Ekkehardt Mueller
Juan 5:18 contiene una declaración que no se encuentra, ni de manera directa ni indirecta, recogida en ninguno de los evangelios ni en otras partes del Nuevo Testamento:
«Por esto los judíos aun más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.»
Esta declaración desconcierta a algunos y parece contradecir otros textos en los evangelios. ¿Jesús quebrantó la ley o no?
I. El contexto
La curación del hombre en el estanque de Betesda (Juan 5:1-15) provocó una reacción negativa por parte de los judíos (Juan 5:16-18). No solo fueron hostiles hacia Jesús, sino que incluso intentaron matarlo. Para ellos, el desencadenante imposible de ignorar fue la curación de un hombre en sábado —quien había estado enfermo por treinta y ocho años— y la orden de Jesús a este hombre de que tomara su lecho o estera y caminara.
En la discusión posterior con los judíos, Jesús, como parte de su defensa, señaló que Dios trabajaba en sábado, al menos en el sentido de que sostenía el universo, algo que los rabinos reconocían. Sin embargo, el problema no era solo esa afirmación, sino que Jesús se refería a Dios como su Padre. Y no lo hacían en el sentido comúnmente aceptado Israel —es decir, como Padre celestial del pueblo— sino en el sentido de que él tenía una relación íntima con Dios que superaba todas las relaciones humanas con la divinidad. Esa relación, según Jesús, le daba autoridad para hacer lo mismo que el Padre, incluso realizar en sábado ciertas obras que, en principio, no estaban permitidas a los seres humanos.¹
De este modo, la cuestión pasó de un aparente quebrantamiento de la ley respecto al sábado a un crimen aún más grave a los ojos de los judíos: la blasfemia, y es en esto en lo que se centra el versículo 18. Aun así, queda la pregunta de cómo debe entenderse la declaración de que Jesús estaba quebrantando el sábado.
II. El término griego
El término griego traducido como “quebrantaba” es luō. Puede significar “soltar”, “desatar”, “liberar”, “romper”, “anular”, “destruir” o “permitir”. ¿Cómo debe entenderse en este versículo? ¿Está Jesús “liberando” el sábado, “quebrantando” el sábado o “destruyéndolo”?
Este término aparece seis veces en el Evangelio de Juan. En Juan 1:27 y 11:44 se refiere a desatar sandalias y vendas funerarias. Sin embargo, en Juan 2:19, 7:23 y 10:35 se traduce como “destruir” o “romper”: el templo será “destruido”, pero la Escritura no puede ser “quebrantada”.
Juan 7:23 es particularmente importante, ya que contiene paralelos con Juan 5:18: «Si recibe el hombre la circuncisión en sábado, para que la Ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en sábado sané completamente a un hombre?»
En ambos versículos aparecen el sábado, el verbo luō, y detrás de ellos, el concepto de la ley y la curación en sábado. En este caso, luō debe traducirse como “quebrantar”. Por lo tanto, el uso que hace Juan del término sugiere que también en Juan 5:18 luō debe traducirse como “quebrantar”. En consecuencia, este texto afirma que Jesús quebrantó la ley.
III. Jesús y la ley
Sin embargo, esta interpretación parece generar un problema, ya que en otros pasajes Jesús no puede ser acusado de antinomianismo (desprecio por la ley). Según Juan 10:35, Jesús enseñó que las Escrituras no pueden ser quebrantadas, lo que también incluiría la ley. En Juan 8:46, desafió a su audiencia a que lo convencieran de pecado, y obviamente no pudieron hacerlo. Llamó a sus discípulos a guardar sus mandamientos, así como él había guardado los mandamientos de su Padre (Juan 15:10).
Un breve análisis de los evangelios sinópticos confirma que Jesús consideraba los Diez Mandamientos como obligatorios. En el Sermón del Monte, declaró directamente que no había venido «a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir» (Mat. 5:17). Por ejemplo, en Mateo 15:3-6 y Marcos 7:7-13, Jesús insistió en que el mandamiento de honrar a padre y madre debía ser obedecido y no reemplazado por tradiciones humanas. En Mateo 19:2-9 y Marcos 10:7-9, condenó el divorcio y la poligamia como contrarios a la voluntad de Dios.
Además, desafió al joven rico a guardar los mandamientos (Mat. 19:16-19; Mar. 10:19), enseñó que el diezmo debía ser dado (Mat. 23:23) y exhortó a sus discípulos a orar para que su huida de Jerusalén no ocurriera en sábado (Mat. 24:20). Finalmente, sus acusadores tuvieron dificultades para encontrar alguna evidencia contra él que justificara su condena (Mat. 26:59-60).
La evidencia es abrumadora: Jesús respaldó la ley, incluyendo el sábado.
IV. Las acusaciones contra Jesús
Por lo tanto, la frase “quebrantaba el sábado” parece ser, más que un comentario del evangelista, una acusación de los judíos contra Jesús. En total le imputaban dos cargos:
1. Jesús quebrantó el sábado.
2. Jesús se hizo igual a Dios.
La primera acusación era incorrecta. Jesús no quebrantó el sábado, aunque la interpretación de ciertos círculos judíos fuese que sí. En realidad, en su ministerio elevó la ley a un nivel superior, resumiéndola en los mandamientos del amor a Dios y al prójimo (Mar. 12:28-34).
La segunda acusación también era errónea en su interpretación. Aunque Jesús afirmó ser uno con el Padre, no buscó la igualdad con Dios de la manera en que lo hizo Satanás. Borchert señala:
«Jesús no afirmó ocupar el lugar de Dios ni ser una alternativa a Dios, que es lo que los judíos querían decir con “haciéndose igual a Dios”… Lo que Jesús, como el Hijo Único de Dios (Juan 1:14,18), afirmaba era que había sido enviado por Dios, estaba en misión para Dios, hacía las obras de Dios, obedecía a Dios y traía gloria a Dios.»²
Aunque Jesús era Dios, como Juan enfatiza repetidamente, permaneció subordinado a su Padre celestial (Juan 5:19-30).
Keener señala: «La afirmación de que Jesús anuló la ley no es suya, sino la de sus oponentes.»⁴ Finalmente, Moloney resume bien el problema: «Los judíos estaban equivocados. Jesús no estaba aboliendo el sábado; lo estaba reinterpretando en términos de su relación con el Padre.»⁵
Referencias
¹ Gerald L. Borchert, John 1-11, The New American Commentary (Nashville: Broadman and Holman Publishers, 2002), 235-236.
² Borchert, 236; Leon Morris, The Gospel According to John, The New International Commentary on the New Testament (1971), 310.
³ George R. Beasley-Murray, John, Word Biblical Commentary 36 (1999), 74.
⁴ Craig S. Keener, The Gospel of John: A Commentary (2003), 1:646.
⁵ Francis J. Moloney, The Gospel of John, Sacra Pagina, Vol. 4 (1998), 174.