Gregory A. King
Hasta hace unos 200 años, tanto judíos como cristianos pensaban que la respuesta a la pregunta del título era simple y obvia: Sí, por supuesto, Isaías escribió el libro profético del AT que lleva su nombre; y no había razón para pensar de otro modo. Después de todo, la iglesia y la sinagoga habían sostenido esta opinión por muchos siglos. También el sobrescrito de Isaías 1:1 parece referirse al libro entero con el título: “Visión que recibió Isaías...” (NVI). Además, los autores del NT citan repetidas veces el libro de Isaías y lo atribuyen al profeta por su nombre (p. ej., Mat. 3:3; 4:14-16).
Sin embargo, con el surgimiento de la crítica bíblica en los siglos XVII y XVIII, Isaías, el Pentateuco, Daniel y otras partes de la Biblia fueron sometidos a un mayor escrutinio, y así se propusieron teorías revisionistas que contrastaban fuertemente con la creencia tradicional. Con respecto a Isaías, la mayoría de los estudiosos comprometidos con el enfoque de la alta crítica concluyeron que, debido a factores que serán tratados más abajo, el profeta Isaías no podía haber sido responsable por la totalidad del libro profético que lleva su nombre, y que su autoría no puede extenderse más allá del capítulo 39 [“Proto-Isaías”, primer Isaías]. Así, los capítulos 40-66 fueron atribuidos a un individuo anónimo que vivió en tiempos de la conquista de Babilonia por parte de Ciro (539 a.C.). Como este autor es anónimo y sus escritos fueron anexados a los de Isaías, se lo denominó “Deutero-Isaías” (Segundo Isaías).
Llevando esta línea de argumentación aún más lejos, ciertos eruditos críticos sostuvieron que los capítulos 56-66 pueden proceder de un tercer autor todavía posterior, denominado “Trito-Isaías” (Tercer Isaías). Además, notando que ciertas referencias que consideraban indicadores del Deutero- Isaías (tales como las predicciones de la caída de Babilonia en Isa. 46 y 47) también se encuentran en la sección 1-39, ciertos estudiosos comenzaron a atribuir cada vez menos de los capítulos 1-39 al profeta Isaías, con lo que el profeta Isaías resulta reconocido como el autor de una cantidad de material cada vez menor en el libro que lleva su nombre.
A partir de las descripciones precedentes debemos considerar varias preguntas. En primer lugar, ¿cuáles son algunas de las objeciones que se presentan a la autoría isaiánica del libro que lleva su nombre? Después, ¿qué respuestas pueden darse a esas objeciones? Y por último, ¿qué evidencias a favor de Isaías pueden mostrarse como compositor de la totalidad de su libro profético? Veámoslas por orden.
Objeciones a la autoría isaiánica – Por lo general se presentan las siguientes. Primera objeción: El lapso de tiempo que el libro presupone parece imposiblemente largo para ser incorpora do dentro del período de la vida del profeta Isaías. Los capítulos 1-39 se refieren a sucesos que ocurrieron durante el tiempo de vida de Isaías, cuyo ministerio se extendió desde c. 740 al 690 a.C. Por ejemplo, la guerra siro-efraimita de c. 733 a.C. (Isa. 7:1, 2), la conquista de Asdod por parte de Sargón en el 711 a.C. (20:1) y el ataque de Senaquerib a Judá en el 701 (36:1) ocurrieron todos durante el ministerio profético de Isaías. En contraste, la reconstrucción de Jerusalén y su templo (44:28) y el éxodo desde Babilonia (48:20) aluden a acontecimientos que ocurrieron un par de siglos más adelante, mucho después de la muerte del profeta.
Hoy, los eruditos críticos le atribuyen al profeta Isaías una cantidad siempre decreciente de material en el libro que lleva su nombre.
Segunda objeción (relacionada con la primera): El tema de Isaías 40-66 difiere del tema de Isaías 1-39. Isaías1-39 se ocupa principalmente de la amenaza que el poderío de la maquinaria militar del Imperio Asirio significaba para Judá; amenaza muy real y presente durante el ministerio de Isaías en la segunda mitad del siglo VIII a.C. Sin embargo, en los capítulos posteriores, la amenaza asiria ya es cosa del pasado, y el centro de atención está en el rescate que Dios hace de su pueblo y el regreso a su tierra desde el exilio, suceso que tuvo lugar con el destronamiento de Babilonia en el 539 a.C. por parte de Ciro. ¿Cómo pudo haber descrito Isaías sucesos y condiciones que ocurrirían casi 200 años después?
Tercera objeción: Las diferencias en vocabulario y estilo entre las dos grandes secciones del libro. Palabras tales como “Ay” y “juicio”, comunes en 1-39, son raras en 40-66. Además, términos como “gozo” y “clamar”, característicos de los capítulos 40-66, son raros en 1-39. En cuanto a estilo, mientras 1-39 incluyen narrativa histórica (la mayor parte de Isa. 7 y 36-39) y acciones proféticas simbólicas (Isa. 20), los capítulos 40-66 consisten casi exclusivamente en profecía poética.
