La igualdad original entre el hombre y la mujer quedó ciertamente trastocada en la historia humana. El Antiguo Testamento ofrece abundante testimonio de esta nueva realidad.
Sumisión y liderazgo en los libros históricos
Los libros históricos del Antiguo Testamento describen con mucho detalle hasta qué punto la vida familiar de Adán y Eva y de sus descendientes estuvo marcada por los estigmas de la Caída. En estos relatos, la imagen de la mujer se presenta, en la mayoría de los casos, pobremente estereotipada, siguiendo roles restrictivos. A menudo las esposas aparecen como figuras si-lentes o anónimas, ocupadas en sus tareas domésticas, casi como si fueran solo parte de las pertenencias personales de sus maridos. Al mismo tiempo, no obs-tante, algunas mujeres tuvieron papeles activos en la esfera pública y política. El adecuado cumplimiento de sus deberes como esposas y madres en sumi-sión a la autoridad de sus maridos ni siquiera excluyó en aquellos tiempos el liderazgo social y la «promoción personal». Débora, por ejemplo, fue juez sobre Israel (Jue. 4: 4; 5: 7), líder político y espiritual de la nación. Otras mujeres que ejercieron roles de autoridad fueron Hulda, María, Ester, etcéte-ra (ver 2 Rey. 22: 14-20; Éxo. 15: 20-21; Est. 7: 1 – 8: 17, etc.).
El estatus de la mujer en las leyes del Pentateuco
Aunque cierto número de leyes no son igualitarias e implican la sumisión de las esposas a sus maridos en muchos aspectos de la vida, también observamos que la respetable condición de las mujeres en el matrimonio, exigida por las leyes bíblicas, está muy lejos de la discriminación que históricamente sufrieron en las culturas circundantes a Israel. La Torá demanda de los hijos el mismo respeto a la madre que al padre (Éxo. 20: 12; 21: 15, 17), y se espera la interven-ción de ambos para el castigo del hijo testarudo y rebelde (Deut. 21: 18-20). Hay muchas leyes formuladas para proteger a las mujeres: cuando se las acusa falsamente (Deut. 22: 13-21), cuando son violadas (22: 28-29), en el embarazo (Éxo. 21: 22-25), a la hora de heredar (Núm. 27: 1-11; 37: 1-13), al enviudar1 (Deut. 25: 5-16), etcétera. La relevancia dada a las mujeres en las leyes de Moisés resulta más evidente considerando que es exclusiva de la Biblia y que no tiene parangón en la literatura del antiguo Oriente Próximo.2
La «mujer ideal» en la literatura sapiencial
La contribución de la llamada «literatura sapiencial» al asunto de los roles matrimoniales es importante porque —a diferencia de los libros históricos— estos escritos no se limitan a describir la realidad tal cual era. También la presentan como debería ser, y en este sentido describen el ideal que ha de buscarse incluso en las relaciones entre hombre y mujer, más allá de los límites de las tradiciones y costumbres.
Así, Proverbios 31: 10-31 presenta un patrón muy inusual de «mujer liberada» en términos bíblicos. Aunque sus actividades se centran en torno a su hogar, la «esposa ideal» es descrita como una laboriosa mujer de negocios bastante independiente, dedicada por entero a actividades que están lejos de papeles de sumisión. De hecho, Proverbios 31: 10 describe a esta mujer con las mismas cualificaciones («capacidad y fuerza») atribuidas al hombre en Génesis 47: 6. No obstante, esa manera desacostumbrada de asumir su rol en el matrimonio es aprobada abiertamente, pues sus hijos y marido la elogian y Dios dice de ella que debería ser alabada (31: 28-30).3
Mutualidad y reciprocidad en la relación de amor de pareja según el Cantar de los Cantares
La presentación más interesante del «ideal divino para la relación marido-mujer en el marco posterior a la Caída se encuentra en el Cantar de los Cantares».4 Sea cual sea la interpretación que pueda darse a este librito, no se puede pasar por alto la importancia dada a la reciprocidad en las relaciones íntimas entre el marido y la esposa. La procreación de los hijos, que era una razón primordial para el matrimonio en el antiguo Oriente Próximo, se omite por completo en este libro. El Cantar se ocupa de otros importantes aspectos de la relación hombre-mujer, como el amor mutuo, la intimidad y la relación sexual.
