El Evangelio y una Reina

Jo Ann Davidson

Dios, sin vulnerar la libertad humana para elegir, puede provocar un giro en situaciones que parecen imposibles.

El libro bíblico de Ester ha despertado un interés continuo a lo largo de los siglos. Hoy sigue siendo central en la liturgia festiva judía. Muchos teólogos cristianos también valoran su proceso histórico de inclusión en el canon, lo cual es señal de su centralidad e importancia en la historia de la salvación.

La narrativa sugiere que el autor tenía la intención de registrar hechos históricos reales. No hay indicios de ficción en el texto. El autor incluyó fechas, listas de nombres y un conocimiento del Imperio persa y su idioma. La historia también muestra habilidades literarias evidentes, tanto si se lee superficialmente como si se analiza con más detenimiento. Además, las cualidades estéticas no restan valor a la veracidad del relato histórico, sino que pueden sostenerla e incluso destacarla.

Breve repaso histórico:

Ciro el Grande (545–530 a. C.) fue el principal responsable de la expansión territorial del imperio. Aunque sus conquistas militares fueron concluyentes e incluso implacables, trató con respeto a los pueblos bajo su dominio, viéndose a sí mismo como un libertador más que como un tirano.

Cambises II (530–522 a. C.), su sucesor, dedicó gran parte de su reinado a extender el imperio hacia Egipto.

Darío I (522–486 a. C.) consolidó el poder del imperio a pesar de las luchas internas. También fue responsable del complejo palaciego de Susa (antigua capital de Elam, actual Irán).

Jerjes I (Asuero, 486–465 a. C.), en cuyo reinado vivió Ester, sufrió derrotas frente a los griegos en una época en la que la cultura helénica florecía en Atenas a través de figuras como Sócrates, Pericles y Pitágoras.

El historiador griego Heródoto escribió sobre esta etapa en su obra Historias de las Guerras Persas (499–449 a. C.). Describió a Jerjes como un hombre alto y apuesto, además de ambicioso y guerrero. Aproximadamente un tercio de su obra se centra en el reinado de Jerjes. Ester vivió en ese tiempo, junto con un grupo de judíos que, aunque habían sido autorizados a regresar a Jerusalén, permanecieron en el Imperio persa. Su situación no era del todo estable. Algunos judíos, como Daniel, Esdras, Nehemías y Mardoqueo, habían alcanzado cierta prominencia, aunque cualquier acto considerado subversivo por parte de minorías étnicas era reprimido con dureza. Así, Mardoqueo y Ester —los dos personajes principales del libro bíblico— vivían como extranjeros bajo el dominio del rey Asuero.

El libro de Ester no menciona explícitamente a Dios, la adoración ni la religión. Sin embargo, trata de forma implícita un tema central del Antiguo Testamento: la liberación divina, algo que, en ese momento, los judíos no habían merecido. Por el periodo al que pertenece la narrativa, Ester es uno de los últimos libros históricos del Antiguo Testamento. La historia de la salvación, desde Génesis 12 hasta los últimos años del Imperio persa, incluye en su tramo final el relato de una reina dispuesta a dar su vida por su pueblo, una vida que, de algún modo, anticipa la de Jesús. Ester puede verse como una figura profética de Cristo, el Libertador que revierte el destino de los condenados a muerte, exponiendo su identidad étnica para salvar a su pueblo. Estos elementos refuerzan el significado teológico de la narrativa.

Curiosamente, aunque Dios no aparece mencionado de forma directa, el número siete, símbolo bíblico de plenitud y perfección, se repite a lo largo del relato:

• Asuero celebra un segundo banquete que dura siete días para el pueblo de Susa, tanto “grandes como pequeños” (1:5).

• En el séptimo día, el rey ordena a siete eunucos (v. 10) y consulta a siete nobles (v. 14).

• A Ester se le asignaron siete doncellas (2:9), y fue llevada ante Jerjes en el séptimo año de su reinado (v. 16).

Y luego, en “el tercer día”, en el capítulo cinco (v. 1, NRSV), los acontecimientos dan un giro para Ester.

Capítulo 1: El contexto

El libro de Ester comienza con una descripción impresionante de la vasta extensión del reino del rey, utilizando una lista extensa y enfática de sustantivos que dejan claro que no era un simple jefe tribal. Gobernaba 127 provincias desde la India hasta Etiopía; mandaba sobre distintos rangos de «funcionarios», «príncipes», «jefes militares» y «nobles» (Ester 1:1-3); y su riqueza prácticamente incalculable, descrita como «la gloria de su grandeza» (v. 4), incluye telas preciosas y piedras exóticas (v. 6).

Estos enormes recursos le permitieron celebrar un «banquete» de 180 días para mostrar su poder y esplendor «a todos sus príncipes y cortesanos, teniendo delante de él a los más poderosos de Persia y de Media, gobernadores y príncipes de provincias» (v. 3). Luego, ofreció otro banquete de siete días «para todo el pueblo que había en Susa, residencia real, desde el mayor hasta el menor» (v. 5). Estos dos banquetes son solo el inicio de varios que aparecerán a lo largo del libro.

Durante uno de estos banquetes, la reina Vasti se negó a obedecer la orden del rey de presentarse ante una audiencia real embriagada. El narrador había señalado ya que el vino fluía generosamente: «Y daban de beber en vasos de oro, vasos diferentes unos de otros, y mucho vino real, de acuerdo con la generosidad del rey. La bebida se servía según esta ley: que nadie fuera obligado a beber, porque así lo había mandado el rey a todos los mayordomos de su casa, que se hiciera según la voluntad de cada uno» (vv. 7-8).

La negativa de Vasti enfureció al rey: «Pero la reina Vasti no quiso comparecer a la orden del rey enviada por medio de los eunucos; y el rey se enojó mucho y se encendió en ira» (v. 12). Como hará en otras partes del relato, busca consejo sobre qué hacer: « Preguntó entonces el rey á los sabios que sabían los tiempos, (porque así era la costubre del rey para con todos los que sabían la ley y el derecho; Y estaban junto á él, Carsena, y Sethar, y Admatha, y Tharsis, y Meres, y Marsena, y Memucán, siete príncipes de Persia y de Media que veían la cara del rey, y se sentaban los primeros del reino:) Qué se había de hacer según la ley con la reina Vasthi, por cuanto no había cumplido la orden del rey Assuero, enviada por mano de los eunucos.» (vv. 13-15).

Los consejeros del rey interpretaron la negativa de Vasti como un acto de rebeldía deliberada, con posibles consecuencias sociales serias para todo el imperio. Memucán respondió ante el rey y los príncipes: «No solamente contra el rey ha pecado la reina Vasti, sino contra todos los príncipes, y contra todos los pueblos que hay en todas las provincias del rey Asuero. Porque esta acción de la reina llegará a oídos de todas las mujeres, y ellas tendrán en poca estima a sus maridos, diciendo: “El rey Asuero mandó que llevaran ante su presencia a la reina Vasti, y ella no fue.” Entonces las señoras de Persia y de Media que sepan lo que hizo la reina, se lo dirán a todos los príncipes del rey; y eso traerá mucho menosprecio y enojo. Si parece bien al rey, salga un decreto real de vuestra majestad y se inscriba entre las leyes de Persia y de Media, para que no sea quebrantado: “Que Vasti no se presente más delante del rey Asuero”; y el rey haga reina a otra que sea mejor que ella. El decreto que dicte el rey será conocido en todo su reino, aunque es grande, y todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el mayor hasta el menor» (vv. 16–20).

«Agradó esta palabra al rey y a los príncipes, e hizo el rey conforme al consejo de Memucán, pues envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia conforme a su escritura, y a cada pueblo conforme a su lenguaje, diciendo que todo hombre afirmara su autoridad en su casa; y que se publicara esto en la lengua de su pueblo» (vv. 21-22).

Capítulo 2: La búsqueda de una sustituta para Vasti

Cuando la ira del rey se calmó —quizás una vez que volvió en sí—, recordó «lo que Vasti había hecho y lo que se había decretado contra ella» (Ester 2:1). Sus consejeros estaban de nuevo listos para intervenir: «Busquen para el rey jóvenes vírgenes de buen parecer; y ponga el rey personas en todas las provincias de su reino, que lleven a todas las jóvenes vírgenes de buen parecer a Susa, residencia real, a la casa de las mujeres, al cuidado de Hegai, eunuco del rey, guarda de las mujeres, y que se les den sus atavíos; y la doncella que agrade a los ojos del rey reine en lugar de Vasti» (vv. 2–4). Este consejo agradó al rey, y lo hizo así.

En este punto de la narrativa se introducen Ester y su padre adoptivo. Mardoqueo, de la tribu de Benjamín y de la familia de Saúl (Quis), había adoptado a Ester (hija de su tío) porque sus padres habían muerto. Mientras tanto, los funcionarios del rey llevaron a cabo rápidamente el decreto real: «Sucedió, pues, que cuando se divulgó el mandamiento y decreto del rey, y eran reunidas muchas doncellas en Susa, residencia real, a cargo de Hegai, Ester también fue llevada a la casa del rey, al cuidado de Hegai, guarda de las mujeres» (v. 8).

La expresión «Ester fue llevada» indica que su situación no fue voluntaria, lo que explica la conducta de Mardoqueo: «Y cada día se paseaba delante del patio de la casa de las mujeres, para saber cómo le iba a Ester y qué se hacía con ella» (v. 11). También le había ordenado no revelar su identidad judía: «Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había mandado que no lo declarase» (v. 10), lo cual sugiere que la actitud persa hacia los judíos no era del todo favorable.

Ya en el palacio del rey, Ester halló gracia ante el guarda de las mujeres, Hegai, quien le dio cuidados especiales de belleza y siete doncellas. Después de un año de preparación, llegó el momento de ser presentada al rey. «Y obtenía Ester gracia ante los ojos de todos los que la veían» (v. 15), incluido el propio rey: «Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás vírgenes; y puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti» (v. 17).

