Ekkerhardt Mueller
La pregunta de qué ocurre después de la muerte obsesiona a muchos que, sin embargo, preferirían no pensar acerca de la muerte y el más allá. Este tema ha confrontado a la humanidad desde sus mismos comienzos. Todas las culturas y religiones del mundo han intentado averiguar y entender qué sucede después que morimos. Los egipcios elaboraron un complejo proceso de momificación y construyeron grandes pirámides como tumbas para sus faraones. Los griegos se involucraron en especulaciones filosóficas sobre este tema. En el Fedón de Platón, Sócrates intenta probar la inmortalidad del alma a través de un razonamiento lógico.1 Algunas religiones orientales han optado por varios conceptos acerca de la reencarnación.2
El biólogo G. R. Taylor se preguntó si la muerte es necesaria. En sus investigaciones sobre el envejecimiento y la muerte se refirió a la posibilidad de lograr la inmortalidad física a través de los avances científicos.3 El tema sigue involucrando a muchos investigadores. Mientras tanto, algunos de nuestros contemporáneos han decidido hacer que su cadáver sea congelado para que se los resucite cuando se descubra la cura para las enfermedades que provocaron su muerte o se invente un procedimiento para retrotraer el proceso del envejecimiento. Muchos otros, especialmente la gran mayoría de los cristianos, han aceptado como verdadera la especulación griega y creen que, aunque su cuerpo es mortal, su alma no lo es. El hecho es que casi todos los seres humanos abrigan la esperanza de que la muerte no sea el fin último de nuestra existencia.
A diferencia de los animales, los seres humanos tenemos la habilidad única de reflexionar anticipadamente sobre nuestra propia muerte. Y aunque somos conscientes de que nuestra vida tiene un límite temporal, nos cuesta imaginar que algún día dejaremos de existir por completo. También nos resulta difícil imaginar que podríamos vivir para siempre.
El problema es que nuestros familiares difuntos no pueden informarnos acerca de lo que les ocurre después de la muerte (Luc. 16: 27-29). Se han realizado estudios y publicado libros sobre la llamada «experiencia cercana a la muerte», pero aun en esos casos, las personas involucradas solo han podido relatar lo que experimentaron durante el proceso que los llevaba al borde mismo de la muerte del cual, obviamente, se recuperaron. Además, estas experiencias pueden ser interpretadas de diferentes maneras.4 También existen fenómenos espiritistas en los cuales, supuestamente, los espíritus de los difuntos aparecen ante la vista; sin embargo, a menudo estas apariciones son imprecisas, provocan terror y no proporcionan ninguna prueba concreta de que exista vida después de la muerte. Desde una perspectiva bíblica, bien podrían ser ilusiones o la aparición de espíritus demoníacos, puesto que incluso Satanás «se disfraza de ángel de luz» (2 Cor. 11: 14).5
Muchas noticias necrológicas e inscripciones en las lápidas de las tumbas afirman que Dios ha llevado a sus seres queridos a un mundo mejor. En otros casos, éstas no reflejan esperanza alguna. El obituario registrado en 1 Corintios 15: 3-8 contiene cuatro declaraciones cuya perspectiva nos ayuda en la búsqueda de una respuesta a nuestra pregunta inicial: 1) Cristo murió; 2) Cristo fue sepultado; 3) Cristo resucitó; y 4) Cristo apareció vivo ante diferentes personas que lo reconocieron. Esto significa que Jesucristo regresó de la muerte y, por lo tanto, conoce exactamente lo que sucede cuando los seres humanos mueren. El mismo experimentó la muerte y, a través de la Biblia, nos provee información fidedigna sobre este importante tema.
