¿Por qué cuatro Evangelios?

John K. McVay

Los que llegan a creer en Jesús como Salvador estarán encantados de encontrar en la Biblia muchos documentos sobre él. El NT incluye cuatro Evangelios –Mateo, Marcos, Lucas y Juan– y otros 23 documentos que testifican de él. En estos últimos documentos se encuentran los relatos más antiguos sobre el ministerio terrenal de Cristo (p. ej., 1 Cor. 11:23-26; 15:1-11), profundas reflexiones sobre su identidad (Fil. 2:1-11; Col. 1:15-20; Heb. 1:1-4), profecías de su regreso (p. ej., 1 Tes. 4:13-18; Apoc. 19:11-16), visiones y mensajes del Cristo resucitado (p. ej., Hech. 18:9, 10; Apoc. 1:9-3:22) y mucho más. Además, si se lee el AT desde un punto de vista cristiano, también él da testimonio de Jesús (Juan 5:39). Los creyentes aprenderán a atesorar la totalidad de este testimonio de la Biblia sobre Jesús.

Solo cuatro Evangelios. Los cristianos siempre volverán a los Evangelios como los relatos más completos sobre la vida y el ministerio de Jesús. Al estudiarlos surgirá una pregunta importante: ¿Por qué hay cuatro Evangelios? Esta cuestión, es interesante señalarlo, toma dos formas divergentes: (1) ¿Por qué hay solo cuatro Evangelios y no muchos más? (2) ¿Por qué hay cuatro Evangelios y no simplemente uno?

En años recientes, la pregunta que se ha levantado con más frecuencia es: ¿Por qué solo cuatro y no muchos más? Muchos autores recientes argumentan que había gran diversidad de pensamiento sobre Jesús entre los primeros cristianos, lo que resultó en una gran variedad de “Evangelios”. Por lo que en el proceso de formación del canon del NT estos otros “Evangelios” habrían sido excluidos injustificadamente, dejando una ortodoxia insípida. Este tipo de pensamiento ha sido popularizado por Dan Brown en su novela El Código da Vinci.1

Y en efecto, hay muchos documentos que pretenden el título “Evangelio”. En su mayoría fueron escritos mucho después que los Evangelios canónicos y no se les parecen mucho. La lista de obras que pretenden relatar al menos parte de la vida y el ministerio terrenal de Cristo, y que pudieron haber sido compuestos en los primeros dos siglos después de Cristo, es mucho menor. Veamos un par de ellos.

El Evangelio de Judas – Escrito en idioma copto, el manuscrito fue hallado en Egipto en la década de 1970 y en la actualidad existe en unos mil fragmentos con muchas lagunas. El documento ha sido fechado alrededor del año 300 d.C., pero puede ser una traducción de un documento de mediados del siglo II. Aun así, esa fecha lo ubica muy lejos del marco temporal de los Evangelios canónicos, con los cuales contrasta fuertemente en contenido. El Evangelio de Judas entremezcla enseñanzas falsas sobre Dios, la creación, y la relación cuerpo y alma. La idea de que tal documento pueda proveer a los cristianos de una fuente alternativa válida para entender la vida y el ministerio de Cristo es simplemente equivocada.

El Evangelio de Tomás – De todos esos “Evangelios”, el Evangelio de Tomás es el único considerado por los eruditos como que posiblemente preserva información auténtica sobre Jesús que no está en los Evangelios canónicos. Es otro documento copto descubierto en Egipto en 1945, y consiste en una colección de unos 114 dichos que se atribuyen a Jesús, en su mayoría con paralelos en los Evangelios canónicos. En dicho Evangelio se presentan los dichos sin enmarcarlos en mucha estructura narrativa. Como el Evangelio de Judas, el de Tomás es claramente un documento gnóstico que presenta a Jesús como el revelador de la sabiduría secreta; defiende una teología gnóstica peculiar, la cual considera al mundo material como malvado; y enseña un cierto conocimiento secreto como camino a la salvación. Quizá fue compuesto bien adentrado el siglo II, y depende de los documentos canónicos del NT.2

Christopher Tuckett ofrece una evaluación sobria:

“En su mayor parte, los Evangelios [canónicos] proveen nuestra fuente principal de conocimiento sobre Jesús. En este respecto el valor de los Evangelios no canónicos es probablemente demasiado pequeño para tenerlo en cuenta. En lugar de dar informaciones sobre Jesús mismo, estos textos testifican de las ideas de sus autores y de las comunidades que los preservaron. Muchos son textos gnósticos de un período posterior al de Jesús y reflejan ideas gnósticas puestas en labios de Jesús”.3

¿Por qué, entonces, no agregamos Evangelios a los cuatro? Porque solo en esos cuatro poseemos un testimonio auténtico de la vida y ministerio de Jesús.

