Jiří Moskala
La autoría del libro de Daniel ha sido debatida por siglos. Básicamente son dos las posiciones sostenidas por los estudiosos de las Escrituras. Algunos creen que el libro fue escrito por el profeta Daniel en el siglo VI a.C., tal como lo sustenta la obra misma. Otros enseñan que el libro fue escrito por un judío anónimo del siglo II a.C., durante la época de los Macabeos. Por tanto, la segunda posición es denominada “la hipótesis macabea”.
Identificar al autor del libro de Daniel es vital, porque la interpretación y validez de las profecías del libro dependen de la identificación de su autor. Si Daniel escribió el libro en el siglo VI, entonces contiene verdaderas profecías. Si un judío desconocido escribió el libro en el siglo II, sus pretendidas profecías no son profecías en absoluto sino historia escrita con forma de profecía después que el evento profetizado ya ocurriera.
Si Daniel escribió el libro en el siglo VI, entonces el libro contiene verdaderas profecías. SI lo escribió un judío anónimo en el siglo II, sus profecías son solo historia disfrazada de profecía.
Origen en el siglo VI – Los eruditos que defienden la autoría daniélica sostienen que el libro fue escrito en etapas por el mismo profeta Daniel alrededor del 530 a.C. en Babilonia. El centro temático del libro es doble: proclamar la soberanía de Dios desde una perspectiva internacional, y dar ánimo a sus hijos para que sigan fielmente al Señor sabiendo que él controla la historia. Además, él se ocupa de sus hijsos y es el más alto Juez, pues todos los seres humanos deben rendirle cuentas. Daniel presenta una serie de cuatro imperios mundiales, la primera venida del Mesías, el surgimiento y las actividades del anticristo (el cuerno pequeño), la persecución de los santos, el juicio en el Cielo y, finalmente, el establecimiento del reino eterno de Dios. La culminación de este libro apocalíptico yace en la esperanzadora predicción de una resurrección al final de los tiempos. Esta posición puede ser denominada “la hipótesis persa (o exílica)”.
Origen en el siglo II – La fecha, tradicional entre judíos y cristianos para el libro de Daniel en el siglo VI, fue cuestionada desde fines del siglo XVIII por la así llamada hipótesis macabea, la cual prevalece hoy entre los eruditos histórico-críticos. El primer crítico que puso el origen de Daniel en el siglo II a.C. fue el filósofo neoplatónico Porfirio (c. 234-305 d.C.). En el décimo libro de su obra Contra los cristianos argumentó que Daniel fue escrito por un individuo que vivió en Judea durante la persecución realizada por el rey de Siria Antíoco IV Epífanes (175-163 a.C.), porque describe estos hechos con demasiada precisión para ser una profecía. En su comentario sobre el libro de Daniel, el Padre de la Iglesia Jerónimo (c. 348-420 d.C.) responde a los argumentos de Porfirio y defiende la autoría de Daniel. Los escritos de Porfirio fueron destruidos posteriormente, y su punto de vista sobre el libro de Daniel sobrevivió solo porque lo menciona Jerónimo.
De acuerdo con la hipótesis macabea, un autor desconocido en el siglo II a.C. escribió el libro usando el seudónimo “Daniel” para dar autoridad a su manuscrito. Relató la historia que ya había transcurrido en forma de profecía, haciendo auténtica profecía solo respecto de los eventos descritos en 11:40-12:2 con la resurrección que en su tiempo se esperaba, que el autor creía que era el tiempo del fin. Pero esta “genuina” profecía fracasó porque lo predicho nunca ocurrió. De acuerdo con la erudición histórico-crítica, el autor cometió varios errores históricos por no tener suficiente conocimiento de la historia de Babilonia y Medo-Persia. Solo acertó cuando trataba de la historia de su propia época, el tiempo de los seléucidas y ptolomeos. La tesis macabea, entonces, sostiene que el libro de Daniel fue escrito en Judea alrededor del 165 a.C., en un momento de profunda crisis: el rey Antíoco IV Epífanes profanó el templo de Jerusalén (167 a.C.) y persiguió brutalmente a los judíos religiosos por causa de sus convicciones. El propósito del libro, se nos asegura, era guiar a los judíos en su fidelidad a Dios y en su rebelión contra el reino tiránico y opresivo de este rey griego.
