Roy E. Gane
“8 Luego echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos, una suerte por Jehová y otra suerte por Azazel. 9 Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual caiga la suerte por Jehová, y lo ofrecerá como expiación. 10 Pero el macho cabrío sobre el cual caiga la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él y enviarlo al desierto para Azazel”. Levítico 16:8-10.
Se ha acusado a los adventistas de poner al diablo como el que lleva sus transgresiones, el sustituto de su expiación y de ese modo también su salvador, al creer que el chivo emisario (macho cabrío de la expiación) representa a Satán. En contraste, muchos cristianos creen que el chivo emisario, al igual que el macho cabrío sacrificado, representan a Cristo.
Ritual levítico – En Levítico 16 se provee a la comunidad israelita de dos machos cabríos, y cada uno cumple una función en el ritual purificatorio del Día de la Expiación (vers. 5). Para determinar cuál chivo sería usado en qué ritual el sumo sacerdote usaba el sorteo, implicando que es Dios quien hace la selección. Así se colocaban las etiquetas usadas para el sorteo sobre los animales respectivos (vers. 8). El animal que recibía la etiqueta “de Jehová” pertenecía a Dios y era sacrificado como ofrenda purificatoria (la ofrenda por el pecado; vers. 9) con el fin de purgar el Santuario de las impurezas físicas y los pecados (vers. 15-19, 25). El otro animal, que recibía la etiqueta “de Azazel” (heb. עזֲאָזלֵ [‘ăzāzēl]), era presentado ante Dios; pero, en vez de sacrificarlo, se lo enviaba lejos del Señor a Azazel en el desierto (vers. 10). Se hacía “reconciliación” sobre el animal que se dejaba vivo (vers. 10) en el sentido de que acarreaba lejos del campamento israelita las faltas de estos últimos después que el sumo sacerdote transfiriera esas maldades mediante una confesión hecha con ambas manos sobre la cabeza del animal (vers. 20-22).
Diferentes opiniones sobre Azazel – Lo principal es saber quién es Azazel y qué representa su macho cabrío. Han fracasado numerosos intentos de explicar el significado de “Azazel” mediante su etimología.1 La traducción común, “chivo emisario” (el chivo que es enviado), es incorrecta y debiera ser abandonada porque no tiene sentido en Levítico 16:10. Allí el macho cabrío que pertenece a Azazel es enviado a Azazel, pero si uno sustituye Azazel por chivo emisario entonces el chivo emisario es enviado al chivo emisario.
Varios eruditos interpretan “Azazel” como un lugar desierto, como una idea de “alejamiento” o como una divinidad. Una opinión judía prominente es la de considerar a Azazel como un demonio (p. ej., 1 Enoc 9:6; 10:4, 5, 8; Apocalipsis de Abraham; por su asociación con machos cabríos salvajes, chivos demoníacos y demonios de los lugares deshabitados cf. Lev. 17:7; Isa. 13:21; 34:14; Luc. 11:24; Apoc. 18:2). En armonía con el concepto de que Azazel es un demonio, algunos cristianos, incluyendo a los adventistas, ven en el macho cabrío que quedaba vivo una representación de Satán, demonio en jefe y archienemigo de Dios. Pero otros cristianos objetan esta interpretación de hacer del diablo aquél que lleva nuestros pecados y prefieren entender al chivo emisario como símbolo de Cristo, quien llevó las transgresiones de los seres humanos y sufrió fuera de la puerta (Heb. 13:12, 13; pero 13:11 muestra que este pasaje no está hablando de ningún chivo emisario).
No se sacrifica al chivo de Azazel – La clave para identificar “Azazel” está en Levítico 16:8-10, donde claramente un chivo pertenece a Dios y el otro pertenece a Azazel. Azazel, entonces, es claramente un ser personal distinto de Dios, alguien capaz de tener un chivo. Pero el chivo que se dejaba vivo no era un sacrificio hecho a Azazel. Era más bien un “chivo de carga” que servía de “camión de basura” en un ritual de reconciliación no sacrificial que indicaba eliminación (16:5, pero no un sacrificio por el pecado en el caso de este animal) con el propósito de alejar los pecados israelitas al territorio de Azazel en el desierto. Arrojar semejante cargamento de residuos tóxicos en el terreno de otro es un gesto muy poco amistoso. De este modo, Dios, quien estableció este ritual, tiene que haber considerado a Azazel como originador de los pecados de Israel, que por tanto vuelven a su origen. Esto tiene sentido si Azazel es Satanás, que originó el pecado y tienta al pueblo de Dios (Gén. 3; Apoc. 12:9) y entonces maliciosamente los acusa de ellos aun cuando ya les han sido perdonados (Apoc. 12:10; cf. Deut. 19:16-21, donde el acusador falso recibe el castigo correspondiente).2
“El macho cabrío pertenecía a Jehová y le era sacrifcado a él, pero también representaba a aquél que murió por el pecado humano: a Cristo (Heb. 13:11-13), quien es Jehová el Señor (Juan 8:58; 10:30). Puesto que hay una estrecha relación entre Jehová y su chi- vo, debemos considerar la posibilidad de que el chivo que pertenece a Azazel y enviado a Azazel represente también a Azazel” (Roy Gane, Leviticus, Numbers. The NIV Application Commentary [Grand Rapids, MI: Zondervan, 2004], p. 290).