Entonces el rey organizó otro banquete, esta vez en honor a Ester: «Hizo luego el rey un gran banquete a todos sus príncipes y siervos, el banquete de Ester; y concedió alivio a las provincias e hizo y dio regalos conforme a la generosidad real» (v. 18).

En este contexto, ocurre una situación amenazante que resultará decisiva tanto para Mardoqueo como para Ester: «En aquellos días, estando Mardoqueo sentado a la puerta del rey, se enojaron Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, de la guardia de la puerta, y procuraban atentar contra el rey Asuero. Cuando Mardoqueo entendió esto, lo denunció a la reina Ester, y Ester lo dijo al rey en nombre de Mardoqueo. Se hizo investigación del asunto, y fue hallado cierto; por tanto, los dos eunucos fueron colgados en una horca; y fue escrito el caso en el libro de las crónicas del rey» (vv. 21–23).

El hecho de que Mardoqueo «estuviera sentado a la puerta del rey» indica que ocupaba un cargo importante, pues las puertas del rey en esa época eran centros de comercio y procedimientos legales. El hecho de que Mardoqueo salvara la vida del rey fue registrado literalmente en «el libro de las crónicas», lo cual, como se verá más adelante, tendrá gran importancia.

Capítulo 3: Se emite el edicto de genocidio

El narrador menciona ahora el ascenso de Amán al poder: «Después de estas cosas, el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata, agagueo, y lo honró, y puso su trono sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey. Pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba» (Ester 3:1-2).

El ascenso de Amán en la corte persa fue motivo de orgullo para él, pero quedó empañado por el hecho de que Mardoqueo se negó a inclinarse. Algunos siervos del rey instaron a Mardoqueo a obedecer la orden real, pero él explicó que era judío, siendo esta la primera mención explícita de su etnia en la narrativa.

Cuando Amán se enteró de esto, su odio no tuvo límites, y decidió «destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, al pueblo de Mardoqueo» (v. 6). Para convencer al monarca, presentó a los judíos como una amenaza para la seguridad del reino: «Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo el pueblo, y no guardan las leyes del rey; y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir» (v. 8).

Además, Amán ofreció una solución rápida: «Si place al rey, decrete que se dé orden para que sean destruidos, y yo pesaré diez mil talentos de plata [unas 340 toneladas] en manos de los que manejan la hacienda del rey, para que sean traídos a los tesoros del rey» (v. 9).

Semejante cantidad de plata refleja la intensidad del odio de Amán. El rey aprobó oficialmente su plan, entregándole su anillo: «Entonces el rey se quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán hijo de Hamedata agagueo, enemigo de los judíos» (v. 10). Esta repetición de la genealogía de Amán refuerza su papel como antagonista principal. El rey Asuero le dijo: «La plata que ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que bien te pareciere» (v. 11).

El día en que se emitió el decreto genocida (v. 12) es significativo, ya que fue justo la víspera de la Pascua (Éxodo 12:6; Levítico 23:5), la festividad que celebra la liberación del pueblo judío de la opresión egipcia. Tal vez Amán conocía esta fecha y quiso revertir aquella victoria ancestral.

Sin embargo, su cálculo resultará ser un grave error, ya que se avecina una reversión dramática en la que una nueva liberación providencial se vinculará, precisamente, con la Pascua. Como se verá en el capítulo 9, el día de la amenaza de exterminio se convertirá en día de victoria.

El lenguaje del decreto contra los judíos (v. 13) recuerda al del primer edicto contra Vasti. Aunque ese primer decreto pudo haber sido difícil de aplicar en todo el imperio, este segundo edicto es aterrador para cualquier lector, especialmente en tiempos posteriores al Holocausto, ya que ordena un genocidio total. El texto dice: «Y fueron enviadas cartas por medio de correos a todas las provincias del rey, con la orden de destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, el trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y de apoderarse de sus bienes. La copia del escrito que se dio por mandamiento en cada provincia fue publicada a todos los pueblos, a fin de que estuviesen preparados para aquel día» (vv. 13-14).

El rey Asuero aceptó completamente la propuesta de su primer ministro de destruir a todos los judíos del imperio, sin mostrar compasión. Ni siquiera parece haber preguntado quiénes eran esos condenados, lo cual no deja bien parado al rey. Tampoco la figura de Amán mejora en este episodio, pues el decreto fue redactado «según todo lo que mandó Amán, a los sátrapas del rey, a los capitanes que estaban sobre cada provincia, y a los príncipes de cada pueblo, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua» (v. 12).

El versículo 15 transmite una escena de acción rápida e intensa: «Los correos, pues, salieron prontamente por mandato del rey, y el edicto fue proclamado en Susa, capital del reino. Y el rey y Amán se sentaron a beber, pero la ciudad de Susa estaba perpleja» (v. 15).

Mientras el rey y Amán bebían con tranquilidad, fuera del palacio la ciudad entera estaba sumida en la confusión. Esta frialdad recuerda a los hermanos de José, que se sentaron a comer justo después de lanzarlo a una cisterna, sin esperar que saliera con vida (Génesis 37:25).

No todos los oficiales provinciales, sátrapas ni autoridades imperiales eran necesariamente enemigos de los judíos. Es más probable que el odio viniera de ciertos sectores específicos de la administración imperial (cf. Ester 9:1-4). El narrador no presenta al pueblo persa como antijudío en general, ni a los judíos como una amenaza real, como afirmaba Amán. Sin embargo, los comentarios anteriores de Mardoqueo sugieren que sí había odio y animosidad en algunos ciudadanos, incluido Amán.

Capítulo 4: Intercesión ante el rey

Este capítulo cambia el enfoque, alejándose de las acciones letales en la corte para centrarse en la reacción desesperada de Mardoqueo, quien «rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con voz grande y amarga» (Ester 4:1). Los judíos en todo el imperio hicieron lo mismo: «Y en cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba, tenían los judíos gran luto, ayuno, lloro y lamentación: cilicio y ceniza era la cama de muchos» (v. 3).

Mardoqueo, en el mismo centro del complot mortal, supo lo que sucedía y reaccionó ante la amenaza. Al parecer, la reina Ester no estaba al tanto del edicto. Según la ley, no podía presentarse ante el rey sin ser llamada, y por eso no sabía lo que había pasado. Pero sus doncellas y eunucos le informaron lo que Mardoqueo estaba haciendo (v. 4-5). Ester envió a Hatac, un eunuco del rey, con ropas para que Mardoqueo se quitara el cilicio, y también para averiguar la causa de su comportamiento. «Entonces Mardoqueo le contó todo lo que le había acontecido, y la plata que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey, a cambio de la destrucción de los judíos» (v. 7).

Además, Mardoqueo le dio a Hatac una copia del decreto escrito que ordenaba el exterminio de los judíos, para que lo mostrara a Ester y ella «entrara a suplicar al rey y a interceder delante de él por su pueblo» (v. 8).

Ester respondió describiendo la gravedad de lo que se le pedía: «Todos los siervos del rey y el pueblo de las provincias del rey saben que cualquier hombre o mujer que entre en el patio interior para entrar al rey, sin ser llamado, una sola ley hay respecto a él: ha de morir; salvo aquel a quien el rey extienda el cetro de oro, el cual vivirá. Y yo no he sido llamada para ver al rey estos treinta días» (v. 11).

El padre adoptivo de Ester le respondió con firmeza, describiendo el peligro que enfrentaban los judíos: «No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrán de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?» (vv. 13-14).

La respuesta de Mardoqueo revela su fe en Dios: la liberación vendrá —no tal vez ni posiblemente, sino con certeza. Su expresión «¿quién sabe?» también denota la esperanza de que Dios actúe, como lo había hecho en el pasado (por ejemplo, en el Éxodo, 2 Samuel 12:22; Joel 2:12-17).

La mención de «algún otro lugar» de donde vendrá la liberación sugiere que Mardoqueo veía el ascenso de Ester al trono como parte del plan providencial de salvación para el pueblo judío.

La respuesta de Ester demuestra su carácter valiente: «Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca» (v. 16).

Ester no confía en su belleza ni encanto —los mismos que inicialmente atrajeron al rey— sino que se resigna a la posibilidad de morir, ya sea por el decreto de Amán o por acercarse al rey sin ser llamada.

Ahora, Ester se convierte en la figura clave ante la emergencia que amenaza a su pueblo. Sabía perfectamente que la reina anterior había sido depuesta por no presentarse ante el rey cuando fue convocada. Sin embargo, Ester decide arriesgarse y presentarse sin haber sido llamada.

Es significativo el contraste: tras promulgar el decreto de muerte, el rey se sienta a beber, mientras que Ester ayuna. Amán cree tener el control del destino de los judíos, mientras que Ester está dispuesta a arriesgar su vida por su pueblo.

El capítulo 4 comienza con el lamento de Mardoqueo (vv. 1-2) y termina con la resolución de Ester de arriesgar su vida (v. 16). Anteriormente, Ester había seguido los consejos de Mardoqueo (2:10, 20). Ahora, es él quien sigue sus instrucciones: «Entonces Mardoqueo fue, e hizo conforme a todo lo que le había mandado Ester» (v. 17).

Ester se enfrenta ahora al peligro de tener que conquistar el favor de un rey a veces voluble.

Capítulo 5: Ester se presenta ante el rey

Este capítulo comienza destacando la magnitud de la situación que enfrenta Ester, repitiendo varias veces el término “rey” y mencionando “el tercer día”: «Aconteció que al tercer día se vistió Ester su vestido real, y entró en el patio interior de la casa del rey, en frente del aposento del rey. Estaba el rey sentado en su trono, en el aposento real, frente a la puerta del aposento» (Ester 5:1).

