El rapto

La palabra ‘rapto’ es un término teológico que se usa a menudo en las iglesias evangélicas para referirse a la transformación y arrebatamiento de los cristianos al cielo en ocasión del regreso visible y triunfante de Jesús en la Segunda Venida. La palabra española ‘rapto’ proviene del latín raptus, que se usó en la Vulgata latina. Es una traducción del verbo griego harpazō, usado en 1 Tesalonicenses 4: 17 para describir la forma en que los creyentes vivos serán ‘arrebatados’ para encontrarse con Jesús en el aire cuando regrese. Bajo la influencia del teólogo dispensacionalista del siglo XIX, John Nelson Darby, algunos cristianos evangélicos han concluido erróneamente que el rapto será un acontecimiento ‘secreto’ que arrebatará a los cristianos de la tierra antes de la tribulación final. Este breve artículo explicará la forma en que se entiende el ‘rapto’ en la Biblia.

El rapto en las epístolas paulinas. Pablo habla del rapto como un evento unificador doble. Primero, el rapto unirá a los creyentes que estén vivos «juntamente con» los que hayan resucitado. Así, los justos vivos y los justos muertos resucitados se reencontrarán con Jesús, «y así estaremos siempre con el Señor». Para que esto ocurra, los vivos serán transformados (1 Cor. 15: 51), y los muertos serán resucitados. Escribiendo a los creyentes en Tesalónica, Pablo enfatizó la naturaleza igualadora del rapto para eliminar las preocupaciones entre los creyentes. Habían surgido temores en la iglesia sobre lo que sucedería a los creyentes que murieran antes del regreso de Jesús. ¿Estarían eternamente perdidos? Pablo les aseguró que Dios no olvidará a sus fieles seguidores fallecidos sino que los resucitará de la muerte. Al explicar esto a los creyentes, el apóstol también refuta la noción de que el alma pueda existir separada del cuerpo en un estado intermedio. No dice nada de un alma inmortal que descienda del cielo para reunirse con el cuerpo y luego ser raptada para encontrarse con Jesús. En cambio, el ser humano que dormía en la muerte resucitará como una unidad.

La segunda venida de Jesús culmina con el rapto de los creyentes resucitados y de los creyentes vivos transformados que, unidos, se encuentran con Jesús cara a cara. Pablo considera el rapto como la culminación de la Segunda Venida y la resolución de los problemas de la iglesia. La visión cristocéntrica de Pablo de la Segunda Venida culmina en la reunión de los creyentes con Jesús. Mientras que los escritos de Juan incluyen los conceptos de juicio, el milenio y una Tierra nueva (Apoc. 21–22), Pablo se centra en la reunión de los creyentes con su Señor en el aire como el comienzo de la eternidad («así estaremos siempre con el Señor», vers. 17) y la meta final del peregrinaje de fe. Esta conclusión es un gran estímulo para la iglesia en sus dificultades presentes y futuras (vers. 18).

Pablo enfatiza un segundo punto: en el rapto, los creyentes completarán su peregrinaje terrenal en forma paralela a los eventos finales de Jesús en la tierra. Los discípulos de Cristo están llamados a seguir a su Señor, y esto se ejemplifica mediante el bautismo (Rom. 6: 1-11), la Cena del Señor (Juan 13: 13-17; 1 Cor. 15: 24-25), y viviendo una vida ética. Pero Pablo extiende el paralelismo entre Jesús y sus seguidores para incluir también los momentos finales de la vida. Jesús precedió a sus seguidores en la muerte y la resurrección (1 Cor. 15: 20-23), y el rapto de los creyentes en las nubes reflejará la ascensión de Jesús (Hech. 1: 9; 1 Tes. 4: 17). Los seguidores resucitados y transformados se convertirán en partícipes de la misma experiencia que Jesús. Los creyentes seguirán fielmente a Jesús en las etapas finales de su peregrinaje terrenal como lo hicieron durante su vida. El rapto servirá como la culminación final de esta fidelidad.

