La imagen del fuego aparece constantemente en las descripciones bíblicas del juicio y los últimos días. El fuego que Dios usa para purificar la tierra (2 Ped. 3: 10-12) al final del milenio también consume a los impenitentes (Mat. 10: 28; Apoc. 20: 9). El diablo es arrojado a un lago de fuego (vers. 10), en el que se enfrenta al tormento «día y noche por los siglos de los siglos». Los versículos 11 al 15 describen el juicio de los muertos. Aquellos cuyos nombres no aparecen en el «libro de la vida» también terminan en el lago de fuego (vers. 15) junto con «la muerte y el Hades» (vers. 14). Esta es la destrucción simbólica del principio de la muerte y la tumba. Los versículos 14 y 15 no dicen que los malvados reciben su castigo en la gehenna (infierno), sino simplemente en un lago de fuego.
Las Escrituras dicen que el fuego es el instrumento de castigo de Dios, pero ¿es este un fuego de duración eterna, algo que arde y atormenta por siempre? La clave para entender esto radica en la palabra griega aiōnios, traducida como ‘eterno’.
La mayoría de las personas asume que cada palabra en un idioma tiene un significado claro. Un principio hermenéutico que siguen muchos estudiosos de la Biblia es tomar un uso claro de una palabra bíblica y luego aplicar la definición revelada allí a la misma palabra cuando se usa en un pasaje más oscuro. Pero aunque generalmente es útil, este enfoque no es infalible. Como todos sabemos, muchas palabras, si no la mayoría, tienen más de un matiz de significado. A veces esos significados pueden ser bastante dispares.
Los léxicos griegos revelan claramente que aiōnios implica tiempo. ¿Pero es ese el único significado que tiene la palabra? Veamos cómo emplea la palabra el Nuevo Testamento cuando califica sustantivos que involucran acción o proceso. El Nuevo Testamento tiene seis ejemplos. Curiosamente, los seis tocan el tema del juicio final. Tres de los ejemplos están en el libro de Hebreos. Los veremos primero.
Debido a que Cristo aprendió la obediencia a través del sufrimiento, según Hebreos 5: 9, fue perfeccionado y «vino a ser autor de eterna salvación». Cristo no continúa para siempre en el proceso de lograr la salvación de su pueblo, sino que lo que hizo en la cruz les trajo la salvación ‘eterna’. Aunque Dios ha logrado nuestra salvación de una vez y para siempre, lo que él hizo por nosotros durará toda la eternidad.
Hebreos 6: 2 menciona el «juicio eterno» como una de las enseñanzas cristianas básicas. ¿Es eterno por su duración o por su resultado y consecuencias? Pocos dirían que Dios pasará la eternidad en el acto o proceso de juzgar a la raza humana. Así que, ¿qué significa?
Según Hebreos 9: 12, Cristo «penetró en el santuario una vez para siempre» (BJ) consiguiendo para nosotros «una redención eterna». ¿Continuará ofreciendo «su propia sangre» por toda la eternidad, incluso después de que regrese en la Segunda Venida para llevar a los redimidos al cielo con él? ¿Tendrá necesidad de hacerlo? Su redención es eterna por lo que ha hecho por los redimidos. Es decir, ha logrado algo que no se revertirá ni dejará de ser.
En Marcos 3: 29, Jesús habla de aquel que blasfema contra el Espíritu Santo, y por eso es «reo de juicio eterno». Alguien podría argumentar que tal pecador continúa haciéndolo mientras pasa las eras incesantes de la eternidad en el infierno, pero Jesús tiene en mente aquí un acto definitivo realizado en un tiempo específico y limitado. Es algo que ya sucedió, ya que él está respondiendo a aquellos que lo habían acusado de tener un «espíritu impuro» (vers. 30). Aunque sus acusadores aún podían repetir la acusación, había sido un pecado cometido en un momento y lugar específicos. Sin embargo, los resultados para la persona que lo hizo, durarán por la eternidad.
Hemos visto un patrón definido en los primeros cuatro pasajes con la palabra ‘eterno’ que hemos examinado. ‘Eterno’ (aiōnios) no necesariamente significa algo de tiempo interminable; en estos pasajes, el término tiene más sentido cuando se entiende que implica consecuencias eternas.
Segunda Tesalonicenses 1: 9 habla de aquellos que sufrirán el castigo de la «eterna perdición» porque «no obedecen al evangelio» (vers. 8). Esta destrucción ocurrirá «cuando venga en aquel día» (vers. 10). No continuará sucediendo, sino que los resultados de ese día no tendrán fin.
Finalmente, como notamos anteriormente, Jesús anuncia al final de su parábola del juicio en Mateo 25 que los malvados irán «al castigo eterno» (vers. 46). Nuestro examen de los otros cinco usos de aiōnios modificando palabras de acción o procesos muestra que en este caso el castigo no será de duración infinita, sino que tendrá consecuencias interminables o permanentes. Es un castigo que, si bien se realiza durante un período de tiempo limitado, tendrá resultados eternos.
Judas 7 muestra la misma línea de razonamiento. Declara que debido a su inmoralidad y lujuria antinatural, las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra fueron castigadas con «fuego eterno [aiōnios]». El fuego se extinguió hace mucho tiempo, pero las ciudades dejaron de existir para siempre.