El momento de esta acción es significativo: (1) ocurre «al tercer día», una expresión frecuentemente asociada a momentos decisivos en la historia bíblica; (2) esta intercesión ocurre poco después del decreto genocida, emitido el día trece del primer mes (Ester 3:12), lo cual implica que Ester se presentó durante la Pascua (Levítico 23:5-6), una fecha muy significativa para los judíos. Además, puede compararse Ester 5:2 con Éxodo 12:36, donde se dice que Dios hizo que los egipcios favorecieran a los israelitas. En este caso, ese favor se produce en el contexto persa.

Es notable que Ester se acerque al rey con su vestido real, lo cual destacaba su estatus. Con razón temía la posible reacción del rey ante una aparición no solicitada, ya que esta podía ser letal (4:11). Sin embargo, obtuvo su favor: «Cuando el rey vio a la reina Ester que estaba en el patio, ella halló gracia ante sus ojos, y el rey extendió a Ester el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces vino Ester y tocó la punta del cetro» (5:2). Tal como antes había hallado favor en el proceso para escoger una nueva reina (2:17), y también ante Hegai, el guarda del harén (2:9), ahora el favor del rey vuelve a estar de su lado.

Podría parecer que al acercarse sin ser llamada, Ester estaba desobedeciendo el protocolo (4:11) y repitiendo la desobediencia de Vasti (1:12), confirmando así las acusaciones de Amán de que los judíos eran insubordinados (3:8). No obstante, la forma en que se describe su entrada y el lugar donde se detiene (5:1-2) deja claro que Ester se mantuvo humilde, esperando a que el rey la invitara a acercarse.

Al ser aceptada, Ester organiza el desarrollo de los acontecimientos siguientes invitando al rey y a Amán a un banquete que prepararía ese mismo día.

Más adelante, durante la comida, el rey repite su pregunta sobre lo que desea Ester. Ella responde con otra invitación para el día siguiente: otro banquete con el rey y Amán (5:7). Esta dilación no debe interpretarse como pérdida de valor por parte de Ester, sino como una estrategia calculada para crear tensión. Ester le dijo: «Iré mañana al banquete que he preparado para ellos, y haré conforme a lo que el rey ha mandado» (v. 8). Al no acusar a Amán de inmediato, sus dos invitaciones aumentan la intriga. Tal vez esperaba que Amán cambiara de actitud. Al parecer honrarlo con dos banquetes, Ester ocultaba sus verdaderas intenciones, lo cual llenó de júbilo a Amán.

Sin embargo, de camino a casa, esa alegría se ve abruptamente interrumpida: «Salió Amán aquel día contento y alegre de corazón; pero cuando vio a Mardoqueo a la puerta del rey, que no se levantaba ni se movía de su lugar, se llenó de ira contra Mardoqueo. Pero se contuvo Amán y se fue a su casa, y mandó llamar a sus amigos y a Zeres su mujer» (vv. 9-10).

Amán les relató su grandeza, el número de sus hijos, su riqueza, y cómo el rey lo había promovido por encima de todos los príncipes y siervos. «Y añadió Amán: También la reina Ester a ninguno hizo venir con el rey al banquete que ella preparó, sino a mí; y también para mañana estoy convidado por ella con el rey» (v. 12).

Toda la alegría de Amán se desvanece por culpa de una sola persona. No puede disfrutar de su éxito mientras Mardoqueo no se incline ante él. En solo dos versículos (11-12), el narrador muestra la turbulencia emocional de Amán.

Su alegría y orgullo por haber sido invitado al segundo banquete serán efímeros. El término “alegría” ya había sido usado anteriormente cuando el rey, ebrio, ordenó traer a Vasti (1:10-11). La repetición de esta palabra en ambos contextos sugiere que Amán comparte rasgos con el rey: ambos son volubles y su júbilo pronto se transformará en desdicha.

Hay también ironía en la jactancia de Amán sobre sus éxitos, estatus elevado y «la multitud de sus hijos» (5:11). Tras desahogarse, su esposa Zeres le aconseja qué hacer. Esto es irónico si se tiene en cuenta que, anteriormente, uno de los sabios del rey había declarado solemnemente que cada hombre debía ser «el señor en su casa» (1:22).

Aunque el conflicto visible es entre Mardoqueo y Amán, serán dos mujeres, Ester y Zeres, quienes determinen lo que pasará. El narrador no explica aún por qué Ester pidió un segundo banquete. Pero el lector pronto descubrirá que Dios lo utilizó —junto con una situación relacionada con el servicio fiel de Mardoqueo— para que el rey se enterara de lo que verdaderamente estaba en juego.

Capítulo 6: Punto de giro narrativo

El capítulo 4 ya había marcado un cambio en la narrativa de Ester, pero el capítulo 6 representa el punto de inflexión de toda la historia. Contiene una serie de coincidencias que podrían llevar al lector atento a preguntarse: ¿Qué está pasando? ¿Quién está detrás de todo esto?

El capítulo comienza con el insomnio misterioso del rey (6:1). En otras partes de la Biblia, cuando los reyes babilónicos no podían dormir, se avecinaba una sorpresa de parte de Dios (Daniel 2:1; 6:18). El insomnio de Asuero es otro de los elementos providenciales del libro de Ester que contribuyen a su teología:

● El hecho de que Asuero no pudiera dormir una noche no tendría importancia, si no fuera porque justo entonces ordena que se le lean los registros, y se abre justo en la parte que menciona el acto heroico de Mardoqueo al salvar la vida del rey.

● Que el rey pidiera consejo sobre cómo recompensar a su siervo fiel (6:3) podría parecer trivial, si no fuera porque Amán —en otra coincidencia estratégica— entra al palacio en ese preciso momento (v. 4). Este giro sorprendente da paso a la escena culminante de los versículos 10 y 11, que constituyen el punto de giro dramático de toda la narrativa.

Cuando el rey se entera de que Mardoqueo no había sido recompensado por su lealtad, pregunta: «¿Qué honra o qué distinción se ha hecho a Mardoqueo por esto?» (v. 3). Al consultar a Amán, omite el nombre de Mardoqueo e incluso cualquier referencia a un ascenso, preguntando simplemente: «¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey?» (v. 6). Si hubiera mencionado una promoción, podría haberse descartado que se refería a Amán, pues ya había sido ascendido por encima de todos los oficiales (3:1; 5:11). Sin embargo, Amán no puede imaginar que el rey quisiera honrar a otro más que a él mismo.

Así, Amán hace una sugerencia extravagante sin saber que está recomendando honores para el hombre que más odia. Otra ironía del momento: Amán había llegado temprano al palacio para pedir la ejecución de Mardoqueo (v. 4), y termina teniendo que homenajearlo públicamente (v. 11).

La estructura de la respuesta de Amán (v. 7) recuerda la respuesta de Ester en 5:7. Esta similitud sugiere un contraste entre la modestia de Ester y la arrogancia ostentosa de Amán. Ester había dicho: «Si he hallado gracia ante los ojos del rey, y si al rey le place…» (5:8), mientras que Amán propone con vanidad: «Traigan un vestido real…» (6:8).

Las vestiduras reales que Amán propone tienen paralelos bíblicos, como la investidura de José por parte del faraón (Génesis 41:37-43), y la honra dada a Daniel en Babilonia. No obstante, el contraste entre estas historias es significativo:

1. José fue recompensado por idear un plan que salvaría al reino de siete años de escasez. El faraón quedó convencido y lo nombró su segundo. Amán no ha hecho nada para merecer recompensa, pero está centrado únicamente en librarse de Mardoqueo —justamente el hombre que salvó al rey.

José fue promovido por su sabiduría y servicio a la nación; Amán propone una procesión en su honor, pero termina proclamando las virtudes de su enemigo ante toda la ciudad.

Faraón personalmente vistió a José con insignias de poder y lo hizo subir al carro de su segundo en el reino (Génesis 41:43). En cambio, Amán especifica que Mardoqueo sea montado en «un caballo en el que el rey haya cabalgado» (Ester 6:8).

2. Daniel rechazó los honores y atribuyó todo al Dios verdadero. Nabucodonosor lo honró, y más tarde, Belsasar ordenó que se le vistiera de púrpura y se le pusiera una cadena de oro, haciéndolo tercer gobernante del reino (Daniel 5:29).

Sin embargo, el resultado para Amán es humillante. Buscando honores, termina humillado (6:10–11). Mardoqueo, en cambio, reflejará el papel de José como segundo del reino y será vestido con atuendo majestuoso (Ester 8:15; 10:3; Génesis 41:45).

Después de la procesión, Amán regresa a casa «cabizbajo y apesadumbrado» (Ester 6:12). Este es el primer giro en la historia que invierte el decreto genocida que él mismo había impulsado. La situación se vuelve más grave aún cuando Zeres, su esposa, y sus amigos le dicen: «Si Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer, es de la descendencia de los judíos, no lo vencerás; sino que caerás por cierto delante de él» (v. 13).

El texto no explica cómo su esposa y sus consejeros supieron que Mardoqueo era judío, ni cómo llegaron a esa conclusión. Tal vez conocían la historia de Daniel, librado del foso de los leones. Pero su interpretación fue correcta: entendieron que algo decisivo se avecinaba.

Mientras su esposa aún hablaba, llegaron los eunucos del rey para llevar a Amán al segundo banquete de Ester (v. 14), recordándonos nuevamente que los momentos más importantes de esta historia ocurren durante banquetes.

En el primer banquete, Zeres y sus amigos le habían aconsejado construir una horca para colgar a Mardoqueo y luego ir «contento» al banquete de Ester (5:14). Ahora, al ir al segundo banquete, Amán comienza en realidad su camino hacia la destrucción. Tal vez incluso la palabra “descendencia” tenga aquí un doble sentido, recordando que fue a la “descendencia” de Abraham que Dios prometió bendecir a todas las naciones (Génesis 12:3; 13:14-16).