¿Por qué no un solo Evangelio? – A lo largo de los siglos de historia del cristianismo, la forma más común de presentar la pregunta ha sido por qué hay cuatro Evangelios y no simplemente uno. Inicialmente los cristianos percibían cierta tensión en el hecho de que hubiera cuatro Evangelios en circulación. Después de todo, las cuatro versiones de la historia de Jesús no siempre concuerdan exactamente en los detalles de su vida. Algunas de estas diferencias son relativamente poco importantes. Por ejemplo, cada Evangelio da una versión distinta del título o la inscripción fijada en la cruz de Cristo (Mat. 27:37: “Este es Jesús, el Rey de los judíos”; Mar. 15:26: “El Rey de los judíos”; Luc. 23:38: “Este es el Rey de los judíos”; Juan 19:19: “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos”). Además Marcos y Lucas contienen un relato sobre la curación de un único endemoniado (Mar. 5:1-20; Luc. 8:26-39), mientras que Mateo presenta a Jesús restaurando a dos endemoniados a la cordura (Mat. 8:28-9:1). Una posición extremista requeriría una concordancia absoluta, descartando el testimonio de los Evangelios por no concordar en tales casos. Tal norma sería demasiado estricta y dejaría de discernir la unidad subyacente en este cuádruple testimonio sobre Jesús.

Pero otras diferencias son más complejas. Uno solo necesita leer los relatos sobre las apariciones de Cristo resucitado (Mat. 28; Mar. 16; Luc. 24; Juan 20, 21) para entender que a menudo los cuatro relatos no son fáciles de armonizar. Si bien en los cuatro hay una unidad en cuanto a las convicciones básicas sobre Jesús, también existe una rica diversidad en el modo en que se presenta su vida, ministerio y muerte.

¿No sería mejor, para un testimonio claro y coherente sobre Jesús, tener un único Evangelio autoritativo en vez de cuatro relatos que exhiben tantas diferencias? Dos notables cristianos de los primeros siglos pensaron que sí. Marción, que murió por el año 160 d.C. deseaba distinguir entre el Dios de la fe cristiana y el Creador, el Dios del judaísmo y el AT. Entonces Marción rechazó Mateo, Marcos y Juan por considerarlos demasiado judíos, y prefirió Lucas, pero solo una forma modificada, en el que excluyó material que consideraba contaminado para restaurar el Evangelio original. Apoyándose en una interpretación defectuosa de Romanos 2:15 y 16, Marción argumentó que debía haber un único Evangelio: su versión condensada de Lucas. Otro cristiano de la antigüedad, Taciano, compiló por el año 170 d.C. un único relato o armonía de los Evangelios a partir de los cuatro. El documento resultante, llamado Diatesarón (“por los cuatro”), fue muy popular e inclusive suplantó a los cuatro Evangelios en ciertas áreas geográficas.

Testimonio de un único Evangelio – A pesar de las diferencias entre los cuatro Evangelios, los cristianos han reconocido la inspiración y unidad de todos ellos. Aunque son relatos separados, dan testimonio de un único evangelio, y por eso se los llama “El Evangelio según...” Dos declaraciones valiosas respecto a la composición de los Evangelios nos ayudan a entender por qué los primeros cristianos llegaron a esta conclusión. La primera es Lucas 1:1-4:

Solo en los cuatro Evangelios tenemos un testimonio auténtico de la vida y ministerio de Jesús.

“Muchos han intentado hacer un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra. Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente, para que llegues a tener plena seguridad de lo que te enseñaron” (NVI).

Lucas nos está diciendo que en su tiempo había en circulación muchos relatos escritos de la vida y el ministerio de Jesús (“las cosas que se han cumplido entre nosotros”), los cuales procuraban preservar el testimonio de “los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra”. Estas personas habían experimentado el ministerio de Jesucristo y habían llegado a un entendimiento inspirado del mismo. Los escritores de estos relatos habían hecho su obra fielmente porque la habían realizado con el mismo espíritu y motivación (“tal y como”) mostrado por los que “fueron testigos presenciales y servidores de la palabra”.4

Si bien otros habían registrado fielmente sus relatos, Lucas se sintió impulsado a forjar su propia narrativa sobre la base de su propia investigación cuidadosa y motivado por su deseo de escribirlo “ordenadamente”. Espera que su relato tenga un impacto específico sobre Teófilo y demás lectores para que “conozca[n] bien la verdad de las cosas” relativas a Jesús (1:4, RVR 95). No le interesa simplemente que sus lectores conozcan los hechos históricos (Teófilo ya habría sido “instruido” en ellos) sino que entiendan su profundo significado.

Propósito de los Evangelios – El deseo de Lucas para sus lectores está en armonía con lo expresado en una segunda declaración importante acerca de la composición de los Evangelios: la de Juan 20:30, 31:

“Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida” (NVI).