La doctrina bíblica de la muerte y la vida futura debería basarse en toda la evidencia que ofrece la Palabra de Dios, creando así un cuadro en que se integran armoniosamente tanto los textos claros como los difíciles. Para aprender lo que enseña la Biblia sobre este tema, los cristianos deberían «escuchar con completa objetividad lo que el texto enseña acerca de la fe y la esperanza de la iglesia cristiana primitiva, sin mezclar con la interpretación de los textos sus propias opiniones y puntos de vista favoritos».6
La causa de la muerte
Según leemos en Génesis 2: 17, Dios anunció que la muerte se convertiría en una realidad si nuestros primeros padres decidían actuar contrariamente a lo que él mismo les había ordenado. Hasta ese momento, la muerte y sus consecuencias eran desconocidas en el planeta Tierra. Sin embargo, la serpiente —identificada como Satanás en Apocalipsis 12: 9— les dijo a Adán y a Eva que la inmortalidad es parte inherente de la condición humana (Gén. 3: 4). Desde el principio, entonces, la declaración de Dios acerca de la muerte y la declaración de Satanás sobre la inmortalidad han sido diametralmente opuestas y contradictoras. A partir de la desobediencia de nuestros primeros padres (Gén. 3), la posibilidad de la muerte se tornó una penosa realidad que afectó a todos los seres humanos (Rom. 6: 23) y también al resto de los organismos vivos y el planeta (Rom. 8: 20-22). La mentira inicial de Satanás ha perdurado a través de los siglos en la creencia en la inmortalidad del alma. Mientras Dios estaba indudablemente en lo correcto concerniente a que la muerte ha sido una consecuencia de apartarnos de él, otros afirman que una parte del ser humano es inmortal. Esta creencia propia del paganismo —que no se encuentra en la religión del Antiguo Testamento— fue introducida en el judaísmo durante el período intertestamental, y de allí fue incorporada al cristianismo.
La condición en que se encuentran los muertos
La muerte en el Antiguo Testamento. Con el propósito de entender el concepto de la muerte tal como lo presenta la Biblia, es útil retornar a la creación porque, en algunos respectos, la muerte constituye la ruina de la creación. Génesis 2: 7 registra que Dios dio vida al cuerpo humano que había formado del polvo de la tierra. El proceso puede ser descrito como polvo recibiendo la chispa de vida o, bíblicamente hablando, «el aliento de vida», y así se convirtió en un ser viviente. Cuando se suspende o retira la vida de un organismo vivo, este retorna al estado anterior: polvo. Esto se aplica tanto a los humanos como a los animales (véase Ecl. 3: 19,20). Por to tanto, es obvio que no hay actividad alguna durante la muerte (Ecl. 9: 5, 6, 10). Los difuntos se encuentran en un estado inconsciente. Ya en el Antiguo Testamento, la muerte es comparada con la condición de quien está dormido (Dan. 12: 2, 13), lo que implica inconciencia; la muerte es un «sueño» o un «descanso» en la tierra. Sin embargo, habrá en el futuro un despertar, una resurrección.7
La muerte en el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento confirma que los muertos están en la tumba (Juan 5: 28, 29). El rey David, un hombre conforme al corazón de Dios (Hech. 2: 29). descansa en la tumba y no está todavía con Dios (Hech. 2: 29, 34) Jesús informa a sus discípulos que al lugar donde él irá (después de su resurrección) ellos no podrán ir de inmediato (Juan 7: 33, 34; 13: 33). Vale decir, si bien ellos también padecerían la muerte por ser fieles a él, no tendrían acceso instantáneo a la gloria celestial. «A Pedro se le dijo que aunque no pueda seguir a Jesús entonces, un día lo podrá hacer (vers. 36); al grupo completo de discípulos se les asegura que la partida de Jesús tiene como objetivo último el que ellos puedan estar con él en la casa del Padre por la eternidad (14: 2, 3)».8 En varios pasajes del Nuevo Testamento se emplea la metáfora del sueño para describir la condición de la muerte. Por ejemplo, Jesús declara que Lázaro duerme el sueño de la muerte antes de resucitarlo cuatro días después (Juan 11: 11-15, 17; véase también Mat. 27: 52; 1 Cor. 15: 6, 18, 20; 1 Tes. 4: 13-15).9 El Antiguo y el Nuevo Testamento, así como la propia experiencia de Jesús, indican que la muerte es un estado de inconciencia llamado sueño.