Capítulo 7: El banquete decisivo

Al igual que en el primer banquete, el rey va directo al grano y pregunta por tercera vez: «¿Cuál es tu petición, reina Ester, y te será concedida? ¿Cuál es tu demanda? ¡Aunque sea la mitad del reino, te será otorgada!» (Ester 7:2). Hay algunas variaciones en la forma de las tres preguntas del rey a Ester:

● La primera (5:3), cuando Ester se acercó al trono sin haber sido llamada, es la más breve. El título «reina Ester» aparece tanto aquí como en esta tercera ocasión (pero no en el versículo 6), lo cual podría reflejar el favor del rey en estas situaciones cargadas de tensión.

● Obsérvese también el género del verbo en «te será concedida». En las dos primeras ocasiones (5:3, 6), es masculino, pero en esta tercera y decisiva (7:2), es femenino. Esto podría indicar que, esta vez, la reina Ester no pedirá simplemente otro banquete, sino algo mucho más importante. El verbo en forma femenina anticipa la predicación femenina de su respuesta, especialmente con la palabra clave «mi vida» (v. 3), un sustantivo femenino. Esta vez, Ester no pide una comida (sustantivo masculino), sino su propia supervivencia.

La tercera súplica de Ester es magistral. En lugar de dirigirse al rey en tercera persona, como era lo habitual, se dirige a él de forma directa y personal: «Si he hallado gracia ante tus ojos, oh rey…» (v. 3), ya que ahora va a suplicar por su propia vida.

El orden de las palabras «yo y mi pueblo» (v. 4) también apela al afecto del rey por ella. Asimismo, toca su orgullo: el rey es demasiado importante como para preocuparse por la mera venta de un pueblo inocente como esclavos. Es su destrucción, matanza y exterminio lo que ha motivado esta petición. El deshonor que implicaría aceptar dinero a cambio de la vida de su reina y su pueblo sería indigno de él. Pero como el honor de Ester ha sido confiado en sus manos, el rey debe preservarlo. Como alguien ha dicho: «Sería algo vergonzoso para él si ella fuera vendida como esclava».

Las palabras que escoge Ester en 7:4 están tomadas del edicto genocida original del rey: exterminar, matar y eliminar (3:13). Y ella inteligentemente señala que ella y su pueblo han sido vendidos para destrucción en perjuicio del rey. Ester aquí valientemente vincula el destino de su pueblo con el suyo propio.

El rey reacciona de inmediato: «¿Quién es ese y dónde está el que ha ensoberbecido su corazón para hacer esto?» (v. 5). Esta pregunta sugiere que las palabras de Ester le hacen pensar que se trata de un individuo. Resulta ser, por supuesto, «este malvado Amán» (v. 6), que ya había sido descrito como «el enemigo de los judíos» (3:10; 8:1; 9:10). La súplica de Ester indica que como reina no habría denunciado a un ministro tan poderoso ‘simplemente’ por intentar venderlos a ella y a su pueblo como esclavos. ¡No! Se trata de un intento de exterminio total y en perjuicio del rey.

La formulación inusual de la pregunta del rey revela el grado de su sorpresa. Si asumimos que 7:4 es la primera vez que Ester revela su identidad judía, es comprensible que el rey se quede sin palabras. Sin embargo, la súplica de Ester tampoco nombra explícitamente a su pueblo —como tampoco lo había hecho Amán al proponer el genocidio en 3:8.

La acusación de Ester hace que Amán se turbara «delante del rey y de la reina» (v. 6), pues ahora ambos están en su contra. Ya no es solo el enemigo de los judíos, sino el enemigo de ambos. El conflicto ya no es entre el gobierno persa y los judíos, sino entre el rey persa y su reina judía contra Amán.

El rey sale furioso. Su «ira» (v. 7) ya había sido mencionada antes, en conexión con la desobediencia de Vasti (1:12; 2:1). Amán también había sido descrito como lleno de «ira» —en ambas ocasiones por causa de Mardoqueo (3:5; 5:9). Cuando Ester revela el nombre del enemigo de su pueblo, Amán se convierte en el blanco de esta tercera explosión de furia real. Al regresar el rey, encuentra a Amán caído sobre el lecho donde estaba Ester (v. 8), lo que interpreta como un intento de agresión sexual.

Algunos se preguntan por qué Ester no muestra piedad ante las súplicas desesperadas de Amán (7:7). Pero la verdad es que en ese momento Amán aún no había caído por completo; había perdido una batalla clave, pero aún podría contraatacar. Mientras un enemigo tan poderoso y astuto como Amán siguiera con vida, representaría una amenaza. Decir que Ester fue cruel o insensible es malinterpretar la situación. Tal vez su corazón deseaba perdonar, pero la prudencia la contuvo.

Además, dado el linaje amalequita de Amán (según el registro bíblico), un arrepentimiento verdadero parecía improbable. Ester habría sido irresponsable si no hubiese actuado como lo hizo.

Por su parte, Amán quizás pensaba que aún había esperanza, dado que lo único que había hecho era planear un genocidio. Pero esta expectativa se desvanece cuando el rey, al regresar, cree haber presenciado algo incluso peor: una agresión contra la reina. Al interpretar así los hechos, el destino de Amán queda sellado: «¿Querrás también violar a la reina en mi propia casa?» (v. 8). Apenas pronunció el rey esta palabra, «cubrieron el rostro de Amán».

El acto de caer de Amán sella su destino. Esta palabra está cargada de simbolismo en la narrativa:

● La negativa de Mardoqueo a postrarse ante el nuevo primer ministro provocó el plan antijudío de Amán (3:1-6), y ahora Amán cae postrado ante una judía;

● El primer paso de su plan para destruir a Mardoqueo y a los judíos fue echar suertes (v. 7);

● Cuando Amán fue obligado a proclamar a Mardoqueo como «el hombre a quien el rey desea honrar» (6:11), sus consejeros y su esposa le dijeron: «Si Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer, es de la descendencia de los judíos, no lo vencerás, sino que caerás por cierto delante de él» (6:13).

Ahora, en un estallido aún mayor de ira, el rey escucha a uno de sus eunucos, Harbona, quien le informa que hay una horca preparada por Amán para Mardoqueo, el mismo que salvó al rey. La ironía es evidente, y el rey ordena: «¡Colgadlo en ella!» (7:9).

Una vez más, el rey escucha el consejo de sus cortesanos, como lo hizo con Vasti. Ahora ejecuta a su primer ministro, a pesar de que los planes de Amán implicaban al propio rey.

Tras la ejecución de Amán, la ira del rey se calma nuevamente (v. 10), como ya había sucedido tras emitir el decreto contra Vasti. Esta escena da lugar a las grandes inversiones del capítulo siguiente, en el que Mardoqueo sucede a Amán, como Ester había sucedido a Vasti (8:15-17). El rey que depuso a su primera esposa por desobedecerlo, ahora cede repetidamente ante su nueva esposa, ofreciéndole hasta la mitad del reino (5:6; 7:2; 9:12).

Capítulo 8: Reversiones continuas

El capítulo 8 continúa con las grandes reversiones que se han venido desarrollando y que continuarán en el capítulo 9.

Versículos 1–8: «Aquel mismo día…» Las acciones dramáticas narradas en los capítulos 6 y 7 culminan en este mismo día: el rey entrega a Ester la casa de Amán, conforme a la práctica persa de confiscar los bienes de un criminal condenado. También revierte la oferta de plata que Amán había hecho al rey para destruir a los judíos. Ahora, el rey toma la riqueza de Amán y se la entrega a la salvadora del pueblo judío.

«Aquel mismo día» también revierte dramáticamente el plan original de Amán de matar y despojar a los judíos «en un mismo día» (3:13). Los decretos de los reyes persas no podían revocarse, por lo que la fecha de la matanza debía mantenerse. Sin embargo, el segundo decreto permitió a los judíos defenderse.

El traspaso del anillo real de Amán a Mardoqueo (8:2) revierte el gesto anterior del rey en 3:10, con el que había aprobado el plan de Amán para exterminar a los judíos. No obstante, el peligro persiste: «Volvió Ester a hablar delante del rey; se echó a sus pies, llorando y rogándole que hiciera nula la maldad de Amán agagueo, y su designio que había tramado contra los judíos» (8:3).

La redacción similar de Ester 8:4 sugiere que Ester volvió a arriesgar su vida al presentarse ante el rey. Era necesario, porque las reversiones de los versículos 1 y 2 no habían detenido aún el peligro mortal. Cayó nuevamente a sus pies, rogando que «se revocaran las cartas que ideó Amán… para destruir a los judíos» (v. 5), así como él había «quitado el anillo de Amán y lo había entregado a Mardoqueo» (8:2).

El rey ya le había concedido a Ester cosas que ella no había pedido: la casa de Amán y el ascenso de Mardoqueo. Pero no había respondido a lo que más anhelaba: la salvación de su pueblo de la sentencia de muerte (7:3, 4). El rey no había mostrado aún sensibilidad alguna ante esa situación mortal. Se ocupó de los bienes de Amán, mientras que las cuestiones de vida o muerte seguían pendientes. La vida de Ester y la de su pueblo seguían en peligro por el decreto de Amán.

Ester ruega al rey que anule el edicto que Amán escribió (8:5). La redacción de este versículo es muy parecida a la de 7:3, salvo que ahora Ester pide únicamente por su pueblo y no por sí misma. El versículo 5a presenta un ritmo marcado y paralelismos que entrelazan el interés del rey con el afecto del rey por Ester:

A «Si place al rey

B y he hallado gracia delante de él,

A’ y si al rey le parece bien el asunto,

B’ y si soy agradable delante de sus ojos…» (8:5, paráfrasis adaptada de RVR1995).