Los siguientes puntos mostrarán los problemas ocasionados por la posición histórico-crítica y documentarán que, en realidad, hay muchos argumentos en favor del origen durante el siglo VI a.C. para el libro. Algunos de tales puntos son:
1. La confiabilidad histórica del libro – Contra los asertos de muchos críticos, en Daniel hay una impresionante precisión en los detallados relatos de eventos históricos, los cuales son tan precisos al cotejarlos con los materiales extrabíblicos conocidos, que la conclusión es inevitable: el autor debió haber sido un testigo ocular que experimentó esos acontecimientos y, por tanto, podía proporcionar un relato históricamente preciso. Las fuentes primarias demuestran inequívocamente que el autor conocía hechos que eran desconocidos en el siglo II a.C. pero que fueron recientemente recuperados por los arqueólogos. Unos pocos ejemplos deben bastarnos para comprobar este punto: (a) En Daniel 4 se menciona a Nabucodonosor como el orgulloso constructor de Babilonia. Este conocimiento sobre la actividad edilicia de Nabucodonosor se perdió, y nunca lo mencionan historiadores antiguos como Heródoto, Ctesias, Estrabón o Plinio. Sin embargo ha sido confirmado por las modernas excavaciones de Babilonia. Algunas de las inscripciones se asemejan tanto al relato bíblico de Daniel 4 (p. ej., el Cilindro de Grotefend), que R. H. Pfeiffer tuvo que admitir: “Quizá nunca sepamos cómo nuestro autor sabía que la nueva Babilonia era la creación de Nabucodonosor (4:30), tal como lo han demostrado las excavaciones”.1 (b) La existencia de Belsasar fue debatida por los estudiosos hasta fines del siglo XIX. Entonces se encontró no solo que fue el primogénito de Nabonido, sino que fue corregente de su padre, quien le “confió el reino”.2 Belsasar, por tanto, estaba en lo correcto al ofrecerle a Daniel el tercer puesto en el reino (o sea, después de Nabonido y de él mismo; 5:7, 16, 29). (c) La Crónica de Nabonido confirma que este, el último rey de Babilonia, no estaba en la ciudad cuando cayó en manos de los persas en el 539 a.C.
Las fuentes primarias demuestran que el autor conocía cosas desconocidas en el siglo II a.C. pero que han sido redescubiertas en tiempos modernos.
“En el mes de Tashritu, cuando Ciro atacó al ejército de Acad en Opis sobre el Tigris, los habitantes de Acad se rebelaron, pero él [Nabonido] masacró a los confundidos habitantes. El día 14, Sippar fue tomada sin batalla. Nabonido huyó. El día 16, Gobrias [Ugbaru], gobernador de Gutis [Gutium], y el ejército de Ciro entraron en Babilonia sin combatir. Después Nabonido fue apresado en Babilonia al regresar allí”.3
R. P. Dougherty afirma con fuerza la historicidad del libro de Daniel: “De todos los registros no babilonios que tratan de la situación al fin del Imperio Neobabilónico, el capítulo 5 de Daniel está al nivel de las fuentes cuneiformes primarias de la literatura en lo que concierne a la precisión de los eventos principales”.4
En el libro de Daniel persiste un solo problema histórico: la identificación de Darío el Medo. No se ha podido resolver satisfactoriamente por falta de un adecuado material histórico de trasfondo. La hipótesis de William Shea, de que este fue Gubaru/Ugbaru/Gobrias, general del ejército de Ciro que conquistó Babilonia en octubre del 539, es la mejor opción en el debate actual.5
2. El lenguaje del libro – Los eruditos histórico-críticos han pretendido que el lenguaje de Daniel indica un origen en el siglo II a.C. Sin embargo, la comparación lingüística del hebreo de Daniel con los manuscritos de Qumrán (siglo II a.C.) habla a favor de la hipótesis persa, porque el hebreo de Daniel no está próximo al de la literatura qumránica. Así también las palabras importadas del persa en Daniel están tomadas del persa antiguo, indicando su gran antigüedad; el significado que tienen es a veces difícil de discernir o se ha perdido del todo. Además, el arameo de Daniel pertenece al arameo oficial o imperial (c. 600-330 a.C.) y no al arameo del siglo II. Gleason Archer explica que “el Génesis apócrifo provee evidencia muy poderosa de que el arameo de Daniel proviene de una época considerablemente anterior al siglo II a.C.”6
Hay solo tres palabras griegas en Daniel, y ellas designan instrumentos musicales (Dan. 3:5, 7, 10, 15). Pero eso no debe sorprendernos, pues el comercio griego estaba en marcha en todo el Antiguo Cercano Oriente desde el siglo VIII a.C. También se contrataron a mercenarios griegos en el ejército de Nabucodonosor, quienes pudieron haber traído con ellos esos instrumentos. Si el libro hubiese sido escrito a mediados del siglo II, como lo pretende la hipótesis macabea, debiera pulular con términos griegos, porque para ese tiempo era la lengua predominante en Oriente y la cultura griega prevalecía en el Cercano Oriente.
