hacen usando el lenguaje del mandamiento del sábado (Hech. 4: 23-24). Si esto hubiera cambiado, sería de esperar que surgiera una controversia extensa y tormentosa (como ocurre con el tema de la circuncisión, ver Hech. 15: 1-29 y la Epístola a los Gálatas). Sin embargo, solo encontramos una pocas referencias oblicuas y ambiguas a otras festividades (Gál. 4:10; Rom. 14: 5) y esta mención de “Sábados”. Parece poco probable que este texto constituya la única evidencia directa de que los primeros cristianos habían abandonado la observancia del sábado.

(2) El sábado no surgió en el momento de la entrega de la ley en el monte Sinaí (Éxo. 19–31) ya que se trata de una ordenanza que se remonta a la creación, de aplicabilidad universal (Gén. 2: 1-3). Pablo es consciente de esto cuando redacta Colosenses, ya que, como vemos en 1: 15-20, se refiere al relato de la creación y se basa en el lenguaje del mandamiento del sábado (Éxodo 20: 8-11) para describir a Cristo como el Creador de “todas las cosas… las que hay en los cielos y las que hay en la tierra ”(v. 16). Tras haber situado a Cristo en el corazón del propio relato de la creación, sería extraño que a continuación argumentase que el sábado semanal había sido abolido.

Si este pasaje no representa una mención negativa del sábado con la que Pablo argumenta que ha sido abolido, ¿qué quiere decir pues? Hay tres puntos de vista, que están en armonía con el compromiso de Pablo y de los demás primeros cristianos de adorar a Cristo en el día de reposo, que merecen nuestra consideración.

En primer lugar, una posición muy arraigada es que los “sábados” mencionados aquí son los días de reposo ceremoniales del calendario judío (Lev. 23: 4-44) y no el sábado semanal. Con la llegada de Cristo, los cristianos ya no necesitan observar esos “sábados”, que solo eran una “sombra de lo que había de venir” (Col. 2:17). Desde este punto de vista, Pablo está escribiendo en contra de la defensa inapropiada de la observancia de los “sábados” ceremoniales judíos, tales como la Pascua y el Día de la Expiación. Una objeción importante contra este punto de vista es que Pablo parece descartar aquí la lista completa de observancias anuales (“festivales”), mensuales (“luna nueva”) y semanales (“sábados”), que con frecuencia se mencionanen el Antiguo Testamento (véase 1 Crón. 23: 29-31; 2 Crón. 2: 4; 8: 12-13; 31: 3; Neh. 10:33; Isa. 1: 13-14; Eze. 45: 13-17; 46: 1-15; Ose. 2:11)

Sin embargo, esta comprensión de los antecedentes del Antiguo Testamento para los tres términos usados por Pablo, es reduccionista, ya que simplifica la evidencia del Antiguo Testamento, que a menudo no presenta un paralelo muy exacto. Por ejemplo, Oseas 2:11, donde los sábados anuales en lugar del sábado del séptimo día pueden estar en discusión, es sin duda el paralelo más cercano a Colosenses 2:16. Cabe señalar que este punto de vista, que entiende los “sábados” de Colosenses 2:16 como fiestas anuales y no como referencias al sábado semanal del séptimo día, era la explicación más generalizada de este pasaje entre los cristianos de los Estados Unidos durante el siglo XIX y ha sido la posición tradicional defendida por los adventistas del séptimo día.

Un segundo punto de vista identifica lo que se está discutiendo en el pasaje, no con las fiestas en sí, sino con los sacrificios que se ofrecían en ellas. De hecho, se estaría incluyendo el sábado semanal del séptimo día, pero Pablo sólo se refiere específicamente a los sacrificios rituales que se ofrecían en ese dia. Este punto de vista es posible ya que el Antiguo Testamento suele asociar estrechamente las celebraciones anuales, mensuales y semanales con los sacrificios ofrecidos en esas ocasiones (ver, demás de los pasajes enumerados anteriormente, Números 28–29, y especialmente 28: 1-2, 9-10; 29:39). La mención de la comida y bebida (v. 16) apoya esta perspectiva ya que estos términos se refieren más logicamente a las ofrendas de comida y bebida mencionadas en el Antiguo Testamento (Núm. 28–29; Neh. 10:33; Eze. 45:17) que a cualquier ley dietética del Antiguo Testamento. Además, la frase traducida “o en cuanto a” se traduciría con mayor precisión por “o en tomar parte de”, lo que sugiere que Pablo se está refiriendo únicamente a la participación “en días de fiesta, luna nueva o sábados”. Esa “participación” identifica mejor la referencia a sacrificios rituales. Pablo, entonces, estaría hablando en contra de la práctica continua del sistema de sacrificios, que los cristianos ya no tienen que observar desde la muerte de Cristo, ya que no eran más que “una sombra de lo que estaba por venir” que ahora ha dado paso a Cristo, “lel cuerpo” o “sustancia” (2: 17; cf. Heb.10: 1-10, que puede entenderse como una expansión del pensamiento de Col. 2: 16-17).