Después de la muerte
Sin embargo, la muerte no es el fin de todo. Habrá una resurrección (1 Cor. 15: 42-44). Los creyentes recibirán nuevos cuerpos, de alguna manera semejantes al actual. Aunque la Biblia no provee información detallada acerca de estos nuevos cuerpos, alguien ha comparado nuestro cuerpo presente con un carbón de piedra y el nuevo cuerpo con un diamante maravilloso. Ambos están compuestos de carbón, pero son muy diferentes el uno del otro. Los que son amigos de Jesús y confían en Dios aguardan la resurrección (1 Cor. 15: 22, 23). Además, Jesús mismo declaró que regresaría al cielo a fin de preparar viviendas para sus seguidores, donde habitarían una vez que él regresara, como prometió, en su segunda venida (Juan 14: 1-3). Y finalmente, la muerte será eliminada para siempre (Apocalipsis 21: 4).
Lo que la Biblia enseña en cuando a la inmortalidad
Solamente dos pasajes bíblicos emplean la palabra inmortalidad (athanasia). En 1 Timoteo 6: 14-16, Pablo declara que Dios es el único que posee inmortalidad. Y, según 1 Corintios 15: 53, la inmortalidad es algo que se les concede a los seres humanos solamente cuando ocurra la Segunda Venida. Los creyentes que han muerto serán resucitados y los creyentes que estén vivos cuando retorne Jesús serán transformados y recibirán nuevos cuerpos inmortales. Por lo tanto, la afirmación de que «la inmortalidad es un don de todo hombre en virtud de su creación y que es la suma total del hombre que es inmortal»10 es errónea. El Nuevo Testamento subraya que la vida eterna está siempre relacionada con Jesús y es algo que Dios concede. Sin una relación salvadora con él, no hay vida eterna (Rom. 6: 23; Juan 3: 36; 5: 24; 1 Juan 5: 11, 12). «El destino del no redimido no es la inmortalidad en el infierno, sino la no recepción de la vida eterna».11
Otra palabra, aphtharsia, describe lo que es imperecedero e incorruptible. La Biblia indica resultados semejantes, refiriendo esta cualidad solo a Dios y a la herencia que él concederá a los redimidos (véase Rom. 1: 23; 1 Tim. 1: 17; 1 Ped. 1: 4, 23; 3: 4) Vale decir, la incorruptibilidad es un don futuro que será otorgado a los creyentes en la resurrección (1 Cor. 15: 42, 50, 52-54). En resumen, se puede afirmar que, según la Biblia, la inmortalidad no es inherente a los seres humanos.12
Lo que la Biblia enseña en cuanto al alma
Los términos hebreos y griegos que son traducidos «alma» se traducen de diferentes maneras en la Biblia como se observa al comparar varias versiones. Veamos algunos ejemplos. Las palabras originales se traducen como «vida» (Gén. 9: 4: Mat. 2: 20 [«buscaban la vida del niño», Biblia de Jerusalén]); «corazón» («de corazón haciendo la voluntad de Dios» [Efe. 6: 6]), o refiriéndose a las emociones (el alma ama o se entristece [Cant. 1: 7; Mar. 14:34]). Con frecuencia estos términos del original se refieren a la persona en su totalidad, como revelan estos ejemplos: 1) Los seres humanos no tienen un alma, sino que son un alma (1 Cor. 15: 45; Gén. 2: 7); 2) Aun los animales son almas, vale decir, seres vivientes (Gén. 1: 20; 9: 10; Apoc.16:3); 3) El alma puede llorar (Jer. 13: 17); 4) el alma puede ser tomada cautiva (Jer. 52: 28-30); y 5) las almas pueden ser bautizadas (Hech. 2: 41 [«Aquel día se les unieron unas tres mil almas», Biblia de Jerusalén]). Es muy importante señalar también que, según la Biblia, 6) el alma puede morir (Eze. 18: 4; Sant. 5: 20; Apoc. 20: 4: Sal. 89: 48; Job 36: 14: Lev. 19: 8; 21: 1, 11). En vista de la clara evidencia bíblica, es difícil entender por qué M. E. Osterhaven, después de proveer una definición correcta de alma, puede afirmar que en las Escrituras el alma «es concebida como un principio inmaterial creado por Dios, que está usualmente unido a un cuerpo y le da vida; sin embargo, el alma continúa existiendo después de la muerte de los seres humanos».13 Aunque provee como base de esta afirmación algunos textos bíblicos, la mayoría de ellos indica directa o indirectamente que el alma puede morir.