Juan también estaba interesado en que sus lectores fuesen más allá de una simple comprensión de los hechos históricos; quería que alcanzasen un conocimiento salvador de Jesús: creer que “Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios” (NBE).

La declaración de Juan contiene otro punto importante: reconoce que ha dejado sin registrar mucho al escribir su Evangelio; que ha operado con un principio de selectividad al forjar su narrativa. Se amplía este punto en Juan 21:25: “Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero”.

Principios para estudiar los Evangelios – Estas importantes declaraciones bíblicas (Luc. 1:1-4, Juan 20:30, 31; 21:25) sugieren cuatro principios importantes que debieran guiar nuestro estudio de los Evangelios: (1) Son testimonios históricamente confiables de la vida y el ministerio de Jesús, aunque no debiéramos leerlos con la expectativa de encontrar uniformidad exacta en asuntos de detalles y la cronología implicada. (2) Dado que fueron escritos para testificar de que Jesús es el Mesías, y no tanto como biografías detalladas de Jesús, nuestro énfasis debiera estar en apreciar el testimonio distintivo que cada Evangelio ofrece dentro de una comprensión amplia del significado de los sucesos en la vida y el ministerio de Jesús. (3) Del mismo modo, dado que los autores –motivados por su deseo de comunicar los significados que veían en la historia– seleccionaron su material de entre un cuerpo mucho más amplio al escribir su narración, no debiéramos esperar que registren exactamente los mismos eventos. Entonces, estas declaraciones bíblicas nos preparan para una buena cantidad de variedad en los Evangelios canónicos, y para apreciar la singularidad del testimonio de cada uno de ellos en favor de un único y auténtico mensaje acerca de Jesús (Gál. 1:6-9; Efe. 4:4-6). (4) En línea con su propósito declarado, al leer los Evangelios debiéramos esperar ser atraídos a la fe en Jesús como nuestro Salvador.

Los cristianos reconocen la inspiración y unidad de los cuatro Evangelios incluidos en la Biblia, a pesar de las diferencias entre ellos.

Resumen – Estas declaraciones bíblicas y los principios que podemos deducir de ellas sugieren una muy profunda respuesta a la cuestión de por qué tenemos cuatro Evangelios y no solamente uno. Tenemos cuatro porque proveen un testimonio histórico independiente de la vida de Jesús que no estaría igualmente sustanciado si tuviéramos uno solo. Por ejemplo, si no fuera por Juan podríamos suponer que el ministerio de Jesús duró solo un año y no tres años. También nos ofrecen diferentes perspectivas históricas sobre Jesús, presentadas a diferentes audiencias (judíos y gentiles). Cuatro distintos retratos históricos de Jesús nos deparan una comprensión más completa de él que con solo uno. De acuerdo con la Escritura, “todo asunto se resolverá mediante el testimonio de dos o tres testigos” (Deut. 19:15, NVI; Mat. 18:16). Tenemos una mejor oportunidad de alcanzar una comprensión completa y bien redondeada de Jesús al leer y atesorar los cuatro Evangelios.

Al reflexionar en la complejidad de la cuestión de la multiplicidad de los Evangelios, los cristianos debieran sentir que es una bendición que poseamos cuatro relatos diferentes y autoritativos de la vida y enseñanzas de Jesús, cada uno escrito de una perspectiva diferente y con una audiencia distinta en mente. Si bien algunos desearían más “Evangelios” y otros una única narrativa, haríamos bien en estudiar los cuatro grandes testigos inspirados en favor de Jesús –los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan– en el contexto de una más amplia revelación bíblica.

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1 Dan Brown, The Da Vinci Code: A Novel [El código Da Vinci. Una novela] (Nueva York: Doubleday, 2003), pp. 233, 234. [Existen diversas ediciones en castellano.]

2 Ver el útil análisis de Darrell L. Bock y Daniel B. Wallace, Dethroning Jesus: Exposing Popular Culture’s Quest to Unseat the Biblical Christ [Destronar a Jesús. Exposición de la misión de la Cultura Popular para derrocar al Cristo bíblico] (Nashville, TN: Thomas Nelson, 2007), pp. 105-130.

3 Christopher Tuckett, “Gospel, Gospels” [Evangelio, Evangelios], Eerdmans Dictionary of the Bible [Diccionario Eerdmans de la Biblia], David Noel Freedman, ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2000), p. 523.

4 Lucas solo sabe de relatos de la vida y ministerio de Jesús que reflejan el mensaje del evangelio que él manifiesta en su relato: que Jesucristo, el Hijo de Dios, se hizo hombre y murió por salvar a la humanidad. No parece conocer la existencia de algún relato alternativo que ofrezca una comprensión radicalmente diferente de la vida y el ministerio de Jesús.