Un tercer punto de vista sostiene que Pablo, en este pasaje, estaría en efecto reflejando la secuencia del Antiguo Testamento de observancias anuales, mensuales y semanales (ver los pasajes enumerados anteriormente) y que la palabra “Sábados” o “el Sábado” se referiría al sábado del séptimo día. Sin embargo, Pablo sitúa esta mención del sábado a la luz de la controversia contra una herejía que honra “los principios básicos [o elementos] del mundo” (v. 8) en lugar de a Cristo, que es la cabeza de todos “los principados y las autoridades”, puesto que todas las fuerzas espirituales han sido vencidas por Cristo (v. 15). El “por tanto” con el que comienza en el versículo 16, apunta a ese contexto. Tras haberse referido al sábado, Pablo argumenta en contra del “culto a los ángeles” (v. 18) y del sometimiento a “los rudimentos [o elementos] del mundo” (v. 20) en vez de “unirse a la cabeza” (Cristo; v. 19). Pablo no se opone a guardar el sábado, pero se opone a guardarlo como ocasión para honrar a “los principados y poderes”, que ya han sido derrotados por Cristo y no son dignos de acataiento. Lo que Pablo denuncia no es la celebración de ciertos festivales, lunas nuevas o del sábado sino su mal uso.

Al igual que Jesús (p. Ej., Mat. 12: 1-8; Luc. 13: 10-17; cf. Mar. 7: 1-12), Pablo se opone a la perversión humana de las leyes dadas por Dios, que en su forma deformada reflejan “ filosofías y huecas sutilezas basadas en las tradiciones de los hombres “(v. 8), es decir, en “mandamientos y doctrinas de hombres “(v. 21). Cuando se celebran en honor de “otras fuerzas”, las celebraciones mencionadas se convierten en “sombra de lo venidero” en lugar de una celebración de Cristo (“….. Pero lel cuerpo es de Cristo”, v. 17). . Desde este punto de vista, Pablo no estaría refiriéndose a los ritos ceremoniales del templo, que ya se habían cumplido en Cristo, un tema que se aborda en otras partes del Nuevo Testamento (ver Heb. 8: 1-5; 10: 1-10; Juan 4:19 -26; Mat. 26: 26-28). Si en Colosenses 1: 15-20, Pablo se apoya en el mandamiento del sábado (Éxo. 20: 8-11) para situar a Cristo como Creador y Redentor en el corazón del sábado, ya ha ofrecido un correctivo al uso erróneo del sábado al que ahora se refiere.

En el contexto de un pasaje tan complejo como éste, que suscita preguntas difíciles y donde solo conclusiones provisionales parecen prudentes, esta última opción parecería la más defendible, ya que refleja más claramente el tema central, que trata de la adoración a Cristo frente a la de otros poderes. Pese a todo, es difícil ver la relación directa con los “sábados”, ya se entiendan como sábados ceremoniales anuales o como sacrificios sabáticos, de la controversia central que Pablo aborda en este pasaje (ver 2: 6–4: 6; ver también “La Herejía en Colosas “en Col. 2: 3-4).

Cualquiera que sea el punto de vista que adoptemos, el sábado del séptimo día es el día fijado para mirar hacia atrás a la creación del mundo por Dios y para celebrar la obra de Cristo, como Creador tanto como Redentor: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios; sean principados, sean potestades; todo fue creadao por medio de él y para él ” (Col. 1: 16). El sábado es ahora el monumento conmemorativo de la creación y de la salvación y debe ser guardado, no con la intención de ganar la salvación, sino en agradecimiento por todo lo que Dios ha hecho por nosotros a través de Cristo Jesús, nuetro Creador y Redentor.