Ranko Stefanovic
Una revisión del crucial vigésimo cuarto artículo de la fe adventista del séptimo día.
Declaración de Fe Adventista del Séptimo Día #24: «La segunda venida de Cristo es la bendita esperanza de la iglesia, el gran clímax del evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y mundial. Cuando Él regrese, los justos muertos serán resucitados, y junto con los justos vivos serán glorificados y llevados al cielo, pero los injustos morirán. El cumplimiento casi completo de la mayoría de las líneas proféticas, junto con la condición actual del mundo, indica que la venida de Cristo es inminente. El tiempo de ese evento no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en todo momento».
La realización definitiva del plan de Dios para esta tierra alcanza su punto culminante con la segunda venida de Cristo. La venida literal y personal de Cristo es el punto hacia el que se mueve la historia del mundo. La segunda venida es la solución definitiva de Dios al mal y a la injusticia; también marcará el comienzo del reino eterno de Dios.
Sin embargo, ¿en qué se basan los cristianos del siglo XXI para seguir manteniendo la relevancia y la certeza de la «bendita esperanza» (Tito 2: 13, NVI) cuando la promesa de su pronto regreso se hizo por primera vez hace unos dos mil años?
La certeza de la segunda venida
Una promesa es tan cierta como la persona que la hace. Es tan cierta como su integridad y su capacidad de cumplir lo que dice.
La promesa «volveré» en la Biblia es dada por Dios, quien, en el pasado, cumplió todas sus promesas, la mayor de las cuales fue asegurar a la humanidad que Cristo vendría la primera vez. «Cuando llegó la plenitud de los tiempos», cumplió fielmente su promesa: el Cristo preexistente se despojó de sus prerrogativas divinas y tomó forma humana. Luego bajó a la tierra como un niño indefenso para proporcionar la salvación a los seres humanos caídos. Después de su muerte y resurrección, se fue al cielo, dejando una promesa clara y firme de que volvería, esta vez «sin relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan» (Heb. 9: 28).
La certeza de la segunda venida de Cristo se basa en última instancia en su primera venida. Los cristianos tienen la firme seguridad de que la promesa de Cristo de volver se cumplirá tan completamente como se cumplió la promesa de su primera venida.
La tan esperada boda
En el Nuevo Testamento, la tan esperada unión que tendrá lugar entre Cristo y su pueblo en la segunda venida se describe en términos de la antigua práctica de las bodas hebreas. Este concepto se refleja mejor en la promesa de Jesús a sus discípulos: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis» (Juan 14: 2-4).
«Voy, pues a preparar lugar» debe entenderse en el contexto de las antiguas bodas hebreas, que iban precedidas de unos esponsales que se celebraban en la casa del padre de la novia. Después de que el novio pagara la dote, los dos eran considerados marido y mujer, aunque el novio volvía entonces a la casa de su padre para preparar el lugar donde vivirían él y su novia. Durante ese tiempo, la novia se quedaba en casa de su padre preparando la boda. Cuando tanto el lugar como la novia estaban listos, el novio volvía para llevar a su novia a la casa de su padre para la ceremonia (cf. Mat. 25: 1-10).
Hace dos mil años, Cristo dejó la casa de su Padre en el cielo y vino a la tierra para desposar a su novia —la iglesia— con él. En el Calvario pagó la dote de su novia. Luego regresó a la casa de su Padre para preparar un lugar para ella (cf. Juan 14: 1-4). Mientras tanto, su novia permanece en la tierra.
Mientras espera, la iglesia anhela su regreso y se prepara para él, manteniéndose «una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha» (Efe. 5: 27). Cuando la morada esté lista y la novia haya hecho su parte en la preparación, la boda —la Segunda Venida— tendrá lugar (véase Apoc. 19: 7, 8).
Forma de la venida de cristo
La segunda venida de Cristo será literal, personal y visible. La Biblia nos asegura la venida real de la persona de Cristo. Jesús declaró claramente que su regreso será visible a los ojos físicos y audible a los oídos físicos (Mat. 24: 30; Mar. 13: 26). Además, lo comparó con la visibilidad de un rayo (Mat. 24: 27). Cuando, tras su resurrección, ascendió en una nube, dos ángeles aseguraron a los discípulos que su regreso sería tan literal como su partida: «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo» (Hech. 1: 11). «Todo ojo lo verá, y los que lo traspasaron» (Apoc. 1: 7).