Esta vez, Ester omite toda referencia al papel del rey en la emisión del edicto genocida. Solo menciona «las cartas que ideó Amán… y que él escribió» (v. 5).

Lo que respalda su súplica es el sufrimiento que causaría la destrucción de su pueblo. Para el rey, los judíos quizá no significaban nada, aunque uno de ellos, Mardoqueo, le había salvado la vida. Pero para Ester, su pueblo lo es todo. Y si su destrucción le causaría angustia, ¿no podría el rey evitarlo?

El rey, en tono oficial (v. 7), repasa lo que ya ha hecho —pero solo menciona sus acciones con respecto a Amán, y, como Ester, omite toda referencia a su propia responsabilidad en el plan genocida.

Sin embargo, el rey le aclara a Ester que ni siquiera él puede revocar el primer decreto (v. 5). Puede ofrecerle hasta la mitad del reino (5:3, 6; 7:2), pero no revocar su propio edicto, debido a las leyes inmutables del gobierno persa. Lo que sí puede hacer es autorizar un nuevo decreto. Dice a Ester: «Escribid, pues, vosotros a de los judíos como bien os parezca…» (8:8).

Versículos 9–12: Estos versículos son una reversión directa de 3:12–15, el edicto genocida que Amán había emitido con la autoridad del rey. «Entonces fueron llamados los escribanos del rey… en el mes tercero, que es el mes de Siván, a los veintitrés días del mismo; y se escribió conforme a todo lo que mandó Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los capitanes y a los príncipes de las provincias que había desde la India hasta Etiopía, ciento veintisiete provincias, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo conforme a su lengua, y a los judíos también conforme a su escritura y lengua» (8:9).

El nuevo decreto usa terminología similar a la de 3:12-15, pero invierte la redacción, permitiendo la reversión total del plan de Amán. La repetición de la frase «a los judíos» enfatiza la nueva protección concedida a los judíos persas. Mardoqueo, ahora líder de los judíos (10:3), puede dirigirse directamente a su pueblo en su propio idioma.

El edicto original de Amán no mencionaba «caballos veloces procedentes de las caballerizas reales» (8:10). Como este segundo decreto debía circular con mayor urgencia que el primero, se requerían caballos especiales para distribuir el mensaje de salvación. La frase «el derecho de reunirse» (v. 11, NVI) otorga a los judíos permiso para organizar unidades de autodefensa y destruir a quienes intentaran atacarlos.

La frase que menciona matar a mujeres y niños, aunque puede resultar perturbadora para algunos lectores, simplemente replica el lenguaje del edicto original de Amán. También se permite a los judíos tomar botín (v. 11), en paralelo al primer decreto (3:13). No obstante, en el día señalado, los judíos se abstendrán de hacerlo (9:6–10, 15, 16).

Mardoqueo, ahora, ya no viste de cilicio y ceniza (4:1), sino con ropas de honor: «Salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real de azul y blanco, una gran corona de oro, y un manto de lino y púrpura; y la ciudad de Susa se alegró y regocijó» (8:15).

El lenguaje sugiere que los persas en Susa estaban afligidos ante la idea del exterminio de los judíos, que vivían pacíficamente entre ellos. «En cada provincia y en cada ciudad donde llegaba el mandamiento del rey, había alegría y gozo para los judíos, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos se había apoderado de ellos» (8:17).

Capítulo 9: Victoria y Purim

Este capítulo puede dividirse en dos grandes secciones: (1) los versículos 1 al 19 relatan la victoria de los judíos en el Imperio persa sobre sus enemigos mortales; (2) los versículos 20 al 32 describen cómo estas circunstancias milagrosas dieron origen a una práctica judía continua y normativa: la fiesta de Purim.

La afirmación que anuncia el gran motivo de la inversión abre el capítulo: «En el mes duodécimo, que es el mes de Adar, a los trece días del mismo, cuando debía llevarse a cabo la orden del rey y su decreto, el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban enseñorearse de ellos, sucedió lo contrario, pues los judíos se enseñorearon de los que los odiaban» (Ester 9:1).

Este giro de los acontecimientos se produjo porque los judíos que iban a ser exterminados ahora podían defenderse de sus enemigos. Que tales enemigos existían, al menos en algunos sectores, ya se había insinuado anteriormente en las instrucciones de Mardoqueo a Ester para que ocultara su origen étnico (2:10, 20).

Cabe destacar que los judíos no actuaron según la autorización real de «matar, exterminar y aniquilar a toda fuerza armada del pueblo o provincia que viniera contra ellos, sus niños y mujeres, y a apoderarse de sus bienes» (8:11). Aquí se usa un verbo diferente que a veces se traduce como «dominar» o «prevalecer», dentro de parámetros de poder y autoridad. Esto indica que un aspecto importante de las batallas de los días 13 y 14 de Adar no fue el exterminio, sino la inversión del decreto mortal de Amán. Incluso aunque no dice nada de las familias recoge solo a los varones y especifica cuidadosamente en cada caso que «no tocaron sus bienes» (vv. 10, 15, 16).

Los persas asesinos no incluían a toda la población, sino a aquellos que esperaban enseñorearse de los judíos en la fecha designada para el genocidio (9:1). André LaCocque sugirió una comparación con la que parecía una situación sin esperanza: «La victoria judía en Susa es equivalente a una insurrección exitosa en el gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial, con el resultado de 75.000 soldados de las SS aniquilados»【6】.

Los judíos entendieron el nuevo edicto del rey no solo como autorización para resistir a sus enemigos, sino también para actuar de forma preventiva. Aquí, en el capítulo 9, «los judíos se reunieron en sus ciudades por todas las provincias del rey Asuero para descargar su mano sobre los que procuraban su mal. Nadie pudo resistirlos, porque el temor de ellos se había apoderado de todos los pueblos» (Ester 9:2).

La redacción de 9:2 guarda similitudes con 2:21 («quisieron echarle mano»). La descripción del ascenso de Mardoqueo en Persia es muy cercana a la de Moisés en Éxodo 11:3, que resalta su prestigio durante la última plaga en Egipto. Ester 9:4 consta de tres breves cláusulas: comienza y termina con la misma palabra (traducida como «grande» o «poderoso» por la NVI), lo que conecta las primeras y terceras cláusulas; ambas comienzan con la palabra porque, evocando así la comparación entre el ascenso de Mardoqueo y el de Amán, quien fue «engrandecido» en 3:1.

Por último, el término varón aplicado a Mardoqueo en este momento recuerda su presentación en 2:5, donde se le describe como «un varón judío». Esto resalta el contraste entre su condición inicial de exiliado y su posterior ascenso al poder.

Mardoqueo antes había salvado la vida del rey y el rey ahora salva la vida del pueblo de Mardoqueo. La acusación anterior de Amán contra los judíos sobre sus leyes diferentes pretendía demostrar su deslealtad al rey y a las leyes persas: «Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos de todas las provincias de tu reino que tienen leyes diferentes de las de todos los pueblos, y no guardan las leyes del rey; y al rey nada le beneficia el tolerarlos» (Ester 3:8).

Ahora se demuestra que Amán estaba equivocado.

La lista de los nombres de los diez hijos de Amán en Ester 9:7-9 es una más de las listas similares que aparecen antes en el libro: los nombres de los consejeros del rey y los eunucos asistentes (1:10, 14). Todas estas listas indican la intención del narrador de registrar historia real, como también ocurre en libros bíblicos como Esdras y Nehemías.

La reacción de Asuero ante la masacre fuera del recinto amurallado revela una vez más su insensibilidad:

«Dijo el rey a la reina Ester: —En Susa, capital del reino, los judíos han matado y exterminado a quinientos hombres, y a los diez hijos de Amán. ¿Qué habrán hecho en el resto de las provincias del rey? ¿Cuál es, pues, tu petición? Te será concedida. ¿Qué más deseas? Se cumplirá» (Ester 9:12).

El rey «parece impresionado, quizás divertido, por el número de muertos más que por la liberación de los judíos»【7】. Su tercera pregunta a Ester repite la esencia de 5:3, 6 y 7:2.

La mención de «los días» y «el mes» en el versículo 22 remite al sorteo que Amán había hecho originalmente sobre «el día y el mes» (3:7). La conversión del duelo en alegría, y del lamento en día festivo, es un eco de las profecías de salvación (Isaías 61:3; Jeremías 31:13). Lo que los judíos están llamados a celebrar no es la victoria en sí; si fuera así, Purim se celebraría el 13 y el 14. Más bien, celebran «el día en que los judíos tuvieron paz de sus enemigos» (Ester 9:22, RVR1995). El verbo que designa este «descanso» recuerda las palabras de Amán al rey tras echar suertes para fijar la fecha de la aniquilación de los judíos: «al rey nada le beneficia el tolerarlos» (3:8).

Los judíos por fin podían ser dejados en paz, habiendo sobrevivido al complot maligno de Amán. La mención de «dádivas a los pobres» (9:22) no aparece en el pasaje paralelo de las celebraciones (vv. 17-19), pero corresponde con la tradición judía de incluir a los más necesitados en las fiestas (Deuteronomio 16:11).

El versículo 23 indica la aceptación por parte del pueblo judío de la obligación de seguir observando Purim, lo que se hizo oficial con las cartas de Mardoqueo (v. 20). Esta ratificación popular de una proclamación oficial contrasta con el tono autoritario con el que el régimen persa emitía sus decretos, sugiriendo que la solidaridad de los judíos con Mardoqueo superaba a la de los persas con Asuero.

En los acontecimientos que llevaron a la institución de Purim, los judíos liberados vieron el cumplimiento de una antigua profecía de liberación. El paralelo con la narrativa del Éxodo es notable: los eventos dramáticos del Éxodo y la Pascua culminan en una solemne afirmación del pueblo redimido de observar nuevas celebraciones (la celebración anual de Purim).