Cuarta y última objeción (que en la mente de muchos eruditos críticos es insuperable): El hecho de que Ciro de Persia es mencionado por su nombre dos veces en la sección llamada Deutero-Isaías (44:28; 45:1). Como Isaías murió quizá c. 690 a.C. y Ciro no nació hasta el 580 a.C. aproximadamente, o sea unos 100 años después, y no llegó a ser un dirigente de importancia hasta muchos años después de la última fecha, los eruditos críticos declaran que el profeta Isaías no pudo haberse referido por nombre a Ciro como el ungido de Jehová para derrotar a Babilonia y restaurarle al pueblo de Dios su propia tierra.
Respuestas a las objeciones – ¿Qué debiera responderse a estas objeciones que se levantan contra la autoría isaiánica de la totalidad del libro profético? Con respecto a la primera objeción, es ciertamente verdadero que el lapso de tiempo en los capítulos finales del libro se extiende más allá de la vida del profeta. Algunos de los hechos aludidos, como el retorno del exilio babilónico, claramente ocurrieron después de su muerte. Para los que creen que no hay Dios, que Dios no conoce el futuro, o que si lo conoce no se lo revela a los humanos, esta objeción presenta una prueba indiscutible de que Isaías no pudo haber escrito el libro completo, porque nadie puede adivinar el futuro con tan sorprendente precisión.
Sin embargo, para quienes creen en la presciencia divina y afirman la doctrina bíblica de que Dios aveces revela el futuro a sus siervos fieles y los inspira para registrar esa revelación para la posteridad, tal objeción no es convincente. Esto es así especialmente a la luz de otras muestras bíblicas de la presciencia de Dios. Jeremías profetizó que el exilio babilónico habría de durar 70 años, y que luego Dios volvería a traer a su pueblo a su propia tierra (Jer. 29:10); Daniel anunció el surgimiento y la caída de las naciones (Dan. 2, 7 y 8), inclusive especificando algunos de esos reinos por nombre (Dan. 8:20, 21); y Jesús predijo que el templo habría de ser demolido tan prolijamente que ninguna piedra quedaría sobre otra (Mat. 24:2). Del mismo modo, Isaías, hablando por revelación profética, presentó por anticipado hechos que ocurrirían mucho después de su muerte.
En cuanto a la diferencia temática a partir de los capítulos 40-66, es verdad que estos capítulos tratan de asuntos y conceptos que difieren de los capítulos precedentes, centrándose hasta cierto punto en hechos relacionados con el exilio del pueblo de Dios en Babilonia y el retorno a su tierra. Sin embargo, no debiera parecer extraño que Isaías hable de diversos conceptos y temas durante un largo ministerio de alrededor de 50 años. No debiera esperarse que sus escritos enfoquen un único asunto.
A los que señalan que el exilio y retorno estaban todavía en el futuro distante y cuestionan cómo pudo describir el profeta estos asuntos, debiera hacérseles notar que los primeros capítulos de Isaías ya anticipan el peligro futuro de Babilonia, colocándola a la cabeza en la sección de oráculos contra las naciones (Isa. 13-23), y que la sección 1-39 concluye con una advertencia sobre el exilio que experimentaría el pueblo (39:6, 7). Tal vez de ese modo Isaías estaba reconociendo que al final los babilonios resultarían una amenaza más grave para el pueblo de Dios que los asirios, quienes habían recibido más atención en los capítulos 1-39.
Con respecto a la objeción del vocabulario y estilo diferentes usados en los capítulos 40-66, es verdad que estos capítulos difieren en vocabulario y estilo de los empleados en la primera mitad del libro. Uno puede percibir la diferencia aun leyendo el libro en una traducción a un idioma moderno. Sin embargo, de allí no se concluye necesariamente que esas características sean inconsistentes con Isaías como el autor. No debiera sorprendernos que los asuntos y temas diferentes de estos últimos capítulos usen un vocabulario y estilo diferentes, porque lo último está relacionado con lo primero.
Además, es de esperar que un genio profético tan prominente como Isaías fuera capaz de usar un vocabulario amplio y diferentes estilos y géneros literarios. Así como autores modernos, tales como C. S. Lewis, fueron capaces de escribir libros tan diversos como Simple cristianismo y Las crónicas de Narnia, usando géneros literarios diferentes y un vocabulario de muy amplio recorrido, así también los profetas bíblicos, especialmente con una erudición como la de Isaías, no se limitaron a un único estilo o vocabulario restringido.
Con respecto a que Ciro es mencionado por nombre más de 100 años antes de su nacimiento, es correcto decir que es un fenómeno inusitado en la Escritura. Sin embargo, inusitado no es lo mismo que inaudito, porque la Biblia nos habla de un profeta, cuyo nombre no conocemos, que enfrentó a Jeroboam cuando este último estaba ofreciendo un sacrificio en el santuario idolátrico de Betel, y que el profeta anónimo mencionó a Josías (1 Rey. 13:1, 2) como quien habría de profanar en su momento ese lugar de adoración ilegítimo. Esta confrontación tuvo lugar por el 930 a.C., si bien Josías no nació hasta cerca del 650 a.C., unos 280 años después.
