Richard M. Davidson
Does Genesis 1–11 really teach a recent, literal, seven-day creation week and a global flood? In this article, I wish to share a summary of the biblical evidence which leads me to reply with a firm “Yes!” to this question.1 I will briefly look at the three main parts to this question in turn.
¿Hay alguna evidencia en el texto del Génesis que indique que el relato de la creación tiene que ser tomado literalmente? En efecto, así es. En primer lugar, el género literario de Génesis 1-11 señala la naturaleza histórica literal del relato. Muchos estudiosos han mostrado que la mejor designación de género de esta sección de las Escrituras es “prosa narrativa histórica”.2 Las narrativas de Génesis 1 y 2 carecen de cualquier clave que lleve a tomarlas como algún tipo de literatura no literal, simbólico-metafórica o “metahistórica”.
En segundo lugar, la estructura literaria de todo el libro indica la intención literal de las narrativas de la creación. Es ampliamente reconocido que todo el libro del Génesis se estructura bajo la palabra hebrea toledot (“generaciones, historia”) en conexión con cada sección del libro (trece veces). El término toledot se usa en otras partes de la Escritura para establecer las genealogías que buscan expresar con exactitud el tiempo y la historia. En Génesis 2:4, el uso de toledot muestra que el propósito del autor es que el relato de la creación sea literal, al igual que el resto de las narrativas del Génesis.
En tercer lugar, la frase “y fue la tarde y la mañana” que aparece al final de cada uno de los seis días de la creación es usada para definir con claridad la naturaleza de los “días” como períodos literales de veinticuatro horas.
En cuarto lugar, la utilización de la palabra hebrea yom (“día”) al concluir cada uno de los seis días de la creación está conectada en todas las instancias con un adjetivo numeral (primero, segundo, tercer día, etc). Al comparar el uso de este término en otras partes de la Escritura (359 ocasiones), se ve que siempre se refiere a días literales.
En quinto lugar, en el cuarto mandamiento (Éxo. 20:8-11), al equiparar explícitamente la semana laboral de seis días del hombre con la semana de seis días de la creación de Dios, y al equiparar asimismo el sábado que el hombre debía guardar cada semana con el primer sábado posterior a la creación, el Dador divino de la ley interpreta claramente que la primera semana es una semana literal, y que consiste de siete días consecutivos y contiguos de veinticuatro horas.
En sexto lugar, Jesús y todos los escritores del Nuevo Testamento se refieren a Génesis 1-11, con la presuposición subyacente de que es un relato literal y confiable. Todos esos capítulos son mencionados por separado en el Nuevo Testamento, y Jesús mismo se refiere a Génesis, 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7.3
Por último, los que aceptan la inspiración de Elena White hallan en sus escritos un testimonio inequívoco de que Génesis 1 y 2 describen una semana literal similar a la actual. Dice ella: “Fui llevada entonces a la creación, y se me mostró que la primera semana, en la que Dios llevó a cabo la obra de la creación en seis días y reposó en el día séptimo, fue como cualquier otra […]. Dios nos da los productos de su obra al final de cada día literal”.4
En la Escritura no se nos dice cuándo Dios creó todo el universo. No obstante, hay sólidas evidencias que indican que la semana de la creación descrita en Génesis 1:3 a 2:4 fue reciente, en algún momento de los últimos varios miles de años, y no hace cientos de miles, millones o miles de millones de años. Esto se deduce fundamentalmente a partir de las genealogías de Génesis 5 y 11. Estas genealogías son únicas, sin paralelo entre las demás genealogías de la Biblia o de otros escritos del Antiguo Cercano Oriente.5