Un resumen del punto esencial de toda la historia del libro aparece en el capítulo 9:

«Y los judíos aceptaron lo que habían comenzado a hacer, conforme a lo que les escribió Mardoqueo, porque Amán hijo de Hamedata, el agagueo, enemigo de todos los judíos, había tramado contra los judíos su destrucción y había echado “Pur” (es decir, suerte), para consumirlos y acabar con ellos. Pero cuando Ester compareció ante el rey, él ordenó por carta que la perversa maquinación que Amán había tramado contra los judíos recayera sobre su cabeza, y que él y sus hijos fueran colgados en la horca. Por esto llamaron a estos días Purim, por el nombre “Pur”. Y debido a lo dicho en esta carta, y por lo que ellos mismos vieron y lo que les sucedió…» (Ester 9:23–26).

La referencia más antigua a Adar 14 fuera del relato de Ester lo denomina el «Día de Mardoqueo», no «Purim» (2 Macabeos 15:36). A lo largo de los siglos, los conversos al judaísmo han celebrado Purim, aunque no tuvieran antepasados judíos en la época de la liberación persa que esta fiesta conmemora.

El énfasis en la irreversibilidad de los decretos persas se expresa con la fórmula «sin faltar» (Ester 9:27). Estas palabras aparecen también al inicio de la narrativa (en el decreto que destierra a Vasti [1:19], traducido como «que no puede ser revocado») y nuevamente en 8:8. Las mismas leyes irrevocables de los medos y persas, que habían puesto en peligro la supervivencia judía, ahora se invocan para lo contrario: garantizar la preservación de Purim y la memoria perpetua de los peligros que el pueblo judío de los días de Mardoqueo y Ester superaron.

Ahora es con intención de «que estos días no dejarían de celebrarse entre los judíos, ni su descendencia dejaría de recordarlos…» (9:28), incluso después de que la grandeza de la corte persa haya desaparecido.

Además, mientras que Mardoqueo y Ester redactaron la autorización para la defensa militar judía en nombre del rey (8:8), la autorización para la fiesta de Purim se emite únicamente en sus propios nombres, y por tanto podría haber parecido carente de la autoridad suficiente para establecer la nueva festividad como irrevocable.

Ester 9:28 es digna de mención no solo por su estilo legal, sino también por su doble invocación a la memoria: al principio y al final del versículo. Tampoco debe pasarse por alto que la raíz hebrea de los términos recordados y memoria puede tener connotaciones de observancia ritual (Éxodo 13:3; 20:8; Deuteronomio 5:12). Además, la idea de que el emperador persa autorice normas internas dentro de la comunidad judía encuentra un buen paralelo en el encargo de Artajerjes a Esdras para que ordenara los asuntos de Judá y Jerusalén conforme a la ley del Dios de Esdras (Esdras 7:14, 25, 26).

La mención a «palabras de paz y de verdad» en 9:30 es un eco de la cláusula «amad la verdad y la paz» en Zacarías 8:19, con la inversión de términos característica de las citas intra-bíblicas. El contexto en Zacarías es la transformación de días de ayuno y lamento en festividades alegres. Este es, por supuesto, el propósito esencial de Purim. Y el lenguaje de otros versículos de Ester (8:16) guarda una notable similitud con la profecía de redención de Zacarías 8:19.

Capítulo 10: Versículos finales

El versículo 2, «¿no está escrito…?», usa la misma fórmula y lenguaje que los narradores de los libros de Reyes y Crónicas empleaban para concluir los relatos de los reyes de Judá e Israel (1 Reyes 14:29; 2 Reyes 15:23; 16:14; 2 Crónicas 25:25), lo que sugiere una vez más la naturaleza histórica del registro.

«El rey Asuero impuso tributo sobre la tierra y hasta en las costas del mar. En cuanto al poder y autoridad de su reino, y la declaración de la grandeza de Mardoqueo, a quien el rey engrandeció, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Media y de Persia? Porque el judío Mardoqueo fue el segundo después del rey Asuero; fue grande entre los judíos y estimado por la multitud de sus hermanos, porque procuró el bienestar de su pueblo y habló paz para todo su linaje» (Ester 10:1-3).

Las cosas han vuelto ahora al equilibrio. Aunque el rey probablemente no recibió los 10.000 talentos de plata que Amán había prometido a cambio del pogromo, Mardoqueo convenció al rey de que la tributación pacífica, y no el saqueo, era la mejor forma de llenar las arcas reales【7】. En otra inversión más, la historia del dinero que se ofreció para destruir a los judíos debido a que Mardoqueo se negó a inclinarse se ha transformado en parte del relato del honor que el rey le otorga a Mardoqueo. Ester 10:2 y 3 desarrollan el tema de la grandeza de Mardoqueo, ya mencionado en 9:1-4. La referencia a la promoción del judío por parte del rey usa el mismo verbo empleado anteriormente con Amán (10:2; 3:1; 5:11).

El informe del aumento de ingresos del rey gracias a Mardoqueo tras su ascenso también indica la sabiduría de tal decisión, y ambos, rey y ministro, reciben el mérito. Esto guarda paralelo con el beneficio que recibió el faraón gracias a la administración de José como primer ministro en Egipto (Gén. 47:13-26).

La única otra aparición en Ester (y en toda la Biblia hebrea) del término que se traduce como «relato» o «historia» ocurre en 4:7, donde Mardoqueo le cuenta indirectamente a Ester la historia del dinero que Amán había ofrecido para depositar en el tesoro real a cambio del exterminio de los judíos. El registro de esta nueva situación en los anales reales de Media y Persia es importante por dos razones:

● Al hacer referencia a los anales oficiales del imperio, Ester 10:2 respalda la autenticidad de toda la narrativa precedente y garantiza aún más la normatividad de la nueva festividad, Purim.

● El acto de escribir confiere a esta nueva situación una medida de permanencia, paralela a la permanencia de Purim, establecida por Mardoqueo y Ester al registrar los eventos y las nuevas normas (9:20-22, 29).

Si surgiera un nuevo rey —como ocurrió en la narrativa de José— que no conociera la historia del servicio judío a la corona (Éxodo 1:8), dicho rey podría ser recordado —como lo fue Asuero (6:2)— mediante un registro permanente en las crónicas escritas. El poder del registro escrito seguiría protegiendo a los judíos contra futuros enemigos.

La narrativa concluye donde empezó, con un informe sobre la autoridad y grandeza del rey (1:1-9; 2:1, 2), pero ahora el cierre incluye un nuevo elemento: la grandeza de Mardoqueo, el judío: «el funcionario más poderoso del imperio» (3:1, NTV). Esto es lo opuesto al hombre al que sustituyó, Amán, «el enemigo de los judíos» (v. 10, NTV). La genuina preocupación de Mardoqueo por «la multitud de sus hermanos» (10:3) contrasta con la jactancia de Amán sobre «sus muchos hijos» (5:11, NVI). Todos sus hijos perecieron en la conspiración antisemita de su padre, mientras que los judíos continúan viviendo y prosperando bajo la guía eficaz de su líder, Mardoqueo.

Conclusión

Toda esta narrativa habría sido innecesaria si los israelitas hubiesen confiado en Dios y regresado a Israel cuando Ciro les permitió hacerlo, a pesar de que el exilio había sido merecido y largamente predicho por Jeremías. ¡Qué imagen tan clara de un Dios siempre fiel! Obviamente, Él permaneció con su pueblo incluso cuando rechazaron aceptar la oportunidad milagrosa ofrecida por Ciro para volver a su tierra.

Una fidelidad y misericordia divinas similares se demostraron cuando Dios envió a Ezequiel a los hebreos cautivos en Babilonia. Los israelitas habían sido advertidos durante mucho tiempo sobre este tipo de cautividad si no se apartaban de los males que practicaban —males que Dios describía como peores que los de los cananeos antes que ellos. Sin embargo, una vez en el cautiverio que merecían, Dios envió a Ezequiel para aconsejarles y animarles.

En el trasfondo del libro de Ester también se perciben ecos de la lucha del libro del Éxodo entre el Dios de Israel y el faraón —quien también oprimió a los israelitas y desafió a su Dios (Éx. 1:8-22; 5:2)— pero que finalmente se encontró bajo la soberanía divina.

Mardoqueo fue un exiliado de Judá que permaneció fiel a Dios desafiando el mandato del rey, incluso a riesgo de su vida. Salvó la vida de su pueblo y se convirtió tanto en segundo del rey como en el defensor estimado de los judíos (Ester 2:5, 6; 3:1–6; 10:3).

Ester no solo fue una exiliada, sino también huérfana y una persona que tuvo que ocultar su identidad étnica. Sin embargo, gracias a la guía divina que actúa tras bambalinas, su gran valor personal y su obediencia a su padre adoptivo, también ella ascendió a posiciones reales y actuó con valentía para salvar a su pueblo amenazado.

Muchos detalles de la historia de Ester insinúan que el poder que puede provocar tales giros radicales es el Dios de Israel —una vez más cuando el pueblo elegido de Dios se encuentra en situaciones desesperadas y es rescatado divinamente.

Estas transformaciones, de refugiado a primer ministro y de huérfana a reina, recuerdan también las visiones proféticas de restauración tras el exilio (Isaías 54). Las vidas de Mardoqueo y Ester evocan a otros exiliados israelitas/judíos que sirvieron en cortes extranjeras: José, Moisés y Daniel, a quienes Dios usó para provocar cambios asombrosos en el destino de las naciones a las que sirvieron, cumpliendo así la promesa hecha a Abraham de que su descendencia sería de bendición para todo el mundo.

Es imposible no notar las similitudes entre la situación de Ester y la de José, Moisés y Daniel:

● La vida de José en la diáspora señala la posibilidad de una vida firme y fiel fuera de Palestina.