Solo Cristo es el que lleva nuestras transgresiones – El animal que es “de Jehová” le es sacrificado a él. Pero en un nivel más alto de simbolismo (o “tipología”) que apunta más allá del sistema ritual israelita, este animal representa a Jehová el Señor, o sea a Cristo, quien murió por el pecado humano (Juan 1:29; Heb. 13:11-13). De este modo, en este nivel de simbolismo más alto, tendría sentido identificar al animal que quedaba vivo y era exiliado al territorio desértico de Azazel, que también representa a Azazel mismo, o sea a Satanás como partícipe de los pecados del pueblo de Dios y quien termina recibiendo la responsabilidad como autor intelectual de sus ofensas. El pecado vuelve al que lo causó, y se lo envía allí donde corresponde. Esto produce cierto tipo de reconciliación (Lev. 16:10) en favor del pueblo de Dios en el sentido básico de reconciliarlos con Dios “quitando el mal” (Satanás) de en medio de ellos, quien ha obstruido la relación entre Dios y los seres humanos (Núm. 25:7, 8, 13). No hay sustitución en esta reconciliación en contraste con la expiación que hace Cristo al tomar nuestro lugar, asumiendo toda nuestra culpa cuando aceptamos su sacrificio en lugar de nosotros. Satanás morirá por su propia parte en nuestros pecados; solo Cristo es quien lleva vicariamente nuestras transgresiones.
No es Satanás el que lleva nuestras transgresiones, sino Cristo.
Conclusión – En el Día de la Expiación, el macho cabrío vivo de Azazel alejaba del campamento los pecados de los israelitas para purificar su comunidad devolviendo la maldad a su origen demoníaco. En forma similar el pueblo de Dios en definitiva se librará de la tentación y malicioso falso testimonio (Apoc. 20:1-3) de Satanás cuando este reciba la culpa y el castigo por usar contra ellos estas estrategias.3
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1 Nota del Traductor: La base triconsonántica del término Azazel parece ser áyin-záyin-záyin, puesto que la alef intercalada no está puntuada (es “mater lectionis”, o guía de pronunciación). La base en cuestión significa “hacerse fuerte”, a veces con la connotación de “rebelde, desafiante, orgulloso” (Isa. 33:19; Prov 7:13; Sal. 9:19). La terminación -el significa “de Dios”. El “desafiante de Dios” sería así su orgulloso adversario (heb. שטָׂןָ [ś āṭān], “oponente, acusador”), o sea el rebelde Satán, y la posición de Azazel en este rito como antítesis de Jehová lo confirma.
2 Nota del Traductor: Las acusaciones de Azazel o śāṭān, personaje del AT que, aparte de Job, solo aparece en Zacarías 3:1 (al igual que aquí en el contexto del Día de la Expiación), alegan que las culpas del pueblo de Dios permanecen a pesar del sacrificio expiatorio. Todo falso acusador se hace pasible de una culpa igual a la achacada a su víctima, y con su ejecución “se quita el mal” del pueblo de Dios (Deut. 19:19). Azazel, lejos de ser víctima vicaria, es un victimario pasible del castigo de los pecados cuyo perdón negaba falsamente. Tal sentencia es posible solo gracias al sacrificio expiatorio, sin cuya eficacia la acusación sería veraz.
3 Como lectura ampliatoria ver Roy Gane, Leviticus, Numbers. The NIV Application Commentary [Levítico, Números. El comentario aplicado de la NVI] (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2004), pp. 273-277, 288-291; Roy Gane, Altar Call [Llamado del altar] (Berrien Springs, MI: Diadem, 1999), pp. 247-255.