La evidencia bíblica excluye la noción de que la venida de Cristo será un evento secreto o invisible que será experimentado por algún grupo especial de fieles.
La segunda venida será un evento imposible de simular. En primer lugar, Cristo regresará en la plena gloria del Padre acompañado de innumerables huestes celestiales (Mat. 16: 27). Su venida traerá la reunión definitiva de todo el pueblo de Dios mediante dos acontecimientos milagrosos: En primer lugar, los muertos en Cristo serán resucitados y revestidos de inmortalidad (1 Tes. 4: 16), y, a continuación, los santos vivos serán transformados de la mortalidad a la inmortalidad (1 Cor. 15: 51, 52).
Tanto los santos resucitados como los santos vivos transformados serán llevados juntos al cielo para encontrarse con Cristo, como la novia hebrea que sale al encuentro de su marido en el momento de su boda.
Mientras que la segunda venida traerá la salvación a los fieles, traerá un terror devastador y destrucción a aquellos que han rechazado la salvación de Dios. Serán destruidos por la gloria de la venida de Cristo (2 Tes. 2: 8).
A los que se aparten de Cristo no se les concederá una segunda oportunidad. Para entonces, el destino eterno de cada persona se habrá determinado en la conclusión del juicio previo al advenimiento que marcará el cierre del tiempo de gracia y el fin de la oportunidad de arrepentimiento.
El momento de la segunda venida
Jesús subrayó que el momento exacto de su regreso solo lo conoce Dios (Mat. 24: 36). Antes de su ascensión, los discípulos preguntaron por el momento en que vendría su reino. Jesús dejó muy claro que no les tocaba «saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad» (Hech. 1:6, 7). Más bien se les encomendó, como explicó Jesús más adelante, la tarea de realizar fielmente el trabajo que se les había encomendado (vers. 8) hasta su llegada.
Las palabras de Cristo a los discípulos denotan un mensaje eterno para la iglesia: Mientras esperan, los cristianos no deben ocuparse de especulaciones sobre el momento del regreso de Cristo. Cualquier fijación de tiempo para la segunda venida o la elaboración de detallados cuadros proféticos con fechas y eventos finales secuenciales que pretendan calcular el momento en que Jesús vendrá, son claramente contrarios a la voluntad de Dios. Si Dios hubiera querido que supiéramos el momento exacto del regreso de Cristo, lo habría revelado en su Palabra.
Por otro lado, aunque el tiempo exacto de la segunda venida no nos es revelado, habrá indicios de que está cerca. Estos indicios se denominan «las señales de los tiempos».1 Jesús los describió en términos de insurrecciones, luchas civiles/políticas y económicas, traición, prejuicios, enfermedades, acontecimientos desastrosos en el mundo natural, decadencia espiritual y aumento de la maldad, apostasía, angustia psicológica, ausencia de amor, persecución y predicación del evangelio (Mat. 24: 4-14).
Sin embargo, se puede observar que todas estas señales ya se produjeron durante la vida de los discípulos (en el siglo I), así como en diferentes períodos de la historia. ¿Cómo deben entender entonces los cristianos el significado de estas señales?
Una mirada más atenta a Mateo 24 indica que la intención de Jesús no era que estos acontecimientos se entendieran como las señales del fin de los tiempos y, por tanto, que se tomaran como base para calcular la fecha de su regreso. El propósito de las señales no es decirnos cuándo vendrá el fin (cf. Mat. 24: 6-8), sino lo que sucedería con creciente intensidad mientras su pueblo espera su regreso.2
Jesús describió estos acontecimientos como recordatorios constantes para cada generación de cristianos del prometido regreso de Jesús. «Cada vez que se produce uno de ellos, su pueblo establece la conexión con la segunda venida. En segundo lugar, cada acontecimiento identificado como señal por la comunidad de creyentes mantiene vivo el elemento de expectación y esperanza. Saben que el Señor no se ha olvidado de ellos y que la historia avanza hacia la meta señalada por Dios».3
Tres puntos quedan claros en relación con el significado de los signos de la segunda venida. En primer lugar, como hemos establecido, el propósito de las señales de los tiempos en Mateo 24: 4-14 no es señalar el momento de la segunda venida.