El hecho es que a menudo la palabra alma en la Biblia designa la totalidad del ser humano: el alma que llora es la persona que llora. En los casos en que el alma se distingue del cuerpo, no se la describe como una parte que pueda ser separada del cuerpo y existir de manera independiente. Además, esta palabra no se emplea en conexión con la inmortalidad. «Ni nephesh [el término hebreo para “alma”] ni psyche [el término griego para “alma”] connotan una entidad inmaterial, inmortal o parte del ser humano, capaz de existir de manera independiente y consciente separada del cuerpo».14
Consecuencias
La aceptación del concepto no bíblico de la inmortalidad del alma ha traído como consecuencia varias prácticas religiosas y doctrinas erróneas, y también una grave distorsión del mensaje bíblico.
Prácticas y enseñanzas no bíblicas. Entre las doctrinas y las prácticas religiosas que derivan del concepto de inmortalidad, pero que carecen de base bíblica, merecen mencionarse: 1) La creencia en un purgatorio que purifica el alma del pecado y también en un infierno en el que las almas de los réprobos arden eternamente; 2) las indulgencias, que pueden adquirirse de la iglesia y que permiten liberar al creyente, vivo o muerto, del castigo por los pecados cometidos o reducir su extensión en el tiempo; 3) las oraciones, ofrendas y misas por las almas de los muertos; 4) la veneración de María y de los santos, concebidos como mediadores e intercesores ante Dios (véase 1 Tim. 2: 5; Éxo. 20: 4); 5) la enseñanza de la reencarnación; y 6) la práctica del espiritismo (Deut. 18: 10-12; 2 Cor. 11: 14).
Ocultamiento o distorsión de las claras enseñanzas bíblicas. A través de los siglos, muchas iglesias cristianas han perdido de vista la importancia fundamental de la segunda venida de Jesús, que él mismo prometió. Al ir declinando esta esperanza, también se ha eclipsado parcial o totalmente la enseñanza bíblica de la resurrección de los muertos. Lo mismo ha ocurrido con la enseñanza del juicio final, el cual se torna superfluo si es que, como declaran muchos cristianos, el alma de los difuntos ya se encuentra en el cielo, el purgatorio o el infierno.
Distorsión del verdadero carácter de Dios. Si el concepto de la inmortalidad natural del alma humana fuese verdadero, Dios sería una Persona mentirosa en quien no podemos confiar (véase Gén. 2: 17). Dios también sería una Persona sin compasión, porque permitiría que las almas de los seres humanos que supuestamente ya disfrutan de la vida beatífica en el cielo pudieran observar el dolor y el sufrimiento que experimentan sus seres amados en este mundo.
Además, Dios sería un tirano injusto que castiga a las almas en el infierno por la eternidad, cuando en realidad han pecado por un tiempo limitado. La doctrina de la inmortalidad del alma crea una imagen monstruosa de Dios y distorsiona lo que enseña la Biblia acerca de Dios, cuya esencia es el amor más profundo hacia todos los seres humanos (1 Juan 4: 8, 9; Mal. 1: 2; Juan 3: 16, 17).
Tenemos que hacer una decisión en quien confiar.