3. Los cuatro imperios de Daniel – La hipótesis macabea sostiene que los cuatro imperios mundiales fueron Babilonia, Media, Persia y Grecia. Sin embargo, el orden apropiado de los cuatro imperios es Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Puede documentarse esto con los siguientes hechos: (a) En el 550 a.C. el rey persa Ciro derrotó al rey medo Astiages y formó un único reino conocido como Medo-Persia, lo que significa que para tiempos de la caída de Babilonia en el 539 a.C., Medo-Persia ya era un reino unificado. (b) El simbolismo empleado en el libro para describir el reino medo-persa indica que se lo contaba como un reino y no dos: la parte de plata de la estatua tenía dos brazos (Dan. 2:32); el oso que representa al mismo poder tenía dos mitades desiguales (7:5); y el carnero, identificado como Medo-Persia, tenía dos cuernos distintos (8:3, 20). (c) Daniel claramente identifica los primeros tres imperios como Babilonia, Medo-Persia (¡como un único reino!) y Grecia (2:38; 5:28; 6:8, 12, 15; 8:20, 21). En lo que concierne al texto bíblico, el libro no hace separación entre los imperios medo y persa. Roma es el cuarto imperio, dado que sucedió al Imperio Griego en la historia.
4. El elemento temporal – La perspectiva del libro abarca mucho más allá del tiempo macabeo; llega hasta el mismo tiempo del fin. Esto implica que la serie de cuatro reinos sucesivos no finaliza en el tiempo de los macabeos. El libro predice la primera (Dan. 9) y segunda venidas de Cristo (Dan. 2 y 7), con la resurrección al final de los tiempos como clímax del libro (12:2, 13). El mensaje de Daniel se centra en Dios y su futuro reino eterno.
5. El tenor del libro – No corresponde con ni se adapta a la situación de la revuelta macabea. Daniel tiene una actitud muy reverente hacia Nabucodonosor y Darío el Medo (Dan. 2:37, 38; 6:21). Trabaja para ellos en altas posiciones de gobierno y les es leal. Habla con gran respecto y dignidad aún sobre el malvado rey Belsasar (5:22-24). Nabucodonosor mismo actúa con mucha reverencia hacia Daniel, incluso inclinándose ante él (2:46-48); y según el capítulo 4, Nabucodonosor relata la historia de su conversión alabando al verdadero Dios Altísimo (4:34, 37). Si bien en la parte profética del libro los fieles sufren persecución, jamás son alentados a organizar una revuelta contra sus opresores y gobernantes. Es más bien un cuadro de resistencia pasiva. Esto contrasta fuertemente con la revuelta macabea contra el rey Antíoco IV Epífanes en el siglo II a.C. Por esto J. J. Collins argumenta correctamente que “los relatos cortesanos de los capítulos 1-6 no fueron escritos en tiempos macabeos. No es posible aislar siquiera un versículo que trasunte una inserción editorial en tal período”.7
“Los argumentos en favor de la fecha macabea de Daniel difícilmente puedan considerarse convincentes. En cualquier caso, tal período para la composición del libro queda descartado absolutamente por la evidencia de Qumrán [...] porque no habría tiempo suficiente para que tales composiciones macabeas pudieran circular y ser veneradas y aceptadas como escrituras canónicas por una secta macabea” (R. K. Harrison, Introduction to the Old Testament [Introducción al Antiguo Testamento. Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1969], p. 1127).
6. La evidencia de los manuscritos de Qumrán – Los rollos del Mar Muerto hablan convincentemente en favor de la hipótesis persa. Se llama “profeta” a Daniel, y su libro fue usado extensamente en Qumrán. En tres de las cuevas se encontraron ocho manuscritos de Daniel (1-Q, 4-Q y 6-Q); datan del 125 a.C. al 50 d.C. Esto significa que esta comunidad de fe tenía un alto respeto y usaba ampliamente el libro de Daniel. Se lo cita junto a los libros de Moisés, Samuel, Isaías, Ezequiel, Amós y Salmos. Eso habría sido muy extraño si el libro de Daniel hubiese sido escrito a mediados del siglo II, solo unas dos décadas antes de su uso por parte de la comunidad qumránica. Tal período sería demasiado corto para que el libro fuese escrito, copiado y leído con la difusión necesaria para ganar popularidad y autoridad.