A diferencia de otras genealogías, que pueden y de hecho a menudo contienen interrupciones, las “cronogenealogías” de Génesis 5 y 11 poseen indicadores de que tienen que ser tomadas como genealogías completas. Estas características únicas entrelazadas, indican un enfoque específico en el tiempo cronológico y revelan la intención de dejar en claro que no existen interrupciones entre los patriarcas mencionados. Un patriarca vivió x años, engendró un hijo; después de engendrarlo, vivió y años, y engendró otros hijos e hijas; y todos los años de su patriarcado fueron z años. Estas características estrechamente entrelazadas hacen que sea virtualmente imposible sostener que existen brechas significativas en las genealogías. Por el contrario, parecen presentar la secuencia completa de tiempo de padre a hijo biológico en forma directa desde Adán hasta Abrahán. Lo que corrobora aún más la ausencia de grandes brechas en esas genealogías es el hecho que la forma gramática hebrea del verbo engendrar (yalad en el Hifil) de estos capítulos es la forma especial causativa que en todas las instancias del Antiguo Testamento se refiere a la descendencia física real y directa, es decir, a la relación biológica padre-hijo (Génesis 6:10; Jueces 11:1; 1 Crónicas 8:9; 14:3; 2 Crónicas 11:21; 13:21; 24:3). Esto se diferencia del uso de yalad en la forma simple Qal en muchas otras genealogías bíblicas, en cuyo caso puede referirse a otro tipo que difiere de la paternidad física directa de un descendiente inmediato. En Génesis 5 y 11, se encuentra claramente presente el interés de mostrar la duración precisa, exacta y completa del tiempo.
Existen diversas versiones textuales de los datos cronológicos de estos dos capítulos: el Texto Masorético [Hebreo] (TM), la Septuaginta (traducción griega), y el Pentateuco Samaritano. El consenso de los estudiosos es que el TM ha preservado los números originales en su forma más pura, mientras que la Septuaginta y el Pentateuco Samaritano han retocado intencionalmente los números por razones teológicas. Más allá del texto, la diferencia no supera unos mil años.
Respecto de la cronología desde Abrahán hasta el presente, los estudiosos que creen en la Biblia, no se ponen de acuerdo si el peregrinaje de Israel en Egipto fue de 215 o 430 años, y en consecuencia, si poner a Abrahán a comienzos del segundo milenio o a fines del tercer milenio a.C.; más allá de esta diferencia menor, sin embargo, la cronología básica de Abrahán hasta el presente está clara en la Escritura, y suma en total unos cuatro mil, con una variación de unos doscientos años.6
Es así que la Biblia presenta una creación relativamente reciente (de la vida en la Tierra) de unos pocos miles de años, no de cientos de miles, millones o miles de millones. Aunque ambigüedades menores no nos permiten señalar la fecha exacta, según la Biblia, la semana de la creación se produjo inequívocamente en tiempos recientes.
Solo un diluvio universal le hace justicia plena a todos los datos bíblicos, y esta posición es consecuente con un creciente conjunto de evidencias científicas.7 (1) todos los grandes temas de Génesis 1-11 (la creación, la caída, el plan de redención, la propagación del pecado) son de alcance universal y requieren de un juicio universal al momento del diluvio; (2) la genealogía de Adán (Génesis 4:17-26; 5:1-31) y de Noé (Génesis 10:1-32; 11:10-29) son de naturaleza excluyente, indicando que así como Adán fue padre de toda la humanidad anterior al diluvio, Noé fue padre de toda la humanidad posterior a ese evento, lo que implica claramente que toda la humanidad del planeta que quedó fuera del arca pereció en el diluvio; (3) Adán y Noé reciben la misma bendición divina (“Fructificad y multiplicaos” [Génesis 1:28; 9:1]), lo que indica que Noé es un “nuevo Adán” que, al igual que este último, vuelve a poblar el mundo; (4) el pacto divino y la señal del arco iris (Génesis 9:9-17) se relacionan con el alcance del diluvio; si el diluvio hubiera sido local, el pacto habría sido limitado; (5) la viabilidad de la