La obra describe y exalta «los sentimientos, deseos, preocupaciones, esperanzas y temores de dos jóvenes amantes. [...] En cierto sentido, el Cantar es un extenso comentario del relato de la Creación, una ampliación o desarrollo de la primera canción de amor registrada en la historia»5 (ver Gén. 2: 23). Mientras en su pronunciamiento del juicio en el relato de la Caída Dios anuncia que el deseo de la mujer (tĕšûqâ) será hacia su marido (3: 16), ahora en el Cantar de Salomón la mujer confirma: «Yo soy de mi amado, y su deseo tiende hacia mí (tĕšûqâ)» (Cant. 7: 10, NVI). El disfrute sexual es presentado como celebración de mutuo compartir, en el cual marido y mujer actúan sobre la misma base igualitaria: «¡Mi amado es mío y yo soy suya!» (2: 16).
El igual estatus de ambas partes en el Cantar es tan visible que la mujer a menudo toma la iniciativa en su interacción con su hombre. De hecho, «el Cantar es presentado en su mayor parte desde la perspectiva de la mujer».6 «De sus labios sale casi el doble de versos que de los labios de él. Ella no se avergüenza de expresar su anhelo de amor y su disposición a darse sin reservas a su amado. [...] No hay nada aquí del varón agresivo ni de la fémina reticente o víctima. Los dos son uno en sus deseos porque sus deseos provienen de Dios».7 Se podría decir que el Cantar de los Cantares es una añoranza del ideal edénico para las relaciones maritales.
Una visión de la restauración en los profetas
En los escritos de los profetas se pueden encontrar varios indicios del propósito redentor divino de una reciprocidad en la relación matrimonial. Hemos seleccionado como muestra la declaración de Oseas 2: 16 (NVI): «En aquel día —afirma el Señor —, ya no me llamarás: “mi señor” [ba‘lî], sino que me dirás: “esposo mío” [ʾîšî]». Es interesante observar que en este texto Dios describe las relaciones que desearía tener con su pueblo como una relación marido-mujer.
En conclusión, podemos decir que el Antiguo Testamento presenta un tipo de ideal igualitario para la unión matrimonial que se mantiene vivo y presente a pesar del fuerte rol de autoridad, culturalmente impuesto, de los ma-ridos en el matrimonio, y a pesar de las desigualdades traídas por la Caída y por siglos de desarrollo social de modelos matrimoniales jerárquicos.
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1 Cf L. Aynard, La Bible au feminin, Lectio Divine 138 (París: Cerf, 1990), pp. 42-47. Ver Arthur Ide, 44ss.; Victor Matthews, «Female Voices: Upholding the Honor of the Household», Biblical Theology Bulletin 24 (1994), pp. 8-15.
2 Roland de Vaux, Ancient Israel: Its Life and Institutions (Toronto: McGraw-Hill, 1961), p. 40, afirma que «la esposa israelita era amada y escuchada por su marido y tratada por él como un igual».
3 Ver Kenneth O. Gangel, «Towards a Biblical Theology of Marriage and Family», parte 2, Journal of Psychology and Theology 5/2 (1977): 154-155.
4 Davidson, p. 271.
5 G. Lloyd Carr, The Song of Songs, Tyndale Old Testament Commentaries (Leicester, Reino Unido: InterVarsity, 1984), p. 34.
6 Duane A. Garrett, Song of Songs, The New American Commentary, t. 14 (Nashville, Tennessee: Broadman, 1993), p. 432.
7 Lloyd Carr, p. 54.