Larry L. Lichtenwalter
“No te acostarás con varón como con mujer; es abominación”.
Levítico 18:22.
En la sociedad actual la homosexualidad no solo es visto por muchos como aceptable, sino que también es fuertemente defendido por los medios de comunicación y grupos de derechos sociales. La Biblia, ¿permite o condena las prácticas homosexuales? ¿Indican Levítico 18:22 y otros pasajes bíblicos una posición sobre este tema?
Evaluación bíblica de la homosexualidad – Levítico 20:13 reitera la prohibición de la homosexualidad con más detalle y adjunta la pena: “Si alguien se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos: sobre ellos caerá su sangre”. El término “varón”, [zāḵār], señala inequívocamente al sexo masculino y no al “hombre” en sentido más genérico, denotando a todos los miembros de este sexo sin considerar su edad, abarcando claramente a ambos participantes en relaciones consensuadas entre varones y no solamente al perpetrador de una violación homosexual.
La naturaleza absoluta de esta prohibición bíblica contrasta abiertamente con actitudes más tolerantes hacia la homosexualidad existentes en el Antiguo Cercano Oriente. Si bien la legislación está considerada desde un punto de vista masculino, la prohibición de relaciones lesbianas está implícita en el decreto general que prohíbe las prácticas abominables de los egipcios, cananeos y otras naciones mismo modo, el abuso homosexual de los niños (paidofilia) queda implicado, ya que zāḵār es todo varón y no solo el adulto. La homosexualidad es una “abominación” que conlleva la pena de muerte (18:22; 20:13) y está a la par del bestialismo, que viola el principio de que debe compartirse la sexualidad humana solo con otros humanos (Lev. 18:23; 20:15,16). La prohibición aparece dentro del mismo marco legal que abarca el incesto, el adulterio y el bestialismo.
El contexto más amplio de Levítico 18 señala otras desviaciones respecto del ideal de Dios para la sexualidad humana. Desde tiempos de la creación, Dios hizo al hombre y la mujer el uno para el otro, lo que está señalado por la metáfora de “una sola carne” y tiene por propósito hacerlos fructíferos y que se multipliquen (Gén. 1:26-28; 2:23, 24). Tal relación debía ser permanente, monógama, heterosexual e interhumana. Las prohibiciones de Levítico 18 confirman los límites establecidos en Génesis 1-3. Por tanto, la homosexualidad perturba y viola el orden de la creación establecido por Dios. El abdicar de la propia sexualidad asumiendo el rol del sexo opuesto, como en una relación homosexual (masculina o lesbiana), es una profanación del orden divino de la creación porque la sexualidad es un rasgo esencial de la existencia y personalidad humanas (Gén. 1:27).
Homosexualidad es rebelión contra Dios – En última instancia, aquí nos encontramos con Dios: “Yo soy Jehová tu Dios” (Lev. 18:1, 4, 5, 6, 30). Que un hombre tenga relaciones sexuales con otro hombre, como si este no fuera varón sino mujer, no es ninguna otra cosa que rebelión contra el modo en que Dios hizo que los seres humanos funcionasen como seres sexuados. No solo se viola así el designio divino de la heterosexualidad y del orden creado, sino que se insulta la naturaleza santa de Dios como Creador y Redentor: “Porque yo, Jehová, soy santo [...] habéis, pues, de serme santos” (Lev. 20:26; cf. 11:44; 19:2; 21:8). De este modo Dios se pone a distancia de los dioses de las naciones paganas y de las prácticas moralmente degradantes que incluía su culto. Por cuanto Dios es santo, las distorsiones sexuales descritas en Levítico 18, incluyendo la homosexualidad, son moralmente corruptas y enemigas de Dios por su propia naturaleza (Lev. 18:1, 4, 5, 6, 22, 24-30). El carácter santo de Dios influye sobre los valores y las decisiones morales incluso en materia de sexualidad (cf. Rom. 1:21-27).
Homosexualidad es abominación – Las frases, en Levítico 18, a “la tierra de Egipto”, la “tierra de Canaán” (vers. 3), “las naciones que yo expulso” (vers. 24), “el natural y el extranjero” (vers. 26) afirman que las abominaciones enumeradas (más la homosexualidad) atraviesan la veta de los principios naturales y morales que son transculturales y transtemporales (o sea, universales y eternos; 18:2, 24-30). El carácter inherentemente degradante de estos actos desestabilizan la comunidad, contaminan moralmente al individuo (sea que fuere víctima, perpetrador o participante consensual), son explotadoras del prójimo (sus cuerpos, su identidad personal, su estatus en la comunidad y la familia, y su pureza ante Dios) e insultan el carácter santo de Dios. Esto es cierto para toda cultura y toda época. Dios, el yo y la sociedad, todos están en juego aquí. No es extraño entonces que la descripción subyacente de las prácticas homosexuales desde la perspectiva divina sea “abominación”.
La relación carnal homosexual es el único acto sexual en todo el Pentateuco al cual se le adjunta el término “abominación” (heb. [tô’ēbāh]). En Hechos 15 las categorías de prohibiciones impuestas a los cristianos gentiles (“...que os abstengáis de carnes sacrificadas a los ídolos, sangre, ahogado y fornicación”) siguen la sucesión de las prohibiciones de Levítico 17 y 18. Por consiguiente, πορνεία [pornéia], el término griego para “fornicación” en Hechos 15:20 y 29 incluye la homosexualidad, así como el término afín ἐκπορνεύω [ekpornéuō] en Judas 7. El NT condena explícitamente el homosexualismo masculino (Rom. 1:27; 1 Cor. 6:9; 1 Tim. 1:10) y el lesbianismo (Rom. 1:26).
Tendencias y prácticas homosexuales – Si bien hay pocos pasajes que hablen de actividades homoeróticas, todos ellos expresan desaprobación sin atenuantes. No hay escapatorias o cláusulas de excepción que pudieran permitir la aceptación de prácticas homosexuales bajo determinadas circunstancias. Es importante notar, sin embargo, que Levítico no trata de tendencias homosexuales; condena las prácticas homosexuales, incluyendo el estilo de vida homosexual.
El punto de vista bíblico de la naturaleza humana supone que después de la caída todos los seres humanos tienen una naturaleza u orientación pecaminosa. Sin que lo buscaran, ya sea por factores hereditarios o ambientales, hay personas afligidas con tendencias sobrecogedoras hacia todo tipo de maldad: promiscuidad heterosexual, alcoholismo, gula, violencia, impureza, sensualidad, suicidio, ira, arrogancia, etc. (Gál 5:19-21). Es de esperar que haya tendencias homoeróticas, pero también existe la orientación hacia la decencia, las decisiones morales y el autocontrol moral. Como seres morales, los humanos estamos llamados a controlar obsesiones inmorales. Deben mantenerse los pensamientos en pureza y controlar las tentaciones que surjan de la naturaleza u orientación caídas, sean estas homosexuales o heterosexuales. Hay poder divino disponible para capacitar a los seres humanos para vivir por encima de sus tendencias y naturaleza caída (Gál 5:16-24). Los cristianos del siglo I ya habían experimentado tal poder sobre las tendencias homosexuales: “Esto erais algunos de vosotros [incluyendo homosexuales, vers. 9], pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:11). Hay esperanza de redención de los estilos de vida destructivos. Tal es la implicación de Levítico 18:22 y 20:13, donde un pueblo ya rescatado es llamado a vivir una nueva identidad a través del poder santificador de su Dios santo (Lev. 20:7, 8; 21:8; 22:32, 33).