El rapto en los evangelios. En el discurso del monte de los Olivos, Jesús enfatiza la importancia de estar preparados para el pronto regreso del Hijo del hombre (Mat. 24: 36-44; Mar. 13: 32-36; Luc. 17: 20-37). Como apoyo para esta preparación (Mat. 24: 42, 44), Jesús declara que solo Dios el Padre conoce la hora de la Segunda Venida (vers. 36) y usa la imagen de un ladrón para indicar lo repentino del evento (vers. 43). Para mayor apoyo, Jesús recurre a «los días de Noé» como un paralelo a la rapidez del juicio futuro y la falta de preparación por parte de la humanidad (vers. 37-39). El juicio en la historia del diluvio se convierte en el telón de fondo para lo que Jesús dice sobre el rapto: en medio de tareas rutinarias de la vida cotidiana, algunos hombres y mujeres serán ‘tomados’ y otros ‘dejados’ (vers. 40-41; cf. Luc. 17: 34-36). La imagen del diluvio que ‘barrió’ a la humanidad impenitente y el uso del verbo griego paralambanō, que se usa en circunstancias negativas (ver Mat. 27: 27; Jer. 6: 11), indica que los que son ‘tomados’ en realidad no son los salvos, como se ha sostenido popularmente, sino que son los que serán juzgados por haberse negado a aceptar las advertencias de Dios. Más importante aún, el pasaje no se ocupa de la forma del rapto sino del tiempo; ocurre repentinamente y sin advertencia (vers. 42-46).

Momento del rapto. Como el rapto está estrechamente relacionado con la resurrección, han surgido tres grandes puntos de vista sobre el momento en que tendrá lugar la resurrección y el posterior rapto: (1) El premilenialismo sostiene que la Segunda Venida precederá al milenio; (2) El posmilenialismo sostiene que la Segunda Venida dará lugar a un pacífico milenio de renovación espiritual universal en el que «todas las naciones» se convertirán en discípulos de Jesús en cumplimiento de la Gran Comisión (Mat. 28: 19); (3) El amilenialismo considera que Apocalipsis 20 es simbólico e irrelevante y, por lo tanto, este punto de vista enfatiza el regreso de Cristo sin ninguna relación con un milenio literal. Es significativo para la comprensión del rapto que los premilenialistas tienen opiniones divergentes sobre la Gran Tribulación (Mat. 24: 6-12, 21; Mar. 13: 19; 1 Tim. 4: 1-3; 2 Tim. 3: 1-5; 2 Ped. 3: 3 y sig.; Jud. 17-19; Apoc. 7: 14). Algunos sostienen que el rapto ocurrirá después de que la iglesia soporte una gran tribulación (post tribulacionismo), mientras que otros sostienen que el rapto tendrá lugar antes de la gran tribulación (pre tribulacionismo). Los defensores de este último punto de vista entienden de manera positiva y literal la imagen de hombres y mujeres que son ‘tomados’. Esta interpretación de las palabras de Jesús, combinada con una comprensión literal de las profecías del Antiguo Testimonio relacionadas con la nación de Israel, genera la doctrina de un ‘rapto secreto’. Según este punto de vista, los creyentes cristianos fieles son arrebatados de la tierra en una ascensión secreta. Después de eso, la nación de Israel aceptará a Jesús como el Cristo y llevará al resto de la humanidad al arrepentimiento durante el milenio. Otro grupo interpreta a los 144.000 de Apocalipsis 7 como un número literal y cree que en 1911 ocurrió un ‘rapto secreto’ de este grupo. Ninguno de estos puntos de vista sobre el ‘rapto secreto’ hace justicia a las ideas de preparación y juicio que aparecen en los evangelios, ni a los principios de unidad e igualdad entre los creyentes presentados por Pablo.

Los adventistas del séptimo día reconocen la complejidad del tema, pero favorecen la posición premilenialista y post tribulacionista, aunque difieren de otros partidarios de este punto de vista en cuanto a la interpretación de las setenta semanas de Daniel 9: 24 al 27. Después del cataclismo del tiempo del fin (2 Ped. 3: 7, 10-13; Apoc. 6: 12-17), Jesús regresará en las nubes visiblemente para toda la humanidad y llamará a los creyentes fallecidos y vivos para participar en el rapto y estar con él de allí en adelante. La resurrección y el rapto de los creyentes unirán a la iglesia con su Señor y Dios, y darán lugar a la consumación de los eventos gozosos del banquete de bodas (Mat. 25: 1-12; Mar. 14: 25) y la vindicación de los creyentes en el juicio celestial (Heb. 8: 1; Apoc. 11: 15-18). Pero el milenio no solo significará una resolución favorable para los fieles. La corte celestial llevará a cabo un juicio contra los infieles, luego del cual surgirá el último gran engaño y la rebelión final contra Dios (Apoc. 20: 7-15). El rapto será el último paso del peregrinaje terrenal de los creyentes y el primer paso en la resolución cósmica final del pecado. La nueva Jerusalén y la Tierra nueva restaurarán el gobierno de Dios en el universo (Apoc. 21–22).