● Ester se casó con un gentil pagano. Lo mismo hizo José en Egipto (Moisés también se casó con una mujer no israelita).

● En otro paralelo evidente con la narrativa de José (Génesis 37–50), Dios no aparece ni habla directamente al héroe, pero lo llena de gracia divina, haciéndolo hallar favor repetidamente —hasta que logra comprender que las pruebas sufridas formaban parte del plan providencial de Dios para mantener con vida al pueblo de Israel durante la hambruna (Gén. 39:2-5; 45:5; 50:20); la única intervención directa de Dios en Génesis 37–50 es a Jacob, en Beerseba, camino de Egipto (46:2-4).

● Como en el Éxodo, muchos egipcios se unieron a los hebreos. Ester 8:17 muestra que también hubo gentiles persas que se convirtieron al judaísmo: «En cada provincia y en cada ciudad, dondequiera que llegaba el mandato del rey, había alegría y gozo entre los judíos, banquetes y días de fiesta. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos se había apoderado de ellos» (Ester 8:17; ver también Gén. 39:5, 9, 21, 23; 40:8; 41:16, 25, 28, 32, 38, 39).

Otra lección que puede extraerse de Ester y de José es que el pueblo de Dios debe estar consciente del resentimiento que su diferencia y lealtad a Dios puede provocar, lo cual requiere vigilancia constante, sabiduría política y un valor extraordinario. Además, si permanecen fieles a Dios, aquellos que les muestran bondad también serán bendecidos, cumpliéndose así Génesis 12:3. Moisés fue muy respetado por los egipcios durante las plagas; el rey Nabucodonosor reconoció al Dios verdadero; y José, Moisés, Daniel y Ester fueron canales a través de los cuales Dios llevó las bendiciones prometidas en Génesis 12:3 a la tierra de su cautiverio.

Aunque muchos gobernantes suelen dominar y explotar a las personas, Ester usó su posición de privilegio para identificarse con su pueblo despreciado, que estaba siendo oprimido por los poderosos. Ester representa un liderazgo que defiende a los vulnerables y se convierte en su libertadora. A diferencia de Amán, que estaba decidido a destruir la vida, Ester estaba dispuesta a dar la suya para salvar a otros. Mientras Amán creía poder controlar el destino de sus enemigos, Ester quiso ser instrumento de liberación, incluso si le costaba la vida.

El autosacrificio, la humildad y la sabiduría santa de Ester la convierten en una de las grandes líderes de la Escritura. Gracias a su humildad, valentía y confianza en una posibilidad providencial de salvación para su pueblo, Dios la usó para rescatar a su pueblo —un pueblo que no había aceptado su primera oferta de salvación cuando Ciro les permitió antes regresar a su tierra y reconstruir el templo. Ester intercedió por su pueblo y posibilitó la revocación de una sentencia de muerte.

No, Dios no es mencionado explícitamente en el libro de Ester, pero él liberó con gracia a su pueblo, que había decidido permanecer en el exilio. Y como «esta historia está en el canon de los judíos y posteriormente de los cristianos, es apropiado considerar ese poder invisible como Dios».【8】 A través de la persona, obra y valentía de Ester, el lector obtiene una mejor comprensión de la naturaleza del reinado divino cumplido en Jesús. Y es a menudo así como se encuentra la teología bíblica: ¡oculta a plena vista!

Lo que vemos en la vida de Ester se encuentra en su máxima expresión en Jesucristo, quien libera a sus hijos de sus peores enemigos: el pecado y la muerte. Gracias a Jesús, los creyentes pueden entrar en un descanso verdadero, tal como los judíos entraron en shalom y descanso de sus enemigos gracias a Ester—la reina que prefigura nuestra liberación de la sentencia de muerte del pecado en Cristo.

«Ester es un tipo de Jesús. Ella representa a la libertadora que revierte las circunstancias para los que están en la base de la sociedad, que les otorga justicia y equidad, y que los eleva por encima de aquellos que solo les traían deshonra. Estoy convencido de que Ester representa una figura femenina de Cristo. Esto tiene enormes implicaciones, no solo para cualquier debate sobre el sacerdocio femenino, sino mucho más importante aún, para el rol, lugar, valor, igualdad y estatus de la mujer en el reino universal y restaurado de Dios.»【9】

Michael Beckett tiene razón al escribir que el libro de Ester «merece al menos tanta interpretación cristológica como cualquier otro libro de las Escrituras. De hecho, creo que posiblemente merezca más atención precisamente porque es el último libro histórico. Sienta las bases para nuestra comprensión de la obra y presencia de Dios en este mundo, que debe ser considerada junto con el resto de la historia sagrada y proporciona una ventana significativa a la mente y corazón de Jesús. Jesús retoma todos los temas y tipos de la historia sagrada. […] En última instancia, la cruz, en el corazón de la expiación, fue totalmente inesperada, inaceptable y poco atractiva, y sigue siéndolo—precisamente porque Jesús permitió que ocurriera y se negó a descender, y solo así demostró su autoridad y la liberación prometida.»【10】

La narrativa de Ester también ilustra el contraste entre el bien y el mal, entre el liderazgo justo y el corrupto. Amán y Jerjes ofrecen un marcado contraste con el liderazgo noble y santo de la reina Ester. Ella arriesga todo para enfrentarse a las leyes mortales de Persia, que exigían muerte.

Sin embargo, debido a que no aparece ningún nombre de Dios en la forma hebrea preservada del libro de Ester, muchos estudiosos lo han calificado como irremediablemente secular. Otros se preguntan por la aparente ausencia de rituales religiosos en el libro. Sin embargo, el texto habla de llanto, cilicio, ceniza y ayuno (Ester 4:1-3, 16). Que Dios no sea mencionado no significa que no esté involucrado. De hecho, es quien seguramente está detrás del extraordinario patrón de aparentes coincidencias que caracterizan la narrativa y hacen posible la liberación de los judíos de una exterminación aparentemente segura:

● la inesperada vacante en el trono real en la corte persa;

● el sorpresivo ascenso de una mujer judía a reina de Persia;

● el descubrimiento por parte de Mardoqueo de la conspiración de los eunucos;

● la favorable recepción de Ester por parte del rey, aunque actuó en contra de la ley;

● el insomnio del rey que causa la lectura de los archivos reales, justo antes de que Amán llegara en plena madrugada;

● la súplica de Amán malinterpretada como un ataque sexual hacia Ester;

● el patrón literario simétrico en el que todos estos elementos han sido registrados.【11】

También se debe entender que los narradores bíblicos a menudo señalan la teología mediante medios implícitos. No es irrazonable suponer que el narrador vio las «coincidencias» en Ester como tan milagrosas que no era necesario mencionar a Dios de forma explícita. Además, la disposición de Ester y Mardoqueo a «enfrentar la historia con una apertura a la posibilidad de la providencia —aunque los acontecimientos históricos parecieran ir en contra de esa probabilidad, como sucedía en los días oscuros tras la promulgación del decreto de Amán— es una actitud de fe profunda».【12】

Un análisis secular de la crisis podría concluir que la convicción de Mardoqueo de que «de alguna parte vendrá alivio y liberación para los judíos» suena ingenua. ¿Y cómo sabía él que Ester y la casa de su padre —e incluso él mismo— perecerían si eso no sucedía?

Si Mardoqueo se refería únicamente a «la fuerza interior del judaísmo y su potencial de autosalvación»【13】, Ester debe haberlo malinterpretado, pues ella acepta la misión convocando a un ayuno de toda la ciudad entre los judíos de Susa (4:16), lo cual sería un gesto totalmente inútil si no existiera un poder superior al que acudir.

Como la teología trata del carácter de la realidad última y su manifestación en la historia humana, entonces Mardoqueo, los consejeros de Amán y Zeres también contribuyen a la teología del libro de Ester: que un poder oculto puede organizar los acontecimientos de tal forma que, incluso contra las probabilidades más desalentadoras, el pueblo de Dios sea protegido y liberado. El carácter oculto de lo divino es un aspecto esencial de la teología de este libro. El autor del libro de Ester ciertamente creía que Dios estaba detrás de la historia humana.

Aunque el libro de Ester, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares no son citados explícitamente en el Nuevo Testamento, muchos han llegado a considerar que Ester puede representar un tipo de Cristo. Aun así, algunos siguen argumentando que el libro de Ester es una anomalía porque no incluye ninguno de los muchos nombres de Dios encontrados en el Antiguo Testamento, ni siquiera cuando describe lo que parecen ser rituales religiosos. Además, considerando la cronología del relato, la ausencia de toda mención explícita de la Pascua también se considera una anomalía para algunos.

No obstante, si el ayuno de tres días del capítulo 4 (v. 16) sucede inmediatamente después de la emisión del edicto genocida el día 13 del primer mes (3:12), entonces se da la paradoja de que los judíos están ayunando en Pascua, que comienza en la noche del día 14 (Lev. 23:5).

Otra alusión a un poder superior que organizó los hechos en favor de los judíos se encuentra en el capítulo 6, en un versículo clave: «Entonces le dijeron sus sabios y Zeres su mujer: Si Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer, es de la descendencia de los judíos, no lo vencerás, sino que caerás por cierto delante de él» (Ester 6:13, RVR1995).

Los consejeros y la esposa de Amán le habían aconsejado que ahorcara (empalara según algunos) a su enemigo (5:14). El evento de aclamar públicamente a Mardoqueo fue profundamente traumático para Amán debido a su ego, pero esto no implica necesariamente el triunfo personal de los judíos con la caída de Amán. Después de todo, sus consejeros y su esposa casi con certeza ignoraban que Ester era judía, y por tanto, no tenían más razones que él para sospechar que su segundo banquete con el rey y la reina acabaría con su condena a muerte.