Dios declara | Satanás declara |
Ciertamente morirás | Ciertamente no morirás |
Jesús es la entrada a la vida eterna | La muerte es la entrada a la vida eterna. |
Pasajes bíblicos difíciles
Hay algunos pasajes bíblicos que parecen estar en conflicto con lo que hasta ahora hemos dicho. Un estudio cuidadoso de su contenido los esclarece y permite integrarlos con el resto de lo que la Biblia enseña sobre este tema. Por limitaciones de espacio, vamos a considerar solo dos de ellos.
La parábola del hombre rico y Lázaro. Lucas 16: 19-31 registra la parábola que narró Jesús acerca de un hombre rico y el mendigo Lázaro. Después de su muerte, el pobre Lázaro es llevado al seno de Abraham, mientras que al morir el hombre rico es atormentado en un lugar que se encuentra separado por un abismo del lugar en que el mendigo goza de la dicha. Según la parábola, el hombre rico puede no solo ver a Abraham sino también hablar con él desde el lugar en que se encuentra sufriendo el castigo de su egoísmo. En el diálogo con Abraham, el hombre rico le pide que envíe a Lázaro para aliviar su sufrimiento o por lo menos a advertir a sus hermanos de las consecuencias de sus acciones en vida. Tal posibilidad, por supuesto, es irreconciliable con lo que la Biblia enseña acerca de la Tierra Nueva. Sin embargo, algunos cristianos creen que esta parábola enseña que el alma es inmortal y que ya existe cierto tipo de infierno en que las almas sufren su castigo. Con todo, el contexto y el contenido de esta parábola indican que Jesús no se estaba refiriendo a la condición en que se encuentran los muertos, sino que subrayaba que esta vida es la única oportunidad que tenemos de aceptar lo que enseñan las Escrituras y de vivir una vida noble y generosa. Reforzando el mensaje que quería comunicar con esta parábola, Jesús concluye: «A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos! […] Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levante de los muertos» (Luc. 16: 29, 31). Jesús simplemente empleó un popular relato tradicional para ilustrar una verdad importante, sin afirmar como real su contenido. Las parábolas que presenta la Biblia son ilustraciones, por eso sus detalles no deben ser interpretados como parte de la enseñanza que intentan comunicar, a menos que la Biblia misma así lo indique. Un ejemplo de esto se encuentra en Jueces 9: 8-16, donde los árboles hablan entre sí para elegir a un nuevo rey del bosque. Aquí el significado de la parábola es ilustrar como, en una coyuntura histórica del pueblo de Israel, el más indigno de los candidatos al puesto de mando se había apoderado de él. Los eruditos cuidadosos no basan las doctrinas bíblicas en parábolas o en símiles porque estos recursos didácticos son a menudo figurativos (como los árboles que aplauden en Isa. 55: 12).
El acceso al paraíso. A partir de los viejos manuscritos unciales (escritos solo con letras mayúsculas), sin puntuación y sin espacio entre las palabras, Lucas 23: 43 puede ser traducido, «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso», o «De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso». De acuerdo con lo que indica Juan 20: 17, en el día domingo en que resucitó, Jesús no había ascendido aún a ver a su Padre. Vale decir, Jesús no había ascendido al cielo el viernes de su crucifixión, sino que descansó en el sepulcro. Por eso, la segunda traducción es la opción lógica y correcta.
Si bien los adventistas del séptimo día están entre la minoría de grupos cristianos que sostienen estas creencias bíblicas sobre lo que nos sucede después de la muerte, varios eruditos protestantes han afirmado la inmortalidad condicional de los que mueren, el sueño de la muerte y la resurrección futura. Entre estos destacados teólogos e investigadores bíblicos se encuentran Oscar Cullman, Emil Brunner, Reinhold Niebuhr, y más recientemente, J. W. Wenham, J. R. Stott y Clark H. Pinnock.15
Puesto que la muerte es una realidad que ocurre a todos los seres humanos, debemos estar preparados cada día para esa eventualidad (Sal. 90: 12), estableciendo una prioridad correcta acerca de nuestras decisiones, palabras y acciones, que se basa en lo que nos enseña la Palabra de Dios. Los arqueólogos encontraron en la antigua Tesalónica dos lápidas funerales, obviamente del mismo período. Una decía, «No hay esperanza». En la otra uno leía, «Cristo es mi vida». Estas dos inscripciones resumen dos diferentes maneras de hacer frente a la muerte: resignación y certeza. ¿Cuál elegirá usted, estimado lector?