En segundo lugar, aunque estos acontecimientos —señalados por Jesús como las señales de su venida— han tenido lugar en diferentes épocas de la historia, se intensificarán progresivamente a medida que se acerque el momento del regreso de Cristo. La intensificación de estos acontecimientos en el mundo natural y social/político, junto con el deterioro de las condiciones morales y religiosas, alcanzará, antes de la venida de Cristo, un punto sin precedentes en la historia de esta tierra.
No hay duda de que el mundo actual está experimentando eventos sin precedentes en la historia de esta tierra. Hay, por ejemplo, calamidades naturales, como terremotos, inundaciones y tornados; está la contaminación atmosférica como destructor potencial de toda la población humana; las «guerras y rumores de guerras» referidas a las armas de destrucción masiva o total, a las que se suma el más reciente terrorismo internacional; las hambrunas y las epidemias (incluyendo las amenazas del SIDA y el cáncer) no necesitan mayor comentario. Estos y otros acontecimientos, junto con la decadencia moral y religiosa, hacen que los cristianos de hoy se den cuenta de que viven más cerca del día del regreso de Cristo que cualquier otra generación anterior.
El tercer punto con respecto al significado de las señales de la segunda venida es que habrá señales/eventos específicos que tendrán lugar antes de la venida de Cristo. En particular, Apocalipsis 13–18, junto con algunas otras evidencias proféticas del Nuevo Testamento, apunta a los movimientos religiosos y políticos del final de los tiempos.
Su característica obvia es la unión de poderes religiosos y seculares/políticos caracterizados por la opresión e intolerancia religiosa. Estos acontecimientos —junto con la decadencia de las condiciones mundiales y la proclamación mundial del evangelio— serán el claro indicio de la inminencia de la venida de Cristo.
Sin embargo, debemos recordar que la profecía no se da para satisfacer nuestra curiosidad sobre el futuro. La profecía nos dice lo que ocurrirá antes de la venida de Cristo para que estemos preparados. «Y ahora os lo he dicho antes que suceda», dijo Jesús a sus discípulos, «para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho» (Juan 14: 29; 16: 4).
El momento exacto en que se produzcan los acontecimientos del tiempo del fin y la forma en que se produzcan estarán claros en el momento en que se cumplan. Su cumplimiento completo será la clara indicación al pueblo de Dios de que Cristo está «a las puertas» (Mat. 24: 33). El cumplimiento de las profecías del tiempo del fin no debe ser objeto de especulación y sensacionalismo, sino para fortalecer la fe en la palabra profética.
Inminencia de la segunda venida
La inminencia de la venida de Cristo se expresa sistemáticamente en la Biblia con el verbo «Yo vengo» (en lugar de «Yo vendré»). El tiempo presente futuro denota el acontecimiento futuro como una realidad presente. Esta forma de expresión subraya tanto la certeza como la inminencia de la segunda venida.4
Cuando una persona respetable dice: «Vendré a visitarte», tal dicho expresa una promesa que eventualmente se hará realidad (y Jesús utiliza este modo de expresión en Juan 14: 3). Sin embargo, cuando dice «voy a venir», uno se siente movido a hacer preparativos más inmediatos para su llegada.
Pero, ¿cómo podemos entender la cuestión de la inminencia de la venida de Cristo cuando han transcurrido casi dos mil años desde que se dio la promesa?
Hay que entenderlo, en primer lugar, desde la perspectiva de Dios: Para él, mil años son como un día (2 Ped. 3: 8). La meta que él ha fijado para el regreso define su inminencia.
Aquí vuelve a ser ilustrativa la mencionada metáfora de las bodas: Con la primera venida de Cristo —cuando «desposó» a su novia, la iglesia, y «pagó la dote» en la cruz— esta tierra entró en el período de preparación para su regreso. Por eso, desde su perspectiva, su venida es «pronta». (Apoc. 22: 12).
Además, la inminencia de su regreso tiene una aplicación especial con respecto a su pueblo. Con su primera venida y su muerte en la cruz, la tierra ha entrado en el último período de su historia. Durante dos mil años las señales han mantenido fresca en la mente de su pueblo la certeza de su regreso. El momento y la oportunidad de estar preparados para su venida es siempre ahora, y no en el futuro.
Se insta a los cristianos a darse cuenta de la inminencia del regreso de Cristo en su propio tiempo. La segunda venida fue «pronto» para los discípulos de Jesús y la iglesia primitiva; y desde entonces ha sido potencialmente cercana para cada generación.