Luego de responder a las objeciones a la autoría isaiánica del libro que lleva su nombre, pasemos a mostrar evidencias en favor de la unidad y autoría única del libro profético.
Evidencias en favor de la unidad y autoría única del libro – Primera evidencia: En los manuscritos transmitidos no hay pruebas que sugieran que el libro de Isaías haya existido jamás en alguna otra forma que la de un todo unificado. Aunque no hay muchos manuscritos antiguos del AT(a diferencia del NT), los que tenemos apoyan la unidad del libro completo. Por ejemplo, el manuscrito más famoso entre los rollos del Mar Muerto es el libro de Isaías. De tiempos precristianos, no contiene ninguna sugerencia de corte entre los capítulos 39 y 40. Por consiguiente, cualquier teoría que sostenga que el segundo grupo de capítulos de Isaías proviene de un tiempo y autor distintos carece de todo apoyo en los textos antiguos.
Segunda evidencia: Se encuentra en los rasgos unificadores encontrados en todo el libro, los cuales permiten inferir la autoría única del documento entero. Muchos aspectos podrían ser catalogados en esta categoría, pero hay uno digno de mención: la frase “el Santo de Israel” para referirse a Dios. Si bien se usa solo 31 veces en todo el AT, 25 de ellas están en Isaías, lo cual la convierte en una característica distintiva del libro. Es interesante que esas 25 veces están distribuidas uniformemente entre las porciones del libro consideradas como provenientes de distintos autores, con 12 apariciones en los capítulos 1-39 y 13 apariciones en 40-66. Así, esta frase tan distintiva sirve para integrar todo el libro.
“Ambas partes de Isaías [1-39 y 40-66] tienen en común un número inusitado de los mismos atributos divinos peculiares, de designaciones específicas del pueblo judío, las mismas fórmulas especiales de profecía, palabras de consolación y de reproche similares, parecidas expresiones sobre el futuro de Sión y Jerusalén y la reunión de los exiliados, las mismas fórmulas para expresar las emociones de gozo y alegría; es decir, todo apunta a una mente común y única” (Rachel Margalioth, The Indivisible Isaiah [El Isaías indivisible; Nueva York: Sura Institute for Research, 1964], p. 41).
Tercera evidencia: La antigua tendencia de la comunidad israelita a atribuir aún el más pequeño documento profético al profeta que lo originó. Por ejemplo, los 21 versículos que forman el libro de Abdías, muy pequeño en volumen, no fueron anexados a ningún otro libro profético sino acreditados a dicho profeta. Y viceversa, cuando una sección de un libro profético era considerado proveniente de un autor distinto al profeta, como es el caso de Jeremías 52, el hecho fue expresado claramente (Jer. 51:64). A la luz de tal práctica, sería muy extraño que los últimos 27 capítulos de Isaías, los cuales contienen algunos de los pasajes más hermosos y elocuentes de todo el AT, procedieran de un profeta cuyo nombre se perdió y fuesen simplemente anexados a otro libro profético como si procedieran de tal profeta. De este modo, la práctica de quienes estuvieron implicados en la colección de libros proféticos apoya la posición de que el documento entero procede del mismo profeta.
Cuarta evidencia: Se encuentra en el apoyo ofrecido por las repetidas referencias del NT a versículos que se hallan en ambas partes de Isaías atribuyéndolos al mismo profeta. Podría mencionarse una gran cantidad de referencias, porque Isaías fue un libro favorito de los escritores del NT. Sin embargo, un pasaje especialmente elocuente es Juan 12:38-41, que cita tanto de Isaías como del así llamado Deutero-Isaías. Juan 12:38 cita Isaías 53:1, mientras que Juan 12:40 cita Isaías 6:10. Cabe destacar que ambos se acreditan al mismo profeta Isaías. Es evidente que los autores del NT consideraban a Isaías como el autor del libro profético que lleva su nombre, incluyendo los últimos capítulos del libro, a los cuales a menudo se los considera como provenientes de otra persona.
Conclusión – Aunque algunos estudiosos han abandonado la posición por muchos siglos sostenida tanto por judíos como cristianos de que el profeta Isaías fue el autor de la totalidad del libro que lleva su nombre, hay razones persuasivas para no abrazar su “novedoso” punto de vista. Pueden darse respuestas adecuadas a las objeciones levantadas contra la autoría isaiánica, pero hay una cantidad de evidencias que pueden presentarse en favor de la unidad y autoría única del libro entero. Los creyentes de pensamiento cuidadoso, que toman la Escritura con máxima seriedad y afirman que Dios predice el futuro mediante sus siervos los profetas, tienen la capacidad de sostener la posición histórica de que la totalidad del libro debiera ser adjudicada al mismo profeta.