promesa divina (Génesis 9:15; Isaías 54:9) está en juego en el alcance global del diluvio; si solo fue un diluvio local, entonces Dios ha quebrantado su promesa cada vez que se produce una inundación; (6) la universalidad del diluvio se ve enfatizada por el tamaño enorme del arca (Génesis 6:14-15) y la necesidad declarada de salvar todas las especies de animales terrestres por medio del arca (Génesis 6:16-21; 7:2-3); un arca inmensa con representantes de la humanidad y todas las especies de animales no acuáticos sería innecesaria en caso de un diluvio local; Noé y su familia podrían haber escapado simplemente a otra región del planeta; (7) la cobertura de todos “los montes altos” de la Tierra prediluviana (que no eran tan elevados como las cadenas montañosas de la actualidad) con al menos quince codos de agua (Génesis 7:19-20) no permite pensar en un diluvio local, porque el agua tiende a nivelarse en toda la superficie de la tierra; (8) la larga duración del diluvio (Noé estuvo más de un año dentro del arca, Génesis 7:11-8:14) solo tiene sentido si el diluvio fue universal; (9) los pasajes del Nuevo Testamento que hablan del diluvio siempre emplean un lenguaje universal (por ej., “se los llevó a todos” [Mateo 24:39]; “los destruyó a todos” [Lucas 17:27]; “Tampoco perdonó al mundo antiguo […], y trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos” [2 Pedro 2:5]; Noé “condenó al mun-do” [Hebreos 11:7]; y (10) la tipología del diluvio en el Nuevo Testamento asume y depende del alcance global de este evento; así como hubo un diluvio universal en tiempos de Noé, se producirá también un juicio universal de fuego al fin del tiempo (2 Pedro 3:6, 7).
En los numerosos términos o expresiones universales de Génesis 6-9 se encuentran diez puntos adicionales que indican el alcance universal del diluvio: (11) mabbul (inundación, diluvio), que aparece doce veces en Génesis y una en Salmos 29:10, en la Biblia hebrea está reservada exclusivamente para referirse al diluvio del Génesis, lo que lo diferencia de todas las inundaciones locales y le otorga un contexto global; (12) “la tierra” (Génesis 6:12, 13, 17), sin ningún descriptor, se remonta a la misma expresión de la creación universal (Génesis 1:1, 2, 10); (13) “la faz de la tierra” (Génesis 7:3; 8:9) repite la misma frase en el contexto universal de la creación (Génesis 1:29); (14) otra expresión que también se traduce como “la faz de la tierra” (Génesis 7:4, 23; 8:8), que establece un paralelo con Génesis 8:9 y la conecta con su uso en el contexto de la creación universal (Génesis 2:6); (15) “toda carne” o “todo ser” (trece veces en Génesis 6-9) está acompañada de frases adicionales que recuerdan la creación universal de los animales y el ser humano (Génesis 1:24, 30; 2:7); (16) “todo lo que vive” o “todo ser viviente” (Génesis 6:19; 9:16), y la expresión similar “todo ser viviente que hice” (Génesis 7:4), este último en referencia específica a la creación; (17) “todo ser que vivía [kol hayqum]” (Génesis 7:4, 23) es uno de los términos más inclusivos que dispone el escritor hebreo para expresar la totalidad de la vida; (18) “todo lo que había en la tierra” (Génesis 7:22) indica el alcance universal del diluvio, y clarifica que esta destrucción mundial se limita a las criaturas terrestres; (19) “debajo de los cielos” (Génesis 7:19), una frase siempre universal en otros lugares de la Escritura (véase por ej. Éxodo 17:14, Deuteronomio 4:19); y (20) “todas las fuentes del gran abismo [tehom]” (Génesis 7:11; 8:2) recuerda la misma expresión en Génesis 1:2.
Los numerosos vínculos con la creación universal de Génesis 1-2 muestran que el diluvio es una “descreación” escatológica, paulatina y universal, seguida de una “recreación” paulatina y universal. Es difícil imaginar de qué manera el escritor bíblico podría haber usado expresiones más poderosas y explícitas que estas para indicar el alcance universal del diluvio del Génesis.