Además, en su parábola de las diez vírgenes que esperan en Mateo 25, Jesús insinuó fuertemente que habría un período de espera, un tiempo durante el cual el novio «tardaría» o tardaría en venir (vers. 5). Podía ver que este período de espera les parecería tan largo a los que estaban esperando que a muchos les resultaría difícil estar totalmente preparados cuando él apareciera realmente.
Preparación para la venida de cristo
Después de describir los acontecimientos que ocurrirán mientras su pueblo espera su regreso (Mat. 24: 1-35) y de afirmar que nadie sabe el momento exacto de éste (vers. 36), Jesús exhortó a sus discípulos a vivir una vida de constante expectación y preparación (Mat. 24: 36–25: 13).
Al igual que antes del diluvio y en la época de Lot, cuando la gente seguía sus rutinas de vida diarias, así será antes de la venida de Cristo (Mat. 24: 37-41). Todo parecerá como de costumbre. En tres ocasiones, Jesús advierte que hay que estar en guardia y preparado, «porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor» (Mat. 24: 42, 44; Mar. 13: 33). El Nuevo Testamento está repleto de textos que enfatizan lo repentino de la venida de Cristo (cf. 1 Tes. 5: 1-3; 2 Ped. 3: 10; Apoc. 16: 15).
Los cristianos que esperan a Cristo se enfrentan a dos peligros. El primero es centrarse estrictamente en el futuro y perder la realidad de la vida presente; el segundo es vivir una vida de apatía o indiferencia respecto a la segunda venida. Estos peligros son ilustrados por Jesús en las parábolas de los dos siervos y de nuevo en la parábola de las diez vírgenes (Mat. 24: 45–25: 13).
En la primera, el siervo sabio vive con la suposición de que el amo puede venir en cualquier momento, mientras que el siervo malo vive con la suposición de que el amo vendrá en algún momento en un futuro lejano. En la segunda parábola, las vírgenes prudentes hicieron provisiones para la posibilidad de un largo período de espera, mientras que las vírgenes necias simplemente asumieron que la venida sería tan oportuna como sus cálculos y expectativas indicaban y, por lo tanto, no se prepararon para ningún tipo de «retraso».
La vida del cristiano se mueve entre dos realidades. La primera es que Jesús viene pronto; la segunda es que todavía estamos aquí. Es importante encontrar el equilibrio entre vivir con nuestra rutina diaria y vivir con la expectativa de que Cristo puede venir cualquier día. La bendita esperanza suscitará en nosotros un ferviente anhelo de que el día de las bodas llegue antes, y de prepararnos para encontrarnos con Cristo.
Al concluir su charla escatológica en el Monte de los Olivos, Jesús explicó que nuestro anhelo por su regreso nos impulsará a vivir una vida de espera activa —no pasiva— cumpliendo fielmente nuestras responsabilidades actuales en el mundo en preparación para su regreso (Mat. 25: 14-36). Elena G. de White subraya: «La creencia en la cercana venida del Hijo del hombre en las nubes del cielo no hará que el verdadero cristiano se vuelva negligente y descuidado en los asuntos ordinarios de la vida. Los que esperan la pronta aparición de Cristo no serán ociosos, sino diligentes en los negocios […] Aquellos que se halagan a sí mismos pensando que la desatención a las cosas de esta vida es una evidencia de su espiritualidad y de su separación del mundo, están bajo un gran engaño. Su veracidad, fidelidad e integridad se ponen a prueba en las cosas temporales. Si son fieles en lo mínimo, serán fieles en lo mucho».5
El día de la boda se acerca, y como en el caso de cualquier boda, hay que hacer los preparativos. Mientras el cielo está en proceso de preparación, la iglesia se está preparando para ese día tan esperado en el que Cristo vendrá «para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron» (2 Tes. 1:10). Entonces, unidos, Cristo y su esposa se dirigirán al lugar preparado en el cielo. Hasta entonces, la iglesia es el lugar donde los cristianos deben estar y esperar pacientemente.
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1 Richard Rice, Reign of God (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1997), p. 359.
2 John Brunt, Good News for Troubled Times (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1993), p. 65.
3 Adult Sabbath School Bible Study Guide (11-17 de mayo de 2002), p. 62.
4 Véase Ranko Stefanovic, Revelation of Jesus Christ (Berrien Springs, MI.: Andrews University Press, 2002), p. 67.
5 Elena G. de White, Testimonios para la iglesia (Nampa, Idaho: Pacific Press, 1885), t. 4, p. 309.