El tono de Ester 6:13 es tan confiado y definitivo como la predicción de Mardoqueo sobre la liberación y la retribución en 4:14, y es igual de inapropiado para la situación inmediata. A menos, claro está, que dicha situación forme parte de un patrón mayor que solo puede resultar en beneficio de los judíos. La predicción que hacen los consejeros y la esposa de Amán en 6:13 debe verse como una interpretación del desfile anterior de Mardoqueo como un presagio, un evento que revela un patrón más grande e inevitable. «Hay una lógica en la historia más allá de la causalidad natural, y eso permite a los sabios (como se llama a los amigos de Amán) discernir hacia dónde se dirige la historia».【14】

No solo los sabios, sin embargo, perciben esta «lógica en la historia más allá de la causalidad natural». Al final del libro, «muchos de los pueblos del país se hicieron judíos, porque el temor de los judíos se había apoderado de ellos» (Ester 8:17, ESV).

La gracia que hizo su primera aparición cuando Ester halló el favor de Hegai, el guardián del harén (2:9, 15), ahora se ha extendido a Mardoqueo y, finalmente, a todos los judíos. En estos casos, la lógica en la historia más allá de la causalidad natural se manifiesta no solo en el patrón general en el que se inserta el evento individual, sino también en el evento mismo. Porque, sin duda, este grado de temor hacia una minoría por parte de la mayoría es tan inexplicable por la causalidad natural que el término milagro debería aplicarse.

El libro de Ester contiene una impresionante narrativa de una liberación milagrosa del pueblo hebreo—una narrativa de gracia divina. Ester no solo era una exiliada, sino también huérfana y una persona que tenía que ocultar su identidad étnica. Sin embargo, gracias a una supervisión divina sutil, a su obediencia a su padre adoptivo y a su gran valor personal, ella ascendió a las alturas de la realeza y trabajó por la liberación de su pueblo amenazado. Una mujer líder, que representaba a una minoría odiada, respondió al llamado de Dios, arriesgando su vida para enfrentarse a un abuso de poder malvado. En la cultura patriarcal persa, Dios eligió a una mujer como libertadora. La vida de Ester puede ayudarnos, de forma a menudo más sutil de lo que podríamos reconocer, a reconocer el poder y la gracia del Dios de Israel. ¡Qué narrativa del evangelio!

La humildad, el autosacrificio y la sabiduría santa de Ester la convierten en una de las grandes líderes de la Escritura. Lo que vemos en ella se encuentra en su máxima expresión en Jesucristo. Gracias a Jesús, nosotros también podemos entrar en un descanso completo, al igual que los judíos entraron en shalom y descanso de sus enemigos gracias a Ester, todo lo cual prefigura la liberación hallada en Cristo. Además, recibir la salvación siempre tiene efectos duraderos que se extienden mucho más allá de quienes experimentan el acto.

Esta narrativa se vuelve cada vez más relevante en una era cada vez más secular. Nos anima a ver nuestras propias vidas, con sus giros y vueltas inexplicables, como representativas de las acciones ocultas de intervención y salvación de Dios. Porque Dios es todopoderoso y puede cumplir sus propósitos mientras concede al ser humano el libre albedrío. A través de una actividad misteriosa, invisible e inexplicable, puede frustrar incluso los planes mejor trazados de sus enemigos —como queda demostrado en cómo obró dentro de las inmutables leyes persas. Dios, sin infringir la libertad humana para elegir, puede provocar un giro en situaciones aparentemente imposibles. Él creó este mundo y aún se compromete con su cuidado— cumpliendo sus propósitos obrando en él.

«En un mundo donde existe injusticia estructural bajo el imperio de la ley y un fatalismo desesperado sobre el resultado probable, … es verdaderamente notable que tal propósito [divino] se cumpla sin recurrir a la intervención directa. Eso es, verdaderamente, expiación.»【15】

«Y podemos aprender a vivir por fe con la certeza de que, a pesar de las apariencias, ¡nuestra liberación, ya garantizada por Jesús, llegará! Es cierto que Dios no es mencionado explícitamente en la narrativa de Ester. Sin embargo, la narrativa vela la presencia de Dios en lugar de excluirla, invitando al lector a mirar más allá del velo hacia la realidad mayor que puede descubrirse mediante una búsqueda diligente.» 【16】

A través de un Hombre (Profeta, Sacerdote y Rey) y a través de una mujer, Ester, los propósitos soberanos de Dios se han hecho manifiestos. Jesús, como Ester, estuvo dispuesto a ponerse a merced de sus enemigos y arriesgar su vida por su pueblo, plenamente comprometido con la liberación de su pueblo, entrando en la historia humana pecaminosa y mortal para traer salvación. Él aún cumple sus propósitos de forma invisible, supervisando la historia humana «demostrando que no solo permite cualquier actividad humana —including premeditación maliciosa— sino que supervisa la historia para que accidente, coincidencia, suerte y destino se combinen para asegurar ese propósito».【17】 Solo un Dios todopoderoso e infinito podría lograr esto.

La fiesta judía de Purim celebra el cambio, el destino y la suerte del sorteo y la sentencia de muerte relacionada con él, que finalmente Dios usó para la liberación de su pueblo —a pesar de la intención de Amán, del poder de la ley persa y de la desesperanza de su situación: «Celebran la realidad de que Dios elige precisamente estos medios para lograr su liberación… Él también nos ha liberado sin nuestra ayuda y, de hecho, a menudo en contra de nuestra resistencia. Él es quien no solo ha sido nuestro mediador, sino el mismo medio de la mediación; aquel que no solo arriesgó su vida, sino que la entregó para que todos vivamos.» 【18】

La intercesión de Ester por su pueblo se entiende acertadamente como un tipo de Cristo. La propia hermenéutica de Jesús, que Él recapituló dos veces el domingo de resurrección, invita a esto: al hablar con dos discípulos en el camino a Emaús, «les dijo: “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?” Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les explicó en todas las Escrituras lo que se refería a Él» (Lucas 24:25, 27). Más tarde, de regreso en Jerusalén con los discípulos, «les dijo: “Estas son las palabras que os hablé cuando aún estaba con vosotros, que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.” Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras» (v. 44, 45).

La narrativa de Ester merece una interpretación cristológica tanto como cualquier otro libro del Antiguo Testamento. Y que nuestro estudio también produzca la experiencia del «corazón ardiente» que describieron los discípulos de Emaús: «Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?» (Lucas 24:32).

Algunos comentaristas escépticos critican la probabilidad de que una chica cautiva se convierta en reina en la tierra de su cautiverio y llegue a ser la salvadora de su pueblo a través de la sumisión a la ley que exigía el exterminio de su pueblo. Pero precisamente en esta improbabilidad se ve reflejada también la vida de Moisés, José y Daniel —y ahora también la de Ester— todo lo cual puede fundamentar nuestra fe en la Gran Liberación realizada por Jesús. Ester se atrevió a presentarse ante el rey con gran riesgo personal (Ester 4:11) en favor de su pueblo, obteniendo liberación para ellos cuando estaban bajo una sentencia de muerte. Michael Beckett sugiere acertadamente que «aquí hay una preparación notable de la historia de la mediación de Jesús»【19】.

Los escritores bíblicos del Antiguo Testamento, bajo inspiración, presentan muchos tipos: sumo sacerdote, rey, sacrificio, profeta, siervo, juez, palabra —todos ellos cumplidos en Jesús. La naturaleza acumulativa del Antiguo Testamento ayuda a iluminar la plenitud de Cristo. El Antiguo Testamento no es un tratado de teología sistemática ni una discusión filosófica. La mayoría de la evidencia se encuentra registrada en forma de narraciones complejas pero coherentes. Jesús siguió expresando la teología de esta manera mediante sus parábolas. Un escritor de himnos lo expresó así: «Alabado sea el Señor, quien sobre todas las cosas reina maravillosamente, quien como en alas de un águila, eleva, sostiene».【20】Sin duda, estas palabras resumen poéticamente el libro de Ester.

Jo Ann Davidson, PhD, es Profesora de Teología Sistemática en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día, Universidad de Andrews, Berrien Springs, Michigan, EE. UU.

NOTAS Y REFERENCIAS

1. Salvo otra indicación los textos bíblicos son de la versión RVR1995.

2. Timothy Laniak, “The Scroll of Esther: A Tale of Honor and Shame,” seminar paper, Harvard University, 1994, p. 18.

3. Beth Moore, Esther: It’s Tough Being a Woman (Nashville, Tenn.: Lifeway Press, 2008), p. xli.

4. Herodotus 3:129; Josephus, Antiquities, 11:17.

5. Andre LaCocque, The Feminine Unconventional, OBT, Minneapolis, 1990, p. 80 n. 64.

6. Michael V. Fox, Character and Ideology in the Book of Esther, Studies on Personalities of the OT (Columbia, S.C.: Wipf & Stock, 1991), p. 112.

7. Moore, Esther: It’s Tough Being a Woman, pp. 98–99.

8. Debra Reid, Esther, Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove, Ill.: IVP, 2008), p. 13:34.

9. Michael Beckett, Gospel in Esther (Waynesboro, Ga.: Paternoster Press, 2002), pp. 7–8.

10. Ibid., p. 3.

11. Véase David J. A. Clines, The Esther Scroll (Sheffield, England: JSOT Press), Sup 30.

12. Fox, Character and Ideology in the Book of Esther, p. 242.

13. Ibid., p. 244.

14. Ibid., p. 246.

15. Beckett, Gospel in Esther, p. 21.

16. Reid, Esther, Tyndale OT Commentaries, p. 49, adaptado.

17. Beckett, Gospel in Esther, p. 46.

18. Ibid., p. 35.

19. Ibid., p. 27.

20. Joachim Neander, “Praise to the Lord, the Almighty”; https://www.hymnal.net/en/hymn/h/166.