Sobre la base del testimonio del relato del Génesis y de alusiones bíblicas posteriores, me uno a una multitud de estudiosos, antiguos y modernos (tanto críticos como evangélicos) que afirman la naturaleza literal e histórica de Génesis 1-11, que describe una semana de la creación literal y reciente compuesta por siete días de veinticuatro horas, contiguos e históricos, y un diluvio universal. Hace unos años resumí algunas de estas evidencias en un trabajo que presenté en un encuentro anual de la Sociedad Teológica Evangélica (al que asistieron investigadores evangélicos de muchos países). Después de la presentación, Gleason Archer, que estudió en Harvard y, podría decirse, era el “decano” de los estudiosos del Antiguo Testamento hasta su reciente fallecimiento, se acercó y me comentó en privado: “Ustedes los adventistas son casi la única denominación que aún afirma sin apologías y oficialmente, las verdades bíblicas sobre el origen del planeta. Por favor, no renuncien a esa sólida posición a favor de una semana de la creación de siete días literales y de un diluvio universal”. He tomado muy en serio su consejo, y es mi oración que el que lea este artículo, y la Iglesia Adventista como un todo, también así lo haga.
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1 Me he ocupado en más detalle de las principales cuestiones bíblicas relacionadas con los orígenes de la Tierra y el alcance del diluvio del Génesis en varios artículos publicados con anterioridad. Véase especialmente: “En el principio: Cómo interpretar Génesis 1”, Diálogo 6:3 (1994):9–12; “Biblical Evidence for the Universality of the Genesis Flood,” Origins 22:2 (1995):58–73; “The Biblical Account of Origins,” Journal of the Adventist Theological Society 14:1 (Primavera 2003):4–43; y “The Genesis Flood Narrative: Crucial Issues in the Current Debate,” Andrews University Seminary Studies 42:1 (2004):49–77. Estos artículos pueden consultarse en el sitio web: http://www.andrews.edu/~davidson.
2 Véase, por ejemplo, Walter Kaiser, “The Literary Form of Genesis 1-11”, en New Perspectives on the Old Testament, J. Barton Payne, ed. (Waco, Texas: Word, 1970), pp. 48-65; cf. John Sailhamer, Genesis Unbound (Sisters, Oregon: Multnomah, 1996), pp. 227–245.
3 Véase Henry Morris, The Remarkable Birth of Planet Earth (Minneapolis: Bethany Fellowship, 1972), Apéndice B: “New Testament References to Genesis 1-11” (pp. 99-101).
4 Elena White, Spiritual Gifts (Washington, DC: Review and Herald Publ. Assn., 1945), 3:90.
5 Por otras genealogías bíblicas, véase especialmente Génesis 4:16-24; 22:20-24; 25:1-4, 12-18; 29:31- 30:24; 35:16-20, 23-26; 39:9-14, 40-43; 46:8-27; 1 Samuel 14:50-51; 1 Crónicas 1-9; Rut 4:18-22; Mateo1:1-17; y Lucas 3:23-38. Por una comparación con las genealogías no bíblicas del ACO, véase, por ejemplo, Gerhard F. Hasel, “The Genealogies of Genesis 5 and 11 and their Alleged Babylonian Background”, Andrews University Seminary Studies 16 (1978): 361-374.
6 Véase el Comentario bíblico adventista, “La cronología de la historia bíblica temprana”, 1:174-196. Por la fecha del Éxodo alrededor del 1450 a.C., véase en especial William Shea, “Exodus, Date of”, International Standard Bible Encyclopedia (1982 ed.), 2:230-238.
7 Por resúmenes recientes de evidencias científicas de un diluvio universal y de una geología del diluvio, véase Harold G. Coffin, Robert H. Brown, y L. James Gibson, Origin by Design, ed. revisada (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2005); y Ariel A. Roth, Origins: Linking Science and Scripture (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1998).