7. El modo de fechar las visiones – Esto se corresponde estrechamente con el modo de datar en los libros de Jeremías, Ezequiel y Hageo (siglo VI a.C.), pero no con el del libro de Malaquías (siglo V). La práctica de registrar la fecha de las visiones del libro de Daniel (2:1; 7:1; 8:1; 9:1; 10:1) es similar a la de los profetas estrechamente relacionados con el exilio babilónico. Jeremías señaló ocho visiones (1:2, 3; 25:1; 28:1; 32:1; 36:1; 41:1; 45:1; 46:1, 2), y en el caso de otras las acotó con ciertos acontecimientos (21:1; 24:1; 26:1; 27:1; 33:1; 38:1, 7; 39:15; 40:1; 47:1). El libro de Ezequiel tiene doce visiones con fecha específica (1:1, 2; 8:1; 20:1; 24:1; 29:1, 17; 30:20; 31:1; 32:1, 17; 33:21; 40:1). El librito de Hageo, escrito en el 520 a.C., contiene cinco visiones y todas están fechadas (1:1; 1:15; 2:1; 2:10; 2:20). En cambio el libro de Malaquías (c. 425 a.C.) comprende varias visiones pero ninguna fechada. Lo mismo puede decirse de la literatura apocalíptica del siglo II a.C. y siguientes. En este respecto, el libro de Daniel está más cerca de los profetas exílicos que de la literatura apócrifa o seudoepigráfica del siglo II o posterior, cuyas visiones no ostentan fecha.
8. El testimonio del propio libro – Se nos presenta como una obra del siglo VI a.C. en un entorno babilonio-persa, y claramente menciona que Daniel fue su autor (7:1; 12:4, 9). Se menciona a Daniel directamente como autor de varios capítulos escritos en primera persona (7:2, 4, 6, etc.; 8:1, 2; 9:2-4, 20-23; 10:2, 7, 10, 15-19; 12:5, 7, 8). Y que también se refiera a sí mismo en tercera persona (1:6; 2:14; 5:29; 6:1-4, 28; 7:1; 10:1) no lo contradice, por cuanto algunos documentos antiguos, inclusive extrabíblicos, fueron escritos con tal estilo (p. ej., la Anábasis de Jenofonte o la Guerra de las Galias de Julio César).
9. El testimonio de Jesucristo – En el NT, Jesús habla con mucha estima de Daniel (Mat. 24:15). Lo considera profeta y relaciona su profecía acerca de la “abominación desoladora” (Dan. 9:27) con la futura caída de Jerusalén en el año 70 d.C. (ver Mat. 24:16; Mar. 13:14; Luc. 21:20, 21). Jesús, entonces, toma a Daniel por un personaje histórico del siglo VI a.C. y explica que el enfoque del libro va mucho más allá de los tiempos macabeos.
Conclusión – La hipótesis macabea tiene serias debilidades y no convence. Negar que Dios conozca el fin desde el principio (Isa. 46:10) y sea capaz de predecir exactamente el curso de la historia antes que ocurra está en directa oposición a las afirmaciones bíblicas de que Dios reveló a Daniel el futuro (Dan. 2:19-23; 7:1, 2; 8:1, 2). La existencia de profecías genuinamente predictivas y la presciencia de Dios son las claves interpretativas que nos abren el significado de Daniel.
Las objeciones presentadas por los eruditos histórico-críticos y los problemas relativos a la autoría del libro en el siglo VI pueden ser explicadas en forma adecuada. Entonces, el autor del libro de Daniel es el mismo profeta Daniel.
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1 Robert H. Pfeiffer, Introduction to the Old Testament [Introducción al Antiguo Testamento] (Nueva York/Londres: Harper & Brothers, 1941), pp. 758, 759.
2 A. Leo Oppenheim, “Verse Account of Nabonidus” [Registro versificado de Nabonido], Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament [Textos del Antiguo Cercano Oriente relacionados con el Antiguo Testamento], 3a ed., James B. Pritchard, ed. (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1969), pp. 312-315.
3 Ibíd., “Nabonidus Chronicle” [Crónica de Nabonido], Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, p. 306.
4 Raymond P. Dougherty, Nabonidus and Belshazzar: A Study of the Closing Events of the Neo-Babylonian Empire [Nabonido y Belsasar: Un estudio de los eventos íntimamente relacionados con el Imperio Neobabilónico] (New Haven, CT: Yale University Press, 1929), p. 216.
5 William H. Shea, “Darius the Mede: An Update” [Darío el Medo: Una actualización], Andrews University Seminary Studies [Estudios del Seminario de la Universidad Andrews] 20 (1982):229-247.
6 Gleason L. Archer, h., “The Aramaic of the ‘Genesis Apocryphon’ Compared with the Aramaic of Daniel” [El arameo del ‘Génesis apócrifo’ comparado con el arameo de Daniel], New Perspectives on the Old Testament [Nuevas Perspectivas sobre el Antiguo Testamento], J. B. Paine, ed. (Waco, TX: Word Books, 1970), p. 169.
7 John J. Collins, The Apocalyptic Vision of the Book of Daniel [La visión apocalíptica del libro de Daniel], Harvard Semitic Monographs, 16 (Missoula, MT: Scholars Press, 1977):11.