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1 Véase «Phaedo» Wikipedia, accesado el 4 de marzo, 2010, http://en.wikipedia.org/wiki/phaedo.
2 Véase, por ejemplo, Malcolm David Eckel, Buddhism (New York: Oxford University Press, 2002), pp. 87-95; «Reincarnation», Wikipedia, accesado el 4 de marzo, 2010, http://en.wikipedia.org/wiki/Reincarnation_and_Hinduism.
3 Gordon Rattray Taylor, Die Biologische Zeitbombe: Revolution der modernen Biologie (Frankfurt: Fisher Taschenbuch Verlag, 1971), pp. 11, 12, 95-130.
4 Uno de los primeros investigadores en esta área fue la psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross, ha publicado varios libros sobre este tema, primero acerca del proceso de la muerte y más tarde sobre experiencias cercanas a la muerte. Eventualmente se interesó en el espiritismo e intentó tener contactos con los muertos (véase «Elisabeth Kübler-Ross», Wikipedia, http://en.wikipedia.org/wiki/Elisabeth_K%BCbIer-Ross).
5 A menos que se indique lo contrario, los pasajes de la Biblia se citan de la Versión Rina-Valera 1995.
6 Oscar Cullmann, Immortality of the Soul or Resurrection of the Dead? (New York: Macmillan, 1958), p. 6. Cullmann rechaza la doctrina de la inmortalidad del alma como una creencia griega.
7 Harrison describe lo que él llama «sueño del alma», sin embargo, se opone a este concepto, afirmando que la palabra sueño «se aplica al cuerpo»; por lo tanto, es obvio que concibe el cuerpo como separado del alma. Sin embargo, la palabra «alma» también se emplea para referirse a la persona entera. Véase, por ejemplo, Apocalipsis 18: 14. E. F. Harrison, «Soul Sleep», Evangelical Dictionary of Theology, ed. Walter A. Elwell (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1984), pp. 1037, 1038.
8 George R. Beasley-Murray, John, Word Biblical Commentary, vol. 36 (Dallas, TX: Word, 2002), p. 246.
9 «La revelación [de Jesús] a Martha [Juan 11: 25, 26] constituye así una seguridad de la resurrección en el Reino de Dios, en la consumación de los tiempos, a través de Aquel que es la Resurrección, y la vida en el Reino de Dios en el tiempo presente se obtiene a través de Aquel que es la vida», Ibid., p. 191.
10 A. F. Johnson, «Conditional Immortality», Evangelical Dictionary of Theology, p. 261.
11 Diccionario bíblico adventista del séptimo día, «inmortalidad» (Florida, Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, l995).
12 Véase D. W. Kerr, «Immortality», en Evangelical Dictionary of Theology, pp. 551, 552. Kerr presenta una serie de declaraciones correctas; sin embargo, basándose en 2 Corintios 5: 8 afirma que «los creyentes que han muerto están presentes con el Señor mientras están ausentes del cuerpo». Lo que, según el autor, podría ocurrir antes de la resurrección. Para un análisis de este pasaje bíblico, véase Ángel Manuel Rodríguez, «From life to Life», Biblical Research Institute, http://www.adventistbiblicalresearch.org/Biblequestions/fromlifetolife.htm.
13 M. E. Osterhaven, «Soul», en Evangelical Dictionary of Theology, p. 1037.
14 «Soul» en Seventh-day Adventist Encyclopedia, 2ª ed. (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1996), t. 2, p. 629; véase también «Alma» en Diccionario bíblico adventista del séptimo día (Florida, Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995).
15 Véase Aecio Cairus, «The Doctrine of Man», en Handbook of Seventh-day Adventist Theology, ed. Raoul Dederen, Commentary Reference Series, vol. 12 (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), p. 225.